La revolución egipcia

La situación se ha vuelto explosiva a una velocidad extraordinaria. En los últimos días, cientos de miles de personas han salido a las calles para exigir libertad. Con valentía admirable desafiaron las porras, balas y gases lacrimógenos de la policía. Hoy se enfrentaban a un verdadero bautismo de fuego. Las protestas, que solían estar compuestas mayormente por estudiantes, han aumentado con la incorporación del ejército de los humildes y desheredados de los barrios pobres de El Cairo y otras ciudades. Robert Fisk escribió:

“Hay varias pistas por las que las autoridades de El Cairo se dieron cuenta de que algo estaba pasando. Varios egipcios me han dicho que el 24 de enero, algunos hombres de seguridad estaban desmontando pósteres de Gamal Mubarak de los barrios pobres, por si acaso estos provocaban a la multitud. Pero el gran número de detenciones, las palizas de la policía en la calle a mujeres y a hombres por igual y el casi colapso del mercado de valores egipcio tienen impresas las marcas de pánico en lugar de astucia.”

¿Puede tener éxito la represión?

A primera vista, la Revolución se enfrentaba a un desafío de enormes proporciones. El régimen tiene un millón y medio de soldados en su aparato de seguridad, manteniendo su lealtad con subvenciones millonarias. El propósito de este temible aparato no es para defender Egipto contra los agresores extranjeros. No es para luchar contra Israel. Es para mantener al pueblo egipcio subyugado. Pero, ¿puede tener éxito?

En teoría es una fuerza formidable, contra la cual el pueblo no tiene posibilidades de éxito. Pero se podría decir lo mismo de todos los regímenes tiránicos de la historia. Luís XVI de Francia, el zar Nicolás de Rusia y el Sha de Persia, todos poseían un aparato de represión que era cien veces más fuerte que el que Hosni Mubarak tiene a su disposición. Sin embargo, en el momento de la verdad estos poderosos monstruos se derrumbaron como un castillo de naipes.

Pero tal despliegue de fuerza bruta no reveló fuerza sino debilidad: salvo por la policía y el ejército, el gobierno es impotente. Napoleón dijo una vez que uno puede hacer muchas cosas con bayonetas, pero no puede sentarse en ellas. En última instancia, el ejército y la policía son una base demasiado estrecha para sostener un régimen impopular. Para su sorpresa y asombro las autoridades están viendo que el aparato represivo no puede parar las protestas. Su carácter espontáneo les proporciona una cierta protección contra el Estado, aunque esto es una debilidad que tendrá efectos negativos más adelante.

El régimen movilizó hoy toda su fuerza para abortar la revolución. Los miembros de una unidad policial antiterrorista de élite recibieron la orden de tomar posiciones en lugares clave de todo El Cairo, en preparación para una ola de manifestaciones de masas. Desde las primeras horas de la mañana las fuerzas de seguridad ya estaban posicionándose en todos los puntos clave en un intento de impedir que los manifestantes se juntaran.

Pero todas estas medidas han sido en vano. Los manifestantes salieron a las calles en mayor número que antes. Había 80.000 manifestantes en Port Said, 50.000 en Beni Suef, a 100 kilómetros al sur de El Cairo, y grandes manifestaciones en Alejandría, en la ciudad de Suez y en otros lugares. Al igual que en Irán el año pasado, es imposible detener a los organizadores cuando las manifestaciones se han organizado a través de Facebook y Twitter. El ejército de delatores es impotente para luchar contra esto.

El Estado trató de bloquear Facebook. Cerró Internet e inutilizó los teléfonos móviles. Pero el pueblo demostró estar un paso adelante. Algunos blogeros pasaron información de formas de eludir los controles, y la información se difundía de boca en boca. Al mediodía (de Londres) las pantallas de televisión ya mostraban escenas de gran conflicto en las calles de la capital egipcia. Las líneas de la policía fueron incapaces de contener las manifestaciones. La cobertura de la televisión muestra masas de manifestantes que avanzan hacia las líneas de la policía y a ésta retirándose desordenadamente.

Después de perseguir a la policía, miles de manifestantes consiguieron inundar el gigantesco centro de la plaza Tahrir después de haber estado vacía la mayor parte del día por la fuerte presencia policial. Tras la confrontación se veía poca policía alrededor de la plaza. En un momento dado, incluso la violencia de los servicios de seguridad del Estado se vuelve contraproducente. En lugar de miedo, despierta ira e indignación. En la ciudad de Suez, la gente se alzó contra la policía porque ésta disparó contra los manifestantes y en respuesta quemaron una comisaría de policía. Y cuando se alcanza este punto, siempre aparecen grietas en las filas de las fuerzas del Estado. La mayoría de los soldados y policías rasos se muestran reacios a matar a conciudadanos y se niegan a cumplir las órdenes de disparar contra manifestantes desarmados. En Suez ha habido informes de incidentes de este tipo.

El papel de la juventud

Los manifestantes que salieron a las calles en todo Egipto en los últimos días son principalmente jóvenes egipcios, desempleados y sin ningún futuro. Un joven egipcio dijo a la BBC: “Somos pobres. No tenemos trabajo, no hay futuro. ¿Qué debemos hacer? ¿Tenemos que prendernos fuego a nosotros mismos?”. La única esperanza de estos jóvenes es luchar por un cambio fundamental en la sociedad. Han dejado de lado todo el miedo y están dispuestos a arriesgar sus vidas en la lucha por la libertad y la justicia.

Muchos de los manifestantes son estudiantes universitarios incapaces de encontrar trabajo y, por tanto, no pueden casarse y crear una familia. Están motivados por un profundo sentimiento de injusticia y una ira y resentimiento ardientes hacia un sistema que les niega un futuro y un régimen corrupto que se ha enriquecido a expensas del pueblo.

El corresponsal de The Guardian en El Cairo, Alaa Al Aswany, que participó en la gran manifestación del pasado martes, estaba profundamente impresionado por la “valentía deslumbrante” de los manifestantes, e impresionado por su determinación de hacer una cosa: cambiar el régimen. Y se expresa así:

“Siempre me sentiré intimidado por estos revolucionarios. Todo lo que han dicho muestra una aguda conciencia política y un deseo de libertad que desafía a la muerte. Me pidieron que dijera algunas palabras. A pesar de que he hablado cientos de veces en público, esta vez era diferente: estaba hablando ante 30.000 manifestantes que no estaban de humor para oír hablar de compromiso y quienes interrumpían con gritos de ‘¡Abajo Hosni Mubarak!’ y ‘El pueblo dice, ¡abajo el régimen!’.

“Les dije que estaba orgulloso de lo que habían logrado, que habían conseguido terminar con el período de represión, y añadí que incluso si llegamos a ser golpeados o detenidos hemos demostrado que no tenemos miedo y que somos más fuertes que ellos. Ellos tienen los instrumentos más feroces de represión en el mundo a su disposición, pero nosotros tenemos algo más fuerte: nuestro coraje y nuestra convicción en la libertad. La multitud respondió con gritos en masa: ‘¡Vamos a terminar lo que hemos empezado!’”. (The Guardian, jueves, 27 de enero 2011.)

El factor decisivo es que las masas han adquirido una conciencia de su fuerza colectiva y están perdiendo el miedo. Empezando con los elementos más jóvenes, más enérgicos y decididos, el estado de ánimo desafiante se ha transmitido a la población de más edad, más cauta e inerte. The Guardian informa de un ejemplo importante de esto:

“Más ciudadanos de a pie están ahora desafiando a la policía. Un joven manifestante me dijo que, cuando huía corriendo de la policía el martes, entró en un edificio y llamó al timbre de un apartamento al azar. Eran las cuatro de la mañana. Un hombre de 60 años de edad abrió la puerta con temor evidente en su rostro. El manifestante pidió al hombre que le escondiera de la policía. El hombre pidió ver su documento de identidad y lo invitó a entrar, despertando a una de sus tres hijas para preparar algo de comida para el joven. Comieron y bebieron té juntos y charlaron como si fueran amigos de toda la vida.

“Por la mañana, cuando el peligro de detención se había alejado, el hombre acompañó al joven manifestante a la calle, paró un taxi para él y le ofreció algo de dinero. El joven lo rehusó y le dio las gracias. Según se abrazaban, el anciano dijo: ‘Soy yo quien debería darte las gracias por defenderme, por defender a mis hijas y a todos los egipcios’”. (The Guardian, jueves 27 de enero 2011.)

¿Y ahora qué?

Una cosa está clara. El día de hoy ha terminado en una derrota catastrófica para Hosni Mubarak. Según escribo estas líneas los acontecimientos se están moviendo con la velocidad de la luz. Los rumores se extienden rápidamente. Un periódico de El Cairo ha estado afirmando que uno de los principales asesores del presidente Hosni Mubarak ha huido a Londres con 97 maletas llenas de dinero en efectivo, pero otros informes hablan de un Presidente furioso gritando a oficiales de policía de rango superior por no tratar con más dureza a los manifestantes.

Al caer la noche, los manifestantes permanecieron en las calles, desafiando el toque de queda que el gobierno ha impuesto en todo Egipto. Han comenzado a asaltar edificios públicos. Según Al Jazeera hace unos minutos, el Ministerio de Asuntos Exteriores en El Cairo ha sido asaltado y tomado por los manifestantes y prendido fuego. Por primera vez una oficina del Partido Democrático Nacional en el gobierno fue incendiada, y los bomberos no hicieron ningún intento de apagar las llamas.

Existe una creciente alarma en Washington. Esta tarde, Hillary Clinton admitió que EE.UU. está “profundamente preocupado por el uso de la fuerza” contra los manifestantes. Hizo un llamamiento al gobierno egipcio para frenar a las fuerzas de seguridad, pero también dijo que los manifestantes deberían abstenerse de la violencia. Dijo: “Estas protestas subrayan que hay profundas quejas dentro de la sociedad egipcia y el gobierno egipcio tiene que entender que la violencia no va a hacer que estas quejas desaparezcan”. Y añadió:“Como socios, creemos firmemente que el gobierno egipcio debe comprometerse inmediatamente con el pueblo egipcio a aplicar reformas políticas, sociales y económicas”.

Traducido al lenguaje simple esto significa:

“No sea tonto Mubarak. Si intenta utilizar a los militares para aplastar la rebelión se romperá en pedazos. El movimiento es demasiado grande como para ahogarlo en sangre. En su lugar, debe utilizar la astucia. Haga algunos cambios o, por lo menos, dé la impresión de que habrá cambios. Al final, por supuesto, puede que usted tenga que irse. Eso es lamentable, pero todos tenemos que hacer sacrificios de vez en cuando. Usted es un hombre viejo que ha sobrepasado su periodo de utilidad. Usted puede tener una jubilación cómoda y salvar al capitalismo. O, alternativamente, puede aferrarse al poder y terminar como Sadat, muerto. Eso sería muy malo para usted, pero si provoca a las masas demasiado habrá una revolución total y eso sería muy malo para nosotros.”

Pero Mubarak no parece estar escuchando. Alejado del mundo real en su palacio, rodeado de gente servil y aduladora, se aferra al poder aun cuando el poder se apaga. Se declara el toque de queda, pero la gente permanece en las calles. Convoca al ejército “para ayudar a las fuerzas de seguridad”, pero la gente aplaude al ejército y llama a los soldados a unirse a ellos. Aquí y allá se oye hablar de que la confraternización está teniendo un efecto. Associated Press informaba en directo desde la plaza central de El Cairo. Uno de sus periodistas vio a los manifestantes vitoreando a policías, los cuales se quitaron los uniformes y se unieron a ellos. Triunfantes, los manifestantes los izaron sobre sus hombros.

¿Es esto sólo un incidente aislado, o muestra una tendencia más generalizada? En una situación tan dramática, caótica y cambiando tan rápidamente, el estado de ánimo puede oscilar violentamente en cuestión de minutos. En Alejandría, el ejército está en las calles, pero los soldados están haciendo signos de aprobación a los manifestantes. En Suez también la gente está vitoreando a los soldados, a quienes ven como sus aliados. Hay informes no confirmados de que el ejército y la policía están chocando. Si esto es cierto, Mubarak tiene graves problemas.

