Mañana jueves 28 de agosto, el Presidente de la República, don Luis Guillermo Solís Rivera, dará a conocer su informe de los “100 días”. Será a las 7 de la noche, en el Teatro Popular Melico Salazar. En nuestro caso, no tenemos la menor idea de cuál será su contenido. Evidentemente y por las expectativas creadas, uno esperaría dos grandes ámbitos: cómo recibió la “cosa” y qué hará para materializar el “cambio”.
Recordemos que esto de los “100 días” no tiene explicación lógica ni regla científica. Es más que todo, una especie de indicación mediática que, de un modo u otro, nos arrastra para que nos posicionemos con relación a la instalación de una nueva administración gubernativa.
En el caso del evento de mañana, hay que reconocer que es algo novedoso pues no hay un antecedente presidencial en esta coyuntura de los “100 días”, de una rendición de cuentas como la que se espera mañana por parte del Presidente de la República.
¿Qué nos dejó la acción gubernativa de las últimas administraciones del bipartidismo tradicional? Desde la perspectiva de “los y las de abajo”, que es la nuestra, veamos: Más desigualdad, más pobreza, más concentración de la riqueza; más corrupción, más narcotráfico, más empleo precario, más desempleo, más informalidad; más inseguridad y violencia; más deterioro del poder de compra del salario, más déficit fiscal, más robo de impuestos, más regresividad tributaria; más deterioro y saqueo de la Caja, más cara la luz y los combustibles, más violaciones a los derechos laborales mínimos, más deterioro de los servicios públicos sociales; más empobrecimiento de la clase media, más endeudamiento salarial, más ahogamiento económico-familiar por las tarjetas de crédito, más desaparición del agro nacional…
Evidentemente, “100 días” para enfrentar todo esto y más, es una epopeya sociopolítica de inconmensurables dimensiones.
Agréguele a ello los siguientes “condimentos”: a) un partido gubernamental, el PAC, “partido”; b) una bancada diputadil oficialista, en pleito de “perros y gatos”; c) una Asamblea Legislativa con 9 fracciones y, en algunas de ellas, con subfracciones. Sigamos: d) una derecha parlamentaria de corte religioso y diz que de signo cristiano, dispuesta a bloquear todo lo que huela a legislación humanista y a favor del bien común; e) un notable grupo de legisladores inspirados en el progresismo (de izquierda socialdemócrata en varias dimensiones), con dificultad para una concatenación estratégica y de carácter sistemático entre sí y con la diversidad amplia de los movimientos sociales; f) una diversidad que, por un lado, es un potencial pero que por otro, a la vez, dificulta la articulación por los pleitos de protagonismo, las agendas excesivamente corporativas y las proclamas panfletoides que no convocan y que más bien, asustan y aíslan.
En fin, un parlamento donde las dos corrientes principales (el izquierdismo progresista de corte socialdemócrata, sin articulación estratégica entre sí vs. la derecha neoliberal pro-empresarial y con contaminantes de fundamentalismo religioso de falso humanismo cristiano), tienen la capacidad, una a la otra, de bloquear iniciativas estratégicas, según sus peculiares visiones de país, lo que augura un parlamento que solamente será eso; un lugar para hablar y desproticar.
Como si todo esto no bastase, el poder real, la hegemonía del capital neoliberal, la de signo bancario-financiero, la gran ganadora de las políticas neoliberales del bipartidismo tradicional, a través de sus vocerías corporativo-empresariales y con cierto respaldo mediático nada despreciable; están ya enseñando las uñas y pegando cuatro gritos, ante tímidas gestiones gubernativas desde la cartera ministerial de Hacienda que, con justa razón, pretende reforzar las potestades de la administración para atacar, como nunca antes según indican, el fraude fiscal y el robo de impuestos en todas sus formas.
