Con este título, “¿Podrán los sindicatos salvar a la economía mundial?”, se ha publicado recientemente, en el sitio web de noticias de BBC Mundo (que es un consorcio de noticias de origen británico y muy prestigioso, la British Broadcasting Corporation, del Reino Unido, en Europa), un interesante artículo acerca del papel que pueden desempeñar en las condiciones actuales de la economía mundial, las legítimas organizaciones de la clase trabajadora: los sindicatos.
Comienza el artículo indicando que “con la globalización y la desregulación se ha asentado la idea de que los sindicatos son una traba al crecimiento económico, un dique que erosiona la competitividad y el empleo por el impacto que tienen en los costos sus exigencias de aumentos salariales y mejores condiciones laborales”.
Esta ha sido la visión dominante según la hegemonía del capital imperante en el planeta, luego de la caída del Muro de Berlín (1989), promovida por el neoliberalismo que se autoproclamó como el “pensamiento único”, cuando fue declarada después de esa fecha, la “muerte de las ideologías”.
Seguidamente, el artículo menciona que tal visión “ha empezado a cambiar con el estallido financiero de 2008, que puso en entredicho el paradigma reinante desde la revolución privatizadora thatcherista-reaganiana de la década de los años 80”. Nosotros preferimos hablar de “revolución” para “los de arriba”; involución y explotación, a mansalva, para “los de abajo”.
Según el comentario de marras, “ese estallido financiero se debió a una explosión descontrolada del crédito impulsada, entre otras cosas, por la necesidad de compensar la caída del salario real y disimular la creciente desigualdad de las últimas décadas”.
Y es aquí donde nosotros hacemos una primera conexión con la realidad costarricense, signada, profundamente en estos días por el crecimiento de la desigualdad, que percibimos como nuestro problema número uno como sociedad.
Como es sabido, tal crecimiento de la desigualdad en el país tiene, en términos generales, en alto endeudamiento a una elevada cantidad de personas trabajadoras asalariadas, tanto del sector Público como del Privado (y no asalariadas, también); con enormes deudas que carcomen sus respectivos salarios y/o ingresos informales, reduciendo su correspondiente liquidez y, por ende, llevándolas a un deterioro de su calidad de vida, precisamente porque el dogma dominante hasta hoy en este ámbito de la realidad laboral, restringió al máximo el poder de compra del salario.
Volviendo al artículo, se da un ejemplo de lo acontecido con el salario promedio en los Estados Unidos, dando cuenta de que, en 1978, al inicio de la ofensiva neoliberal privatizadora thatcherista-reaganiana, equivalía a unos 48 mil dólares anuales (a valor actual); mientras que el 1% más rico tenía un ingreso promedio, en ese año, de 390 mil dólares al año. Hoy, ese salario promedio laboral ha descendido a los 33 mil dólares; mientras que ese 1% más rico, gana, al año, un millón de dólares. Semejante retrato de la desigualdad nos deja perplejos y enormemente indignados.
Estas cifras son de Robert Reich, quien produjo un documental denominado “Desigualdad para todos”, exministro de Trabajo en el gobierno del presidente estadounidense Clinton.
Dice el artículo que tal desigualdad es muy similar en lo que comúnmente se denomina (se denominaba, decimos nosotros), “países desarrollados”, pues en éstos, tal proceso de indescriptible injusticia fue producto de “la pérdida de poder de los sindicatos”, así como de “la aparición de un núcleo duro de legislación para limitar sus actividades”.
Luego de que está más que demostrada la debacle neoliberal, con sus consecuencias de más pobreza, más desigualdad, más corrupción, más totalitarismo económico de mercado, menos derechos laborales y sociales; aparecen opiniones calificadas, en otra dirección, como las de Andreas Bieler, profesor de Economía Política de la británica Universidad de Nottingham, Reino Unido.
Apunta este pensador, según consigna el artículo que comentamos, que “lo que se necesita hoy es más demanda”; que “con sindicatos más fuertes, habría aumentos salariales que estimularían este proceso”. Esta opinión se ve en este nuevo contexto de pensamiento que plantea llegada la hora de acabar con “la demonización de los sindicatos”.
Claro que no todo lo que apunta el señor Bieler lo podemos compartir, pues él indica que si bien es cierto que “nadie pone en duda que la desigualdad entre ricos y el resto ha crecido en todo el mundo”, lo que muchos cuestionan es “su significado”; dado que, apunta él, “desde esta perspectiva, el problema no es tanto el crecimiento de la desigualdad como que no se produzca más riqueza”.
Por supuesto que con esta parte de tal enfoque, discrepamos, por cuanto la desigualdad no es una cuestión objetiva, sino profundamente política, moral, ética y cristiana; y, además, esto de elevar el crecimiento, tampoco es una cuestión objetiva, pues está de por medio la existencia misma del planeta, si pretendemos que los abusivos niveles de consumo del 1% más rico, se extendieran, así no más, al 99% que está quedando por fuera de ese “crecimiento” a la luz de una mera perspectiva de fría economía.
Nosotros pensamos de lo que se trata es de que ese 1% más rico, sea completamente arrinconado, tributariamente hablando, para mencionar tan sólo una línea de combate, realmente efectiva, de la desigualdad.
En todo caso, y para la realidad nuestra, el artículo nos indica que la existencia de los sindicatos es vital para escenarios de combate a la desigualdad; que los altos endeudamientos de un país, están en los segmentos de sus correspondientes clases trabajadoras, básicamente, y dados los ataques al poder de compra de los salarios.
Que se deben diseñar novedosas políticas públicas para atacar el problema del alto endeudamiento laboral y recordamos aquí, una propuesta social que planteó el Plan solidario para rescatar a personas altamente endeudadas, incluido en un documento más general denominado “10 medidas para enfrentar la crisis económica con inclusión social y productiva”, entregado en el 2009 a las entonces personas precandidatas presidenciales.
Que se ocupa de otra política salarial, en el caso de Costa Rica, para combinarla con políticas productivas dirigidas a ampliar el mercado para consumo interno, dado que el parque productivo nacional es, casi en su totalidad, de micro, de pequeñas y de medianas empresas. Y, en tal estado de cosas, debemos empezar, por ejemplo, discutiendo cuáles son los niveles dignos, necesarios y vitales de las actuales cifras de los salarios mínimos del país; que no es lo mismo que hablar, cada seis meses, de cuánto se reajustan por inflación. En la campaña electoral para el 2014, ya en desarrollo, ¿no creen ustedes que este debería ser un tema central y estratégico?…