Todo, absolutamente todo, deberá someterse al TLC, incluso la Ley de Dios, pues en palabras del Presidente electo, Sr. Oscar Arias Sánchez, “Es más fácil modificar los diez mandamientos que modificar el TLC…” Que todos y todas tomemos nota. Que lo expresado no pase indiferente.
Lo dijo en las propias narices de los representantes de Dios, aquí en la tierra costarricense, minutos después de haberse reunido con cuatro obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR).
Estas palabras expresadas por el señor Presidente electo, no son gratuitas. Bien pueden ser entendidas como una blasfemia desde el punto de vista cristiano y doctrinal, por quienes crecimos al amparo de la religión católica.
Ciertamente y el propio señor Presidente electo lo sabe (y por eso lo expresa con tal contundencia), el TLC no solamente somete nuestra legislación nacional a sus mandatos; sino que, expresamente, en su texto se anota con toda puntualidad, que toda aquella ley que se le anteponga o contraponga quedará derogada.
Esto quiere decir que de ratificarse ese TLC, al país no podrá dictar ley alguna que se le anteponga, por más justa, cristiana, urgente y necesaria que esta resulte. La ley superior será este TLC, pase lo que pase. Por eso hemos indicado que ese TLC es anticristiano y antihumano.
El país quedará sometido a una ley sempiterna, de tal suerte que según el lenguaje del señor Presidente Electo, es más fácil cambiar la ley de Dios que la ley del TLC.
Sea, el TLC, prácticamente, llegará a someter la ley que Dios, Nuestro Señor, le dictó a Moisés en el Monte Sinaí. A esta blasfemia se atreven llegar los defensores del “capitalismo salvaje”, así llamados por su Santidad Juan Pablo Segundo, que hoy goza de la Gloria de Dios.
Que las palabras dichas por el señor Presidente Electo, nos llamen a las más profunda reflexión sobre lo que implica para nuestro país la ratificación de este TLC.
Hoy nos quieren obligar por medio de este TLC, a cambiar nuestra institucionalidad democrática. Mañana, por lo visto y escuchado, también nos dirán a los que somos creyentes que “los Diez Mandamientos dictados por Dios a Moisés”, se contraponen al nuevo dios, al dios mercado, representado jurídicamente en ese TLC.
Por tanto, solamente faltará que nos digan que llegó la hora de cambiar las leyes de Dios, puesto que según el Presidente electo es más fácil cambiar las leyes sagradas que lo escrito en ese TLC.
Más claro que el señor Presidente electo, nadie se había atrevido a decirlo. Aunque repudiamos su dicho y estamos dispuestos a realizar todos nuestros esfuerzos para oponernos a los designios de ese “nuevo” dios, sinceramente, lo felicitamos por su valentía, reconocer que es más fácil cambiar la ley de Dios que este TLC.
Por dicha que este instrumento maligno, mal llamado de libre comercio, aún no ha sido ratificado por nuestro país. Que Dios, Nuestro Señor, ilumine a nuestros diputados y diputadas, salientes y entrantes, para que no den sus votos a este tratado; y a nosotros, la ciudadanía, desde nuestras humildes posibilidades, coraje y dignidad para resistir hasta las últimas consecuencias a este enviado de Lucifer: el TLC.
Nuestro respetado compañero de labores, Edgar Quesada Morales, Secretario General Adjunto, concibió el presente artículo, cuyo contenido hacemos nuestro íntegramente.