Los humanistas de Argentina, al igual que otros cientos de miles de todo el mundo, trabajamos por la más digna de las causas: humanizar la tierra, poniendo al ser humano como el valor central de toda actividad social, cultural, o política. En consecuencia, un primer objetivo fundamental en esta tarea, es lograr que por lo menos se respeten los derechos humanos básicos en cada país de la tierra.
Tal vez podría pensarse que esta tarea ya viene siendo realizada por organismos internacionales como la ONU o la OEA, y que resultaría ocioso superponerse a la acción de estas grandes organizaciones, en las que convergen gobiernos que tienen mucha mayor capacidad de acción que la que puede tener una organización social como la nuestra. Sin embargo, la realidad demuestra que desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas hace casi 60 años, no pareciera haber grandes avances al respecto, por parte de tales organismos.
La Declaración de los Derechos Humanos de 1948, que surgiera en buena medida como reacción de la comunidad internacional, luego de las atrocidades cometidas durante la segunda guerra mundial, no solamente a sido contradicha una y otra vez por nuevos genocidios y reiteradas violaciones a los derechos humanos cometidas por diversos gobiernos, sino que han pasado a ser letra muerta merced al reinado de la hipocresía.
Porque podría pensarse que tal declaración en 1948 era una ambiciosa aspiración, que necesariamente debería atravesar la dificultad de erradicar la violencia arraigada en muchas culturas. Podría pensarse que inevitablemente el avance en materia de derechos humanos sería lento y paulatino, hasta que todos los gobiernos de la tierra se propusieran y lograran garantizarlos en su territorio. Pero el problema real no son las comprensibles dificultades y obstáculos con los que un noble propósito se encuentra en su camino. El problema real son las contradicciones entre lo que se declama y lo que se hace, sobre todo por parte de las naciones que pretenden liderar la lucha por los derechos humanos. Y mayor problema aún es la obsecuencia y el silencio del resto de las naciones, ante la flagrante violación de los derechos humanos por parte de algunas potencias, principalmente Estados Unidos de Norteamérica.
¿Con qué autoridad moral podrían trabajar algunos gobiernos por los derechos humanos en su territorio, cuando esos propios gobiernos los violentan día a día? ¿Y con qué autoridad moral podrían otros gobiernos exigir a los primeros el respeto a tales derechos, cuando ellos mismos los violan dentro y fuera de su territorio? ¿Y qué autoridad moral podría tener un organismo internacional que mira para otro lado cuando las violaciones a los derechos humanos las cometen las potencias que controlan el poder globalizado?
Es necesario recuperar la autoridad moral de los organismos internacionales, si es que se pretende trabajar sinceramente por los Derechos Humanos. Y si eso ya no fuera posible, pues entonces las naciones que realmente quieran acometer tal tarea, deberán asumir el fracaso de tales organismos y conformar otros nuevos. Pero el reinado de la hipocresía, en materia de Derechos Humanos, no puede continuar.
No se puede aceptar que el Papa Benedicto XVI, ante un nuevo aniversario de la Invasión a Irak, pida al pueblo iraquí que “levante la cabeza”, para terminar con las matanzas, la violencia y el odio, y mientras dice eso omita hablar de una de las principales causas de esa escalada de violencia, que es la invasión de USA y su continua violación de los derechos de ciudadanos iraquíes. Una omisión previsible en quien fuera hasta hace poco la máxima autoridad de la institución de la Inquisición en su iglesia, y otrora miembro de las juventudes hitlerianas.
No se puede aceptar que la Alta Comisionada del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Louise Arbour, emita tan solo tibias declaraciones y solapadas referencias a las violaciones de los derechos humanos en Irak y Guantánamo, mientras reconoce que no renovará su mandato para no continuar recibiendo presiones de los países centrales.
No se puede aceptar que el Presidente George W. Bush declare públicamente que ha vetado la Ley contra la tortura, porque los métodos de tortura que se vienen utilizando en la denominada “guerra contra el terrorismo”, son sumamente eficaces para obtener confesiones de parte de los prisioneros. Y el problema mayor no es lo que Bush hace, el problema mayor es que no se haga nada para impedirlo por parte de la comunidad internacional.
¿Para qué sirve el Consejo de Derechos Humanos, que el 15/03/06 sustituyera a la ya cuestionada Comisión de derechos Humanos de las Naciones Unidas?
¿Para qué sirve la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), firmada por USA en 1977, si la Corte Interamericana de Derechos Humanos no es capaz de hacerla valer en Guantánamo, donde la mayor parte de los prisioneros no tienen condena y son torturados sistemáticamente, hasta terminar en el suicidio?
¿Para que sirven la proclamación de principios del Art. 55 de la Carta de las Naciones Unidas, el Art. 5 de la Declaración de Derechos Humanos, y el Art. 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, más que como referencias de buenas intenciones?
