Hemos escuchado en diversos círculos sociopolíticos en los cuales por razones de nuestro trabajo nos movemos, que la actual Presidenta de la República, Licda. Laura Chinchilla Miranda, podría no terminar su mandato.
Públicamente, un connotado periodista nacional, don Edgar Espinoza Rodríguez, le ha pedido la renuncia y que deje su cargo en manos de una “_Junta de Gobierno_”. En lo privado, escuchamos cosas más fuertes: “_ocupamos un Golpe de Estado_”, “_se necesita otro Don Pepe_”; “_estamos al borde de una revolución_”; y otras cosas por el estilo.
No creemos que la señora Presidenta renuncie. Ni que tampoco le den un Golpe de Estado. Ni que la “_revolución_” esté a la vuelta de la esquina.
Lo que sí pensamos es que doña Laura llega a la Presidencia en un momento en el cual la degeneración política de la clase dominante tradicional, misma que ha controlado el sistema institucional que nos dejaron los hechos bélicos de 1948, está más que clara. Por esto la sensación de “_despelote_” de Gobierno que a todos nos invade.
Precisamente, esta degeneración es lo que esa clase política tradicional (mucha de la cual ya está hoy totalmente corrupta y no es redimible), llama “_ingobernabilidad_”.
Desde nuestro lado de la acera, entendemos que esa tal “_ingobernabilidad_”, no es más que la dificultad que tiene ahora, hoy en día, la “_gente de arriba_” para seguir controlando como hasta hoy lo venían haciendo, a la “_gente de abajo_”.
La “_gente de abajo_” se niega a ser relegada socialmente, excluida de los beneficios del crecimiento económico, a ser lanzada al abismo de la pobreza, a la miseria salarial; a ser condenada a diversas formas de violencia; a ser la “_paganini_” de los escandalosos casos de corrupción que representan los robos de los fondos públicos: tal y como los que se hacen descaradamente (la trocha de la frontera norte, por ejemplo), como los que se hacen legalmente (las famosas “_consultorías_”).
A todo esto se suma una enorme fragmentación sociopolítica que se expresa en, prácticamente, todos los espacios en que se dan relaciones de este tipo. Usted nota la fragmentación de los partidos políticos, tanto de los añejos, como de los nuevos, los que son de carácter “_express_” (duran poquísimo), como los que presumen de una “_base ideológica_” (algunos de los cuales tienen tantos militantes como personas caben en una cabina telefónica o en una ermita).
Usted ve esa fragmentación en el propio parlamento, en el cual las fracciones tienen subfracciones. Igualmente, vea usted la alta magistratura del Poder Judicial, fragmentada por un viaje a China.
Tal fragmentación se nota, también, en las organizaciones de la sociedad civil. La histórica articulación con visos de vocación de poder y de carácter estratégico (el Movimiento Patriótico del No al TLC), sucumbió ante los personalismos, los celos de protagonismo, los mesianismos (“_todos vengan a mí_”), acabando así con las esperanzas ciudadanas de un cambio estratégico que no se veía posible desde hacía muchas décadas.
Evidentemente este Gobierno parece que pasará a la historia como el que generó el escándalo de corrupción más grande de toda la historia del país; pero, también, como un gobierno proclive al fortalecimiento de los negocios estratégicos transnacionales, luego del TLC. Pero esto no lo hará caer.
A modo de ejemplo, bajarle la tarifa de luz a cinco gigantescas empresas transnacionales para que sea el pueblo el que pague la diferencia; ampliar por una década el monopolio de la revisión técnica vehicular, pese a tanto repudio ciudadano; ampliar, por decreto, el campo de acción de la generación eléctrica privada (incluso, a costa de los sistemas cooperativos en este campo que son de larga data en el país); son situaciones de grave exclusión social para las amplias mayorías pero no para que caiga la Presidenta.
La Presidenta no caerá, ni por renuncia, ni porque la boten. La degeneración política del sistema tradicional necesita que siga ahí; la fragmentación sociopolítica del campo patriótico posibilita que tal degeneración se recambie en el 2014, se oxigene y se reedite. Y esto se ve venir desde ahora…
Las posibilidades de revertir este proceso, es decir la prolongación de un sistema político degenerado y que no está al servicio del bien común ni del progreso de las grandes mayorías; dependen (entre otras condiciones) de la voluntad de muchas de las personas que, de un modo u otro, estuvieron ya en un proceso articulador estratégico como el del No al TLC. Sin embargo, pareciera que ello no será posible habida cuenta de la fortaleza de muchas subjetividades encontradas entre sí… Pero se podría intentar.
La posibilidad de que surja un “_outsider_”, es decir una persona “_mágica_”, totalmente nueva en estas cosas y con gran poder de captación de la gente inconforme, tampoco se ve en el horizonte.
Un grupo golpista que cancele el orden constitucional vigente por un tiempo para “_arreglar de una vez por todas esta carajada_”, (aunque tiene ya no pocos adeptos), no ha de lograr apoyo popular puesto que reproducirían un mismo esquema hegemónico para fortalecer la inserción total de las trasnacionales en nuestra vida económica. ¿Qué nos queda, entonces?… Este es el dilema.