Robert Fisk es uno de los pocos periodistas occidentales que muestra una comprensión seria de la situación real en el Oriente Medio. En The Independent de hoy, escribe:

“Ya ha habido indicios de que aquellos cansados del dominio corrupto y antidemocrático de Mubarak han estado tratando de persuadir a los mal pagados policías que patrullan El Cairo a unirse a ellos. ‘¡Hermanos! ¡Hermanos! ¿Cuánto os pagan?’, una de las multitudes comenzó a gritar a la policía en El Cairo. Pero nadie está negociando no hay nada que negociar, excepto la partida de Mubarak, y el gobierno egipcio no dice ni hace nada, que es más o menos lo que ha estado haciendo durante las últimas tres décadas”“.

La revolución egipcia

Cualquiera que sea el resultado de las protestas de hoy, una cosa está clara: la Revolución egipcia ya ha comenzado. Esos escépticos y esnobs intelectuales que constantemente insisten en el supuesto “bajo nivel de conciencia” de las masas ahora tienen su respuesta. Los “expertos” occidentales que hablaban con desprecio de los egipcios tachándoles de “apáticos”, “pasivos” e “indiferentes a la política”, ahora tienen que comerse sus palabras. Las masas, ya sea en Egipto, Irán, Gran Bretaña o los EE.UU., sólo pueden aprender de la experiencia. En una revolución, aprenden mucho más rápido. Los trabajadores y los jóvenes egipcios han aprendido más en unos pocos días de lucha que en treinta años de existencia “normal”.

Hace sólo unos meses, el Presidente y su camarilla gobernante se imaginaban que tenían todo bajo control. Se sentían tan seguros que ya estaban preparando al hijo más joven de Mubarak, Gamal, para ocupar el puesto de su padre. Un ex banquero especialista en inversiones, Gamal fue educado en la élite de la Universidad Americana de El Cairo, y trabajó para el Banco de América. Estuvo muy involucrado en la “liberalización” económica de Egipto, que deleitó a los ricos mientras que hizo sufrir a los pobres. Esta información es suficiente para dejar clara donde está su lealtad política. El año pasado, El Cairo fue cubierto por pósteres pidiendo a Gamal que se presentase a la presidencia en las elecciones previstas para finales de este año.

Los manifestantes mostraron su actitud hacia el hijo elegido coreando “Gamal, dile a tu padre que los egipcios te odiamos” y destrozando su imagen.

Con la velocidad de un rayo todo se ha convertido en su contrario. En las calles de El Cairo y otras ciudades egipcias la gente no está sólo hablando de la revolución. Está llevando a cabo una revolución. Eso es ahora un hecho indiscutible. La pregunta que se plantea es ¿quién o qué es lo que va a sustituir al régimen de Mubarak? Pero ésta no es la cuestión más prioritaria en las mentes de los manifestantes. Tal vez los jóvenes en las calles no sepan exactamente lo que quieren. Pero saben exactamente lo que no quieren. Y eso es suficiente por ahora.

La tarea inmediata es llevar a cabo el derrocamiento de Mubarak y su podrido régimen. Eso abrirá las compuertas y permitirá al pueblo revolucionario abrirse el paso. Todos los días están descubriendo su fuerza en las calles, y la importancia de la organización y la movilización de masas. Eso ya es una gran conquista. Después de haber pasado por la experiencia de una dictadura de treinta años, no van a permitir la imposición de una nueva, o cualquier intriga que recree el viejo régimen con un nuevo nombre. Túnez es una prueba suficiente de esto.

A pesar de los intentos de los medios de comunicación de exagerar el papel de la Hermandad Musulmana, está completamente claro que el elemento islámico ha estado en gran parte ausente de estas protestas, que han tenido lugar bajo la bandera de la democracia revolucionaria. La gran mayoría de los activistas son jóvenes de las escuelas y universidades, que no están en absoluto bajo la influencia del fundamentalismo islámico. Ni siquiera está claro si la participación tardía de la Hermandad Musulmana en las manifestaciones de hoy tuvo un efecto real en el aumento del número de manifestantes en las calles.

Ahora que las masas han podido comprobar su propio poder, no van a estar satisfechas con medidas a medias. Saben que lo que han logrado ha sido conquistado con sus propias manos. Mohamed ElBaradei, un líder de la oposición y un ex funcionario de las Naciones Unidas y Premio Nobel, regresó a Egipto ayer por la noche, pero nadie cree excepto tal vez los americanos que pueda convertirse en un foco para los movimientos de protesta que han surgido en todo el país sin la ayuda de ningún “líder” burgués. Hoy las cámaras de televisión extranjeras hicieron un débil intento de destacar la participación de ElBaradei en la manifestación. Pero todo lo que consiguieron fue mostrar imágenes de un hombre viejo desconcertado que apenas parecía saber dónde estaba ni lo que estaba haciendo.

La lucha por la democracia total permitirá la construcción de verdaderos sindicatos y partidos obreros, pero también plantea la cuestión de la democracia económica y la lucha contra la desigualdad. La democracia sería una frase vacía si se negara a poner las manos sobre la riqueza obscena de la élite gobernante. ¡Confiscación de las propiedades de la camarilla gobernante! ¡Expropiación de la propiedad de los imperialistas que apoyan el régimen y explotan al pueblo de Egipto! La lucha por la democracia, si se prosigue hasta el final, debe de llevar inevitablemente a la expropiación de los banqueros y los capitalistas y al establecimiento de un gobierno obrero y campesino.

Revolución mundial

En 1916 Lenin escribió estas líneas:

“Quien espere una revolución social ‘pura’ nunca vivirá para verla. Esa persona apoya la revolución de boquilla sin entender lo que es la revolución…

“La revolución socialista en Europa no puede ser otra cosa que un estallido de la lucha de masas por parte de todos y cada uno de los elementos oprimidos y descontentos. Inevitablemente, secciones de la pequeña burguesía y de trabajadores atrasados participarán en ella sin esa participación, la lucha de masas es imposible y ninguna revolución es posible, e inevitablemente también traerán al movimiento sus prejuicios, sus fantasías reaccionarias, sus debilidades y errores.

“Pero objetivamente atacarán al capital, y la vanguardia con conciencia de clase de la revolución, el proletariado avanzado, expresando esta verdad objetiva de una lucha de masas abigarrada y discordante, variopinta y aparentemente fragmentada, será capaz de unir y dirigirla, capturar el poder, apoderarse de los bancos, expropiar los monopolios odiados por todo el mundo (aunque por razones diferentes), e introducir otras medidas dictatoriales que en su totalidad significan la caída de la burguesía y la victoria del socialismo, que, sin embargo, no se purgará de forma inmediata de escoria pequeño burguesa.” (Lenin, La discusión sobre autodeterminación resumida.)

Estas líneas podrían haber sido escritas ayer. Toda la situación mundial ha cambiado de manera decisiva y los acontecimientos en Egipto muestran esto de una forma muy dramática. Hemos entrado en la época decisiva de la revolución mundial. En ninguna parte el carácter internacional de la revolución está más claro que en el norte de África y Oriente Medio. Se propaga sin cesar de un país a otro: desde Túnez a Argelia, desde Jordania a Egipto, desde el Yemen a Líbano.

Los acontecimientos de Túnez, por supuesto, fueron inspiradores. Ahora la gente podía ver con sus propios ojos que incluso el más poderoso aparato de seguridad no pudo impedir el derrocamiento de un dictador odiado. La gente en las calles de El Cairo incluso imitaron el lema francés de los manifestantes tunecinos: “Dégage, Mubarak”.

Túnez mostró lo que era posible. Pero sería completamente falso suponer que esta fue la única o, incluso, la causa principal. Las condiciones para una explosión revolucionaria habían madurado ya en todos estos países. Todo lo que se necesitaba era una sola chispa para encender el polvorín. Túnez la proveyó. El levantamiento revolucionario ha llegado ya a otros países árabes como Yemen. Al igual que en Túnez, los pueblos de Egipto, Argelia, Jordania y Yemen viven en la pobreza sometidos a élites gobernantes dictatoriales que tienen una vida de lujo mediante el saqueo de la nación.

Estos movimientos tienen similitudes sorprendentes con los movimientos de masas que llevaron al derrocamiento de los regímenes de Europa del Este. Una vez más, sobre el papel, estos gobiernos tenían un aparato estatal fuerte, grandes ejércitos, la policía y la policía secreta. Pero eso no los salvó. La burguesía no cabía en sí de gozo por la caída del “comunismo”. Pero su alegría fue prematura. En retrospectiva, la caída del estalinismo será visto sólo como el preludio de un desarrollo mucho más sobrecogedor: el derrocamiento revolucionario del capitalismo. Por todas partes, incluidos los Estados Unidos, el sistema está en crisis. Por todas partes, la clase dominante está tratando de poner todo el peso de la crisis de su sistema sobre los hombros de las capas más pobres de la sociedad.

En Túnez y Egipto, el sistema se está rompiendo por sus eslabones más débiles. Se nos dirá que semejantes cosas no puede suceder aquí, que la situación es diferente y así sucesivamente. Sí, la situación es diferente, pero sólo en grado. Por todas partes, la clase obrera y la juventud se enfrentan a la misma alternativa: o bien aceptamos la destrucción sistemática de nuestro nivel de vida y los derechos, o bien luchamos.

El argumento de “aquí no puede suceder” no tiene ninguna base científica o racional. Lo mismo se dijo de Túnez hace sólo un par de meses, cuando ese país fue considerado como el más estable en el norte de África. Y el mismo argumento fue repetido en relación a Egipto, incluso después de que Ben Ali había sido derrocado. Sólo unas pocas semanas fueron suficientes para desenmascarar la falsedad de esas palabras. Así es la velocidad de los acontecimientos de nuestra época. Tarde o temprano, la misma pregunta se planteará en todos los países de Europa, en Japón, en Canadá, en los Estados Unidos…

Acontecimientos revolucionarios están en el orden del día. El proceso avanzará a una velocidad mayor o menor de acuerdo a las condiciones locales. Pero ningún país puede considerarse a salvo del proceso general. Los acontecimientos en Túnez y Egipto nos muestran nuestro propio futuro como en un espejo.

Revolución en Egipto: El poder está en la calle

“La calle no está siendo organizada por los partidos, no está siendo organizada por el Estado. No está controlada por nadie.” (Al Jazeera)

Al seguir los acontecimientos hora a hora, me vino a la memoria el siguiente incidente de la Revolución Francesa. El 14 de julio de 1789, poco después de la toma de la fortaleza de la Bastilla, el rey francés Luis XVI le preguntó al duque de Rochefoucauld-Liancourt: “¿Es esto una revuelta?” Ante lo cual el duque pronunció la respuesta inmortal: “Non Sire, c’est une révolution “ – “No señor, es una revolución”.

En Egipto, estamos asistiendo a una revolución a toda marcha. Después de cinco días de luchas colosales, este hecho ha penetrado hasta los cráneos más obtusos. La revuelta popular se extiende cada hora que pasa. Es como un caudaloso río que se desborda y arrasa con todas las barreras que se levantaron para contenerlo.

Durante la noche toda la policía desapareció de las calles de la capital. Tanques y vehículos blindados están en las calles de El Cairo, donde los fuegos de la violencia del día anterior aún continúan humeantes. Los servicios de telefonía móvil se han restaurado en la ciudad, pero Internet sigue bloqueado.

Mientras tanto, el número de muertos ha aumentado a 53 según los informes, hasta la jornada de protesta del 28 de enero. En Suez, donde al menos veinte personas han muerto, los cuerpos de los mártires fueron llevados por las calles mientras la gente gritaba consignas revolucionarias. En El Cairo los presos políticos han tomado el control de una cárcel. En Giza, la gente ha quemado la comisaría de policía y están atacando a la policía. Quemar vehículos policiales se ha convertido en algo común en las calles egipcias. En un caso, un grupo de manifestantes trató de empujar un vehículo blindado al río Nilo.

Después de la retirada de la policía ha habido muchos informes de saqueos. La gente sospecha que esto ha sido organizado deliberadamente por el régimen con el fin de crear la impresión de anarquía y caos. Está claro que las cárceles se abrieron para dejar salir a los elementos criminales que han sido armados para tal fin. La televisión egipcia ha mostrado escenas de destrucción de objetos preciosos en el histórico Museo de El Cairo.

Es un secreto a voces que se trata de una maniobra para destruir la revolución. El gran número de policías armados que ayer estaban disparando contra los manifestantes desarmados se esfumaron para ser vistos como lumpenproletarios armados dispuestos al ataque. Varios de los saqueadores que han sido capturados por los manifestantes resultaron ser policías encubiertos.