¿Para que sirve la Convención contra la tortura, que rige desde 1987 y a la cual adhirió USA en 1994, si nadie hace nada ante su flagrante y públicamente declarada violación? Y citemos solamente su segundo artículo, a modo de ejemplo:
1. Todo Estado Parte tomará medidas legislativas, administrativas, judiciales o de otra índole eficaces para impedir los actos de tortura en todo territorio que esté bajo su jurisdicción.
2. En ningún caso podrán invocarse circunstancias excepcionales tales como estado de guerra o amenaza de guerra, inestabilidad política interna o cualquier otra emergencia pública como justificación de la tortura.
3. No podrá invocarse una orden de un funcionario superior o de una autoridad pública como justificación de la tortura.
¿Qué más hace falta para que la Comunidad Internacional reaccione? ¿Hacen falta más fotografías como las del penal de Abu Ghroib, circulando por todo el mundo, para probar los vejámenes a los prisioneros iraquíes? ¿Hace falta más del millón de muertos en Irak, reconocido en el mismo periódico Los Ángeles Times, para definir a esto como genocidio? ¿Hacen falta más de los 300.000 ciudadanos iraquíes que pasaron por los campos de detención norteamericanos en territorio iraquí, para equipararlos a los campos de concentración nazis?
¿Qué más les hacía falta a los Chamberlain de los años 30 para darse cuenta de quien era Hitler? ¿Qué les hace falta a los Chamberlain del siglo XXI para darse cuenta de quien es Bush y sus secuaces? Porque así como el entonces Primer Ministro inglés especuló, cedió y facilitó el avance del Tercer Reich, también hoy muchos gobernantes especulan entre sus mezquinos intereses y sus temores obsecuentes, dejando que los Bush avancen. Porque este doble discurso de parte del gobierno de USA, ni es nuevo, ni termina con Bush, como se puede ver por ejemplo en las siguientes declaraciones sobre la tortura que han realizado algunos altos funcionarios de ese país, incluido el propio senador McCain, reciente ganador de la interna republicana, con la promesa de “estar 100 años más en Irak”.
Presidente Jimmy Carter: “La libertad de la tortura es uno de los principios más fundamentales de los derechos humanos … Hemos logrado importantes avances al liberar al mundo de la tortura y del tratamiento degradante, y debemos estar atentos para seguir este camino, aún en estos tiempos desafiantes.” (Comunicado de prensa de Hilton Foundation, 22 de agosto de 2003)
Presidente Ronald Reagan: “Los Estados Unidos han participado activa y eficazmente en la negociación de la Convención [en contra de la Tortura]. Eso marca un paso importante en el desarrollo durante este siglo de medidas internacionales en contra de la tortura y otros tratamientos y castigos inhumanos. La ratificación de la Convención por parte de los Estados Unidos expresará con claridad la oposición de los Estados Unidos a la tortura, una práctica abominable que desafortunadamente aún persiste en el mundo actual.” (Mensaje al Senado en la Convención contra la Tortura el 20 de mayo de 1988)
Senador John McCain: Al discutir sobre ley internacional, incluso las Convenciones de Ginebra, “Estas convenciones y estas normas están en vigencia porque ante una pendiente escurridiza uno no sabe por dónde descender…Lo que nos separa de nuestro enemigo es nuestro respeto por los derechos humanos.” (Entrevista sobre “This Week” de ABC)
Senador John Warner, Ex Subsecretario de la Marina y actual Presidente del Comité de Servicios Armados del Senado: “Este maltrato de los prisioneros representa una horrorosa e inaceptable violación a las reglas y a la conducta militar. El daño causado a la reputación y credibilidad de nuestra nación y de las fuerzas armadas puede socavar en gran medida los logros y los sacrificios de nuestras fuerzas y de sus familias, y los de aquellos aliados que luchan con nosotros por la libertad.” (11 de mayo 2004)
Estados Unidos ratificó la Convención de la ONU en contra de la Tortura en 1994. En el informe de la implementación del Comité en contra de la Tortura, el Gobierno de los EE.UU. escribió: “La tortura está prohibida por ley en todo el territorio de Estados Unidos. Se la denuncia categóricamente como problema de política y como herramienta de la autoridad del estado. Todo acto que implique tortura para la Convención constituye un delito penal conforme a la ley de los Estados Unidos. Ningún oficial del gobierno, federal, estatal o local, civil o militar, está autorizado a cometer torturas o a ordenar a otra persona que lo haga. Los oficiales tampoco podrán perdonar o tolerar la tortura de ninguna manera. No pueden invocarse circunstancias excepcionales como justificativo de la tortura. La ley de los EE.UU. no contiene disposiciones que permitan el empleo de actos de tortura u otro tratamiento o castigo degradante debido a circunstancias apremiantes (por ejemplo, durante un “estado de emergencia pública”) o como respuesta a órdenes de un oficial superior o de una autoridad pública, y los mecanismos de protección de un sistema judicial independiente no están sujetos a suspensión.” (Informe de los Estados Unidos al Comité en contra de la Tortura de la ONU, 15 de octubre de 1999, UN Doc. CAT/C/28/Ad.5, 9 de febrero de 2000, parr. 6.)
