Gracias a las convicciones democráticas del Diario Extra, en el campo del respeto a la Libre Expresión, ANEP publica, semanalmente, en días miércoles, esta columna.
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“La Nación”, cual Júpiter olímpico, vive lanzando rayos y centellas demandando transparencia y exigiendo rendición de cuentas; estableciendo, en no pocas ocasiones, juicios de valor temerarios acerca de la ética y la moral en la cosa pública y en la privada también, afectando honras ajenas que han quedado indefensas ante su ataque.
“La Nación”, que siempre pretendió para sí misma tener el monopolio del manejo de la “opinión pública”, ahora está en la picota y debe hablarle con claridad al país acerca de si, por ejemplo, es verdad que hoy en día vende solamente 76 mil ejemplares diarios, cuando antes del 7 de octubre de 2007 (fecha del histórico frauderéndum sobre el TLC), vendía 130 mil. Como sabemos, la militancia política de “La Nación” y sus pasquines a favor del TLC, ideologizando toda su línea informativa en tal sentido, dejó de lado todo rasgo de “objetividad”, sin pudor alguno.
Esa información sesgada se le revirtió, lo cual le generó un fuerte movimiento de boicot que, según algunas fuentes fidedignas internas, le habría llevado a perder unos 30 mil suscriptores y/o clientes diarios que la dejaron de comprar. “La Nación” debe referirse a esto con claridad.
“La Nación” como gran suprapartido neoliberal de libre mercado que pretende seguir definiendo la agenda del país, tiene que indicar con claridad, por ejemplo, de cuánta es la magnitud de la caída de sus ingresos por publicidad y de ventas al pregón, de modo tal que sus actuales y potenciales inversionistas en la Bolsa Nacional de Valores, sepan si vale la pena disponer de su dinero apostándole a un negocio que podría ya no serlo tanto, luego de que, a lo mejor, las flechas de los gráficos de ventas podrían estar apuntando hacia abajo.
“La Nación” acaba de despedir a cien de sus trabajadores, lo cual incrementa la duda sobre su propia estabilidad, luego de su enorme pérdida de credibilidad en un amplísimo segmento de la parte más crítica de la ciudadanía costarricense.
Debemos confesar que entre quienes perdieron el empleo, estaban varios de los afiliados “clandestinos” que la ANEP tenía en “La Nación”, aunque no somos tan pretensiosos como para creer que el antisindicalismo fundamentalista de este medio haya sido la causa de esos despidos.
Nuestros informantes nos indican que a mediados del 2008, presuntamente, la directiva de esta corporación mediática estaba alarmada por su falta de credibilidad y presunta caída en ventas; lo que les habría llevado a intentar, desesperadamente, desmarcarse de la relación incestuosa que mantenían con el régimen de los hermanos Arias al que apoyaron, militantemente y a costa de su “objetividad”, desde el montaje mediático para reinstalar la reelección presidencial, modificando la Constitución desde sede judicial.
“La Nación” debe explicar este comportamiento político e indicarle a la ciudadanía cuánto es el monto de la ética que está dispuesta a sacrificar en aras del negocio. Se sabe que no pocos personajes del clan político del bipartidismo tradicional, siempre le han tenido miedo a “La Nación”, por su supuesto “peso” en la definición de las principales líneas estratégicas del rumbo del país.
Ahora que la ideología de_ “La Nación”_, el neoliberalismo de libre mercado, está en bancarrota; y que, además, la credibilidad que representa su negocio periodístico parece haber quedado en entredicho, ojalá que algunos de estos personajes empiecen a descubrir el valor de la dignidad y gobiernen para la nación, no para “La Nación”.