Esto no implica renunciar a una visión de mediano y largo plazo, pero si tener presente que procesos sociales tan complejos, son por ello mismo muy volubles y, en consecuencia, demandan flexibilidad e imaginación. Pero, además, esto conlleva tener presente que la lucha que se plantea exige tratar de no dejar espacios vacíos: el parlamento y la calle; el ámbito nacional y el internacional; los mecanismos de la formalidad instituida y los de la creatividad civil y la informalidad popular. Todos son espacios de lucha, aunque en diferentes momentos, unos u otros podrían ser más o menos importantes.
Eso sí, empecemos por tomar nota de lo obvio: la estrategia que aplican quienes promueven el TLC es de violencia sistemática e indiscriminada. Este es un dato básico que debe ser examinado a la hora de sopesar posibles respuestas. Recordemos que violencia es un concepto complejo, ya que hace referencia a prácticas sociales de muy diversa índole. Y, por cierto, la violencia no solamente es física y corporal. También puede ser verbal, simbólica y sicológica. Los promotores del TLC han combinado todas estas formas de violencia y, con el paso de los meses, se vuelven más recalcitrantes y calenturientos. Más y más violentos.
Hay violencia en las columnas de Rodríguez que, sin un solo argumento de fondo (es obvio que el señor no entiende ni jota del TLC), descalifica e insulta. Hay violencia en medios de comunicación sistemáticamente devenidos propagandistas, los cuales, perdida toda sutileza y hasta el último gramo de prudencia, manipulan y toman partido de forma desembozada. Hay violencia en las diatribas matinales de Panorama, convertido en trinchera de intolerancia. Hay violencia en la intransigencia absoluta del gobierno Arias, sordo como pared de granito ante cualquier voz de disenso. Hay violencia en el concubinato parlamentario Liberación-Libertarios-Unidad-Echandi-Massey, que impone la regla de “pa’ eso tenemos poder” como grito destemplado que acalla todo debate, mientras intercambian proyectos, fraguan mega-negocios y venden, literalmente dilapidan, el país entero.
Y, a veces, como si se tratara de prevenirnos de lo que podrían hacer, también han aplicado su dosis de violencia casi, casi física. En el hostigamiento contra las muchachas y muchachos del Movimiento Estudiantil Alternativo. En el “cordón preventivo” de policías, pistolas y mecates; patrullas y bastones con que rodean el edificio legislativo e impiden el paso a cualquier transeúnte. O la violencia aplicada por la prensa en entusiasta colaboración con las fuerzas policiales. Con los fogonazos de las fotos y el poder intimidatorio de sus cámaras de video, hostigan mientras amenazan: vamos a identificar ante las fuerzas de la represión a quiénes se atreven a protestar.
Desde este punto de vista, la estrategia arista –que parece ser la propia de las oligarquías telecistas– es sorprendentemente similar a la de los halcones del gobierno Bush. Estos creen que mostrarle al mundo un garrote enorme con el cual golpear de forma estridente la mesa, es la mejor forma de recomponer la maltratada y decadente hegemonía estadounidense. En la práctica, se han lanzado en un lodazal político-militar que ha cercenado gravemente –quizá de forma irrecuperable– el prestigio e influencia mundial de ese país. Así con los telecistas. Les ha parecido que para lograr sus objetivos de transnacionalización radical de la economía costarricense, lo mejor es aplicar una estrategia del “big stick”: dura, intransigente… despiadada. A la espera de darle más pensamiento al asunto, de momento tan solo diré que, a mi juicio, estos señores y señoras no perciben de qué forma tan grave están minando a futuro su posición como clases dominantes.
Innecesario insistir más en la cuestión. La estrategia telecista ha sido diseñada y está siendo aplicada por verdaderos halcones. Halconcillos criollos, digámoslo así. Tal nivel de violencia permite prever que, llegado el momento, si querrán hacer lo que Rodríguez no se atrevió durante las jornadas ciudadanas del “Combo ICE”: aplicar violencia física directa contra la población. Frente a eso, posiblemente el mejor antídoto es la denuncia internacional. Hay que empezar ya: que el mundo conozca que el premio-Nóbel-Arias conduce este país con intransigencia pinochetista y violencia sistemática. Y que el mundo sepa que está dispuesto a reprimir con gases y bastones. Y que se entere también que aquí la prensa es por completo servil a los grandes intereses económicos y totalmente irrespetuosa con los más elementales principios de libertad de expresión y pluralismo. Y que se sepa que desde la Asamblea Legislativa se fragua contra el pueblo costarricense un golpe idéntico al que Menem y Salinas de Gortari asestaron en su día contra los pueblos argentino y mexicano.
Vuelvo a lo que mencioné al inicio, tan solo para decir que en mi próximo artículo intentaré algunas reflexiones sobre las posibles respuestas e iniciativas que podría desarrollar el Movimiento del No al TLC.
Enero 21, 2007