Tal vez, luego de la hipocresía que se desprende de estas declamaciones huecas, podrían resultarnos al menos más sinceras las declaraciones de Henry Kissinger a Oriana Fallaci en 1972: “La inteligencia no sirve para ser Jefe de Estado, lo que cuenta en un Jefe de estado es la fuerza”. Claro que quien fuera en su momento Secretario de Estado norteamericano, y sorprendentemente alguna vez Premio Nobel de la Paz, actualmente es prófugo de la justicia francesa y tiene pedido de captura en varios países, luego de comprobarse su participación intelectual en varios asesinatos, masacres y golpes de estado, sobre todo en América Latina. Pero esto ocurre más de 30 años después de haber estado en el poder. Esperemos que la justicia no se demore tanto para condenar y pedir la captura de George W. Bush, por su responsabilidad en las reiteradas violaciones a los derechos humanos.
Porque eso es precisamente lo que los Humanistas reclamamos: que se ponga fin a la violación sistemática de los derechos humanos por parte del gobierno de USA, y que se juzgue, condene y encarcele a su actual presidente.
Y esto es algo que solamente se puede lograr si la mayoría de los países que conforman las Naciones Unidas y la OEA, se decidieran de una vez por todas a enfrentar a los criminales que detentan el poder. Y ese es el pedido que estamos haciendo, ante los organismos internacionales, y ante las embajadas de cada país. Y entendemos que los gobiernos de América Latina debieran liderar esta campaña para que se respeten los derechos humanos, precisamente porque nuestros pueblos han sido víctimas de tales violaciones dirigidas desde USA.
Más de 60.000 militares y policías de América Latina fueron formados en la tristemente célebre Escuela de Las Américas, radicada en Panamá. Allí los instructores militares de estados Unidos capacitaron en la tortura y el crimen a muchos de los responsables de los años más sangrientos de nuestra región. Noriega, Banzer, Viola, Galtieri, D´aubisson y Montesinos entre muchos otros se graduaron allí. El macabro Plan Cóndor, cuyo objetivo fue exterminar en América Latina a quienes pensaban distinto, fue diseñado en USA e instrumentado por los mejores alumnos de esta Escuela, la que ha ido mutando con el tiempo, pero sigue vigente. Luego de que Carter tuviera que sacarla de Panamá, Reagan la reactivó en Georgia como Escuela de Entrenamiento y Doctrina del Ejército de EEUU, y desde el 2001 funciona como Instituto de Defensa para la Cooperación de Seguridad Hemisférica.
Felizmente ya varios de nuestros países han dejado de mandar sus cadetes a capacitarse en semejantes lugares, pero otros aún lo hacen y algunos como verdaderos aliados de USA en la región, como es el caso de Colombia. El reciente conflicto de Colombia con el resto de la región, por haber masacrado a miembros de las FARC en territorio ecuatoriano, y el rápido apoyo que tuvo Uribe por parte de Bush, ponen de manifiesto la vigencia de las viejas políticas de USA para Latinoamérica.
Ni los argentinos, ni los latinoamericanos, y ningún ciudadano de este mundo, podrán sentir que sus derechos estén garantizados, hasta que no se termine con la impunidad de Estados Unidos para violarlos. Y es por ello que los humanistas argentinos, frente a un nuevo aniversario de la invasión a Irak, y a pocos días de cumplirse los 32 años del sangriento golpe de estado en nuestro país, reclamamos:
• Que la Organización de las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos, sancionen duramente a los Estados Unidos por las probadas violaciones a los derechos humanos, y tomen las medidas para impedir que se sigan cometiendo arbitrariedades, comenzando por el retiro de tropas de Irak.
• Que los países miembros de las organizaciones mencionadas, presionen en las mismas para que se tomen tales medidas, además de las acciones unilaterales que pudieran llevarse a cabo.
• Que los ciudadanos y las organizaciones sociales de cada país, presionen a sus gobiernos para que se involucren activamente en la defensa de los derechos humanos, enfrentando el arbitrario poder de USA.
• Que los gobiernos, las organizaciones sociales y los ciudadanos de cada país, utilicen todos los recursos judiciales a su alcance, para iniciar múltiples juicios a George W. Bush, por sus reiteradas violaciones a los derechos humanos, apología de la tortura, y responsabilidad en la masacre del pueblo iraquí.
En algunos meses más, George W. Bush dejará la Casa Blanca; su próxima residencia debiera ser la cárcel.
Guillermo Sullings
Vocero del Humanismo en Argentina