¡Cuidado! Los dedos están en los gatillos

Al margen de la intención mediática de distracción de la opinión pública para contrarrestar los devastadores efecto que para su credibilidad política tiene el anuncio de la puesta al servicio de Estados Unidos de cinco bases militares, el gobierno colombiano ha pedido explicaciones a Venezuela.

La extrema derecha norteamericana y la oligarquía latinoamericana estarían encantadas con un conflicto armado en la región; mejor dos y óptimo si fuera una tripleta. Si en tales contenciosos se enrolaran Colombia y Venezuela resultaría fantástico y de poder sumar a Ecuador el orgasmo imperial asumiría proporciones elefantiásicas.

De lograr ese cometido la reacción estadounidense alcanzaría varios objetivos a la vez: obstaculizar, desviar, paralizar y en el peor de los casos revertir algunos procesos de cambios en América Latina que aún no han madurado lo suficiente como para sobrevivir a tales tensiones; al tiempo que se colocarían a Obama ante hechos consumados.

En el tenso ambiente vigente en las fronteras de Venezuela y Ecuador con Colombia, y de Honduras con Nicaragua, contando con suficientes recursos de inteligencia, elementos de la antigua administración de Bush, agazapados en los servicios especiales, la burocracia de los departamentos de Defensa, Estado y Seguridad Interna, en connivencia con los ripios de las oligarquías vernáculas, pudieran fraguar una provocación.

A todo ello habría que añadir que las operaciones del ejército colombiano y las guerrillas dan lugar a combates y bombardeos, trasiego de armas, tránsito de personas y otros eventos peligrosos y propicios para encubrir provocaciones. No debe omitirse que las frecuentes deserciones de guerrilleros crean premisas adicionales, a lo que se suman las recurrentes historia de ordenadores y mochilas abandonadas, de combatientes que escriben diarios, se fotografían, abusan de los teléfonos móviles y los Imail y hacen cosas poco aconsejables.

Tampoco los gobiernos de izquierda están en condiciones de descuidar la vigilancia y confiar ciegamente en los efectivos propios, entre los cuales también puede haber esquiroles e incluso traidores. Si bien las fuerzas armadas de Venezuela, Ecuador y Nicaragua, han evolucionado favorablemente y se mantienen firmes y disciplinadas en el cumplimiento de su deber, ello no debe hacer bajar la guardia frente a elementos débiles que pueden ocultarse en sus filas.

La provocación está en el ambiente y para dar oportunidades a la paz se requiere serenidad, transparencia, disposición para promover negociaciones y diálogos, capacidad para movilizar a la opinión pública y para sumar aliados o árbitros honestos y también humildad para pedir excusas cuando en algo se ha fallado. Chávez y Uribe, cuyas diferencias y coincidencias de estilo son conocidas, han pasado por difíciles pruebas y han dado muestras de capacidad para resolverlas, cosa que ahora se espera de ellos.

En junio de 1948 en los días iniciales de la Guerra Fría, se prohibió todo tipo de tráfico entre Berlín Occidental y la zona occidental de Alemania. Ante el bloqueo, norteamericanos y británicos acudieron a un puente aéreo que transitando por estrechos corredores, sobre las bocas de fuego de las tropas soviéticas, durante 320 días, en casi trescientos mil vuelos se trasladaron más de dos millones de toneladas de abastecimientos de todo tipo.

Stalin y Truman, que no eran palomas ni estaban comprometidos por alianzas o familiaridad alguna, fueron sin embargo coherentes. Algo semejante ocurrió en 1962 cuando, durante la Crisis de los Misiles, el presidente norteamericano John F. Kennedy y el líder cubano Fidel Castro, dos jóvenes estadistas, por encima del ensordecedor ruido de las armas, hicieron prevalecer el sentido de responsabilidad histórica y ambos resultaron vencedores. En lugar de jalar los gatillos, le dieron un chance a la paz: “Las únicas guerras ganadas son las guerras evitadas”.