En respuesta, se han establecido comités de vecinos en Suez y Alejandría para mantener el orden y evitar los saqueos. En algunos lugares, estos comités están incluso dirigiendo el tráfico. Hay una urgente necesidad de generalizar los comités y armar al pueblo. Debemos recordar el lema de la Revolución Francesa: “Mort aux-voleurs!” (¡Muerte a los ladrones!)

El discurso de Mubarak

“El poder tiende a corromper,” dice el refrán, “El poder absoluto corrompe absolutamente.” El Presidente sufre de los mismos delirios de grandeza que afectaba a las capacidades mentales de todos los emperadores romanos y del zar de Rusia en el pasado. El discurso de anoche del presidente Mubarak, lejos de calmar la situación, ha arrojado gasolina sobre las llamas.

El mensaje del pueblo es fuerte y claro. Pero el Presidente no lo escucha. Es ciego y sordo y ha perdido el uso de la razón. Un hombre que se ha acostumbrado a estar rodeado de una camarilla de cortesanos serviles pendientes de cada palabra suya pierde todo contacto con la realidad. Comienza a creer en su propia omnipotencia. La línea de la frontera entre la realidad y la fantasía se vuelve borrosa. Tal estado de ánimo es similar a la locura.

Viendo a Mubarak hablar, uno tenía la impresión de ver un hombre que ha perdido todo contacto con la realidad y está jugando con sus propias fantasías. Él prometió que todo sería mejor de ahora en adelante, si el pueblo confía en él. Proclamó el cese de su gobierno y que amablemente nombrará a otro. Hará los cambios necesarios. Pero no va a tolerar el caos y el desorden. Cualquier persona que desobedezca no puede esperar ninguna piedad.

Esta es la voz del Padre del Pueblo, el faraón duro pero benevolente que decide todo para el beneficio de sus hijos. Pero el pueblo de Egipto no está formado por niños pequeños y no tiene necesidad de un faraón que tiene que enviar su ejército a las calles para mantenerlos obedientes.

El gobierno ha renunciado como era de esperar y ha sido nombrado un “nuevo” gobierno (por Mubarak). El primer ministro será Rachid Mohamad Rachid – un millonario y exministro de la inversión, el comercio y la industria. Rachid se identifica con las denominadas reformas “neoliberales” que han contribuido a las penurias de las masas: el desempleo y el aumento de los altos precios, y de la pobreza.

Este nombramiento es suficiente para revelar la fisonomía exacta del “nuevo” gobierno. Es una provocación al pueblo en las calles. Desde entonces, Omar Suleiman, de 74 años y jefe de los servicios de inteligencia del Estado ha sido nombrado Vicepresidente. Ya que Suleiman es uno de los principales secuaces de Mubarak, se trata de la provocación más descarada contra las masas. Esto demuestra hasta cuán alejado de la realidad está Mubarak.

Si el discurso del presidente tenía la intención de calmar las cosas, tuvo el efecto contrario. Ayer por la noche la BBC habló por teléfono con un hombre que había salido a la calle todo el día: “Tenía la intención de irme a la cama durante unas horas y luego continuar manifestándome mañana, pero después de oír hablar a Mubarak inmediatamente llamé por teléfono a todos mis conocidos para que salieran y se manifestaran, y me volví a la calle.”

La “amenaza islamista”

Los medios de comunicación occidentales repiten constantemente la idea de que los Hermanos Musulmanes están detrás de las protestas, y que son la única alternativa a Mubarak. Esto es falso. El hecho es que, al igual que todos los demás partidos políticos, los Hermanos Musulmanes han sido completamente sorprendidos por este movimiento. Al principio ni siquiera lo apoyaron, y su papel en la organización de las protestas ha sido mínimo.

Los Hermanos Musulmanes recientemente cambiaron sutilmente su mensaje antes de las últimas protestas. El diputado Mahmud Izzat habló para alentar las protestas: “La gente quiere libertad, la disolución de este Parlamento inválido. Desde el principio esto es lo que los jóvenes han estado gritando y estamos con ellos.”, le dijo Izzat al canal de noticias Al-Jazeera. Y pasó a criticar a “la fuerza excesiva” de los servicios de seguridad.

Sin embargo, los Hermanos no han organizado las protestas y en las manifestaciones se ven muy pocos fundamentalistas barbudos. La mayoría de los activistas son jóvenes, muchos de ellos estudiantes, pero también hay muchos jóvenes desempleados de los barrios pobres de El Cairo y Alejandría. Ellos no están luchando por la introducción de la sharia, sino por libertad y empleo. .

El hecho del asunto es que estos reaccionarios no quieren este movimiento revolucionario y tienen un miedo mortal al mismo. Las personas que salían de las mezquitas para manifestarse en las calles de Suez después de las oraciones del viernes lo hicieron a pesar del hecho de que el imán les dijo que no participaran en las protestas. El papel reaccionario de los fundamentalistas se demuestra por el influyente islamista al-Qaradawi, que, de acuerdo con Aljazeera, “insta a la gente a no atacar las instituciones del Estado.”

Los propios Hermanos están divididos y en declive. Hossam el-Hamalawy le dijo a Al Jazeera:

“Los Hermanos han sufrido divisiones desde el estallido de la Intifada de Al Aqsa (Jerusalén). Su participación en el Movimiento de Solidaridad de Palestina cuando llegó a confrontar con el régimen fue abismal. Fundamentalmente, cada vez que su dirección llegaba a un compromiso con el régimen, especialmente la dirección más reciente del Guía Supremo actual, desmoralizaba a sus cuadros de base. Conozco personalmente a muchos Hermanos jóvenes que abandonaron el grupo. Algunos de ellos se han unido a otros grupos o se mantuvieron independientes. A medida que el movimiento en la calle crece y las direcciones de base se implican en él, la dirección de arriba no puede justificar por qué no son parte de la nueva insurrección.”

Repercusiones internacionales

Si el gobierno y todos los partidos políticos fueron tomados por sorpresa, esto es aún más evidente en el caso de los gobiernos occidentales. Después de haber negado cualquier posibilidad de un levantamiento en Egipto hace sólo una semana, los dirigentes del mundo occidental en Washington están ahora con la boca abierta.

Obama y Hillary Clinton parece estar teniendo dificultades para mantenerse al día de la situación. Sus declaraciones públicas demuestran que todavía no han comprendido la realidad sobre el terreno. Expresan su solidaridad con los manifestantes, pero aún están a favor de mantener un diálogo amistoso con el gobierno que está disparando balas y gases. Este deseo de montar dos caballos al mismo tiempo, puede ser comprensible, pero es un poco difícil de hacer cuando los dos caballos están corriendo en direcciones opuestas.

El presidente Obama, como todos saben, se especializa en correr hacia todas las direcciones a la vez. Pero su especialidad principal es la de no decir nada, pero diciéndolo muy bien. Él aconseja a Egipto que introduzca la democracia y ofrezca a los ciudadanos trabajo y un nivel de vida decente. Pero ni él ni ninguno de sus predecesores tuvieron ningún problema en colaborar con Hosni Mubarak, a pesar de que sabían que era un tirano y un dictador. Sólo ahora, cuando las masas están a punto de derrocarlo, de repente empiezan a cantar las alabanzas de la democracia.

La petición de Obama de más empleos y mejores condiciones de vida en Egipto suena muy hueca. Fue Estados Unidos quien estuvo detrás de la “reformas” económicas de 1991, que llevaron a Egipto al tipo de “liberalismo” que dio lugar a la enorme desigualdad, la riqueza obscena para unos pocos y la pobreza y el desempleo para la gran mayoría. Más que cualquier otra cosa esto es lo que ha creado la actual situación explosiva en Egipto. En este contexto, el consejo de Obama es la peor clase de cinismo.

La preocupación de Washington no está motivada por consideraciones humanitarias y democráticas. Está motivada por el interés propio. Egipto es el país árabe más importante en el Oriente Medio. En comparación, Túnez es un país pequeño y relativamente marginal. Pero, históricamente, lo que pasa en Egipto tiende a comunicarse a toda la región. Es por eso que todas las camarillas gobernantes árabes están preocupadas, y es por eso que Washington está preocupado.

Y tienen razón para preocuparse. Pero los círculos gobernantes israelíes están aún más preocupados. Mubarak es un instrumento útil de la política exterior israelí. Como un “moderado” (es decir, un títere de occidente) él ayudó a mantener la ilusión de un “proceso de paz” fraudulento que mantuvo a las masas palestinas bajo control, mientras que los israelíes consolidaron sus posiciones. Él apoyó al igualmente “moderado” Abbas y a otros dirigentes de la OLP, que han traicionado las aspiraciones del pueblo palestino. Y apoyó la llamada guerra contra el terror.

Fue, pues, muy útil tanto para los estadounidenses como para los israelíes. Sus servicios fueron bien recompensados. Los EE.UU. subsidiaron su régimen con una suma de alrededor de $5.000 millones al año. Egipto es el cuarto mayor receptor de ayuda estadounidense, después de Afganistán, Pakistán e Israel. La mayoría de este dinero fue gastado en armas, un hecho que ha sido dolorosamente revelado a los manifestantes en casa cuando leen en las etiquetas de los botes de gas lacrimógeno las palabras “Made in USA”, escritas en ellos. Estos mensajes de Washington hablan a los manifestantes egipcios con una elocuencia mucho mayor que los discursos de Obama.

La eliminación de Mubarak, por lo tanto, implica eliminar a uno de los elementos más importantes en materia de política exterior de EE.UU. en el Oriente Medio. Además, pondrá en peligro a los “moderados” (pro-estadounidense) regímenes árabes. Ya las protestas masivas crecen en Jordania y Yemen. Otros los seguirán. La propia Arabia Saudí no está segura.

Los imperialistas se miran horrorizados. De la noche a la mañana todos sus esquemas están deshaciéndose. Malcolm Rifkind, ex conservador ministro de Exteriores británico, dijo en la televisión de la BBC cuando se le preguntó por su punto de vista sobre la situación: “Bueno, esto ha sido preparado durante mucho tiempo. Cualquiera que sea el gobierno que llegue al poder en Egipto no será pro-occidental. Pero no hay mucho que podamos hacer al respecto.”

El ejército

El ejército es lo único que separa a Mubarak del abismo. ¿Cómo va a reaccionar el ejército? El ejército ha sustituido a la policía en las calles. La relación entre los soldados y los manifestantes es insegura y contradictoria. En algunos casos hay confraternización. En otros casos, ha habido enfrentamientos con los manifestantes.

Con el fin de poner fin a la rebelión, sería necesario matar a miles de manifestantes. Pero es imposible matarlos a todos. Y no hay garantía de que las tropas estén dispuestas a obedecer la orden de disparar contra manifestantes desarmados. Los oficiales del ejército saben que un incidente sangriento bastaría para romper en pedazos al ejército. Parece muy poco probable que estén dispuestos a asumir el riesgo. En el día de hoy el sitio web de la BBC especula sobre el papel del ejército:

“En términos generales, los egipcios respetan a su ejército, que todavía es visto como un baluarte patriótico en contra de su vecino Israel, con quien fue a la guerra en 1967 y 1973.

“Pero la policía antidisturbios vestida de negro, la Fuerza de Seguridad Central (Amn al-Markazi), pertenece al Ministerio del Interior y ha estado en la vanguardia de la mayor parte de los violentos enfrentamientos con los manifestantes.

“Mal pagados y en su mayoría analfabetos, son alrededor de 330 mil si se suma la Policía de Fronteras. Ellos mismos se amotinaron por los bajos salarios en los primeros años del gobierno del presidente Mubarak y tuvieron que ser controlados por el ejército.

“El ejército tiene una fuerza similar – 340.000 – y está bajo el mando del general Mohamed Tantawi, quien tiene estrechos vínculos con los EE.UU. (que acaba de visitar el Pentágono).

“Cuando el señor Mubarak ordenó al ejército salir a las calles de El Cairo y otras ciudades a última hora del viernes, su objetivo era respaldar a la policía antidisturbios que había sido, en gran medida, superada en número por los manifestantes.

“Pero muchos de éstos están esperando que el ejército estará a su lado o, al menos, actuará como una fuerza de freno hacia la policía, que ha estado actuando con excesiva brutalidad en toda esta protesta.

“De ahí los aplausos que recibieron las columnas de vehículos del ejército, cuando se dirigían a El Cairo el viernes por la noche.

