Ellas reivindicaron el derecho al sufragio universal de nosotras las mujeres, durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas (Copenhague, 1910), lo cual gestionó que un año después, el 19 de marzo de 1911, se llevaran a cabo por primera vez mítines con más de un millar de personas en Suiza, Alemania, Austria y Dinamarca, demandando a parte del voto, la posibilidad de ocupar cargos públicos, la formación profesional, el derecho al trabajo y la no discriminación laboral.
Desde ese momento y mucho tiempo antes, otras mujeres en distintas latitudes, desde formaciones profesionales, académicas, sociales, culturales y económicas han unido esfuerzos, para luchar por acciones reales de acceso en igualdad, dentro de un sistema patriarcal, el cual deliberadamente genera violencia de género (Debemos dejar constancia que masculinidades no hegemónicas como homosexuales, afrodescendientes, migrantes, desempleados, también la sufren). Una violencia vivida en ámbitos de la esfera privada y la esfera pública. Para ilustrar, hagamos alusión a algunas de estas situaciones, a modo de apalabrar lo que como mujeres enfrentamos.
- Ser vistas como potencial carga económica. Si quedamos embarazadas seremos carga patronal; cuando menstruamos haremos perder minutos de producción; si nuestros hijos e hijas enferman, no sacaremos el trabajo de la jornada. Que si nos encargamos de la casa, no “producimos”.
- Ser estereotipadas. Que si lloramos por todo; que si no se nos puedan dar cumplidos porque ya será acoso sexual; que si no podremos con la carga física; que si no somos discretas. Que si tenemos muchos hijos o hijas, somos irresponsables; que si decidimos no tener, no somos mujeres “completas”.
- Ser doblemente explotadas. Que no se tome en cuenta el aporte del trabajo doméstico; que el cuido de otras personas se nos adjudique de manera automática; que debamos aceptar menor pago por igual trabajo y solo por no ser hombres. Tener que cumplir no solo con dos, sino hasta tres jornadas diarias.
- Ser censuradas. Que debemos vestir de cierta forma “para no dar el mensaje incorrecto”; que debemos usar un cierto tono de voz; que no podemos desempeñarnos en espacios de trabajo “masculinizados”; que se nos impida tomar decisiones sobre nuestro propio cuerpo.
- Ser irrespetadas. Que lo femenino es sinónimo de ofensa; que se insulte siempre a la madre (el lastimoso y comúnmente utilizado ¡hijo o hija de….!) Que para muchos nuestro cuerpo es objetivado y estereotipado; que se nos diga “reinita” y no se nos llame por nuestro nombre o por un simple “compañera”, entre muchas otras más. Que seamos víctimas altamente más frecuentes de acoso callejero yabuso sexual.
De igual forma, los problemas de las mujeres trabajadoras se asumen mayormente dentro de una agenda en común y en muchos casos se invisibiliza la necesidad de su tratamiento diferenciado.
Por lo tanto, es urgente concientizarnos sobre la necesidad de una agenda exclusiva para la reivindicación de mujeres trabajadoras y una toma de responsabilidad por parte de nuestros compañeros, jefes, familiares, parejas e incluso otras mujeres, de que día a día ocurren actitudes sexistas, desde micromachismos hasta violencia laboral, sexual y política las cuales atentan contra los derechos humanos y la igualdad real de género. Es decir, debemos internalizar el asunto del machismo como un tema que nos sigue transversalizando en nuestro propio espacio físico y mental. Y en este sentido, es en cada palabra, gesto y acción cuando nosotras y nosotros hacemos – y haremos- la diferencia.
El lema de la ONU para el 2016, en relación con esta celebración fue “Por un Planeta 50-50 en 2030: Demos el paso para la igualdad de género”. Así, les convoco a asumir la lucha por un 50 – 50 donde sea admitido el aporte de las mujeres en su condición de seres humanos y no medido en relación con las acciones de los hombres. Mujeres hacedoras, pensantes y gestoras de procesos de cambio en la cotidianidad. Mujeres no solamente como madres, abuelas, tías, hermanas e hijas, pero mujeres como personas integrales quienes si bien tienen roles sociales tienen una esencia individual y metas propias.
Es imperioso que tengamos bien claro la concepción de la celebración del 8 de marzo como una iniciativa surgida de mujeres de pensamiento de clase trabajadora y por tanto las mujeres quienes contribuimos a la economía y la cultura de este país, como también lo hacen muchas otras en otros países sopeso de mayores limitaciones y discriminación.