Los días feriados cumplen varias finalidades: reponer las fuerzas, incrementar la vida familiar, favorecer el disfrute de la cultura y la práctica deportiva, cultivar amistades, dedicarse a pasatiempos, disfrutar de la naturaleza. Los días feriados aumentan la calidad de vida de los trabajadores. Existen presiones que nacen en ciertas vecindades patronales tendientes a disminuir o menoscabar los días feriados.
Me refiero a la comercialización de las más queridas vivencias de la familia: Día del Padre, Día de la Madre, Día del Niño. Todo celebrado con regalos y comidas más o menos obligatorias. (No falta el simplón que le regala a la esposa una licuadora para el servicio de toda la familia).
Y hay otra forma de vaciamiento, más grave todavía: la comercialización de la Navidad y de la Semana Santa, no sólo por lo que hay que comprar sino también por las carreras para comprar. Por ese camino, los días de descanso se convierten en días de estrés. Y, ¡hay del que no tiene plata!
La Iglesia perdió los tiempos sagrados a favor de la industria, del comercio y del turismo. El año litúrgico fue desposeído de su sentido original. Se usa otro medio de vaciamiento, esta vez para las fiestas patrias: trasladar un día feriado al fin de semana, dizque para favorecer el turismo.
En occidente los días feriados tienen origen religioso. Los antiguos babilonios idearon la semana de siete días, porque 7 × 4 = 28, los días del mes lunar, aunque sabían que el ciclo lunar tiene algo más que los 28 días. Luego los judíos del Antiguo Testamento (antiguo en el sentido de venerable, no de pasado de moda) acomodaron los seres creados por Dios en seis días, con la finalidad de poder decir que en el sétimo –el sábado- Dios descansó.
Desde luego, quienes redactaron el maravilloso poema de la creación que se encuentra en el libro del Génesis, que abre la Biblia, no estaban tratando de ciencia sino de religión, por lo que es inútil acomodar la historia del universo para hacerla concordar a la fuerza con los días bíblicos de la creación.
De lo que sí sabían aquellos sabios de Israel era que las mujeres, los hombres y los niños necesitamos tiempo para la oración, la distracción, la holganza.
Inspirados por Dios mismo, escribieron que Dios dejó de trabajar el sétimo día para que, a imitación suya, nosotros podamos dedicar un día de la semana al disfrute de la vida en actividades no laborales.
No es que la vida laboral carezca espiritualidad. El trabajo puede ser fuente de santificación, mientras esté exento de cualquier forma de hurto. (Estoy pensando en horas extras no pagadas, condiciones de trabajo anti higiénicas, despidos a las mujeres por maternidad, etc.).
Pero ojo, recuérdese que tan pecaminoso es explotar como dejarse explotar. Hay días de descanso porque la vida es más que el trabajo, porque el derecho a la fiesta es un derecho sagrado, que la Patria y la Iglesia nos dan. El verdadero sentido de la fiesta es agradecimiento a Dios y disfrute de las cosas buenas de la vida: convivencia sabrosa, buena comida, conversación amena, arte, deporte, amor.
Que lo dicho hasta aquí sirva de introducción a mi protesta hacia la FIFA, por haber programado un partido de futbol entre las selecciones de Costa Rica y Jamaica el Viernes Santo. Porque el Viernes Santo no es día de fiesta, aunque sea feriado, sino de tristeza, de hacer conciencia de que existe la maldad, que fue capaz de asesinar al justo y que hubo alguien que os vendió por treinta monedas.
Lo que hizo la FIFA fue un irrespeto a la fe de dos pueblos cristianos, en su inmensa mayoría. ¿Qué les costaba programar el partido para un día después?
Los jugadores de futbol, especialmente los de Costa Rica, son muy creyentes. No les avergüenza manifestarlo al ingresar a la cancha persignándose o señalado al cielo (evocación de Dios) para agradecer un gol.
Tal vez por jugar en Viernes Santo, en Kingston comenzaron como desorientados y les costó mucho encontrarse.