Nuestra querida Costa Rica atraviesa por momentos de gran relevancia histórica y estamos en puertas de grandes definiciones. El corrupto neoliberalismo (explotador, codicioso, destructor de millones de vidas humanas y depredador insaciable del ambiente y de la ecología), aunque moral y éticamente en completa bancarrota, sigue siendo fuerte en nuestro país, aunque sostenido por políticas de corte autoritario fundamentadas en la estrategia del miedo y la corrupción de conciencias. En tal sentido, el desafío estratégico es su derrota total.
Al otro lado de la acera (en el lado del pueblo, en el lado de la gente, en el lado del humanismo cristiano y del socialismo democrático), está un amplio conjunto de fuerzas que, desde distintas perspectivas, plantean para el desarrollo futuro del país, la restauración de la búqueda del bien común, de la solidaridad, de la equidad y de la movilidad sociales, como ejes primordiales de la política pública en los más diversos órdenes.
Tal conjunto de fuerzas mostró, sin proponérselo abiertamente, su vocación de poder con sentido estratégico, con ocasión de la lucha cívica contra el TLC con los Estados Unidos, especialmente en la etapa y en el proceso del “frauduréndum”. No obstante, tal nivel de articulación no se logró mantener, pero el terreno está completamente arado y la recolección de la cosecha es cuestión de tiempo.
Sentimos un inmenso honor y un orgullo muy grande porque hemos puesto nuestro mayor empeño y dado nuestro aporte en ese proceso de acumulación de fuerzas con sentido estratégico; y que está ahí, esperando la mejor oportunidad histórica para materializar el camino del cambio en profundidad.
Seguiremos soñando, aportando, trabajando, estudiando, desde la trinchera que nos permitió convertirnos en una persona útil a nuestros semejantes de clase, naciendo así a la vida pública: el Movimiento Sindical. La acción sindical es consustancial con el desarrollo de la democracia y, tan es así, que se practica dentro de la Constitución y dentro de la Ley. Un sindicalista es un demócrata y no se puede concebir que exista una democracia que se precie de serlo, ni no tiene sindicatos.
Además, nuestra lucha de todos estos años demostró, entre otros aspectos, que la política, entendida en su significado más decente y noble, dejó de ser monopolio de los partidos políticos. Reconocemos que el sistema de partidos políticos es imprescindible en democracias representativas como la nuestra (y también en las participativas). Por tanto, no criticamos ni tenemos autoridad moral para hacerlo, a quienes deciden, como decimos popularmente, “meterse” en política. Mucho menos, cuando se trata de personas trabajadoras, ciudadanos y ciudadanas de gran valía moral, intachable ética y comprobado compromiso social; amigos y amigas, compañeros y compañeras de causa que han decidido transitar al escenario de los partidos políticos, especialmente de los que están opuestos al neoliberalismo corrupto y asesino.
Pero en nuestro caso personal, seguimos soñando en la máxima potenciación de la incidencia política desde los sectores sociales organizados y desde los espacios de una ciudadanía activa, cuestionadora, propositiva y con vocación de movilización estratégica. Por eso no aspiramos a ninguna candidatura diputadil. Lo hemos dicho bastantes veces y lo planteamos de nuevo. Además, no estamos adscritos ni somos afiliados a ningún partido político. No le hemos dado la adhesión a ningún partido político ni pensamos hacerlo. No obstante, nos enorgullecemos de tener amistades leales, de tener compañeros y compañeras de causa, de tener gente conocida que nos respeta y a la cual respetamos, en los partidos Acción Ciudadana, Frente Amplio, Alianza Patriótica, PASE, Liberación Nacional, Unidad Social Cristiana, por ejemplo.
Todavía estamos al frente de una organización sindical que tiene mucho respeto en este país y que está compuesta por trabajadores y por trabajadoras que pertenecen a dichas colectividades político-partidistas, en muchos casos; o bien, que están esperando que “se aclaren los nublados del día” para decidirse por alguna de esas opciones; ó, que del todo no votarán en el 2010. Sí debe quedar claro que no somos ni seremos “neutrales”, porque la neutralidad no existe y que nosotros mismos nos estamos formando nuestra propia opinión, para compartirla, llegado el momento, con quien nos la pregunte.
Finalmente, la naturaleza de nuestro sueño está marcada por la casi utópica aspiración, del surgimiento de un movimiento político profundo, que rescate para la acción política directa, el pensamiento de aquellos grandes costarricenses, de aquellas grandes costarricenses, forjadores de nuestra nacionalidad hoy tan mancillada. Necesitamos ir a las fuentes vivificadoras de esos patricios, de esas patricias de antaño, figuras egregias del ser costarricense que hoy están escondidas, olvidadas, invisibilizadas, tergiversadas, mediatizadas. Es por aquí por donde van nuestros sueños de futuro y, por supuesto, no sabemos si ello será realidad algún día.