Después del don de la vida que Dios, Nuestro Señor, Cristo Jesús, el Grande, el Todopoderoso, nos otorgó; en lo personal, las tres maravillas más sublimes que hemos tenido en nuestra propia existencia son: la madre que tuvimos, la familia a la que pertenecemos y la causa sindical-social que por tantos años hemos abrazado.
Esto último nos ha permitido conocer las más variadas facetas de la naturaleza humana: desde la admiración y el respeto, hasta el odio y el rencor más enfermizos y patalógicos.
Para ciertas mentes cuadradas no se puede concebir que alguien pueda, en estas lides en las que andamos, declararse como socialdemócrata cristiano de izquierda. Eso es ser “agente de la CIA”.
Al tener las primeras nociones políticas nutridas por la socialdemocracia clásica, haber transitado un tiempo por las rutas filosóficas del socialismo científico y notar las potencialidades que, desde el humanismo cristiano (especialmente con el ascenso del Papa Francisco), son consistentes con los valores más nobles de la lucha por la justicia social, hemos construido una visión social y sindical totalmente polémica; nutrida a lo largo de todos estos años por una inmensa cantidad de costarricenses estudiosos de nuestro entorno, nacional y global, partiendo de las mejores bases de nuestra nacionalidad, asentadas desde la misma fundación de nuestra República.
Estas tres fuentes generales del pensamiento filosófico-político que nos nutren en el día a día se potencian con el gran sueño que alimentamos de poder fundamentar más esta visión social y sindical que hemos defendido, agregándole los más importantes contenidos sociales del pensamiento de grandes costarricenses de antaño, patricios y patricias que nos dejaron un impresionante legado de institucionalidad pensado para el bien común; empezando por esa gigante y epopéyica figura de don Juan Rafael Mora Porras, don Juanito Mora, de quien pensamos que ha sido el más importante Presidente de la República de toda la historia nacional, sin haber sido superado hasta hoy.
Sabemos que todo lo que hemos hecho en estos años, alzando la bandera sindical de obvio conocimiento público, rompió los moldes estereotipados de quienes, también en estas lides (por vagabundería, limitaciones, mediocridad y senectud intelectuales), nunca pudieron superar la interpretación de la realidad y sus multifacéticas combinaciones, sin acudir al manual ideológico de la letanía marxista más paleolítica, cavernaria y retrógrada. A los 25 años de la caída del Muro de Berlín, no se han dado cuenta de ello.
Ante la minusvalía para enfrentar los desafíos de amplitud que implican las construcciones sociohistóricas que se requieren en los actuales momentos, esas mentes cuadradas prefirieron convertirse en secta fundamentalista para la cual el pensar distinto de ella es ser “agente de la CIA”. Nosotros tuvimos la oportunidad de “ver la luz” y pudimos liberarnos de la mazmorra ideológica en la que algunos han preferido seguir enhuecados… y enterrados.
Las categorías fundamentales de la interpretación marxista de las relaciones sociales, el capital y el trabajo, siguen hoy en día más vigentes que nunca, dada la naturaleza perversa y excluyente de la globalización neoliberal. Precisamente por esta circunstancia, la posibilidad de articulación multisectorial por la justicia social y por la preservación misma de la vida y del planeta, nos lleva a motivarnos en el análisis gramsciano para ver si, juntando todas esas diversidades ya excluidas y las que están por venir, en algo podríamos aportar para tener las posibilidades estratégicas de retomar una senda en pro del bien común y de reversión de la desigualdad social creciente que nos atormenta. Seguiremos luchando…