Los bombardeos de Israel a Gaza-Palestina: Información desde otra visión

Rubén Kotler

En Nuestro Nombre No*

Ante la terrible tragedia que sucede en estas horas en la Franja de Gaza repudiamos desde este espacio virtual, En Nuestro Nombre No, las acciones que el Estado de Israel lleva a cabo. Como judío veo la necesidad de volver a pronunciarme contra estos crímenes y volver a decir que en mi nombre no quiero que se siga asesinando al pueblo palestino. Debemos producir un pronunciamiento fuerte de todos aquellos que nos oponemos a estas políticas criminales y genocidas en todo el mundo, pero particularmente, en Palestina, que por estas horas sufre el peor de los ataques cobardes y criminales.
Un pronunciamiento de esta naturaleza es limitado y de muy corto alcance, pero al menos que nuestras voces se hagan oir de alguna forma, de lo contrario estaremos siendo cómplices de esta masacre y de todas las que se llevan a cabo en nombre del judaísmo mundial. Que las comunidades judías del mundo callen no debe extrañarnos, algunas incluso consienten estas acciones y las justifican de manera absurda y cobarde.

La humanidad no puede permitir nunca más este tipo de acciones criminales y genocidas. En mi nombre, digo: BASTA.

* Este nuevo espacio virtual nace en el día en que nos llega la triste noticia de una nueva masacre en Gaza. Para sumar adhesiones al pronunciamiento:

ennuestronombreno@gmail.com
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QUE NO ASESINEN EN MI NOMBRE

_*El texto que aquí se reproduce fue escrito durante la incursión de Israel en Líbano, justo un día antes de la masacre de Qana. El texto no ha perdido vigencia y el pedido de del autor de esta nota sigue siendo el mismo: “Que no asesinen en mi nombre”. _

Rubén Kotler*

Soy judío. Soy argentino. Pero ante todo soy un ser humano. Lo primero me ha enseñado valores universales. Lo segundo ha conformado mi propia identidad. Lo tercero hace que me sienta igual a otros que son distintos de mi. Estas últimas semanas he asistido como triste espectador a la política genocida de Israel.

El tema es conflictivo para muchos que hemos sido formados y educados con valores que creíamos universales. Israel era entonces la nación moral en un mundo de guerra. Era el país elegido por Dios para un pueblo elegido por Dios. Nos enseñaban a odiar a los palestinos que eran terroristas. Nos decían en las escuelas que Israel era distinto en Medio Oriente. Nos enseñaban el valor y el coraje del Ejército de Israel y se oraba por su fuerza en los templos. Nos machacaban que los críticos de Israel eran antisemitas.

Las imágenes de terror de un Estado terrorista como es Israel nos hacen pensar una y otra vez sobre quienes conducen ese Estado, sobre quienes llevan a cabo políticas de Genocidio, de limpieza étnica. Quienes violan sistemáticamente los derechos humanos en cárceles manteniendo secuestrados a miles y miles de personas. Y eso es inaceptable. Es inaceptbale que Israel mate a niños en Líbano o en terrotorios que pertenecen a los palestinos.

Pero es inaceptable que ese estado hable en nombre del judaismo, porque esos no son los valores judíos. En el Talmud dice que quien salva una vida salva a la humanidad y que quien mata una vida mata a la humanidad. Y un Estado que mata todos los días decenas de personas, que las humilla en cárceles y la somete a todo tipo de vejaciones, no puede hablar en nombre de esos valores. Israel mata a la humanidad a diario cuando destruye la casa de civiles en Palestina so pretexto de perseguir a militantes palestinos. No puede ni debe hacerlo.

