Destacados intelectuales y científicos, como el escritor Bertolt Brecht, el dramaturgo Arthur Miller, el físico Robert Oppenheimer, el economista Paul Sweezy y el periodista Edward R. Murrow, fueron incluidos en listas negras para ser investigados y perseguidos. Artistas de la talla del compositor Leonard Bernstein, el comediante Charles Chaplin, el actor Humphrey Bogart y el director de cine Orson Welles, entre muchos otros, fueron acosados y algunos se vieron obligados a abandonar Estados Unidos.
La táctica de McCarthy se basaba en lanzar incriminaciones falsas sobre los acusados, o incluir a determinadas asociaciones en su lista de organizaciones procomunistas. El método se parecía mucho a las cacerías de brujas medievales, donde era imposible demostrar la inocencia.
Instituciones gubernamentales como el FBI sirvieron de instrumento al McCarthismo y un programa creado para revisar y controlar la “lealtad” de los funcionarios públicos se convirtió en una herramienta de represión aplicada contra todos aquellos que tenían opiniones contrarias al grupo encabezado por el senador de Wisconsin.
Muchos medios de prensa se plegaron a la voluntad y a los intereses del McCarthismo. Técnicas mediáticas como las utilizada por Joseph Goebbels en la Alemania nazi fueron empleadas por la prensa proclive: individualización del adversario en un único enemigo, exageración y desfiguración de los hechos, convertir cualquier pequeño episodio en una amenaza grave, repetición de pocas ideas de manera incansable y desde diferentes perspectivas, invisibilización de todas aquellas personas que pudieran manifestarse en contra y creación de una falsa impresión de unanimidad, entre otras.
Afortunadamente, a partir de 1956 la influencia del senador McCarthy comenzó a menguar como resultado de sus propios errores y de la reacción de la sociedad estadounidense, que fue tomando conciencia de la manipulación a la que estaba siendo sometida.
En la actualidad el McCarthismo se reconoce como sinónimo de un conjunto de prácticas reprochables que incluyen el cuestionamiento del patriotismo de las personas, las imputaciones sin sustento, las acusaciones de deslealtad y de intentos por subvertir el orden, la descalificación y el silenciamiento del adversario.
La realidad costarricense evidencia múltiples indicios de que la discusión del TLC ha incitado al McCarthismo en nuestro país. Se acusa de subversivos a los sindicalistas y a los que participan en marchas de protesta, se hacen imputaciones de deslealtad a la Patria y de recibir financiamiento de Hugo Chávez, se personifica al adversario en dirigentes gremiales y se descalifica a intelectuales y políticos que argumentan contra el TLC.
El McCarthismo fue una mácula en la historia de Estados Unidos. No podemos aceptar que esas prácticas perversas se impongan en nuestro país. Hay principios y valores republicanos superiores que deben preservarse: la tolerancia, la honorabilidad y el respeto a la verdad.
Es por ello que todos los que creemos en la Democracia, sin importar el color político o la posición respecto al TLC, debemos repudiar y combatir el McCarthismo.
11/24/2006
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Unidad de Formación, Información y Comunicación, UFIC-ANEP