A pesar de que hemos procurado (considerando nuestras propias limitaciones al respecto), leer, informarnos y estudiar lo más responsablemente el asunto, hoy tenemos que confesar que como indica el titular de este artículo, la profundidad del deterioro de las finanzas públicas es un misterio.
Las revelaciones de que el gobierno anterior, encabezado por el hoy Expresidente de la República don Luis Guillermo Solís Rivera, habría ocultado un endeudamiento público de corto plazo que podría llegar hasta los 900 mil millones de colones (o, tal vez, más), nos deja atónitos.
Impresionante resulta constatar que el equipo hacendario bajo la responsabilidad del anterior Ministro de Hacienda, don Helio Fallas Venegas (por demás, ocupante del cargo de Primer Vicepresidente de la República en la anterior administración y ciudadano a quien respetamos mucho), se está contradiciendo entre sí con relación a quién, en realidad, tuvo “tal vela en ese entierro”, como para propiciar ese enredo de los bonos de deuda de corto plazo, de los que no pudieron canjearse, de los que no pudieron colocarse; de que hablaron o no hablaron con el Citibank (¿o con otros bancos?)… en fin, ¡vaya a usted a saber qué en realidad fue lo que pasó (… y qué está pasando).
Aunque este asunto lo hemos tocado hasta la saciedad, una de las principales conclusiones que uno extracta de tanto misterio con las finanzas públicas es lo presuntamente insondable de uno de sus aspectos más cruciales: desconocemos la naturaleza real, la cuantía exacta, las dimensiones objetivas del endeudamiento público nacional; desconocemos el monto por pago de intereses con la más absoluta precisión, tanto como desconocemos quiénes son los acreedores. ¡Todo esto es un misterio!
Lo que sí tenemos ya contundentemente claro es que la gente de a pie, las personas trabajadoras asalariadas, las que están desempleadas, quienes sufren alto endeudamiento salarial y/o productivo, quienes no tienen trabajo (como el alto segmento de población joven), cooperativistas, solidaristas; el micro-pequeño y mediano-empresariado, serían las víctimas directas de un ajuste fiscal tan irresponsable como injusto, como el que se quiere imponer.
A contrapelo de la abrumadora mayoría ciudadana que se está expresando de múltiples formas en contra del injusto e inequitativo combo fiscal, insiste el gobierno Piza-Alvarado y sus aliados liberacionistas, en imponérnoslo sin que podamos auscultar que hay detrás de ese misterioso estado de las finanzas públicas; como para que uno tuviera certeza de que en un momento próximo no nos vengan a plantear que se requiere de otro paquetazo de impuestos porque el tal combo fiscal no alcanzó para honrar los “huecos” que se están evidenciando en esto de los bonos y del endeudamiento público.
Igualmente, una vez y cientos de veces más… incansablemente hay que continuar diciéndole a viva voz: ¡la clase trabajadora no es la responsable del déficit fiscal! Ni la pública ni la privada. Es más, nadie ha refutado esta verdad, ni siquiera los más acérrimos y enfermizos enemigos del empleo público.
Nosotros hemos optado centrarnos en esto del déficit, en el asunto del endeudamiento público y su pago de intereses. Si a esto no se le entra en serio y con responsabilidad cívica, no habrá paquetazo de impuestos que alcance; ni el del expediente 20.580 ni ningún otro.
Nos están metiendo paquetazos de impuestos para pagar deuda pública, para enfrentar el expolio que significa su pago diario de intereses y para honrar vencimientos de cortísimo plazo, contraídos como deuda en un ámbito de secretismo, opacidad y misterio.
El noble pueblo trabajador costarricense no merece tal nivel de ocultamiento de la realidad y de la profundidad de la crisis de las finanzas públicas.
Bastante tiene ya con esas estafas políticas cuatrienales que sufre cada vez que le llaman a votar en las elecciones, presidenciales y diputadiles, que incrementan su sensación de desencanto y engaño.
Ahora quieren que pague nuevos impuestos, que sufra merma de derechos socio-laborales, que padezca más estrujamiento económico, que viva más empobrecimiento familiar, para que se haga cargo de un endeudamiento público cuya magnitud se desconoce y del cual no tiene responsabilidad alguna; precisamente porque la profundidad del deterioro de las finanzas públicas es un misterio. ¡No se vale!