“Hasta ahora, el presidente Mubarak ha contado con el apoyo de las fuerzas armadas.

“Él fue, después de todo, un oficial de carrera de la fuerza aérea que, repentinamente, fue catapultado a la presidencia cuando Anwar Sadat fue asesinado en 1981.

“Pero si estas protestas continúan y se intensifican surgirán voces veteranas dentro del ejército que estarán tentadas de instarlo a que renuncie”.

Los días del régimen de Mubarak están contados, y esto debe estar quedando claro a los jefes del ejército, que deben pensar en su propio futuro. Incluso si las fuerzas de seguridad logran sofocar las protestas de hoy, ¿cómo van a sofocar las que sucedan la semana que viene, o el mes que viene, o el próximo año? El poder está, de hecho, tirado en la calle, esperando que alguien lo recoja. Pero, ¿quién lo hará? Si un partido, como el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, estuviera presente, la conquista del poder por la clase obrera estaría en el orden del día. El problema es que este partido no existe todavía.

A falta de un partido revolucionario y de una dirección, la situación actual puede terminar en un punto muerto. En tales situaciones, el Estado mismo, en la forma del ejército, tiende a elevarse por encima de la sociedad y a convertirse en el árbitro entre las clases. En Egipto y otros países de Oriente Medio hay una larga historia de tales cosas, empezando por la figura de Gamal Abdel Nasser. Es posible que una parte de los jefes del ejército decidan voltear a Mubarak.

El movimiento de masas es lo suficientemente fuerte como para derrocar al antiguo régimen. Pero aún le falta el nivel necesario de organización y de dirección para constituirse como un nuevo poder. En consecuencia, la revolución será un asunto de larga duración, que deberá pasar por una serie de etapas antes de que los trabajadores estén en condiciones de tomar el poder en sus manos. Habrá una serie de gobiernos de transición, cada uno más inestable que el anterior. Pero sobre una base capitalista ninguno de los problemas fundamentales se podrá resolver.

Sin embargo, la caída de Mubarak abrirá las compuertas. La clase obrera ha despertado a la lucha. Durante los últimos cuatro años ha habido una ola de huelgas en Egipto. Los trabajadores aprovecharán la democracia para presionar por sus demandas de clase. La lucha por la democracia abrirá el camino para la lucha por el socialismo.

Tunez y Egipto: Rebeliones de ida y vuelta

Se trata de un hecho esperado debido a la notable falta de correspondencia entre los niveles de desarrollo económico o de ingresos por concepto de exportaciones petroleras, con el atraso institucional expresado en la existencia de sistemas políticos o regímenes antediluvianos que, con pocas excepciones y dudosas coberturas ideológicas, caracterizan a casi todo el Medio Oriente, parte del Magreb y África del Norte

Aunque es difícil creer que tal cosa ocurra, la espontaneidad parece caracterizar a movimientos que sin apenas debates ni concertación visible, aunque con un valor y una determinación inimaginable semanas atrás, han lanzado a las calles de las ciudades de Tunez y Egipto a grandes masas que parecen no limitarse a la sustitución de las figuras principales ni conformarse con cambios cosméticos, sino que avanzan hacía metas difíciles de aquilatar.

Aunque a nadie debe extrañarle que en algún momento, en un sentido u otro y con razones o sin ellas, se invoque al Islam, las verdaderas causas de las revueltas hay que buscarlas en el atraso político que caracteriza a casi todos los países de una región donde la democracia (cualquiera que sea su forma) jamás se ha desplegado y donde las libertades básicas nunca han sido respetadas. Si algún ejemplo hiciera falta, la situación de discriminación y exclusión de las mujeres y las niñas sería un botón de muestra.

De lo ocurrido, en Tunez y Egipto es imposible culpar a occidente, menos aun al comunismo y tampoco al Islam, las causas y las consecuencias del actual estado de cosas son endógenas, se han gestado en los últimos sesenta años, se asocian a la falta de evolución política posterior a la independencia, y se vincula a un ejercicio autoritario y corrupto del poder.

Aunque usualmente se ofenden cuando se les menciona, muchos estados árabes y sus elites dominantes han llegado al siglo XXI y a la era de la sociedad global de cuyas ventajas tecnológicas, lujos y fastuosidades, financiadas por los dones del petróleo disfrutan con absoluta naturalidad, con sistemas políticos virtualmente tribales.

Algunos de los puristas que abogan por aplicar implacablemente interpretaciones torcidas de presuntas leyes islámicas, llevan una vida de lujos y extravagancias que ofenden el sentido común. Crean pistas para esquiar sobre hielo en el desierto, gustan de la buena mesa, degustan los más finos vinos y manjares, son asiduos a los casinos y lupanares más caros del mundo y cabalgan sobre las más caras prostitutas del planeta.

Exceptuando las grandes operaciones tipo 11/S, que obviamente carecen de motivaciones confesionales, las expresiones cotidianas de intolerancia y los actos de violencia no ocurren por el rechazo del Islam a los credos cristianos, ni tienen lugar contra occidente, sino que se deben a pugnas entre las propias corrientes islámicas y entre camarillas políticas que se valen de la fe religiosa como excusa para oprimir y negar los derechos a sus propios pueblos.

En el mundo moderno, independientemente de otros significados, la fe religiosa, incluyendo el Islam, es un hecho cultural, una concepción de la existencia asumida por personas cultas y políticamente avanzadas que ha dado lugar a la convivencia entre las religiones y los credos.

La tolerancia religiosa, la libertad de cultos, la igualdad de géneros, la pluralidad cultural y el respeto a los derechos humanos, ausentes en algunos países árabes gobernados por clanes primitivos y conservadores, derechistas y reaccionarios, no son adornos de la democracia, sino componentes esenciales de ella.

El modo como el presidente Hosni Mubarak cree poder manejar la crisis enviando los tanques a las calles y plazas a la vez que, por vía tecnológica, silenciaba los teléfonos móviles, impedía la circulación de correos electrónicos y borraba a Egipto del mapa de Internet, originando el más grande apagón tecnológico que se conozca, evidencia a qué le teme y cómo cree posible administrar la crisis impidiendo que los ciudadanos egipcios se informen, se comuniquen y coordinen sus acciones

Obviamente las revueltas en Egipto y Tunez, como tampoco en Yemen que pueden extenderse a Arabia Saudita, Jordania y otros países, no han sido fraguadas en Washington por el simple hecho de que a Estados Unidos ni a Israel les convienen eventos que no pueden conducir y afectan a algunos de sus más sólidos aliados. Estos movimientos tampoco pueden atribuirse a Teherán o Damasco que, más que beneficiarse pueden ser seriamente perjudicados con un clima de reclamo y de apertura democrática.

No obstante, tanto para tirios como para troyanos, lo más preocupante no es el origen de las manifestaciones, sino su evolución que pudiera llevar agua al molino de fuerzas latentes en el Egipto, el Medio Oriente y África del Norte, cuyo acceso al poder sin ser favorecido por las masas o por las elites puede consumarse.

El peligro real no radica en que haya caído Ben Alí o que en las próximas horas caiga Mubarak o rueden las testas coronadas de los reyes árabes, sino en lo que puede venir después, que al parecer nadie sabe qué y cómo será. Allá nos vemos.

*especial para ARGENPRESS.info

La crisis entre Davos y Egipto

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En simultáneo al cónclave del poder, miles de manifestantes poblaron de resistencia las calles de varios países del norte de África y medio oriente, haciendo evidente el sufrimiento de los pueblos por el ejercicio del orden capitalista. La represión y muerte de decenas de manifestantes es la respuesta de los gobiernos y el saldo hasta ahora. Aún fuera del temario, la rebelión popular se coló en las discusiones del poder económico mundial.

Unos 2.500 participantes se concentraron en Davos para discutir “Los enfoques comunes para la nueva realidad”. Esa “nueva realidad” era pensada como superación de la crisis, ante los datos del crecimiento de la economía estadounidense (2,9% para el 2010, luego del -2,6 del 2009) (1), pero en el mismo momento de la reunión estalló la rebelión popular en Túnez, Yemen y especialmente Egipto, país paradigmático para el mundo capitalista, especialmente EEUU que lo asiste con fondos por 1.500 millones de dólares anuales. Por ello adquirió otra relevancia en el cónclave de los poderosos, el análisis del aumento de los precios de los productos básicos, y el tema de la deuda soberana en alusión a la continuidad de la crisis mundial.

El tema del aumento de los alimentos es clave para pensar la revuelta en Egipto, gran importador de alimentos, especialmente de trigo. Egipto es un importante comprador de trigo a la Argentina. La hambruna es la reversa del alza de los precios y si estos estimulan nuevas burbujas de especulación, en paralelo no deben sorprender los impactos regresivos sobre buena parte de la población mundial. No es sorpresa la movilización popular cuando el hambre se instala en forma generalizada. Hambre y represión por un lado, y del otro suba del oro, las comodities, alimentos y los bonos para refugio de inversores interesados en la ganancia y no en los 1.020 millones de hambrientos según la FAO.

La cuestión de la deuda externa preocupa, especialmente cuando EEUU acaba de superar los 14 billones de dólares de su deuda pública y privada, siendo la pública de 3,5 billones de dólares, superando ampliamente el problema históricamente concebido para los países del sur del mundo (en desarrollo), que en conjunto acumulan una deuda pública de 1,4 billones de dólares. (2)

Un monto que representa el 10% de la deuda total de EEUU. El endeudamiento público estadounidense supera dos veces y medio el de los países en desarrollo. La mitad de la deuda total de EEUU fue asumida en los últimos seis años, tres de los cuales han sido en situación de crisis evidente.

Hoy la deuda es problema por los elevados niveles que se registran en los países capitalistas desarrollados. Francia solamente acusa una deuda pública de 1,2 billones de dólares, casi similar a la totalidad del mundo en desarrollo. Mientras en América Latina, la deuda total, pública y privada representa el 22% del PBI, para Gran Bretaña es el 400%, Portugal el 263%, España el 169%, Grecia 168%, Alemania 148%, EEUU 100% e Irlanda el 979%. Convengamos que los principales acreedores de esos países son los bancos transnacionales, quienes aceleradamente, como en los 80, en tiempos de la crisis de la deuda latinoamericana, están generando condiciones para transferir el costo del quebranto hacia los trabajadores y lo pueblos de esos países y del mundo. Son los temas que preocuparon al poder económico en DAVOS.

Deuda, capitalismo y crisis son tres categorías para explicar la política del poder mundial, del curso contemporáneo del capitalismo actual. La consigna del no pago se resignifica para los pueblos del mundo, contra el régimen del capital y su chantaje del endeudamiento, ayer contra el sur del mundo y hoy en el norte. Es parte de un programa a sostener junto al impuesto al movimiento internacional de capitales y el rechazo al conjunto de estrategias de liberalización (tratados de libre comercio, tratados bilaterales de inversión, los paraísos fiscales, y otras formas de defensa de las inversiones extranjeras), tanto como el desarme de la estructura financiera comandada por los organismos internacionales, especialmente el FMI y el Banco Mundial.

Hace falta una nueva arquitectura financiera y económica sustentada desde el sur, lo que supone discutir el patrón de cambio mundial y terminar con la hegemonía del dólar y las pretendidas sustituciones del euro o de la moneda que sea en función del capital y el régimen de explotación.

China en la mira de Davos

Otro de los temas en que se concentró la atención en Suiza fue conocer de cerca la realidad de países llamados emergentes, especialmente China e India, que pese a la crisis mantienen elevados niveles de crecimiento y son destino principal de las inversiones capitalistas a escala global.

La situación China fue explicada por la más numerosa delegación del cónclave, y remitió a la política de modernización y oportunidades para las inversiones y el mercado inmobiliario chino. China ya es el segundo PBI del mundo, que con sus 5,5 billones de dólares expresa un tercio respecto del registro estadounidense y superando a Japón y Alemania en el podio de las cuatro mayores economías del mundo.

Muchos escucharon las argumentaciones chinas, al tiempo que presionaron a los participantes chinos para flexibilizar las políticas de ese país, especialmente referidas a las presiones del G7 para una apreciación del Yuan, con vistas a mejorar las balanzas comerciales de las principales potencias capitalistas en crisis con China.

