Al asumir el mando gubernativo del país, don Luis Guillermo Solís Rivera, Presidente de la República, pronunció su mensaje inaugural, el pasado 8 de mayo, como es lo tradicional.
Dicho discurso está lleno de importantes contenidos que, compártanse a o no, en todo o en parte; da base para mucha comentarios desde diversos ángulos.
Desde la perspectiva laboral-social que impregna los escritos semanales de esta columna, haremos algunos pequeños comentarios.
Ya es de pleno consenso nacional que el proceso electoral pasado fue inédito de principio a fin, lleno de sorpresas. Y que al final del mismo, la tesis del “cambio” fue la que arrasó en las urnas electorales.
Nos convoca el nuevo mandatario a “contribuir, de forma creativa y permanente, a superar las contradicciones que han impedido que Costa Rica cambie de lugar, estancándola”.
Nos apunta el señor Presidente que “la principal de esas contradicciones es, sin duda, la producida por una economía sustentada en un modelo que genera crecimiento, pero que, al mismo tiempo y paradójicamente, concentra la riqueza en pocas manos, creando condiciones de desigualdad y pobreza ajenas a la visión de bienestar que por décadas orientó a las políticas públicas de nuestro país”.
Para quienes desde la lucha social hemos asumido, desde hace bastante tiempo, este asunto como un punto estratégico de nuestro accionar, resulta imposible dejar pasar desapercibido este contenido del mensaje presidencial del 8 de mayo.
En cuanto al llamado a “contribuir”, el señor Presidente conoce la voluntad al respecto de una importante cantidad de organizaciones sociales diversas (incluida las de la corriente sindical en la cual militamos), expresada en el documento “Manos a la obra: Por una Costa Rica inclusiva y solidaria”.
Ahora bien, que hay crecimiento por un lado y que la riqueza sigue concentrándose en pocas manos, mucha gente y muchas entidades de la más diversa naturaleza, lo vienen diciendo también y desde hace tiempo.
Pero que lo diga el nuevo Presidente de la República en su mensaje inaugural, es como un indicativo de imperio para toda la política pública de su gobierno. Al menos, esa es nuestra interpretación.
Nosotros pensamos que ese desafío, desde una perspectiva sociolaboral, tiene diversos escenarios: el tributario, el del trabajo decente, el de la Caja, el del sector agrícola, el de la economía social solidaria, el del ambiente y la Ecología.
Para citar algunos de los más sensibles a fin de, por un lado, distribuir mejor los beneficios del crecimiento económico; y, por otro, desacelerar (al menos), el proceso concentrador de riqueza, resaltamos lo siguiente.
Para el tributario, hay una sólida propuesta social: “Hacia una reforma fiscal para el desarrollo y la reactivación del empleo”. Varios y fuertes puntos de la misma, empatan con el mensaje presidencial de que “La nueva administración no dará tregua a la evasión tributaria en todas sus manifestaciones. Esto resulta obligado por razones tanto éticas como prácticas”.
Aunque en campaña el señor Presidente indicó que no le preocupaba vivir con un déficit del 6% PIB, según le aconsejaron varios de sus brillantes asesores; tal cifra en el mensaje presidencial se ve de otro modo: “…pone en grave riesgo la estabilidad de la Hacienda Pública. Esto obliga a todas las fuerzas políticas y sociales a actuar con absoluta responsabilidad”. Sí, hay que admitirlo. Hay razón para esta preocupación. Nosotros también la tenemos.
Es por ese sentido de la responsabilidad, señor Presidente, que se le ha puesto en sus manos la indicada propuesta “Hacia una reforma fiscal para el desarrollo y la reactivación del empleo”; precisamente porque hemos luchado contra la corriente económica hegemónica dominante que ha intentado subvertir las conciencias ciudadanas de que son las personas trabajadoras del sector Público, las culpables de tal déficit.
Abonamos a favor del señor Presidente que en este asunto fiscal se fijó en el “bosque” (el tamaño del robo de impuestos en todas sus formas); y no en el “árbol” (la satanización fundamentalista de los “pluses”).
Para lo de la CCSS, tiene él a su disposición, las “Diez medidas para comenzar a ordenar la Caja”. Y aquí, también, el discurso presidencial resulta provocador para el aporte constructivo cuando afirma: “También resulta estratégico asegurar la estabilidad financiera y el mejoramiento de los servicios de la Caja Costarricense de Seguro Social, tarea prioritaria de esta nueva Administración”.
Dijo el señor Presidente que su elección representó un “clamor”; “…un clamor que no quiere dádivas, sino empleos decentes;…”. ¡Qué montón de cosas se pueden hacer en esto de empleos decentes que tanto se necesitan para atajar el crecimiento de la desigualdad.
La base de partida, señor Presidente, en este clamor por usted reconocido de que se demandan empleos decentes es ésta: Cambiar la dolorosa realidad de que solamente 4 de cada 10 trabajadores, obtiene respeto pleno en cuanto a los derechos laborales fundamentales consagrados en nuestra legislación.
El “cambio” aquí, señor Presidente, es abrir la posibilidad para que los otros 6, tengan respeto pleno a esos derechos. ¿La herramienta para ello?: ¡Quítele el veto a la Reforma Procesal Laboral!, tan maliciosa y perversamente impuesto por al gobierno anterior, cuya presidenta dijo sentirse “desahogada” al dejar el mando.
Pareciera que al mercado interno le ha de esperar mejor suerte en el gobierno que acaba de comenzar. A lo largo de los últimos años, serios especialistas en varias disciplinas nos indican que la economía costarricense, al compararla con un avión en vuelo, ha estado viajando con únicamente un motor encendido: el del mercado externo (la atracción de inversiones, algunas bastante controversiales por su casi ausencia de encadenamientos internos).
Pues bien, parece que ahora se encenderá el otro motor, el del mercado interno, a fin de que el avión estabilice su vuelo y no se estrelle en el precipicio de la irreversible desigualdad social total.
Esta aspiración presidencial empata con las propuestas diversas para una política de Estado en materia de Economía Social Solidaria y es un acierto darle rango ministerial a la misma.
Pero faltó algo esencial en el discurso presidencial. Sin plata, sin liquidez, no se puede comprar más que lo necesario (si se tiene suerte, por cierto, de tener un empleo formal).
Faltó posicionamiento sobre la política salarial del Gobierno acabado de iniciar; especialmente en materia de salarios mínimos, precariedad salarial y pauperización en la escala de los puestos públicos más bajos, afectados por el “enganche” salarial médico.
Ojalá se pudiera constatar que esta “ausencia de mención”, está bajo contenidos implícitos en otros ámbitos del discurso presidencial, relacionados con la política pública que se nos anuncia contra el crecimiento de la desigualdad.
Atinadamente el mensaje presidencial indicó: “Pasar de la democracia formal a la democracia real. Esa es la consigna de nuestro pueblo; ese, el espíritu de nuestros tiempos”. Reto “macro-mayúsculo”, decimos nosotros.
Si esa es la ruta estratégica, transitarla requerirá mucho apoyo social y mucho diálogo, pero con negociación efectiva y verificación de cumplimiento de acuerdos. Y si es en medio de una total y sincera transparencia, en lo que también fue enfático el mensaje presidencial, habrá gran éxito en la gestión gubernativa para beneficio del bien común. Ojalá sea así.