por José Merino del Río
Presidente Frente Amplio
Se refería a los derechos de Palestina, y a la amenaza de veto de los Estados Unidos ante lo que parece ser la firme voluntad de la gran mayoría de países representados en la Asamblea General, de reconocer plenamente al Estado palestino. El voto de una superpotencia vale más que el de los 193 países de la Asamblea General. Y a eso le llaman democracia.
Se podría haber esperado que la presidenta de un pequeño país como Costa Rica, que se declara respetuoso de la paz, de la democracia, del derecho internacional y de las resoluciones de las Naciones Unidas, dijera al menos alguna palabra al respecto. Nada. En un mediocre discurso, Laura Chinchilla guardó silencio total, sobre el tema más candente que se discute en la Asamblea General de Naciones Unidas. El temor a las presiones de Washington y Tel Aviv, pudo más que el respeto a los derechos humanos y nacionales de un pueblo mártir como el palestino, despojado de sus tierras, de sus hogares, de su derecho a la existencia como lo reclaman reiteradas resoluciones de la ONU, siempre vetadas o ignoradas por la fuerza del imperio.
Ni una palabra, a pesar de que siendo ella vicepresidenta de la administración Arias, rubricó también con su firma el reconocimiento del Estado palestino por Costa Rica. Ni un mínimo coraje para defender un sentido de democracia respetable en Naciones Unidas.
¿Para que sirve un discurso cargado de retórica sobre los valores de la paz, de la democracia, del respeto al derecho internacional, si se carece del sentido de la dignidad para exigir que se respete la democracia en el seno de las Naciones Unidas? ¿Acaso no se puede ser amigo del pueblo judio y de Israel, exigiendo al mismo tiempo respeto a los derechos del pueblo palestino y de Palestina?
Una oportunidad perdida para un gobierno con políticas erráticas y equivocadas, tanto nacional como internacionalmente. Hoy se hablaría con respeto de Costa Rica en muchas partes del mundo, si se hubiera escuchado la voz valiente de la presidenta de un país pequeño de tamaño pero grande de ideas y de espíritu. ¡No señor Obama, la paz o llega a través del respeto de la comunidad internacional o no llegará nunca! Acaso no fueron las mismas palabras, más brutales sí, de Bush: “Los Estados Unidos jamás aceptarán las resoluciones de la ONU cuando sus intereses vitales estén en peligro“. Y se fue a la guerra infinita, con el apoyo también del gobierno de Costa Rica: “Si tienen que morir niños que mueran los de Irak y no los de Costa Rica“(Abel Pacheco).
¿Cómo podemos callar ante un sistema aberrante, que permite a un club de cinco potencias imponer cuando les sale de las narices, su voluntad sobre el resto de la comunidad internacional? ¿Cómo ingeniárselas para hacer la del avestruz, y meter la cabeza bajo tierra cuando la hiperpotencia se carcajea de las resoluciones de la Asamblea General?
¿De qué madera está hecha su política señora Chinchilla? ¿Firmeza y honestidad? Realpolitik, es el nombre que se da a la política del cinismo cuando se tiene la fuerza para imponerle un curso a los acontecimientos. Es la política de los poderosos, de los que mandan en el mundo. Pero ¿cómo definir la política de sumisión y lamebotismo del débil frente al fuerte?