Ya estamos notando cómo sus escribanos y amanuenses “expertos” en Derecho Tributario, han empezado a torpedear cualquier cambio legislativo y/o de gestión administrativa con pretensiones de apretar más con las responsabilidades tributarias que se eluden, que se evaden, que se esconden, que se subdeclaran, que se maquillan.
Robo de impuestos que en todas sus formas, triquiñuelas, leguleyadas y procesos eternos en sede administrativa y judicial, ronda ya los 7.5 puntos porcentuales de Producto Interno Bruto (PIB), según lo acepta ya el mismísimo Ministerio de Hacienda.
Entonces, ¿el “cambio, qué? Sin la gente, sin la ciudadanía organizada, sin conjunción de voluntades de “los y de las de abajo” y de sus agrupaciones legítimamente constituidas y realmente representativas, ¡nada cambiará!
Quienes están “arriba”, cada vez menos pero con más plata y más poder, no aceptarán ningún “cambio” por más tímido, más inocuo, más cosmético, más tenue, más inocente, más ingenuo que se pretenda hacer para arrebatarles algo de la hegemonía política real que tienen ahora; y así, abrir paso a la restauración de la hegemonía del bien común y de la integración y la movilidad sociales que uno vez nos hizo una nación admirada y hasta envidiada.
A “100 días”, el gran mandato recibido por el hoy Presidente nos obliga a reeditarlo de nuevo pero, ¡en la calle! ¡Sí! Hablamos de que será necesario, dado el estado de cosas que acabamos de describir, restaurar la legitimidad sociopolítica de la Democracia de la Calle.
A los dueños del poder real, les importa un bledo la gran legitimidad electoral que recibió el hoy Presidente de la República para impulsar el “cambio”. Además, esa gran legitimidad electoral, de 1 millón 300 mil votos y resto, en esencia, está conformada por ciudadanos y ciudadanas de la clase trabajadora; ¡sí!, así fue.
Gente del trabajo que tiene la suerte y el privilegio de tener un empleo formal y un salario fijo, aunque en no pocas ocasiones en condiciones precarias; gente del trabajo que tiene que “jugársela” en el día a día, en la informalidad; gente del trabajo que desde la micro, la pequeña y la mediana empresa, como propietaria, “se les ve a palitos” para no hundirse en la quiebra, pagar el salario mínimo y honrar las responsabilidades patronales con la Seguridad Social; gente del trabajo sin empleo que desesperadamente lo buscan y no lo encuentran (jóvenes recién graduados y adultos descartados por el mercado, especialmente); gente del trabajo como las mujeres solas jefas de hogar; ¡sí!, esta fue la base electoral que apostó por el “cambio”.
El Presidente Solís Rivera y la gente de su gobierno de mayor consecuencia, lealtad, compromiso y sacrificio que le rodea en posiciones de decisión político-ejecutiva, deben entender que el “cambio” es para abrir, nuevamente, el sendero de la inclusión; que el “cambio” no es para seguir focalizando la atención de la pobreza pasando a nuevas modalidades de institucionalización de la caridad pública; que el “cambio” es para atajar la caída de la endeudada clase media; que el “cambio” es para dar paso a la soberanía y a la seguridad alimentaria relanzando el agro nacional; que el “cambio” es para abandonar la regresividad tributaria; que el “cambio” es para que a los 6 trabajadores, de cada 10, a los cuales se les violentan sus derechos laborales fundamentales y básicos, se les respete a plenitud; que el “cambio” es para liberar a la Caja del secuestro en que la tienen poderosos grupos corporativos y gremiales internos y externos; que el “cambio” es para una reformulación estratégica de los salarios mínimos”; que el cambio es para hacer consecuencia plena con lo que predicamos en el exterior de que somos un país “ecológico”…
¡Señor Presidente!: Su alianza debe ser con la gente que le votó. Y si así va a ser, la gente que le votó debe entender que tendrá que salir a la calle para respaldarle si, en verdad, usted se va a comer esta bronca del “cambio”.