Pero lo hace. No quiero que Israel use al judaismo para asesinar en nombre de los judíos. De ser así tendré que decir que prefiero alejarme de ese concepto de ser judío. No es al menos lo que me ha sido trasmitido en mi propio hogar, donde los valores por mis padres enseñados han sido otros. Algunos acusaran incluso a los judíos críticos de antisemitas, pero está claro que las comunidades judías del mundo no pueden seguir sosteniendo un Estado que no les representa. Cuando se produjo el golpe militar en Argentina, en marzo de 1976, y se secuestraba y se hacía desaparecer judíos, Qué hacía el Estado de Israel para impedirlo? Néstor Kohan, en una carta en este blog reproducida respondía a esta pregunta afirmando que ese Estado no sólo no hizo nada sino que permitió esos y muchos otros crímenes incluso contra judíos.

La opción intelectual en la que nos coloquemos no debe hacernos dudar de un principio moral básico establecido en las declaraciones de Derechos Humanos en la ONU: el principal deber moral es la preservación de la vida, ya que sin la vida de nada valen los otros derechos humanos, como la libertad o la paz. Israel, y muchos judíos que viven en Israel se han alejado hace mucho de ese principio humano esencial.

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La guerra en Israel es el mecanismo más efectivo para conseguir votos

Rubén Kotler

Medio Oriente está al rojo vivo una vez más. Mejor dicho, del otro lado de la línea verde siguen al rojo vivo, como siempre, de este lado, el de la rivera occidental, aquella expropiada por Israel, el fin de la tregua viene acompañado con el pretexto ideal para una acción de gran envergadura contra la población en Gaza. Vísperas de elecciones. El 10 de febrero los israelíes deben elegir un nuevo primer ministro. Y ya se sabe, cualquier acción bélica es bien vista por el electorado israelí.

Después habrá tiempo de lamentarse si la acción ha sido exitosa o un fracaso más, como en la campaña al Líbano donde Hizbulá hizo retroceder a la fuerza ocupante. La sangre derramada vale aquí menos que el papel donde imprimen los votos con los que los ciudadanos israelíes elegirán a su nuevo (o nueva) primer ministro.

Aunque en las últimas horas haya trascendido que la organización Hamas, que gobierna en la Franja de Gaza, esté dispuesta a una nueva tregua, con las característica de la que finalizara hace unos días, los máximos líderes de Israel ven con buenos ojos la posibilidad de una acción militar a gran escala en territorio palestino. Ya ha declarado la mujer halcón, aspirante a suceder a Ehud Olmert como primer ministro, Tzipi Livni, que una de sus acciones de gobierno será poner fin a Hamas en Gaza; también el ex premier israelí y líder del derechista partido Likud, Benjamín Netanyahu, ha prometido entrar en Gaza si el electorado confía una vez más en él para suceder a Olmert.

La derecha se va posicionando claramente como la favorita en las elecciones del próximo 10 de febrero y las promesas bélicas calan hondo en el corazón de los israelíes que se ven “asustados” cuando la resistencia palestina utiliza la única arma que le queda para luchar contra el colono invasor: los misiles Kasam de escaso poder, sobre el territorio israelí.

Disipada por el momento la aventura militar contra Irán, sobre todo después del triunfo del demócrata Barack Obama, y a la espera del reacomodamiento de fuerzas en el plano internacional, los líderes políticos israelíes amenazan devastar aún más a la ya devastada Franja de Gaza sin que al mundo le conmueva un ápice. Es que para las potencias occidentales (Europa y Estados Unidos), los palestinos no representan sino, una piedra en el zapato, una china que no saben como quitarse y que para peor de males, afecta al aliado número uno que tienen estos países en las puertas del Medio Oriente: Israel.

Recordemos sin ir más lejos que Obama, al día siguiente de alzarse con la precandidatura en el partido demócrata, como primera acción de candidato presidencial, dirigió un discurso ante la AIPAC, el poderoso loby proisraelí que gobierna en las sombras en Estados Unidos, para expresarle su incondicional apoyo a Israel. De las alianzas estratégicas entre Israel y Europa los vínculos son también evidentes.