Mercaderes entrometidos

Los comentarios de la empresa sueca que dice haber suministrado a Venezuela los lanzacohetes AT-4 presuntamente encontrados en poder de la guerrilla colombiana, son patéticos: “Es fastidioso que las armas caigan en manos equivocadas”, dijo un ejecutivo. Sería interesante conocer qué empresa o país lamenta que las armas producidas por ellos y con las cuales realizan un lucrativo comercio, vayan a parar a manos no menos erradas.

De qué fábricas salen las armas con que los carteles mexicanos de la droga, los narcotraficantes, los sicarios, las maras, los paramilitares, los terroristas y otras fuerzas asociadas a actividades criminales aterrorizan a los campos y ciudades, vulneran las fronteras y hacen ingobernables a los países latinoamericanos. Cuál de los fabricantes lamenta que sus armas se encuentren en poder de las facciones que en una docena de países africanos libran estériles conflictos armados y donde son empuñadas por niños.

La empresa sueca perdió una oportunidad de callar o haber dicho que tal asunto no le concernía, absteniéndose de sumarse al coro con un lamento. Si Suecia y todos los países europeos, Estados Unidos, Rusia, China, Israel e incluso algunas economías emergentes, no se dedicaran a vender armas al Tercer Mundo, estas nunca llegarían a manos equivocadas.

Resulta indecente que para denostar al actual proceso venezolano, se dramatice el hallazgo de tres vetustos lanzagranadas, vendidos hace 25 años a Venezuela y que nada representan entre las decenas de miles de toneladas de armas suministradas por los grandes mercaderes a los países del Tercer Mundo, especialmente a aquellos en los cuales existen conflictos armados, situaciones de ingobernabilidad y graves violaciones de los derechos humanos como es el caso de Colombia.

Más que gestos y lamentos timoratos acerca de una anécdota que pudo ser intrascendente, el mundo necesita una regulación internacional, completa e integral del comercio de armas. Cuando fabricar y vender armas deje de ser una rama de la economía y del comercio internacional y se prohíba la participación de la empresa privada en ello, el mundo habrá dado un importante paso hacia la paz y la concordia. Del mismo modo que no existen los ejércitos privados, tampoco debiera haber productores privados de bombarderos, tanques, cañones, portaaviones y submarinos.

Además de asesinas, las filosofías armamentistas son absurdas. Hay países que carecen de comida y de mantas para sus pobres y cuentan con arsenales nucleares, emiratos petroleros que poseen más tanques de los que pudieran desplegar en su territorio y aviones a los cuales las fronteras nacionales no les alcanzan para llegar a sus velocidades de crucero, países africanos sin vías de comunicación que compran carros de combate de última generación y naciones poco electrificadas que adquieren sofisticados sistemas de comunicación de uso militar.

Después del petróleo, la actividad económica más lucrativa es la industria armamentista. Tomando en cuenta que las guerras y las agresiones son realizadas por estados, la producción y venta de armas de fuego es la única actividad letal privada que es lícita.

Por ser una prioridad para las grandes potencias, 23 años después de la primera explosión nuclear, en medio de las tensiones de la Guerra Fría, la humanidad alcanzó un Tratado de no Proliferación Nuclear y sucesivamente se han dado pasos para la suspensión de las pruebas atómicas y la limitación de los arsenales nucleares; sin embargo casi 180 años después de que Samuel Colt inventara el revólver y pese a intensas gestiones, es imposible lograr un acuerdo para regular la producción y comercialización de las armas de fuego.

En este caso la ONU no puede ser parte de la solución porque es parte del problema. El hecho de que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas: Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, China y Francia, sean también los principales fabricantes y vendedores de armas y los proveedores de más del 95 por ciento del armamento adquirido por los países del Tercer Mundo, se alza como el principal obstáculo para la elaboración de una convención mundial vinculante sobre la materia.

[1] Este día publicamos dos artículos de Jorge Gómez Barata sobre el mismo tema: 1) ¡Cuidado! Los dedos están en los gatillos y 2) Mercaderes entrometidos

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