El papel del gigante asiático no se vincula solo con la economía mundial, sino que crecientemente pesa en la escena política. Es un tema trascendente para el poder mundial, pero también para quién piense en términos alternativos, incluso más allá del debate sobre el “modelo chino”, si socialista ó en tránsito al capitalismo, o directamente capitalismo de Estado.

No resulta menor la persistencia de la apropiación de la renta del suelo, la propiedad estatal sobre los medios de producción y la planificación estatal, no solo de la economía. Se trata de un tema estratégico en la disputa del poder mundial.

China es crecientemente importante para la Argentina, siendo ya el segundo socio comercial después de Brasil, y con un peso en ascenso en las inversiones externas directas que se registran en los últimos años.

Hace poco se conoció la compra del 50% del paquete accionario de BRIDAS por parte de una transnacional china. Fue una inversión por 3.100 millones de dólares. Se conocen inversiones diversas en nuestro país: para explotar gas en Tierra del Fuego; minería en las provincias cuyanas y del norte; la compra de tierras para producción agrícola, especialmente soja, producto del cual China es principal comprador.

Vale la mención sobre China ante la recepción en estos días en nuestro país de la Presidente del Brasil, la primera salida al exterior de Dilma Rousseff desde la llegada al gobierno.

Han sido crecientes las relaciones entre Brasil y Argentina en el último tiempo y son importantes las expectativas de acciones conjuntas, incluso entre ambos y la potencia asiática, una cuestión estratégica de las relaciones internacionales en un momento de crisis de la economía mundial y de disputa del orden mundial.

Pero existen interrogantes sobre estas relaciones.

¿El nuevo poder de países como China o Brasil, se jugará en la disputa de poder al interior del G20, con hegemonía plena de los países capitalistas desarrollados, especialmente de EEUU, pese a la crisis? ¿Puede pensarse en otro tipo de integración, que privilegie la relación Sur-Sur? ¿Qué puede hacer Argentina en este sentido con sus dos socios económicos principales? ¿Qué lecturas realizar a 10 años de la revuelta argentina y en momentos del levantamiento egipcio? ¿Se salió de la crisis, o el crecimiento de las principales economías augura nuevos problemas para los países dependientes en el capitalismo mundial?

Nuestra hipótesis apunta a señalar las contradicciones de la situación mundial, con persistencia de la crisis y señales concretas, especialmente de movilizaciones populares (en Bolivia contra el aumento del combustible y en Egipto contra el régimen de Mubarak y la asistencia estadounidense) para pensar en términos de alternativas al capitalismo. El socialismo vuelve a ser una posibilidad para construir otras relacione sociales.

Modestas expectativas desde el poder económico

En el Foro de Davos (3) intentaron trazar el rumbo político del capitalismo contemporáneo con ciertas prevenciones, pues el mismo fundador y presidente del FEM, Klaus Schwab, afirma que se abre “una era de modestia” (4), anunciando una pobre superación de la crisis, con bajos niveles de crecimiento (un 2,9% informado por EEUU para el 2010).

Un primer interrogante es si resulta correcto hablar de “nueva era” cuando aún sobrevive la situación de crisis de la economía mundial, donde el desempleo creciente continúa sido el efecto inmediato y evidente que sufren los sectores más desprotegidos en el capitalismo mundial. En EEUU el desempleo no baja del 10% y en España superó el 20%. Sin considerar la agresión y ofensiva que se mantiene sobre los recursos naturales, situación que agrava los peligros ambientales y afectan a recursos estratégicos como el agua y la tierra.

La crisis del “modelo productivo y de desarrollo” subsiste y es grave para pensar en términos de “nueva era”. La revuelta en los países árabes y el medio oriente da cuenta de situaciones que no siempre consideran los analistas del poder económico. Aludo al hartazgo de los pueblos a sus condiciones de vida, aunque no queden claras las alternativas económicas y políticas, generando por cierto un desafío para el pensamiento y la práctica por la emancipación.

El principal ejecutivo del Foro de Davos, Klaus Schwab, agrega que “En esta nueva realidad, somos nosotros, las víctimas colectivas, las que deben hacer el futuro más seguro. Y como ni los gobiernos ni las empresas solos podrán superar la complejidad de los desafíos globales, la frontera entre economía y política se va a hacer aún más pequeña”. (5)

Es muy curioso cómo se incluye a los victimarios, a los responsables de la crisis entre las víctimas. ¿Quiénes son los responsables de las políticas que llevaron a la crisis, sino el propio sistema financiero y económico internacional presente en Davos desde 1971? ¿Quién empujó y empuja la liberalización de la economía, sino los partícipes habituales de Davos desde sus posiciones de poder?

Más interesante aún resulta la reflexión que alude al vínculo entre economía y política, especialmente para pensar en la respuesta a Davos que provendrá la próxima semana desde DAKAR, cuando se reúna del 6 al 11 de febrero de 2011, la contra cara del FEM, el Foro Social Mundial (FSM), cuya consigna por otro mundo posible se mantiene como realidad y desafío. Es la señal que proviene de África y del oriente medio, aunque no se conozca exactamente el rumbo futuro de superación.

Aquel “que se vayan todos” vuelve a reaparecer en el escenario político y económico global. El desafío está en la construcción de alternativas, que supone nuevos cursos para el pensamiento y la acción emancipatoria.

Nuevos modos y formas de producción y apropiación de la naturaleza, donde el buen vivir de las comunidades andinas nos ofrecen posibilidades para pensar en nuevos tiempos, pero sobre todo, nuevas formas de pensar el agrupamiento social con perfil y objetivo político para la emancipación y transformación social. Los renovados intentos de democratizar la economía y la sociedad venezolana con mecanismos de poder popular, especialmente de los trabajadores en la gestión empresaria son estímulos para pensar el nuevo tiempo. El ejemplo persistente del proyecto revolucionario en Cuba es también referencia, especialmente en tiempos de renovación sustentada en un gran debate y movilización d la población cubana.

La alusión andina, por Bolivia o Ecuador, como la referencia a Venezuela y Cuba son atinentes para discutir los límites de unos procesos complejos, especialmente en el sur de América, pero también en otros países de la región, que formulan un discurso anti neoliberal sin sustanciar cambios profundos en la estructura económico social capitalista. El problema es el límite que se establece para la constitución de sujetos por la emancipación. Es un debate cotidiano en la política de nuestros países y también parte esencial de la discusión en el movimiento de movimientos, el FSM.

¿Es posible ir más allá de lo real existente? Se puede superar el posibilismo de que la realidad “es lo que hay”, como único imaginario posible. América Latina es un gran laboratorio para pensar al respecto, si se tiene la mira en las demandas de los pueblos por renovar y revolucionar las relaciones sociales, en la economía y en la política.

Notas:
1) Son datos del Departamento de Comercio de EEUU, leídos en el sitio de internet el 30-01-11: http://www.bea.gov/index.htm
2) Los datos sobre deuda externa están sacados de Eric Toussaint. Crisis Global. Del Norte al Sur del planeta: la deuda en todos sus estados. Presentación para Conferencia en Quito el 27 de enero de 2011, en la sede del Banco Central de Ecuador.
3) Amplia información sobre discursos y debates en: http://www.weforum.org/
4) El Foro Económico Mundial de Davos debate el nuevo escenario tras la mayor crisis desde 1930. En ámbito.com del miércoles 26 de enero de 2011 y consultado el 30 de enero de 2011 en: http://www.ambito.com/noticia.asp?id=565509
5) Ib.

Fuente: *ARGENPRESS.info
Julio C. Gambina es Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. Profesor de posgrado en diversas universidades públicas de Argentina y el exterior. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO.

Estados Unidos vive de la guerra…de los otros

Estados Unidos, que durante todo el siglo XX marcó el ritmo de la economía mundial constituyéndose en la potencia dominante con la mayor cuota de poder que sociedad alguna haya tenido en toda la historia, fue construyendo un modelo cultural inviable, monstruoso, francamente descabellado: el hiper consumo. La apología del consumo se entronizó en su cotidianeidad pasando a ser, por lejos, la nueva deidad a cuyo alrededor se construyó toda la vida. Consumismo hedonista, consumismo por el puro placer de consumir: figura rayana en lo psicótico que no tiene perspectiva, que se cierra sola, que se termina autofagocitando. La actual catástrofe medioambiental es su consecuencia directa.

Sólo para graficarlo con un ejemplo: mientras el consumo de agua necesario para una vida equilibrada es de 25 litros diarios por persona, término medio, contra el litro diario que consume un africano un ciudadano estadounidense utiliza… ¡100! Si se le preguntara a ese ciudadano común (digamos: Homero Simpson, prototipo del hombre medio del país) el por qué de ese desmedido consumo, no tendría respuesta. Levantando los hombros con desdén diría simplemente que porque “así es…”, y punto.

Así se edificó Estados Unidos: consumiendo, produciendo y consumiendo sin desmayo. Consumiendo más de lo necesario, creando continuamente nuevas necesidades. “Lo que hace grande a este país pudo llegar a decir el gerente de la agencia publicitaria BBDO, estadounidense y una de las más grandes del mundo es la creación de necesidades y deseos, la creación de la insatisfacción por lo viejo y fuera de moda”. Consumir sin límites…, pero llega un momento que eso topa con los límites: ¡hay que pagar lo que se consume! Valen entonces las palabras iniciales: “nada es gratis”. ¿Quién va a pagar ese hiper consumo desmedido de la sociedad estadounidense? Su población representa menos del 5% de la población mundial, pero consume alrededor del 25% de la producción de todo el planeta. Así como sucede con el ejemplo del agua dulce, así sucede con cualquier rubro. Eso es inviable, tanto en términos de sostenibilidad física (los recursos se agotan) como de posibilidades económicas: alguien tiene que pagar todo ese esfuerzo productivo. Y sucede que los estadounidenses no lo están pagando. ¿Quién lo va a pagar entonces?

Estados Unidos aún es la economía más fuerte del planeta y dos terceras partes de las reservas financieras mundiales están hechas aún en dólares, contra un cuarto acuñadas en euros, lo cual significa que desde Washington todavía se impone el ritmo mundial. Pero esto está cambiando. El pasivo que mantiene el país es técnicamente cada vez más impagable; tanto la deuda familiar (cada persona adulta tiene un promedio de 5 tarjetas de crédito y una deuda de 7.000 dólares) como el déficit del Estado. Estados Unidos, como potencia, no está derrotada, en absoluto. Pero ha iniciado un ciclo de regresión, de no expansión como proyecto de unidad nacional, con indicadores macroeconómicos que muestran insostenibilidad en el largo plazo. Ante ese déficit fiscal impagable, ante ese nivel de consumo irreal (se gasta mucho más de lo que se produce), su actual grandeza depende de la guerra, que es siempre una salida monstruosa ante las crisis (viejo recurso de todos los imperios). Pero esto es un elemento definitorio: no hay economía sana que pueda estar eternamente en dependencia de la guerra. Eso, tarde o temprano, cae.

Y en Estados Unidos, ya empezó la caída.

La economía de los seres humanos se basa en la producción de bienes y servicios necesarios para la vida; muchos de estos son inventados, prefabricados (“creación de necesidades y deseos” nos decía el publicista). Buena parte de las guerras actuales que tienen que ver con Estados Unidos, esta nefasta industria de la muerte, aunque parezca patético, trágico, inhumano, aborrecible y toda la larga cohorte de etcéteras condenatorios que quiera agregarse, eso está entre las “necesidades creadas” de la actual economía estadounidense. ¿Por qué? Porque la gran potencia, expresión máxima del sistema capitalista, está agotada. Más aún: el sistema económico mismo da señales de ir estando agotado, por eso cada vez más apela a estos recursos bestiales para sobrevivir. La industria de la muerte (la fabricación de armas y de guerras, el manejo de la producción y distribución de drogas ilegales, la destrucción bélica de países para su posterior reconstrucción…), todo eso pasó a ser el sector más dinámico de la economía mundial; es, dicho de otra manera, una tabla de salvación. Estados Unidos y el capitalismo desarrollado necesitan guerras.

Si a principios del siglo XX el presidente de Estados Unidos Calvin Coolidge podía decir que el negocio de su país consistía en “hacer negocios”, hoy eso se ha trocado en “hacer negocios con la guerra”. Que los otros se peleen, y ahí estamos nosotros para venderles armas. ¡Viva la guerra! El negocio de la muerte cada vez más va entronizándose como el ámbito que más crece, que más ganancias da. Y junto a ello, todo lo que se relaciona con la muerte. A título de ejemplo: en estos últimos 35 años el negocio de las drogas ilegales dentro del territorio estadounidense (otro negocio de la muerte) creció de un promedio de 17 a 400 toneladas, es decir: un 2.353%, lo que da como resultado un 67% de crecimiento anual (índice que ningún otro rubro comercial siquiera sueña con alcanzar).

