El primer día de mayo fue fiesta en la Catedral Metropolitana de San José. Multicolores camisetas anunciaban la presencia de sindicalistas, los trajes enteros delataban la comitiva del Presidente don Luis Guillermo Solís Rivera y los ornamentos sagrados a los ministros ordenados que se aprestaban a llegar al presbiterio. Todos llevábamos nuestro propio traje para honrar a San José Obrero, patrono universal de las trabajadoras y los trabajadores.
Después de cantos y lecturas, resonaron las palabras del Pastor Arquidiocesano: “Hoy quiero hacer especial mención de los pequeños productores del campo, nuestros sacrificados campesinos”.
¿Por qué sacrificados?, inmediatamente me pregunté.
Mons. José Rafael Quirós, venido de las tierras fértiles de Los Ángeles de Llano Grande en Cartago, algo importante tenía que responder y dijo: “El pequeño productor nacional debe competir con empresas transnacionales en el proceso de siembra, cosecha y comercialización.”
Sus palabras interpelaban por su análisis estructural, e iban a fondo con el modelo de economía de mercado. Y agregó: “el agro costarricense urge de políticas públicas que rescaten al productor nacional. En poco tiempo bajarán los aranceles para la importación de algunos productos agrícolas, fruto de los acuerdos comerciales internacionales establecidos por el país, lo cual aumentará la incertidumbre de los pequeños productores”.
Pero no se quedó con la denuncia, sino que manifestó algunas acciones que la Pastoral Social propiciaba en favor de los pequeños productores agrícolas y recordó que: “Ante el clamor de este sector, como Iglesia estamos respondiendo mediante proyectos de economía solidaria, que están dando su fruto. Agregó Hago mención del apoyo que se les ha dado a los frijoleros, mediante los mercados solidarios desde hace muchos años. También, la Corporación Hortícola Nacional que nace en su momento bajo el alero e impulso de la Iglesia en diálogo con el Gobierno y autoridades implicadas. Se inició y sigue el acompañamiento a los caficultores en Frailes de Desamparados”.
Me dije, de repente lo anterior es una gota de agua que hace distinto al mar.
En la procesión de ofrendas las niñas y los niños con sus trajes típicos identificaban cada provincia y presentaban al celebrante los frutos de la tierra. Eran deliciosas papas, cebollas, zanahorias y suculentas hortalizas del surco generoso, que esperaba otra vez la semilla y las primeras lluvias de mayo.
En las calles los altavoces desgarraban el discurso encendido a ritmo de comparsa. Se abría otro escenario, bañado de sudor, paleta de colores ideológicos, diversidad de demandas y crítica social.
En esa vitrina josefina se dejaba ver una sociedad costarricense cambiante, pero siempre nueva y vieja. Nueva por las demandas en favor de los colectivos LGBTI, el maltrato animal, el Estado laico, la proclama del aborto como “derecho humano” y otras. Vieja porque siempre repite en la conciencia nacional la denuncia por la corrupción de la clase política empresarial, el desalojo de campesinos, la pobreza y las desigualdades sociales.
La radiografía en la Avenida Segunda dejaba ver la radicalización ideológica que dividía en neoliberales y anárquicos a algunos costarricenses. Dos fuerzas peligrosas para la paz social.
Al final cerraba el desfile del primero de mayo la vieja guardia de izquierda y algunos sindicalistas con conciencia de clase. Como fieles devotos en un primero de agosto, caminaban procesionalmente rindiendo tributo desde sus creencias, esta vez hacia la Asamblea Legislativa.
En el recinto parlamentario la atención de algunos medios de comunicación se fijaba en las chancletas de una legisladora o el traje entero de la diputada que quería llamar la atención por el “machismo” reinante en el momento de la elección del nuevo directorio.
Me dolía que esos mismos medios de comunicación no resaltaran las palabras de Monseñor Quirós, que también denunció: “La pobreza y la desigualdad social se han incrementado en las últimas décadas en Costa Rica”. “El 8,2% de la población del país vive en situación de hambre y subalimentación”. “Creció la indigencia de personas que viven en situación de calle y el número de trabajadores del sector informal”. “Debe existir en materia fiscal una justicia equitativa”. “Costa Rica es lugar de paso que ha generado el tráfico de personas”.
Denuncias proféticas que no dejó de calar en la asamblea litúrgica en la Catedral Josefina.
Y en las calles de transeúntes manifestantes se cerró el telón del primero de mayo. En el aire quedó la sensación de fuerzas ocultas y externas que dominan nuestro país, de sacrificados campesinos y de campesinos sacrificados.