Israel se comporta como un miembro más de la Comunidad Europea en asuntos que tienen que ver con la economía, la cultura o el deporte, incluso con mayores privilegios que otros países europeos que buscan desesperadamente ingresar en el seno de la UE, como Turquía, a quien se le cierra las puertas de ingreso una y otra vez. Por lo tanto no es de extrañar que estos países miren a otro lado cuando Israel amenaza abiertamente al pueblo palestino y no se sonrojen ya cuando una acción militar deja decenas de muertos en las calles de Gaza. Para la UE y para EEUU los palestinos no son más que parias en un mundo que lucha “desenfrenadamente” contra el terrorismo. El discurso del emperador G. W. Bush ha calado aquí demasiado hondo para que la sociedad israelí se de cuenta que las acciones bélicas y el estrangulamiento de los territorios palestinos tienen un solo nombre: Limpieza étnica, Genocidio.
Por otra parte, un dato no menor, es la insistencia de Israel de querer ocultar lo que todos ya conocemos.

Es así como el Estado que se erige en nombre del judaísmo mundial expulsa a relatores de la ONU con la misma facilidad con la que expulsa a Intelectuales que considera “peligrosos” para la propia existencia del Estado, aún cuando esos intelectuales sean hijos de sobrevivientes del Holocausto nazi. Un ejemplo de la que se hace llamar “única democracia” en Oriente Medio. Algunos miembros de la comunidad judía de Argentina me discutían hace un tiempo sobre la “pluralidad” de ideas y opiniones que existiría en Israel, y donde todos podrían decir lo que desean sin censura.

A las pruebas nos debemos remitir para decir que no solo Israel censura y expulsa a quienes considera un peligro, solo por cuestionar ciertas “verdades absolutas” (recordemos que Ilán Pappé, uno de los miembros de los llamados nuevos historiadores israelíes, debió abandonar Israel y residir en Inglaterra por el rechazo que ha causado sus posturas historiográficas en unidades académicas del país), sino que se les estigmatiza y se les cuelga la esvástica. Y esto sin mencionar el lobby que los propios miembros de las comunidades judías del mundo ejercen contra los propios miembros de esas comunidades que osan criticar cualquier política del “Estado Judío”.

En este contexto denunciar una muy probable acción en Gaza es convertirse en portavoz minoritario del ocupado, de la minoría expulsada de su territorio, de los asesinados por las botas enviadas por los altos cargos militares en territorio palestino. Pero es un deber moral hacerlo. Una vez más debemos posicionarnos los judíos del mundo entero en la pronunciación en voz alta de la denuncia contra los crímenes cometidos por el Estado de Israel contra el pueblo palestino.

Los pasados, los presentes, pero también de los crímenes futuros, esos que están en carpeta de los precandidatos a ocupar el sitio que dejará en febrero Ehud Olmert. Quienes no alcen la voz se convertirán entonces en cómplices de un genocidio, por acción o por omisión. Hoy no es posible argumentar que no sabíamos lo que sucedía, con el exceso de información proveniente incluso de sectores judíos críticos con las políticas israelíes.

Hay que decirlo una vez más, la guerra en Israel es el mecanismo más efectivo para conseguir votos cuando la retórica de Bush ha calado hondo en una sociedad que patológicamente solo entiende el discurso de la violencia. Quienes nos oponemos a estas conductas belicistas debemos entonces levantar las voces una vez más y si, como en mi caso, quienes levantan sus voces, provienen del pueblo judío debemos ser claros y terminantes: “EN NUESTRO NOMBRE, NO”, nunca más NO.

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El Likud de Netanyahu se escora a la extrema derecha en Israel

Candidatos del partido defienden posiciones que lindan con el fascismo

Diario El País, España
JUAN MIGUEL MUÑOZ – Jerusalén – 16/12/2008

Las encuestas van viento en popa. El país, Israel uno de los pocos que acogieron con recelo la victoria de Barack Obama en EE UU, está escorado a la derecha. Sus principales rivales se hunden o carecen de liderazgo. Todo parece estar a punto de caramelo para que el partido conservador Likud arrase en las elecciones legislativas del 10 de febrero.