El negocio de la muerte rinde mucho, sin dudas (25.000 dólares por segundo). Y para eso, cada vez más en forma creciente, se han ido entretejiendo poderosas telarañas de relaciones entre los fabricantes de armas y los fabricantes de guerras. Es decir: la gran industria productora de tecnología militar se apoya en un entramado de políticos de derecha, pensadores e ideólogos conservadores que justifican las guerras (los think tanks) y medios de comunicación absolutamente tendenciosos que crean las condiciones para que las mismas sean posibles. Así, de esa manera, la tan ansiada “paz” que se proclamó terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945 y para la que se creó la Organización de Naciones Unidas, parece muy pero muy lejos de alcanzarse. La guerra es negocio. Y… business are business.

Que haya guerras (más de 20 frentes de combate abiertos en la actualidad), que se compren (¡y usen!) armas por doquier (un muerto por minuto a escala planetaria como consecuencia de una detonación de algún arma de fuego), que se viva un clima de zozobra, de histeria colectiva por los nuevos fantasmas que nos atacan (¡el “sanguinario” terrorismo islámico!, ¡el narcotráfico!, el crimen organizado desbocado, etc.) climas prefabricados, por supuesto, todo eso es funcional a esa gran industria que, hoy por hoy, es pieza fundamental de la economía estadounidense. Dato patético: en Latinoamérica uno de los rubros comerciales que viene creciendo más aceleradamente en estos últimos 20 años es el negocio de las empresas de seguridad. Y eso ahí está lo conmovedor, lejos de asegurar la seguridad de la población, el clima de paz y concordia, no disipa el clima de violencia creciente que se va viviendo (muchos de esos países atraviesan epidemias de violencia con índices de criminalidad por arriba de los 20, 30 y 40 muertes anuales por 100.000 habitantes, cuando lo esperable sería no superar los 5 muertos). ¿Será que se necesitan estos climas hostiles? ¿Quién hará los businesses en ese caso?

Alrededor de dos terceras partes de todas las armas exportadas en el mundo provienen de la industria de Estados Unidos. Business are business. Y sus propias fuerzas armadas consumen hoy casi la mitad de todos los gastos militares del mundo; gastos, por supuesto, que, pagados en dólares, van a parar como ganancias a las cuentas de ese gran complejo militar-industrial que no dejó nunca de crecer, ni siquiera habiéndose terminado la Guerra Fría. Dicho sea de paso, esos gastos militares representan casi una cuarta parte del presupuesto federal total de la nación. ¿Quién paga todo eso?

Ese fabuloso complejo militar-industrial-mediático-ideológico sabe lo que hace. Dicho conglomerado fue la espina dorsal de la rehabilitación económica de los Estados Unidos luego de la depresión de los años 30 del siglo pasado, y también fue pieza clave de su larga prosperidad de postguerra. Hoy continúa siendo el motor de la economía, moviendo impresionante cantidad de recursos, creando puestos de trabajo y manteniendo activa la capacidad investigativa y creativa de la vanguardia científico-técnica del país.

Toda esta monumental maquinaria bélica decide la política y la cultura de Estados Unidos, tanto en lo doméstico como en su proyección internacional. Hoy por hoy su poderío se basa en las guerras, siempre de los otros, nunca en su propio territorio. En todo sentido la guerra es su eje: su economía doméstica está alimentada en un alto porcentaje por la industria de guerra y su hegemonía planetaria (apropiación de materias primas e imposición de reglas de juego económicas y políticas a escala global con el primado del dólar) también depende de ellas. Hoy día Washington necesita de las guerras, el país entero necesita de ellas para continuar viviendo. Sin las guerras, la potencia no sería potencia. Es más: sin las guerras no podría siquiera mantenerse. ¿Cómo haría, por ejemplo, para mantener ese hiperconsumo de agua dulce por ejemplo, si sus reservas están por agotarse y no se asegurase otras nuevas por medio de la fuerza? Ahí están los boys entonces, siempre listos para defender la “libertad” y la “democracia” en el mundo. Por cierto, y para graficarlo, una de las bases militares más grandes de que dispone en Latinoamérica se halla en la triple frontera argentino-brasileño-paraguaya, donde “casualmente” se ubica el Acuífero Guaraní, la segunda reserva subterránea de agua dulce más grande del mundo. Por supuesto, la justificación para la creación de ese destacamento militar es muy otra: ¡la presencia de fanáticos musulmanes y escuelas coránicas de Al Qaeda en la zona! (Bueno…, además de imponerse con la fuerza bruta, parece que también nos toman por estúpidos).

A propósito, valga decir que oficialmente Estados Unidos posee 737 bases en todo el orbe, con un valor total de 127.000 millones de dólares cubriendo casi 2.800 kilómetros cuadrados en alrededor de 130 países. Evidentemente las armas no son sólo para ir de cacería…

La estrategia en curso de los sectores más conservadores y ligados a este complejo militar-industrial-mediático con el que las grandes corporaciones dominan la política de la Casa Blanca y por tanto el mundo consiste en desplegar fuerzas ofensivas infinitamente superiores a todos sus contrincantes (de hecho, en la actualidad, las fuerzas armadas estadounidenses tienen un poder de fuego similar a la suma de todo el resto del mundo) y promover guerras preventivas como parte definitoria de la iniciativa. A través de ellas (con la excusa que sea, por supuesto) Washington se asegura: 1) recursos vitales (energéticos, agua dulce, minerales estratégicos, biodiversidad para la industria transgénica), 2) posicionamiento militar cada vez más amplio en todo el orbe con lo que seguir controlando, 3) movimiento en su economía interna con una formidable industria bélica que no se detiene, y 4) otros negocios (venta de armas a terceros, y destrucción de países para reconstruirlos por medio de leoninos contratos). Complementando este sensacional business encontramos la promoción de un consumo irracional de armas por cantidades inconmensurables de gobiernos que son forzados a armarse hasta los dientes en consonancia con ese clima bélico que lo inunda todo. ¿Necesitan acaso las naciones pobres del Sur renovar sus flotas de tanques de guerra cada tanto? ¿Se termina el problema del narcotráfico con toda la tecnología militar que compran continuamente los países productores de sustancias básicas? ¿Por alguna remota casualidad despunta la paz por algún lado pese a esta parafernalia monumental de armas que no cesa de crecer? ¿A quién ayuda verdaderamente todo esto?

El negocio de la guerra, en definitiva, mantiene con vida la economía nacional estadounidense. Y en ese proyecto queda ya más que claro que no se trata de qué administración está de turno, si demócratas o republicanos (otras opciones no hay). Aparentemente los republicanos son más funcionales a los proyectos de ultra derecha militarista, pero la experiencia de estos años muestra que el ¡Premio Nobel de la Paz! Barack Obama, demócrata, y todo su gobierno, no pueden despegarse de una línea ya trazada: la economía de guerra ha llegado para quedarse en este capitalismo en decadencia que representa Estados Unidos manejado por los halcones fundamentalistas.

El nuevo presidente, más allá de las honestas expectativas de cambio que pudo generar en su momento, terminó ampliando las guerras de Afganistán y Pakistán, al par que enviaba al Congreso un presupuesto con gastos militares siempre en expansión, mayor que el de su antecesor, un guerrerista declarado. Pero ese recurso de salvamento tiene sus bemoles. Las economías de guerra, si bien pueden ser un tubo de oxígeno que refresca por un tiempo, no permiten construir una sociedad sana, por la sencilla razón que toda esa maquinaria de muerte se ha tornado impagable. Y, como decíamos al principio, alguien debe responsabilizarse de los gastos. El matón del barrio puede vivir asustando a todos, pero si está insolvente, ¿cómo hace para sobrevivir? El chantaje, las presiones, la actitud mafiosa todo eso tiene límites. El crédito alguna vez se agota.

Como acertadamente lo dijo el brasileño Luiz Alberto Moniz Bandeira, “el incomparable poderío militar de los Estados Unidos tiene límites económicos. Irresponsabilidad fiscal, descontrol de los gastos públicos, altos déficit presupuestales, continuo déficit en la balanza comercial, elevado endeudamiento externo, corrupción inherente al conjuro entre industria bélica y el Pentágono, representado por el complejo industrial-militar, recesión factores similares a los que produjeron la crisis de Grecia representan la mayor amenaza y pueden derrotar a la superpotencia”.

En definitiva: la industria de la muerte no puede conducir sino a la muerte. Muerte para la potencia americana como gran centro de poder por su endeudamiento sin salida, muerte para la humanidad toda si se pone en marcha el aparataje bélico instalado: si se disparase el potencial atómico hoy día disponible en el mundo, la onda expansiva llegaría hasta Plutón. Más allá de la ¿proeza? tecnológica que esto último pudiera representar, ¿de qué nos sirve a los mortales de a pie?

Los muertos y mutilados los sigue poniendo el pobrerío de todo el mundo, del Sur fundamentalmente, mientras los dólares quedan en las grandes firmas con sus cuentas en el Norte o en paraísos fiscales. ¿No es hora de ir cambiando eso de una buena vez?


*especial para ARGENPRESS.info

Se cumplen 92 años del asesinato de la luchadora social alemana Rosa Luxemburgo

Uno de los soldados que la rodeaban, le obligó a seguir a empujones, y la multitud burlona y llena de odio que se agolpaba en el vestíbulo del Hotel Eden le saludó con insultos. Ella alzó su frente ante la multitud y miró a los soldados y a los huéspedes del hotel que se mofaban de ella con sus ojos negros y orgullosos. Y aquellos hombres en sus uniformes desiguales, soldados de la nueva unidad de las tropas de asalto, se sintieron ofendidos por la mirada desdeñosa y casi compasiva de Rosa Luxemburgo, “la rosa roja”, “la judía”.

Le insultaron: “Rosita, ahí viene la vieja puta”. Ellos odiaban todo lo que esta mujer había representado en Alemania durante dos décadas: la firme creencia en la idea del socialismo, el feminismo, el antimilitarismo y la oposición a la guerra, que ellos habían perdido en noviembre de 1918. En los días previos los soldados habían aplastado el levantamiento de trabajadores en Berlín. Ahora ellos eran los amos. Y Rosa les había desafiado en su último artículo:

«¡El orden reina en Berlín! ¡Ah! ¡Estúpidos e insensatos verdugos! No os dais cuenta de que vuestro orden está levantado sobre arena. La revolución se erguirá mañana con su victoria y el terror asomará en vuestros rostros al oírle anunciar con todas sus trompetas: ¡Yo fui, yo soy, yo seré!».

La empujaron y golpearon. Rosa se levantó. Para entonces casi habían alcanzado la puerta trasera del hotel. Fuera esperaba un coche lleno de soldados, quienes, según le habían comunicado, la conducirían a la prisión. Pero uno de los soldados se fue hacia ella levantando su arma y le golpeó en la cabeza con la culata. Ella cayó al suelo. El soldado le propinó un segundo golpe en la sien.

El hombre se llamaba Runge. El rostro de Rosa Luxemburgo chorreaba sangre. Runge obedecía órdenes cuando golpeó a Rosa Luxemburgo. Poco antes él había derribado a Karl Liebknecht con la culata de su fusil. También a él le habían arrastrado por el vestíbulo del Hotel Eden.

Los soldados levantaron el cuerpo de Rosa. La sangre brotaba de su boca y nariz. La llevaron al vehículo. Sentaron a Rosa entre los dos soldados en el asiento de atrás. Hacía poco que el coche había arrancado cuando le dispararon un tiro a quemarropa. Se pudo escuchar en el hotel.

La noche del 15 de enero de 1919 los hombres del cuerpo de asalto asesinaron a Rosa Luxemburgo. Arrojaron su cadáver desde un puente al canal. Al día siguiente todo Berlín sabía ya que la mujer que en los últimos veinte años había desafiado a todos los poderosos y que había cautivado a los asistentes de innumerables asambleas, estaba muerta. Mientras se buscaba su cadáver, un Bertold Brecht de 21 años escribía:

La Rosa roja ahora también ha desaparecido.
Dónde se encuentra es desconocido.
Porque ella a los pobres la verdad ha dicho
Los ricos del mundo la han extinguido.

