La economía pide ayuda a la política

Todos los principales axiomas del pensamiento económico y social del neoliberalismo se han visto revolcados, desgarrados, arrastrados y puestos boca abajo por los acontecimientos en los mercados financieros. Una situación seguramente sin precedentes cuando, en un tiempo tan corto, como son un par de décadas, y en un plazo tan concentrado, como es el primer trimestre del año, la situación económica hiciera perceptible contradicciones entre lo predicado y lo actuado que, de no haber sido así, habrían pasado inadvertidas.

Las fuerzas del mercado, la mano invisible, el libre comercio, la excelencia de la empresa privada, el respeto a la soberanía del consumidor, el salario como precio justo, para citar algunos de ellos, son contradichos por los resultados concretos más ruidosos en cada noticia que recibimos de la economía global.

A mí me gustaría saber si alguno de los economistas, técnicos en comercio exterior, analistas sociales y políticos que proclamaban el nuevo evangelio del neoliberalismo en Costa Rica, se atreve a vocear hoy la responsabilidad por encima del interés de la ganancia, de la empresa privada con sus empleados, después de unas quiebras escandalosas a principios de la década, como las de los gigantes en telecomunicaciones WorldCom y en energía Enron, en las que estos quedaron sin posibilidad de rescatar los ahorros para su pensión, que habían sido invertidos por los directivos en acciones de las mismas empresas.

Quién de ellos es capaz de salir en público hoy a sostener las bondades de la privatización bancaria, después de la nacionalización, el 30 de julio del año pasado, del banco germano IKB por la heterogénea coalición que gobierna Alemania, y la nacionalización el 18 de setiembre del ese mismo año, del Northern Rock Bank, el quinto banco hipotecario de Inglaterra, por el desfachatado gobierno laborista británico, para evitar una crisis bancaria de grandes proporciones en ambos países.

Quién es capaz de defender los procesos de privatización de los seguros después de la vergonzante intervención del gobierno federal de Estados Unidos demandando a las aseguradoras privadas el pago de los daños, escamoteado con amañados procedimientos legales, a los afectados por el huracán Katrina; o los más recientes malabares del Tesoro de ese país para apuntalar a las grandes aseguradoras de bonos y evitar la pérdida de confianza en los títulos municipales, por las consecuencias imponderables que esto significaría (Barr, Alistair, Market-Watch, Feb. 13, 2008, 6:36 p.m. EST).

Las fuerzas del mercado, la responsabilidad empresarial, la libertad de comercio fueron inca-paces de resolver estos problemas de manera de evitar los grandes costos sociales que los errores de la administración de las empresas involucradas ocasionaban, viéndose obligado el “público” a intervenir para reducir, cuando menos, sus efectos.

Pero si desde principios de esta década se comenzaron a palpar los efectos reales del liberalismo (que suplantó a la regulación del paradigma económico del “fordismo” responsable de los 40 años de equilibrio social hasta los años 80 del siglo pasado), es en estos días de crisis financiera que se ha hecho diáfana como en los años de la Gran Depresión la necesidad de la intervención estatal en el ordenamiento del sistema económico regido por el capital.

Los insolentes rescates a entidades financieras privadas y los obscuros negociados por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, del Banco de Inglaterra y del Banco de Francia para protegerles de sus inminentes descalabros, nos hace preguntarnos hoy por los bochincheros neoliberales como lo hacía Jorge Manrique hace casi seiscientos años por los vocingleros cortesanos:

“¿Qué se fizo el rey don Joan?
Los infantes d’Aragón
¿qué se ficieron?
¿qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trujeron?…”

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* Catedrático Escuela de Sociología UCR

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