El PAC y el Movimiento Social en Costa Rica

La lucha contra el TLC ha sido factor de articulación y poderoso fertilizante para hacer crecer un movimiento social pluralista y multicolor que, en medio de carencias económicas gradualmente aprende de sus propios errores, suple con creatividad la escasez de dinero, teje nuevas formas de coordinación y, desde la base que le proporciona el análisis riguroso y sistemático del tratado, paulatina pero firmemente se adentra en la formulación de alternativas.

En la pasada campaña electoral, este movimiento social tendió, en términos generales, a decantarse a favor del Partido Acción Ciudadana (PAC) y la candidatura presidencial de Ottón Solís, fundador y jefe de esa organización. Esta decisión obedeció básicamente al imperativo del “menos malo” (o acaso el “menos peor”), mucho más que a una adhesión política e ideológica genuina. Entre el programa de derechas de Oscar Arias por añadidura un candidato impuesto de forma espuria por el Tribunal Constitucional y el tibio y tecnocrático discurso centrista de Solís, la elección resultaba obvia, principalmente ante la ausencia de opciones progresistas más o menos consolidadas y creíbles. La oposición de Solís y el PAC a_ “este”_ TLC, aportó, a fin de cuentas, la principal dosis de cemento, necesaria para sellar una alianza provisional, de alcances básicamente electorales.

El devenir posterior de las cosas con apenas algo más de tres meses de gobierno arista mantienen aún vigente esa alianza, pero en un contexto donde, aquí y allá, se evidencia, con más o menos claridad, su carácter frágil y precario. El TLC sigue siendo su principal sostén, pero también podría ser el punto por donde se rompa. O al menos el punto por donde el PAC podría quedar definitivamente desbordado.

Este partido verdadero clon del estilo de su jefe es un mar de contradicciones. Se pretende alternativo pero le horroriza actuar como tal y apechugar con lo que ello implica. Ya su oposición a “este” TLC les ha representado costos que desde su medianía pequeño burguesa representan un “sacrificio” desmesurado. (Y es cierto que, con tremendo sentimiento de culpa, ellos enfatizan que se oponen “solo” a_ “este”_ TLC). Tal cosa se manifiesta pongamos por caso en su queja permanente en relación con el “trato” que el cuasimonopolio mediático La Nación les concede. Ellos Solís a la cabeza quisieran oponerse al TLC y, al mismo tiempo, recibir de los medios poderosos, un tratamiento tan generoso y complaciente como el que le tributan al señor Arias. Absurdo. Se ven y se sienten articulistas en “página 15” y entrevistados estelares en cada reportaje de actualidad, y, con amargura, se lamentan de que no lo sean (o que no lo sean lo “suficiente”). Quienes luchamos contra el TLC y lo hacemos con un mínimo de consecuencia, sabemos que esperar algo de tales medios ni la mínima cosa es, en el mejor de los casos, una triste expresión de frivolidad.

El diálogo es, en principio, cosa positiva y valiosa. Por ello, y puestos a elegir, todos y todas preferiríamos la conversación respetuosa e inteligente al choque y el conflicto. Pero el diálogo no es un fin en sí mismo. Es tan solo un medio para llegar al logro de ciertos objetivos básicos, compartidos por los interlocutores. Con La Nación y los sectores que esta representa, no existe hoy día opción alguna de diálogo. No porque uno no lo quiera, sino porque su posición es de voracidad e intransigencia absolutas. No entender esto tan elemental, hace que el PAC viva “ilusionado” con que La Nación y adláteres “recapaciten”. En fin, que este partido y su liderazgo viven ansiosos y anhelantes, a la espera de la oficial bendición mediática.

En realidad perdón si soy reiterativo el PAC ya ha demostrado no ser la opción “diferente” que dice ser. Es demasiado tímido, vacilante y tibio; demasiado preocupado por el “qué dirán” las elites dominantes de siempre (La Nación o los obispos, por ejemplo); demasiado confuso e incoherente en su ideología y sus propuestas (¿No que se oponían a la ley de concesión de obra pública?). En resumen: demasiado principista, virginal y aséptico como para estar dispuesto a ensuciarse las manos frente a una realidad conflictiva y compleja como la que Costa Rica vive actualmente. Un detalle adicional lo ilustra con claridad: el PAC fácilmente antepone la denuncia de hechos más o menos significativos de corrupción, a la defensa consecuente de las agendas cruciales del momento histórico actual: las del feminismo, las del ambientalismo, las de los indígenas o las clases trabajadoras, las de los derechos humanos, inclusive los de las minorías gay-lésbicas. Y no es que aquellas denuncias no sean importantes. Es que, sin embargo, no pueden ser más importantes que estas agendas de reforma social progresista. Pero el PAC las invisibiliza o, cuanto menos, les baja al mínimo su perfil mientras enfila todas su artillería en la otra dirección. Quizá no sea difícil entenderlo. Por ejemplo, las denuncias de corrupción la deuda de fulano con un banco o las cuotas que zutano no pagó al seguro social no disgustan demasiado a los obispos (siempre que no toquen a las jerarquías católicas), como en cambio si lo hacen las agendas del feminismo o de los grupos gay-lésbicos.

El pluralista y democrático movimiento social costarricense debe entender que frente al PAC no hay lugar para las ilusiones, como tales necesariamente engañosas. Es un partido que ya tocó techo y no tiene nada mejor que ofrecer. Pero sí ha de mantenerse la disposición positiva para fraguar alianzas, siempre que estas se sostengan sobre al menos algunos objetivos de cierta entidad. Llegado el momento, este movimiento social ha de avanzar sin contar más con el PAC.

Tenemos que admitirlo. Bajo ciertas circunstancias, algunos acompañantes pueden resultar estorbosos, además de prescindibles.

Fuente: Tribuna Democrática

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