Muro que signa el fracaso del NAFTA
Por Anuradha Mittal (*).
Recientemente los parlamentarios canadienses del Nuevo Partido Democrático y del Bloque de Quebec se reunieron con sus homólogos estadounidenses y mexicanos para declarar que el Tratado Norteamericano de Libre Comercio, conocido por su sigla inglesa NAFTA, constituye una “tragedia continental”. “Si hubiera sido un éxito no haría falta la muralla que Estados Unidos quiere construir en su frontera con México ni habría tampoco necesidad de militarizarla”, dijo el legislador mexicano Víctor Suárez.
El debate sobre el destino de 11 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos continúa, sin embargo, ignorando las cuestiones estructurales que los han forzado a dejar sus hogares. Los acuerdos de libre comercio como el NAFTA prometieron crear más puestos de trabajo, superávit comerciales y un mejor nivel de vida en los países firmantes de esos tratados. Pero la realidad dice lo contrario.
En México se cultiva maíz desde hace 10.000 años. Bajo el NAFTA, que se supone debía “nivelar los terrenos de juego”, México abrió sus mercados a las importaciones de Estados Unidos, incluyendo entre ellas el maíz. Los agricultores mexicanos fueron entonces incapaces de competir contra los grandes productores estadounidenses maiceros, en su país los mayores receptores de subsidios estatales, que llegan a un monto de 10.000 millones de dólares, algo así como 10 veces más que el presupuesto agrícola de México para el año 2000. Este multimillonario subsidio de Estados Unidos a la producción de maíz permitió un dumping estadounidense en el mercado mexicano por un total de entre 105 y 145 millones de dólares anuales.
No puede sorprender entonces que las exportaciones estadounidenses de maíz a México se hayan triplicado y que cubran casi un tercio del mercado interno mexicano, lo que lleva a una crisis en el sector maicero. El incremento de las importaciones ha reducido los precios reales del maíz mexicano en más del 70% desde 1994. La baja de los precios significa para los maiceros mexicanos una caída en sus ingresos que, a su vez, provoca el forzoso abandono de sus tierras y la migración. En 1997, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 47% de la población mexicana estaba ocupado en la agricultura. Se estima que en el 2010, ese porcentaje caerá al 18%.
Lejos de operar en un “campo de juego nivelado”, el NAFTA ha significado un certificado de muerte para pequeños agricultores y coloca a los campesinos mexicanos en el extremo equivocado de un empinado y abrupto campo de juego que, en cambio, se hace cuesta abajo para los productores del Mediooeste de Estados Unidos.
Los defensores de los tratados de libre comercio a menudo destacan la creación de puestos de trabajo en México como un éxito del NAFTA. Sin embargo, el Economic Policy Institute (EPI), con sede en Estados Unidos, señala que mientras los empleos de bajos salarios y baja productividad (por ejemplo el trabajo no retribuido en empresas familiares) creció rápidamente desde principios de los años 90, en 1998 los ingresos de los trabajadores asalariados cayeron en un 25%, en tanto que los de autoempleados bajaron en un 40% . El EPI indica que los salarios decrecieron en aproximadamente un 27% entre 1991 y 1998, en tanto que el ingreso global por hora de trabajo cayó en un 40%. Además, el salario mínimo perdió alrededor del 50% de su poder de compra en la última década. Los salarios en la industria también bajaron en casi el 21% en ese período. De modo que mientras el NAFTA benefició a unos pocos sectores de la economía, sobre todo a las industrias maquiladoras y a los muy ricos, en realidad aumentó la desigualdad y redujo los ingresos y la calidad del trabajo para la vasta mayoría de los trabajadores mexicanos.
El fracaso del NAFTA junto con el fracaso de Estados Unidos en eliminar sus distorsionantes subsidios han forzado a millones de mexicanos a tomar rumbo hacia la frontera. La cifra divulgada en 1995 de 2 millones 500 mil inmigrantes indocumentados pasados de México a Estados Unidos ha subido a 8 millones desde entonces. Con la esperanza de una vida mejor, los mexicanos corren el riesgo de cruzar la frontera, pero sólo terminan por hallar la esclavitud en los campos de Estados Unidos, por ser encarcelados en la frontera, por ser objeto de la xenofobia de legisladores estadounidenses y a veces incluso por encontrar la muerte en el intento. En 2005 se estima que unos 400 mexicanos murieron al intentar cruzar la frontera.
Como ninguna muralla será capaz de eliminar la presión existente en la frontera estadounidense-mexicana surgen unas simples preguntas: ¿deberían ser criminalizados los inmigrantes en nuestras fronteras amuralladas o deberemos deshacernos de los tratados de libre comercio o renegociarlos? ¿Deberíamos culpar a las víctimas de los acuerdos de libre comercio o asegurar que del mismo modo que los capitales y las mercancías cruzan libremente las fronteras también puedan hacerlo los hambrientos, los desamparados y los desposeídos? (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Anuradha Mittal, fundadora y directora del Oakland Institute.
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