Pero a la fuerza que ha gobernado durante 20 de los últimos 31 años le ha salido un quiste: las primarias del Likud han arrojado unos resultados inesperados para su presidente, Benjamin Netanyahu, en las que varios candidatos se alinean con posiciones que lindan con el fascismo.
Netanyahu reclutó a Benny Beguin, hijo del ex primer ministro Menáhem Beguin, y al ex jefe del Estado Mayor Moshe Yaalon.

Eran estrellas rutilantes, dos halcones de tomo y lomo. También incluyó entre sus elegidos a Dan Meridor, más conciliador. Jugaba al equilibrio. Pero sucedió lo que menos deseaba. Moshe Feiglin, líder de los rebeldes extremistas en el Likud, y sus partidarios se erigieron en auténticas estrellas de la campaña y lograron posiciones que les garantizan escaños en el Parlamento. Un destrozo a la imagen de relativa moderación que pretende ofrecer Netanyahu para arañar votos a Kadima, su gran adversario en las urnas.

Porque Feiglin es un dirigente al que muchos califican sin tapujos de “fascista”. Hace más de una década, en entrevistas en los medios hebreos, se declaró admirador de Hitler. A su juicio, el líder nazi era un “genio militar incomparable” que “dotó a Alemania de orden público y de un régimen ejemplar con un sistema judicial apropiado”. Añadía Feiglin que el sionismo es “racista” y que los palestinos son “inferiores” porque fracasaron a la hora de lograr su Estado a lo largo de la historia. Entre sus partidarios se encuentra Ehud Yatom, un ex agente de las fuerzas de seguridad que aplastó con piedras las cabezas de dos terroristas palestinos que habían sido detenidos. Se declaró orgulloso de ello tras recibir el perdón presidencial.

Incluso para Netanyahu, este sapo es duro de tragar. En una turbia maniobra en el comité electoral del partido, el jefe del Likud logró que Feiglin, Yatom y alguno más de los fanáticos fueran relegados en la lista y, previsiblemente, quedarán fuera del Parlamento. Sin embargo, varios más entrarán en la Kneset. No le ha importado demasiado a Netanyahu la democracia interna. Desea a toda costa enviar a los líderes occidentales el mensaje de que, a su modo, continuará negociando con los palestinos, pese a que sólo propone una “paz económica” sin significado político e inaceptable para la Autoridad Palestina.
La candidata de Kadima, Tzipi Livni, ya cuenta con un argumento que explotar en campaña: un Likud anclado en el belicismo que entorpecerá las relaciones con EE UU, con Europa y con los países árabes.

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Creciente tendencia hacia el extremismo en Israel

Sergio I. Moya Mena

El próximo 10 de febrero se celebrarán elecciones generales en Israel. El sistema político de ese país vive desde hace varios años una crisis de liderazgo que se asocia también a un hastío creciente de la población frente a la política. Según una encuesta del Israel Democracy Institute, un tercio de los israelíes expresa sentimientos de “náuseas, rechazo, depresión o desesperación” cuando se les pregunta lo que sienten o piensan acerca de la palabra “política”, mientras que otro tercio la asocia instintivamente con “corrupción, traición o engaño”. No es de extrañar entonces que la presente campaña electoral tenga un carácter tan gris.

El Primer Ministro en funciones Ehud Olmert, se despide poniendo término a una gestión que será recordada por tres factores fundamentales: haber llevado al país a un fracaso político y militar en 2006, no haber tenido voluntad política para avanzar en el proceso de paz y por los bochornosos escándalos de corrupción, que obligarán al Primer Ministro a enfrentar varios juicios apenas deje el poder.

