SINART: La revista publicitaria del «régimen de los Arias»

Cambio de menú

Jurgen Ureña
exDirector de programación del Canal 13

Durante los últimos seis meses, los italianos han seguido de cerca una serie de noticias sobre los favores políticos que han intentado filtrarse en su canal de televisión cultural. En el centro de la polémica se perfila con nitidez la figura de Silvio Berlusconi, quien, investido de presidente, pretendió colocar a tres actrices en diversos programas con el fin de obtener el voto de un senador.

El escándalo estalló a mediados del año pasado, cuando se hizo pública la comprometedora conversación telefónica entre Berlusconi y Agostino Saccà, presidente de la RAI. El 13 de diciembre Saccà renunció a su cargo y un mes después la Fiscalía de Nápoles pidió juzgar a Berlusconi por corrupción.

En nuestro país, definitivamente, no resulta posible pensar en una situación similar. En la Costa Rica de nuestros días ciertamente no dimitiría el presidente ejecutivo del SINART ni comparecería el presidente de la República ante la Fiscalía General por la utilización de espacios televisivos a cambio de favores políticos.

Injerencias. Las irregularidades se han dado en las programaciones televisivas desde el propio surgimiento del medio. Ya en 1957, una investigación del Congreso estadounidense comprobó una serie de injerencias políticas en un popular programa de concursos, tal como recuerda Robert Redford en la película Quiz show (1994).

En nuestros días, la Comisión Federal de Comunicaciones abrió una investigación a 77 televisoras privadas estadounidenses que presumiblemente habían manipulado sus noticieros para favorecer al menos a 47 empresas y 2 sindicatos profesionales.

¿Qué resultados arrojaría una investigación similar en el noticiero de nuestro Canal 13? Probablemente comprobaría aquello que no se dice por resultar demasiado evidente o vergonzoso: nuestra televisión de servicio público se ha convertido en una televisión de servicio político.

Cálculo. La Junta de Accionistas del SINART es el Consejo de Gobierno de la República, lo que representa una broma del mal gusto o un movimiento del cálculo político. Como lógica consecuencia, la programación del Canal 13 se determina en buena medida en los pasillos del Parlamento y de la Casa Presidencial.

Desde el surgimiento de la primera generación de televisoras de servicio público, en las décadas de 1960 y 1970, la independencia informativa ha sido vital para alcanzar sus objetivos fundamentales. Por esta razón, cadenas como PBS en Estados Unidos, BBC en Inglaterra, TVE en España, NHK en Japón y RAI en Italia han desarrollado a lo largo de los años una serie de mecanismos que limitan la intromisión política en sus programaciones. Esto ocurre en la inmensa mayoría de los países con televisoras de servicio público, pero, ¡claro!, Costa Rica se caracteriza por su histórica singularidad.

Preguntas. ¿Cómo hablar de la independencia de un medio orientado por compromisos y objetivos políticos? ¿Cómo se explica que el Canal 13 no cuente con un presupuesto para la compra de programas televisivos? ¿A quién o a quienes beneficia una institución con tales características?

Estimado televidente: la próxima vez que vea en Canal 13 un programa de dudoso interés cultural, recuerde que no es oro todo lo que brilla ni simple y burdo entretenimiento todo aquello que lo parece.

Muy a pesar de una gran mayoría de funcionarios que hacen su trabajo con profesionalismo y transparencia, el Canal 13 se ha convertido en un mecanismo viciado por la acción incansable y nociva de la miscelánea política. En la lejana Inglaterra, un buen intérprete de las faenas políticas llamado Winston Churchill, dijo alguna vez: “El político es el único producto social que, tras haber sido comprado, sigue siendo comprable”.

Por ahora, solo queda esperar que los aires globalizantes traigan también el aroma del caso Berlusconi a nuestro país. Solo así, con un cambio significativo en la jerarquía administrativa y una vigilancia apropiada de los contratos de programación, podremos variar el menú de nuestra televisión cultural.