Pocos meses después, el 31 de mayo de 1919, se encontró el cuerpo de una mujer junto a una esclusa del canal. Se podía reconocer los guantes de Rosa Luxemburgo, parte de su vestido, un pendiente de oro. Pero la cara era irreconocible, ya que el cuerpo hacía tiempo que estaba podrido. Fue identificada y se le enterró el 13 de junio.

En el año 1962, 43 años después de su muerte, el Gobierno Federal alemán declaró que su asesinato había sido una “ejecución acorde con la ley marcial”. Hace sólo nueve años que una investigación oficial concluyó que las tropas de asalto, que habían recibido órdenes y dinero de los gobernantes socialdemócratas, fueron los autores materiales de su muerte y la de Karl Liebknecht.

¿Por qué atacan tanto a los sindicatos?

Tratan de convencer a los trabajadores de que conseguirán obtener más beneficios si negocian por su cuenta las condiciones de trabajo. Una estupidez evidente pero que logra calar muchas veces cuando al mismo tiempo y por todos lados se difunden ideas y valores individualistas y el rechazo a la cooperación y a la solidaridad para hacer creer a las personas que su futuro depende solo de lo que ellas hagan y no de su relación con todas las demás.

Suelen decir también que los sindicatos solo luchan por los intereses de sus afiliados pero la realidad es que todas las conquistas sociales que se han ido alcanzando a lo largo de la historia se han logrado gracias a la presión sindical y que de ellas se han beneficiado no solo los afiliados sino siempre la totalidad de los trabajadores.

A menudo difaman a los líderes sindicales. Y así hemos llegado a ver que los medios de comunicación que suelen ser propiedad de la gran empresa dedican ríos de tinta a tratar de denunciar que un sindicalista tienen un piso de 120 metros cuadrados o dos coches sin que digan nada presidentes de la patronal o de empresarios que son simples estafadores y sin mencionar que, en realidad, la inmensa mayoría de los afiliados y dirigentes de los sindicatos viven mucho más que modestamente.

Los críticos de los sindicatos les acusan de que son ellos los culpables de la baja productividad o de que las empresas no sean competitivas por su culpa, sin mencionar que es el esfuerzo diario de millones de trabajadores, y entre ellos los que están afiliados, es lo que hace que las empresas produzcan, salgan adelante y proporcionen beneficios a sus propietarios.

Se acusa a los sindicatos de gastar mucho dinero público pero cuando se dice eso no se compara lo que llega a quienes organizan y defienden a los trabajadores con lo que reciben directa e indirectamente instituciones como las iglesia católica, las patronales, los partidos políticos, las grandes empresas y las grandes fortunas y corporaciones. Y los mismos que denigran a los sindicatos porque según ellos derrochan el dinero son los que nunca piden que se tire de la manta de la economía sumergida, del fraude fiscal o que se prohíban de una vez los paraísos fiscales y los grandes privilegios de los grandes capitales y patrimonios. Y, sobre todo, no se dignan reconocer el hecho evidente de que si no fuese por ese dinero que reciben los sindicatos a los trabajadores les costaría mucho más defender sus derechos y vivirían en peores condiciones.

No voy a decir que todo lo que hacen los sindicatos está bien. Como en todas las organizaciones humanas hay oportunistas, burócratas y supongo que docenas de personas deshonestas y vendidas al enemigo. Pero me niego a aceptar que haya más que en otros lugares y, sobre todo, no estoy dispuesto a juzgarlos como si hicieran más daño que otras personas, instituciones u organizaciones que son responsables del padecimiento y la muerte de cientos de millones de personas, de las crisis que nos asolan y de los crímenes que pasan por ser grandes pelotazos financieros, como se nos quiere hacer creer.

Puede ser que haya sindicatos en donde una parte mayor o menor de sus dirigentes hayan sido en algún momento vencidos por las ideas neoliberales pero ni siquiera así admite comparación el daño que hayan podido producir con el que diariamente hacen quienes trabajan para el capital.

Los sindicatos son, simplemente, trabajadores normales y corrientes que se organizan. No conozco a muchos millonarios que se hayan afiliado en organizaciones sindicales para hacer carrera allí. Y su fuerza, la eficacia de su actuación y el éxito de su lucha depende de que no sean unos pocos sino muchos y dispuestos a no dejar pasar ni una brizna de corrupción ni cobardía.

Se puede admitir, porque es verdad, que los principales sindicatos españoles han perdido una gran parte de autonomía en los últimos años y que eso se ha traducido en un mayor sometimiento al poder económico y político. Pero es una falacia creer que eso se debe solo a la simple voluntad o a la “maldad” de los propios sindicalistas. Muchos de ellos habrán podido creer, yo creo que erróneamente, que la vía de la financiación pública era la que les llevaba a disponer de mayor fuerza y capacidad de acción. Pero ni siquiera eso es culpa exclsuivamente suya. Si hubiese muchos más miles de afiliados, si las clases trabajadoras no fuesen tan conservadoras y no hubieran asumido con tanta decisión los valores neoliberales, si en lugar de criticar desde fuera hubiese muchos miles más de afiliados presentes en sus asambleas, quizá los sindicatos no habrían terminado por ser tan dependientes y su trabajo a veces tan insatisfactorio y frustrante.

Y es por ello que, si es que eso es un problema fundamental, tiene una solución que no puede ser la de abandonarlos a su suerte, como pregonan las derechas y muchos izquierdistas, sino la de estar con ellos, apoyarlos y unirse a su lucha para hacer que ésta sea de verdad la que convenga a todos los trabajadores.

Porque, con independencia de las preferencias ideológicas y de los prejuicios, las consecuencias de que haya sindicatos más o menos fuertes están bastantes claras. Allí donde los sindicatos son más débiles, allí donde hay menos afiliación sindical, allí donde su capacidad de negociación es menor, allí es donde viven peor los trabajadores, y no solo ellos, sino también las clases medias y los pequeños y medianos empresarios. Y, al mismo, tiempo, allí donde los poderosos quieren tener expedito su poder para ganar dinero y abusar de los trabajadores lo primero que hacen es acabar con los sindicatos y con los sindicalistas, matándolos si hace falta, como ha ocurrido y ocurre en tantos lugares del mundo.

Así lo subrayaba hace un tiempo el Premio Nobel de Economía Paul Krugman. En una conferencia ante la Labor and Employment Relations Association (LERA) de Estados Unidos decía que la menor afiliación sindical suponía que ese país había “perdido algo fundamental para mantener una sociedad decente”.

El Premio Nobel señalaba que la menor afiliación y las mayores dificultades para que los trabajadores se unieran a los sindicatos y así pudieran negociar mejor sus condiciones de trabajo eran una de las causas que provocaban el gran incremento de la desigualdad. Incluso mencionó investigaciones que habían puesto de relieve que un tercio de la diferencia en la desigualdad entre Estados Unidos y Canadá se debía a la caída en la afiliación en el primero de esos países. Y lo que quizá resultaba más relevante. Según Krugman, la sindicación actúa como una especie de “paraguas” que no solo beneficia, como dije más arriba, a los afiliados, sino a toda la sociedad trabajadora: “Para tener una sociedad de clase media se necesita un movimiento sindical fuerte”, dijo Krugman.

Por eso, se puede decir que lo que buscan quienes se están dedicando en España a debilitar a las organizaciones sindicales, a denigrar y calumniar a sus dirigentes y al conjunto de los sindicalistas y trabajadores y trabajadoras que se afilian a ellos, por muchos errores que hayan podido cometer, no es otra cosa que tratar de crear mejores condiciones para disfrutar de sus privilegios. No buscan una sociedad mejor, ni más austera, ni más libre, ni más productiva, ni siquiera más favorables para el empresariado (porque cuanto más bajos sean los salarios menos ganarán las empresas y cuanto peores condiciones de trabajo haya, menos productivas serán). Solo buscan tener las manos más libres y menos gente enfrente que esté dispuesta a impedir que sigan siendo privilegiados a costa de los demás.

Algunos datos pueden dar idea de a dónde lleva el debilitamiento de los sindicatos y la negociación de las condiciones de trabajo al margen de ellos.

En Estados Unidos, en 1980 un 24% de los trabajadores estaban representados por los sindicatos y en 2009, solo el 12,3% del total y el 7,6% de los del sector privado.

Pues bien, según las cifras del Departamento de Trabajo de Estados Unidos, en 2009 la distribución de la renta había llegado a ser la más desigual de los últimos treinta años y los salarios alcanzaban su menor nivel sobre el total de las rentas en ese periodo. Según el Bureau of Labor Statistics, en marzo de 2009 el salario de los trabajadores no afiliados era un 20% menor que el de los afiliados, éstos disfrutaban de derechos en salud, vacaciones y otros conceptos que los primeros no tenían; el 78% de los afiliados tenía seguro médico frente a solo el 51% de los no afiliados y el 77% de los primeros tenía planes de pensiones frente a solo el 21% de estos últimos (Dave Johnson America Is Strong When Our Unions Are Strong).

Está claro, pues, lo que ocurriría en España si logran acabar con la negociación colectiva y reducir a los sindicatos a su mínima expresión. Y también por qué tratan de destruir a los sindicatos, por qué quieren que los trabajadores y trabajadoras nos alejemos de ellos y qué es lo que van a ganar si lo consiguen. Así que seremos sencillamente tontos si en lugar de apoyar, por supuesto todo lo críticamente que haga falta, a las organizaciones sindicales nos dejamos llevar por las cantinelas que lanzan quienes quieren que desaparezcan.

* Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla y miembro del Comité Científico de ATTAC España.

Fuente: Rebelión

Fidel: El discurso de Obama en Arizona

El hecho fue obra de una persona desequilibrada, intoxicada por la prédica de odio que reina en la sociedad norteamericana, donde el grupo fascista del Tea Party ha impuesto su extremismo al Partido Republicano que, bajo la égida de George W. Bush, condujo el mundo donde hoy se encuentra, al borde del abismo.

Al desastre de las guerras se sumó la más grande crisis económica en la historia de Estados Unidos y una deuda del gobierno, que equivale ya al 100% del Producto Interno Bruto, lo cual se une a un déficit mensual que supera los 80 mil millones de dólares y nuevamente el incremento de las viviendas que se pierden por deudas hipotecarias. El precio del petróleo, los metales, y los alimentos, se eleva progresivamente. La desconfianza en el papel moneda incrementa las compras de oro, y no pocos auguran que a fines del año el precio de este metal precioso se elevará a 2 000 dólares la onza troy. Algunos creen que incluso llegará a 2 500.

Los fenómenos climáticos se han agudizado, con pérdidas considerables en las cosechas de la Federación Rusa, Europa, China, Australia, Norte y Sur de América, y otras áreas, haciendo peligrar los suministros de alimentos a más de 80 países del Tercer Mundo, creando inestabilidad política en un número creciente de ellos.

El mundo enfrenta tantos problemas de carácter político, militar, energético, alimentario y medioambientales, que ningún país desea el regreso de Estados Unidos a posiciones extremistas que incrementarían los riesgos de una guerra nuclear.

Fue casi unánime la condena internacional al crimen de Arizona, en el que se veía una expresión de ese extremismo. No se esperaba del Presidente de Estados Unidos un discurso exaltado ni confrontativo, que no se correspondería con su estilo ni con las circunstancias internas y el clima de odio irracional que está prevaleciendo en Estados Unidos.

Las víctimas del atentado fueron incuestionablemente valientes, con méritos individuales, y por lo general ciudadanos humildes; de lo contrario no habrían estado allí, defendiendo el derecho a la asistencia médica de todos los norteamericanos, y oponiéndose a las leyes contra los inmigrantes.

La madre de la niña de 9 años que nació el 11 de septiembre, había declarado valientemente que el odio desatado en el mundo debía cesar. No albergo, por mi parte, la menor duda de que las víctimas eran acreedoras del reconocimiento del Presidente de Estados Unidos, así como de los ciudadanos de Tucson, los estudiantes de la Universidad y los médicos, que como siempre cuando ocurren hechos de esa naturaleza expresan sin reservas la solidaridad que los seres humanos llevan dentro de sí. La congresista gravemente herida, Gabrielle Giffords, es merecedora del reconocimiento nacional e internacional que se le tributó. El equipo médico continuaba hoy informando noticias positivas sobre su evolución.

