De golpe y porrazo y en un lapso de semanas han establecido que las sustancias producidas para vacunar contra la influenza A (H1N1), por 25 empresas farmacéuticas, son seguras y eficaces. La notoria diligencia de este organismo regulador –casi tan sorprendente como su ligereza– se debe solamente, por confesión expresa, a que estas vacunas se asemejan en su elaboración a las que ya existen contra la gripe estacional.
El argumento es patético porque las vacunas estacionales –todas– jamás han tenido estudios de seguridad a largo plazo, para ver si producen infertilidad, cáncer o trastornos cromosómicos. Algunas de ellas, en Europa, contienen adyuvantes muy peligrosos, los cuales nunca han sido seriamente investigados en cuanto a sus efectos secundarios, ya que el seguimiento promedio de cada paciente vacunado ha sido solamente de 8 semanas.
Con semejante metodología, pareciera que no se quiere saber nada. Súmese a esto que ese “seguimiento” no es un seguimiento activo, y sólo se refiere a aquellas personas que de “motu propio” reportan algún efecto secundario indeseable que creen atribuible a la vacuna.
Seguridad y eficacia. Para pavimentar el camino a estos despropósitos, era necesario que la OMS substrajera de la definición de una pandemia de influenza el criterio de severidad, y así lo hizo sin justificación alguna. A esto se sumó, en los EE.UU., la declaratoria de “emergencia” por la gripe porcina, con lo que desaparecieron todas las regulaciones federales y se permitirá, de ahora en adelante, usar en ese país productos –como los de estas 25 empresas– que no tienen estudios de seguridad y eficacia, sobre los cuales no hay ninguna experiencia clínica y nunca han sido usados masivamente. Hasta la fecha los EE.UU. jamás habían dado licencia a vacunas que tuvieran los adyuvantes que contienen muchas de estas sustancias de experimentación, que ahora, merced a esta mal llamada emergencia, se van a recetar por la libre.
De este modo, la industria farmacéutica mundial, blindada contra cualquier contingencia sanitaria, política o legal, puede ahora disponer con creces de los billones de dólares que ya ha gastado produciendo adyuvantes, y que amenazaban congelarse después del fiasco de la pandemia de la gripe aviar, que nunca ocurrió y dejó al gobierno estadounidense con 22.5 millones de dosis de antígeno H5N1, cuyo costo de almacenamiento es de $2.2 billones anuales. Tampoco dio resultado la vacunación masiva contra una cepa de este mismo virus, AH1N1, en 1976, la cual debió ser suspendida a las 10 semanas como consecuencia de los efectos secundarios de la vacuna.
Dado el hecho de que los EE.UU. ya compraron 268 millones de dosis de adyuvantes, no es de extrañar que, como ahora señala la OMS, los ensayos efectuados por la industria farmacéutica indiquen que las vacunas son seguras. ¿Esperaría alguno de ustedes que alguna de esas compañías se arriesgue a decir que las vacunas son inseguras, y arruine este negocio?
Los EE.UU. le han pagado a la industria farmacéutica, a partir del 2004, al menos $7.9 billones para desarrollar la capacidad de vacunar masivamente a su población. Sólo en el año 2006, la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) gastó $5.6 billones en desarrollo de vacunas, 10 veces más de lo que invirtió esa misma agencia en seguridad y eficacia de medicamentos para toda la industria farmacéutica restante.
Efectos secundarios. En Costa Rica también quieren vacunarnos. No sabemos aun a quiénes, ni con qué, ni en base a cuáles criterios, ya que esta pandemia involucra a un virus AH1N1, cuya severidad es substancialmente menor al virus de la influenza de todos los años. Los que participaron en el estudio sobre esta vacuna en Costa Rica fueron advertidos de que podrían ocurrirles, aunque fuera raramente, estos efectos secundarios, entre otros: disminución de plaquetas, síndrome de Steven-Johnson, inflamación de los vasos sanguíneos, convulsiones febriles, síndrome de Guillan-Barré, inflamación de la médula espinal.
Se les advierte asimismo sobre la posibilidad de morir a consecuencia de la vacuna. Por si fuera poco, el instructivo de la vacuna contra la Influenza A (H1N1) de Novartis advierte en forma sombría:
“8.1 Embarazo. Categoría C. No se han hecho estudios de reproducción en animales con Vacuna Monovalente de Influenza A (H1N1) 2009 o Fluvirin. Tampoco se sabe si esta vacuna o el Fluvirin pueden causar daño fetal cuando se administran a una mujer embarazada, o pueden afectar la capacidad reproductiva.”
“13.1. Ni el Fluvirin ni la Vacuna Monovalente A (H1N1) 2009 se han evaluado para carcinogénesis, potencial mutagénico o afectación de la fertilidad.”
“14. La Vacuna Monovalente para Influenza A (H1N1) 2009 sólo debe usarse para personas de 4 años o más.”
Costarricense: Vacúnese si quiere contra la A (H1N1), pero infórmese y medítelo.
*Médico.
Fuente: Página Abierta-Diario Extra
Martes 24 de Noviembre de 2009