Marco Antonio Moreno
Por primera vez en su historia, Estados Unidos se enfrenta a la perspectiva de una bancarrota real que puede dar un nuevo choque a ya famélica economía global. Ahora todas las estimaciones son a la baja y las agencias de calificación no tardarán en reducir la calidad de la deuda de la primera potencia económica.
En verdad, a estas alturas, da lo mismo si se sube o no el techo de la deuda. Como ocurre con Grecia, con Europa y también con Estados Unidos, todas las medidas de parche que se han adoptado tras la quiebra real del sistema hace tres años, no han hecho más que postergar lo inevitable. Los colapsos generados por una expansión del crédito son siempre una bomba de tiempo que tarde o temprano desembocan en una catástrofe final. Sino es hoy, será mañana. El colapso del actual sistema monetario basado en una estructura ponzi está en proceso de demolición. La economía se encuentra en una fase agónica producto de 30 años de despilfarro, consumismo, guerras, y mediocridad a raudales.
Como las autoridades monetarias no saben hacer otra cosa que lanzar dinero desde helicópteros, la economía ha continuado ese derrotero que señalamos en 2008. El colapso anunciado está ahora ante nuestros ojos y la caída del avión en llamas se hace mas evidente dado que la propagación del crédito es solo una droga si no hay auténtica creación de empleo que respalde esa expansión de dinero fiduciario. Se ha lanzado, a lo Milton Friedman, dinero desde el helicóptero, desconociendo que este dinero no es nada si no hay tras él auténtica generación de empleo y demanda efectiva.
La muestra más clara de que las inyecciones monetarias aplicadas en Estados Unidos han seguido el patético derrotero de Friedman es que el desempleo sigue aumentando y la demanda real no se reactiva. Algo completamente lejano a lo que señaló Keynes, quien advirtió que la política económica debía tener medidas discrecionales para amortiguar el ciclo económico. El control del ciclo implicaba disminuir el gasto público y aumentar los impuestos en los períodos de bonanza… para poder disminuir los impuestos y aumentar el gasto público en los períodos de crisis, que podían ser prolongados.
Estas ideas se aplicaron con éxito hasta mediados de los años 70, marcando las tres décadas doradas de la actividad económica mundial. Pero el cortoplacismo político se olvidó de las crisis e hizo pensar que el ciclo había sido dominado, desterrándose para siempre las ideas de Keynes con las propuestas de Margareth Thatcher y Ronald Reagan, que privatizaron, liberalizaron y flexibilizaron todo cuanto encontraron para dejar en manos del mercado. Lo que ahora cae es justamente toda esa fanfarria libremercadista que apostó –y ganó- a la mediocridad de su clase política, un simple y servil eslabón en la cadena del poder financiero. Esta vez, a diferencia de la caída de Lehman Brothers (en la imagen), el colapso de la economía mundial no será transmitido en directo.