Sin embargo, al discurso de Obama le faltó la condena moral de la política que inspiró semejante acción.

Trataba de imaginarme cómo habrían reaccionado hombres como Franklin Delano Roosevelt ante un hecho semejante, para no mencionar a Lincoln, que no vaciló en pronunciar su famoso discurso en Gettysburg. ¿Qué otro momento espera el Presidente de Estados Unidos para expresar el criterio que estoy seguro comparte la gran mayoría del pueblo de Estados Unidos?

No se trata de que falte una personalidad excepcional al frente del gobierno de Estados Unidos. Lo que convierte en histórico a un Presidente que ha sido capaz de llegar por sus méritos a ese cargo, no es la persona, sino la necesidad de él en un momento determinado de la historia de su país.

Cuando comenzó ayer su discurso se le observó tenso, y muy dependiente de las páginas escritas. Pronto recobró la serenidad, el dominio habitual del escenario, y la palabra precisa para expresar sus ideas. Lo que no dijo fue porque no quiso decirlo.

Como pieza literaria y elogio justo a los que lo merecían, se le puede otorgar un premio.

Como discurso político dejó mucho que desear.

Fidel Castro Ruz
Enero 13 de 2011

Trabajo para humanizar

Dos o tres aprendices de constructores, de sastres, de carpinteros, de zapateros, de herreros, de sombrereros o de cuanto oficio hacía a las vidas cotidianas rodeaban con ojos de deslumbramiento al maestro artesano y devoraban en sus memorias cada uno de sus movimientos. La llegada a la adultez estaría dada con el tiempo por la internalización de esas prácticas de las que se nutría ese muchachón ya forjado como nuevo trabajador, sabedor de secretos y misterios propios del oficio.

A contramano de lo que muchos podrían fácilmente presuponer se trataba de bastante más que del bagaje técnico que haría de él un experto. Basta recorrer los textos paridos por Hegel y Marx a mediados del siglo XIX en los que hacen eje en esa necesidad primaria del hombre de humanizarse para la vida. El hombre –decían- humaniza la naturaleza y se humaniza a sí mismo porque, en definitiva, lo que logra es hacerse conciente de su lugar en el mundo. O, con palabras del antropólogo francés Claude Levi-Strauss “el trabajo manual, menos alejado de lo que se tiende a creer del pensador y del científico, constituye asimismo un aspecto del inmenso esfuerzo desplegado por la humanidad para entender el mundo”.

La construcción paulatina y prepotente de la cultura del capitalismo fue transformando esas antiguas y milenarias prácticas de la humanidad hasta desangrarlas y conducirlas a una agonía inexorable. Trabajos artesanales quedaron relegados al olvido o, en muchos casos, llevados a condiciones de explotación tan aberrantes como las que padeció hasta la muerte el pequeño Ezequiel, en la avícola Nuestra Huella, en Campana o en los campamentos de la transnacional Nidera, en San Pedro, con trabajadores golondrina explotados como esclavos.

Destino cruento el del Hombre, que fue perdiendo los pasos de su propia humanización con los vientos huracanados que le arrebataron el trabajo porque fue el trabajo mismo el que terminó embocando los caminos hacia la destrucción. Y que fue dejando de entender al mundo y a la vida como motor ineludible para su propia transformación.

Las estadísticas aparecen entonces hoy como números vacíos porque no hablan de los seres concretos de carne y hueso que no logran llevar un plato de comida calentita a la mesa de todos los días pero, de todos modos, permiten asomar levemente la mirada sobre los dolores de quienes hunden sus pasos en el barro sin las herramientas que las normas legales les aseguran. Leyes paridas a fuerza de sangre y lucha por los obreros en las plazas y en las calles.

¿Qué representa para esos millones encapsulados en las crueles estadísticas del desempleo o del trabajo precarizado el artículo 14 bis de la Constitución Argentina cuando anuncia que “el trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial”?

La Organización Internacional del Trabajo desgrana en un informe que el 20 por ciento de los jóvenes de toda América Latina no estudia ni trabaja. Que de ese universo, el 67 por ciento son mujeres. Jóvenes que perdieron en ese rumbo macabro de los que manejan los hilos de las vidas colectivas la oportunidad de dotarse de esa humanización que deviene del trabajo y que, hacia 2009 eran 81 millones en las geografías del planeta: 7,8 millones más que en 2007. En América Latina, puntualmente, son 6,7 millones pero que se hermanan demasiadas veces con los 16 millones que tienen ocupaciones precarias. Compañeros de rumbos de esos 500.000 que en estas tierras bonaerenses no saben de fábricas ni de escuelas.

Porque no hay trabajo ni tampoco maestros artesanos que los hundan en la pedagogía del oficio. Que sepan sumar y restar con las matemáticas devenidas del preparado del pan en la cuadra, que aprendan de mediciones y geometría en la construcción o que asuman la belleza de las letras en el oficio de los gráficos. Para regresar, luego al techo cotidiano con dedos manchados de tinta o pantalones con las huellas de la grasa una vez que la sirena fabril marque el final de su turno.

Son cachorros humanos que desandan las calles con la nada como futuro inmediato. Que en las barriadas de los márgenes atraviesan largas horas de su vida esperando en una esquina cualquiera que algún día les llueva la buena suerte sobre su historia. Pibes que se desangran los días en un picadito con la historia en donde demasiadas veces el poder les hace penal y no les deja ni siquiera una grieta por la que asomar a la luz. Y que sin saberlo son las víctimas fatales de un sistema que les devoró el mañana y los dejó a manos vacías y con el alma en penumbras. Pero que sin haber escuchado jamás el nombre del poeta –porque de sus vidas arrancaron todo asomo a la poesía- entenderían en plenitud aquel bosquejo de oración en la que decía desde los cielos bájate si estás, que me muero de hambre en esta esquina, que no sé de qué sirve haber nacido, que me miro las manos rechazadas, que no hay trabajo…contempla esto que soy, este zapato roto, esta angustia, este estómago vacío, esta ciudad sin pan para mis dientes…

Fuente: (APE), Argenpress.info

¿Qué nos depara el 2011?

Este mundo de dos pistas plantea algunos riesgos inusuales. Mientras que la producción económica de Asia es demasiado pequeña para impulsar el crecimiento en el resto del mundo, puede bastar para hacer subir los precios de las materias primas.

Mientras tanto, los esfuerzos de parte de Estados Unidos por estimular su economía a través de la política de “alivio cuantitativo” pueden fracasar. Después de todo, en los mercados financieros globalizados, el dinero busca las mejores perspectivas en todo el mundo, y estas perspectivas están en Asia, no en Estados Unidos. De manera que el dinero no irá adonde se lo necesita, y gran parte de ese dinero terminará donde no se lo quiere, causando mayores incrementos en los precios de los activos y las materias primas, especialmente en los mercados emergentes.

Dados los altos niveles de desempleo en Europa y en Estados Unidos, es poco probable que el “alivio cuantitativo” suponga un brote de inflación. Podría, en cambio, aumentar las ansiedades sobre la futura inflación, derivando en tasas de interés más altas a largo plazo, precisamente lo contrario del objetivo de la Reserva Federal.

Este no es el único riesgo de impacto negativo, ni siquiera el más importante, que afronta la economía global. La mayor amenaza surge de la ola de austeridad que arrasa al mundo, mientras los gobiernos, particularmente en Europa, afrontan los grandes déficits originados por la Gran Recesión y mientras la ansiedad sobre la capacidad de algunos países para cumplir con sus pagos de la deuda contribuye a la inestabilidad de los mercados financieros.

El resultado de una consolidación fiscal prematura está casi anunciado: el crecimiento se desacelerará, los ingresos impositivos disminuirán y la reducción de los déficits será decepcionante. Y, en nuestro mundo globalmente integrado, la desaceleración en Europa exacerbará la desaceleración en Estados Unidos, y viceversa.

En una situación en la que Estados Unidos puede pedir prestado a tipos de interés bajos sin precedentes, y frente a la promesa de altos beneficios por las inversiones públicas después de una década de negligencia, resulta claro lo que se debería hacer. Un programa de inversión pública a gran escala estimularía el empleo a corto plazo, y el crecimiento a largo plazo, lo que al final redundaría en una deuda nacional menor. Pero los mercados financieros demostraron su miopía en los años que precedieron a la crisis, y lo están volviendo a hacer, al ejercer presión para que se realicen recortes del gasto, incluso si eso implica reducir marcadamente las inversiones públicas necesarias.

Es más, el atasco político asegurará que sea poco lo que se haga respecto de los otros problemas acuciantes que tiene ante sí la economía estadounidense: las ejecuciones hipotecarias probablemente sigan con toda su furia (dejando de lado las complicaciones legales); es probable que las pequeñas y medianas empresas sigan privadas de fondos, y es posible que los bancos pequeños y medianos que tradicionalmente les ofrecen créditos sigan luchando para sobrevivir.

En Europa, mientras tanto, es poco probable que las cosas vayan mejor. Europa finalmente logró salir al rescate de Grecia e Irlanda. En las vísperas de la crisis, ambos países estaban regidos por gobiernos de derecha marcados por un capitalismo de connivencia o peor, lo que demostraba una vez más que la economía de libre mercado no funcionaba en Europa mejor de lo que lo hacía en Estados Unidos.

En Grecia, como en Estados Unidos, la tarea de limpiar el desorden recayó sobre un nuevo gobierno. Tal vez como era de esperar, el Gobierno irlandés que alentó un préstamo bancario imprudente y la creación de una burbuja inmobiliaria no fue más apto para manejar la economía después de la crisis que antes.

Dejando la política de lado, las burbujas inmobiliarias dejan tras de sí un legado de deuda y de sobrecapacidad productiva en el mercado de bienes raíces que no se puede rectificar fácilmente, sobre todo cuando bancos políticamente conectados rechazan reestructurar las hipotecas.

En mi opinión, intentar discernir las perspectivas económicas para el 2011 no es una cuestión particularmente interesante: la respuesta es sombría, con escaso potencial alcista y mucho riesgo bajista. Más importante es: ¿cuánto tiempo les llevará a Europa y a Estados Unidos recuperarse y pueden las economías de Asia aparentemente dependientes de las exportaciones seguir creciendo si sus mercados históricos languidecen?

Mi mejor apuesta es que estos países mantendrán un crecimiento rápido en la medida en que viren su foco económico hacia sus mercados internos, vastos e inexplorados. Esto exigirá una reestructuración considerable de sus economías, pero tanto China como India son dinámicas y dieron pruebas de resiliencia en su respuesta a la Gran Recesión.

No soy tan optimista respecto de Europa y EE.UU. En ambos casos, el problema subyacente es una demanda total insuficiente. La máxima ironía es que existen simultáneamente una capacidad productiva excesiva, vastas necesidades insatisfechas y políticas que podrían restaurar el crecimiento si usaran esa capacidad para satisfacer las necesidades.

Tanto Estados Unidos como Europa, por ejemplo, deben adaptar sus economías para encarar los desafíos del calentamiento global. Hay políticas factibles que funcionarían en el contexto de limitaciones presupuestarias de largo plazo. El problema es la política: en Estados Unidos, el Partido Republicano preferiría ver fracasar al presidente Barack Obama antes que ser testigo de un éxito económico. En Europa, 27 países con diferentes intereses y perspectivas tiran en direcciones diferentes, sin suficiente solidaridad para compensar. Los paquetes de rescate son, desde esta perspectiva, logros impresionantes.

Tanto en Europa como en Estados Unidos, la ideología de libre mercado que permitió que crecieran las burbujas de activos de manera descontrolada –los mercados siempre saben más, así que el gobierno no debe intervenir– ahora les ata las manos a los responsables de formular las políticas a la hora de articular respuestas efectivas a la crisis. Uno podría haber pensado que la crisis en sí misma socavaría la confianza en esa ideología. Por el contrario, ha vuelto a salir a la superficie para arrastrar a gobiernos y economías por el sumidero de la austeridad.

Si la política es el problema en Europa y Estados Unidos, sólo cambios políticos probablemente los vuelvan a colocar en el sendero del crecimiento. De lo contrario, pueden esperar hasta que la amenaza de sobrecapacidad productiva disminuya, los bienes de capital se vuelvan obsoletos y las fuerzas restauradoras internas de la economía pongan a funcionar su mágica gradual. En cualquiera de los casos, la victoria no está a la vuelta de la esquina.

*La Vanguardia.es