El tema de la piña tiene muchas aristas que abordar, y entre ellas bien podemos mencionar la triste realidad de comunidades sin agua potable debido a la contaminación por pesticidas (recordemos que la piña necesita hasta 16 veces más químicos que otros productos), la sustitución de tubérculos y demás productos alimenticios para consumo nacional, la sobrepoblación de moscas que afectan al ganado y la deforestación agresiva para habilitar nuevos terrenos cultivables de piña.
Pero hay un aspecto fundamental que no se aborda con la suficiente fuerza que merece: las pésimas condiciones a las que se enfrentan día a día miles de trabajadoras y trabajadores de esta industria.
La piña, ese producto tan preciado en otras latitudes, esconde no sólo la destrucción medioambiental, sino también los salarios de hambre de sus trabajadores, los maltratos de las jefaturas, las jornadas extenuantes y los accidentes laborales que son pan de cada día: como las decenas de mutilaciones de miembros, las constantes intoxicaciones, las insolaciones… un mundo de condiciones tan duras que sólo son comparables con una semiesclavitud.
En las piñeras de la zona norte del país, en donde se concentra cerca del 80% de las plantaciones, las condiciones de trabajo son cada vez más similares a una guerra despiadada de las empresas contra las comunidades. No basta con tomar todos los recursos naturales de la zona, sino que se instauran como prácticamente la única fuente de trabajo y conscientes de ello, ofrecen los salarios más bajos, las jornadas más largas y las peores condiciones en salud ocupacional. No conformes, levantan una rabiosa campaña antisindical; y como si de una mafia se tratara, amedrentan a los trabajadores que desean hacer valer sus derechos, los amenazan con las tristemente famosas “listas negras” y al primer rumor de la palabra sindicato, barren grupos enteros.
Y es que ¿cómo defender lo que no se conoce?, si en nuestro país son pocas las personas dentro de una empresa privada las que realmente saben a ciencia cierta cuáles son sus derechos laborales. En una conversación me decía un compañero de la zona: “Nosotros no pedimos que nos regalen nada, sólo queremos que nos traten bien”. Este crimen contra el derecho humano a sindicalizarse, y en los hechos, contra la vida misma; goza del silencio cómplice de las instituciones del Estado que deberían velar por el bienestar de las y los trabajadores.
Si por la víspera se saca el día y la piña continúa su expansión desenfrenada, sin ninguna planificación; y peor aún, su expansión bajo las actuales condiciones de trabajo y sobreexplotación, ningún beneficio les espera a las comunidades de la zona norte, a las comunidades del pacífico central y sur, ni al desarrollo de este país. ¿Para qué más piña sin salud en las comunidades? ¿Para qué más piña sin derechos laborales?
- Promotor Sindical ANEP – Sector Privado