Pero es muy posible que la crisis de liderazgo se prolongue después de la salida de Olmert. A sucederle, aspiran dos desprestigiados ex primeros ministros Benjamin Netanyahu y Ehud Barak así como la novata y poco carismática Tzipi Livni, actual Ministra de Relaciones Exteriores.

Pese a lo desteñido de las alineaciones políticas, este proceso electoral debe considerarse también en cuanto a las consecuencias que un cambio de mando pueda tener sobre la relación de Israel con sus vecinos y especialmente con los palestinos.

Quien luce como favorito según las encuestas es el conservador Partido Likud. Su líder Benjamin Netanyahu, a quien el periodista Gideon Levy llama “la versión israelí de George W, Bush”, se ha manifestado a favor de un ataque militar preventivo contra Irán, apoya los asentamientos judíos ilegales en Cisjordania y se opone a reconocer el derecho de los palestinos de tener a Jerusalén como capital de su Estado.

Netanyahu ha dicho que negociar una solución al conflicto palestino-israelí no está dentro de sus prioridades, “porque ahora es el tiempo de la batalla entre el Islam radical y el mundo occidental”. El número tres de la lista parlamentaria del Likud es Gilad Erdan, que apoya la colonización incondicional de los territorios árabes y hace poco sugirió usar a prisioneros políticos palestinos como escudos humanos contra los cohetes Qassam, que son lanzados desde la Franja de Gaza.

En la lista también figuran extremistas como el colono Moshe Feiglin, un declarado admirador de Hitler que apela a la expulsión de los palestinos, la anexión de Cisjordania y que estuvo preso por haber llamado al amotinamiento contra el gobierno de Itzjak Rabin. Una victoria del Likud, que permanece fiel a una ideología nacionalista afín a la expansión territorial del Estado judío hasta sus “fronteras bíblicas”, representaría un severo golpe a cualquier posibilidad de negociar una paz justa y duradera con los árabes.

Pero sí una victoria del Likud augura pocas oportunidades para la paz, tampoco de quienes le siguen en las encuestas cabe esperar mucho. Tzipi Livni, candidata del Partido Kadima, es señalada como la más proclive a continuar “negociando” con los palestinos, sin embargo, la radicalización que vive la sociedad israelí parece también hacer que la “moderada” Livni sucumba a la intolerancia y el extremismo. Refriéndose a los casi 1.4 millones de árabes que cuentan con nacionalidad israelí, Livni dijo hace poco: “una vez creado el Estado palestino, podremos decir a los ciudadanos palestinos de Israel, aquellos a los que llamamos los árabes de Israel: la solución a vuestras aspiraciones están en otro lado”.

Estas desafortunadas declaraciones, en las que se vislumbra una transferencia masiva (expulsión) de todos los palestinos desde su patria, comprometen severamente el carácter democrático del Estado Hebreo, en donde la intolerancia y los ánimos fundamentalistas parecen cobrar más ímpetu día a día. Ejemplo de esto han sido las recientes acciones de colonos judíos extremistas en ciudades como Acre o Hebrón, quemando campos de cultivo, casas de palestinos y disparando contra niños, algo que hasta el mismo Ehud Olmert califico como un “progrom” (palabra Yiddish que significa “masacre”), o el cerco ilegal e inhumano que ejerce Israel contra la población palestina de la Franja de Gaza, que el Arzobispo sudafricano Desmond Tutu (Premio Nobel de la Paz) llamó recientemente una “abominación”.

Para los israelíes, ensimismarse en el extremismo y el fundamentalismo no sólo recrudecerá las profundas contradicciones internas que viven, también perpetuará su inseguridad y comprometerá aun más la integridad moral de su sociedad. El tren de la historia no se detiene a esperar a nadie.

* Sergio I. Moya Mena es profesor de Política Internacional en la Universidad de Costa Rica.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=77778

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