Los antecedentes del FMI no se condicen demasiado bien con la entusiasta adhesión que LN le profesa. No olvidemos las devastaciones que sus propuestas –hoy día conocidas bajo el epígrafe de Consenso de Washington- provocaron en América Latina en los años ochenta del siglo pasado. Recuérdese de qué forma este organismo presentaba, hacia la segunda mitad de los noventa, a Argentina como el modelo y paradigma que todos los países latinoamericanos (y más allá) debíamos imitar. El doloroso derrumbe de la economía argentina a inicios del nuevo siglo no solo no fue previsto por los brillantes economistas del FMI, sino que ellos son corresponsables del desastre que por entonces se precipitó sobre el pueblo argentino. Las crisis de 1997-1998 en el Sudeste asiático y Rusia son otros casos donde el FMI hizo el más acabado ridículo. Quienes siguieron sus recetas –Rusia o Indonesia, por mencionar dos casos- padecieron crisis devastadoras. Le fue incomparablemente mejor a China que, entonces como ahora, desdeña sin contemplación ni titubeo las recetas fondomonetaristas.
La actual crisis de la deuda en Europa –que transita por un túnel oscuro y larguísimo- se está viendo agravada en la medida en que se ha optado por una vía adscrita de forma ortodoxa al recetario FMI. Grecia, en un intento indiscriminado por reducir los déficits fiscales, ha aplicado salvajes recortes a los sistemas de seguridad social. Ello ha traído un tremendo costo humano y grave inestabilidad social y política. Pero el caso es que, lejos de resolver algo, los problemas van en curso de profundización. Hoy día se está a las puertas de una casi segura reestructuración de la deuda griega, imposible de ser atendida por aquel país. La austeridad fiscal, marca FMI, también está fracasando estruendosamente en los otros países –Irlanda, Portugal y España- atrapados en la crisis de la deuda pública. Reino Unido, que ha querido seguir ese mismo recetario fondomonetarista, sufre hoy, menos de un año después de instalado el ultraconservador Primer Ministro Cameron, de un clarísimo retroceso en su proceso de recuperación económica.
LN parece rodearse de amigos poco recomendables, lo que no dejaría de ser su muy particular problema (cada quien tiene las amistades que elige), de no ser porque además quiere imponérselas al gobierno y, por medio de este, al pueblo costarricense.
A LN le preocupa, de consuno con el FMI, el déficit fiscal y el déficit en la balanza de pagos. Y, desgalillados, entonan el himno de la austeridad fiscal:_ “disminuir ‘significativamente’ el déficit fiscal mediante un aumento de impuestos y suplementarlo con políticas de gasto prudentes, incluyendo un marco de mediano plazo para reducir el gasto como porcentaje del PIB”_. Solemnes advierten que ese es un paso crucial para lograr un resultado de alcances dramáticos: “…evitar una crisis externa asociada con el desequilibrio macroeconómico y una eventual reducción de las entradas de capital”.
Varias cositas parecen estar siendo olvidadas o, acaso, deliberadamente escondidas. Principalmente las siguientes:
1. La economía se ha ralentizado de forma sensible, y no es muy sensato confiarse a un cambio significativo en las economías estadounidense y europea –de las cuales dependemos crucialmente- como para esperar que sobre esa base pueda darse alguna reactivación económica apreciable en próximos meses.
2. El bajo dinamismo de la economía incide de forma muy considerable en los ingresos del gobierno y agrava el problema del déficit fiscal.
3. Esa pérdida de impulso económico está vinculado en grado importante con el problema de sostenida revalorización del colón frente al dólar. Ese es un factor que contribuye a frenar las actividades de exportación y turismo, así como aquellas que compiten con productos importados (puesto que estos se abaratan relativamente).
4. Por lo tanto, y como se desprende de lo anterior, ello también influye –probablemente es el factor principal- sobre los desequilibrios negativos en la cuenta corriente de la balanza de pagos (es decir, el exceso de importaciones sobre exportaciones). Atribuir este último problema –como lo hacen LN y el FMI- al déficit fiscal olvida un detalle obvio y trivial: la economía sigue funcionando a un bajo nivel, de forma que no es atribuible (al menos no en grado significativo) a un exceso de demanda originada a lo interno esos desbalances negativos en la balanza de pagos.
5. La revalorización del colón frente al dólar está muy relacionada con la afluencia masiva de capitales golondrina o especulativos. Causa perplejidad que ni LN ni el FMI se percaten de este hecho fundamental. He ahí, con alta probabilidad, la fuente principal de los disturbios que tanto preocupan a estos dos súper-amigos…solo que ellos no se dan cuenta. O fingen no darse cuenta, porque admitir ese hecho llevaría a recomendar lo obvio: tomar medidas que frenen la entrada de esos capitales. Demasiado para la dogmática neoliberal que los entrelaza a nivel celular.
6. Y si el FMI y LN entonan al unísono el cántico de advertencia que llama a prevenir una “crisis externa”, bueno sería estudiar un poquito las lecciones de la historia: las crisis externas alrededor del mundo entero en los últimos 20 años han estado relacionadas, una y otra vez, con los desequilibrios asociados a la afluencia excesiva de capitales especulativos. Estos generan las condiciones en que la crisis se incuba y, a su debido momento, ellos mismos la precipitan.
Hay una gravísima confusión alrededor de los problemas del corto plazo. Pero sobre todo hay una preocupante incomprensión en relación con el hecho de que la crisis económica mundial está aún lejos de haber sido superada.
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*especial para ARGENPRESS.info