De paso, el presidente aprovechó para en ocho minutos, ratificar su credo y defender ciertos fundamentos de la doctrina liberal, según el cual los militares que disponen de la fuerza de las armas, no cuentan con el poder para decidir dónde y cuándo utilizarlas, cosa que corresponde a las autoridades electas. “No se trata de una ofensa personal —señaló Obama—, sino de creer en las instituciones…”
Veterano de la Primera Guerra Mundial, MacArthur se cubrió de gloria al frente de las tropas aliadas en el Pacifico, estaba al mando cuando se ordenó el bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki y el 29 de agosto de 1945, a bordo del acorazo US Missouri, firmó las actas de capitulación de Japón. Concluida la guerra fue nombrado Comandante Supremo Aliado en Japón y desde ese cargo dirigió la ocupación e inició la recuperación y la democratización de aquel país.
Cuando el 27 de junio de 1950, dos días después de iniciada la Guerra de Corea, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas acordó una resolución de condena a Corea del Norte y la formación de una fuerza de restablecimiento de la paz, integrada casi exclusivamente por el VIII Ejército de los Estados Unidos, Douglas MacArthur recibió el mando y la encomienda de conducir la guerra.
A partir de sus experiencias en la lucha en el Pacifico, basada en operaciones de desembarco con apoyo aéreo y naval, MacArthur desplazó rápidamente varias divisiones desde Japón y mientras contenía a las tropas de Corea del Norte que habían tomado Seúl y penetrado profundamente en Corea del Sur, desembarcó tropas en la retaguardia, empujándolos hacía sus puntos de partida; explotando el éxito, cruzó la frontera formada por el paralelo 38 y, y avanzó hacia los límites con China.
La recién proclamada República Popular China que entonces no estaba reconocida por los Estados Unidos ni por sus aliados occidentales ni era miembro de la ONU y su puesto en el Consejo de Seguridad era usurpado por Taiwán, había advertido que en el momento en que las tropas norteamericanas salieran al río Yalu, entraría en la guerra. De ese modo el conflicto podía implicar a la Unión Soviética que ya contaba con armas atómicas.
Tal como había declarado, cuando las avanzadas norteamericanas salieron al río Yalu que forma parte de la frontera entre China y Corea del Norte, encontraron allí la resistencia de voluminosos contingentes chinos que, junto a las tropas norcoreanas detuvieron el avance, pasaron a la ofensiva e hicieron retroceder a los efectivos de MacArthur hasta más allá de Seúl.
En ese contexto, cuando el VIII ejército estadounidense fuertemente reforzado retomó la ofensiva, obligando a retroceder a las topas de Corea del Norte y a los voluntarios chinos, el presidente Harry Truman, para evitar que el conflicto implicar directamente a China y la Unión Soviética, ordenó a su comandante limitarse a restablecerla frontera ubicada en el paralelo 38. La decisión disgustó a MacArthur que incluso había solicitado autorización para utilizar bombas atómicas contra China.
Ante la negativa de Truman el veterano general acudió a la prensa para criticar públicamente la política trazada por la Casa Blanca, llegando a señalar que las debilidades políticas podían entregar Asia al comunismo. Al no reaccionar a los llamados de atención y a la indicación de que cesara tales declaraciones, MacArthur fue destituido y pasado a retiro.
La destitución de MacArthur, manipulada por los partidarios del anticomunismo más furibundo que empujaban a la administración hacía la confrontación con la Unión Soviética a la que soñaban con destruir aprovechando la superioridad nuclear, hicieron a Truman el más impopular de los presidentes norteamericanos y convirtieron a MacArthur en una celebridad, que trató de aprovechar la coyuntura para dedicarse a la política y convertirse en presidente, cometido en el que fracasó.
Sin los meritos ni la popularidad de MacArthur, el general Stanley McChrystal, al mando de las tropas norteamericanas en Afganistán, sin razones conocidas que lo motivaran; además de no ganar la guerra que era su tarea, se permitió y permitió a su Estado Mayor, emitir criterios acerca de la conducción de la política norteamericana por parte del presidente. Una entrevista concedida a la revista Rolling Stones, hizo a Obama tomar la difícil decisión de cambiar de caballo a mitad del río.
Tal vez el general McChrystal que no podía ignorar las consecuencias de su indisciplina haya optado por una retirada táctica, prefiera no insistir en una guerra que tal vez no pueda ser ganada y se reserve para empeños políticos mayores. Si bien la destitución del mando en campaña no es entre los militares un merito, el uniformado puede haber calculado que confrontar y tratar de ridiculizar a una administración liberal, es rentable de cara la búsqueda por la derecha republicana de una figura política reciclable.
No obstante, sin un pasado heroico de MacArthur y con techo de vidrio por haber encabezado el Comando de Operaciones Especiales, a cargo del trabajo sucio en el Pentágono, el futuro político del general cesante no parece exactamente prometedor.
Allá nos vemos.