Por Paola Badilla
Virginia, Vilma, Violeta, Sylvia, Simone, Pancha, Melba, Manuelita, Dolores, Chavela y Carmen son algunos de los nombres que revolotean en mi cabeza al pensar en mujeres extraordinariamente talentosas y valientes. Al escuchar una voz sublime, leer unas líneas elocuentes o admirar una escena pienso en su creación y la bravura me recorre las arterias. En nuestro continente, la historia de las Hermanas Mirabal es sin duda un ejemplo de lucha por mujeres empoderadas. No necesitaron ser panfletarias o ir de la mano de un barbudo de boina. Ellas, Patricia, Minerva y María Teresa, son una historia que debemos socializar en nuestros espacios de trabajo. Su lucha contra el régimen dictatorial de Trujillo (República Dominicana, 1930-1961) develó ante el mundo una situación de opresión que de otra forma hubiera pasado inadvertida como tantos otros hechos dolorosos de la historia de Nuestra América.
Minerva no solo rechazó la proposición machista de Trujillo en un baile siendo apenas muy joven, sino que fue más política y junto con su marido, Manuel Tabares, fundó el Movimiento 14 de Junio, como homenaje “a los jóvenes dominicanos que en 1959 desembarcaron para emprender un movimiento de liberación y fueron ejecutados”. Ella y María Teresa fueron militantes activas de este grupo. Al igual que sus esposos líderes revolucionarios, realizaron trabajos peligrosos de insurgencia, contra un gobierno déspota. Estuvieron presas y sufrieron torturas y violaciones a su integridad física, sexual y sicológica en varias ocasiones. El trabajo de la hermana mayor, Patricia, no fue tanto político, pero sí en la clandestinidad para el apoyo de los rebeldes, lo cual no le quita nada de mérito, por el contrario, la hace más humana.
Conocidas como las Mariposas, seudónimo de lucha de Minerva, las tres fueron estranguladas y golpeadas a muerte el 25 de noviembre de 1960. Aunque los perpetradores, intentaron hacerlo parecer como un accidente de tránsito, su vil asesinato llevó al pueblo dominicano a repudiar y condenar con mayor vehemencia la tiranía de Trujillo. Éste fue ultimado meses después en un atentado, como gesto reivindicador frente a la masacre de las Mirabal. El caso de estas mujeres luchadoras dominicanas puso a este país en la mira del mundo entero y llevó a elecciones libres por primera vez, aunque la represión se extendería por varias décadas más de la mano de acólitos del dictador. En 1999, se proclama el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Una cuarta hermana Bélgica Adela Mirabal, conocida como Dedé, aun cuando no militó con sus hermanas, se convirtió después del crimen en la ferviente guardiana de la historia de su familia. Sufrió persecución y se avocó a la tarea de fundar un museo para la memoria histórica del trabajo de insurgencia y cotidianidad de Las Mariposas. Asimismo, se encargó hasta su muerte, en 2014, de elevar a las heroínas de su pueblo y de su familia cada día de su vida. Su militancia re
plicó en las nuevas generaciones y su trabajo sistemático perpetuó el protagonismo heroico de las Mirabal. Un legado que también ha continuado en el papel político de sus nietos y sobrinos.
Hoy por hoy en tiempos cuando los pueblos necesitan recordar sus valientes luchas, la historia de las Hermanas Mirabal es un emblema de coraje y soberanía latinoamericana. Las mujeres de la Patria Grande debemos contar una y otra vez este ejemplo y socializarlo con nuestros compañeros y compañeras, hijos e hijas, para no olvidar que las mujeres también nos hemos ganado espacios de militancia activa.