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Sobre el control gubernamental del SINART

Melvin Campos Ocampo

El martes pasado Freddy Pacheco envió una columna escrita por Jurgen Ureña, ex director de programación del Canal 13, sobre la situación del SINART, titulada CAMBIO DE MENÚ. Para ayudar en el contexto de esta espantosa situación, a continuación reproduzco en forma de secuencia cronológica (primero el más antiguo y al final el más reciente), las noticias y artículos que han aparecido acerca de este tema.

Yo trabajé en Canal 13 de 1997 a 1998, como asistente del Director de Programación, cuando el puesto era de don Ingo Niehaus. Junto con unos veinte compañeros, nos “fueron” con la llegada del gobierno de Miguel Ángel Rodríguez. Cuando escuché de la nueva ley del SINART, creí que sería una buena cosa pues esperaba que lo independizaran más del gobierno. Pero, como suele suceder en nuestro país, la ley que decía ser para una cosa, resultó ser para la opuesta.

Quiero difundir este tema, porque Jurgen es amigo mío y me lo pidió personalmente. El sábado, cuando leí el artículo que había escrito, yo me extrañé porque un par de semanas él antes me había contado de este nuevo trabajo y estaba bastante ilusionado. Así que decidí llamarlo y él me contó lo sucedido. Durante los dos meses en que trabajó como Director de Programación del SINART, se dedicó a elaborar el plan de programación para el SINART. Tras esos meses lo presentó al Consejo Ejecutivo: ellos lo ojearon, vieron que alteraba horarios de transmisión de los programas oficiales (consejo de gobierno, Arias On The Air, etc.) y lo engavetaron inmediatamente, agradeciéndole con una sonrisa sus buenas (y de antemano frustradas) intenciones.

Como ven, no es que Jurgen planteó una revolución en el SINART, no es que quería transmitir al satánico presidente Chaves o Evo o Correa, no iba a usar el canal para promocionar al zapatismo ni para difundir la revolución bolivariana ni para atacar al TLC. Solamente iba a cambiar los horarios de los programas oficiales. Y sabemos que la decisión se tomó en el Consejo de Gobierno.

La indignación que él sintió fue tan grande que lo llevó a renunciar. El martes nos vimos en el Museo Nacional, para la protesta contra Arias y la ficción de la Alianza para una Nueva Humanidad. Jurgen no estaba abatido. No es una persona que se deje amilanar por esas cosas. Pero sí me pidió que le diera difusión a esto. Y eso estoy haciendo.

Como cada día más personas saben, en este país vivimos procedimientos dictatoriales: desde la intervención en procesos electorales hasta la militarización de la Guardia “Civil”, desde un dictador en “democracia” hasta el control de los medios. Convertir al SINART en instrumentos de propaganda nacional no es lo que hace, por ejemplo, Chaves. En Venezuela, ALÓ PRESIDENTE es un programa de clara difusión del pensamiento gubernamental. Eso está claro: que la gente sepa lo que su presidente hace y quiere hacer. Por el contrario, el programa de Arias trata de aparecer como noticias, cuando en realidad son programas de divulgación doctrinaria. El problema es que son recibidos de forma distinta, porque nos enseñan a creer que las noticias son verdad. Ese fue el problema del TE ELE QUÉ y del ABC DEL TLC y de la “entrevista” de Alberto Padilla: no eran noticias: eran adoctrinamiento, control mediático, imposición ideológica. Eso es lo que hace una dictadura. Silenciar las voces disidentes como Álvaro Montero o Jurgen Ureña. Eso ha pasado con nuestro SINART y con nuestro país. Pero aún no es tarde para cambiarlo. Sigamos diciendo NO.

Un abrazo a todos los que creemos que una Costa Rica mejor es posible.
Sigamos denunciando las porquerías de esta Suiza centroamericana.
Sigamos haciendo quedar mal a Arias con su comunidad internacional.
Sigamos revelando que Costa Rica no es ni un país de paz ni un ejemplo para nadie.

Es el primer paso para hacerla mejor.

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