Juan rafael Mora Porras: Libertador y Héroe Nacional

Don Juan Rafael Mora Porras gobernó Costa Rica de 1849 a 1859. Durante su Presidencia, el país experimentó importantes transformaciones en todos los campos, pero el hecho más importante, el que marcó definitivamente su impronta en la vida nacional, lo constituyó la Campaña Nacional de 1856-1857, cuando el pueblo armado, bajo su esclarecida dirección, luchó contra los filibusteros. Él, con visión continental, vislumbró el peligro que Walker y sus fuerzas con apoyo logístico y recursos provenientes del sur de Estados Unidos, representaban para nuestro país y el resto de Latinoamérica. Esta cruzada selló la determinación costarricense de morir antes que rendirse a la esclavitud de una fuerza extranjera; la pérdida de casi el 10% de nuestra población en los campos de batalla y en especial por la epidemia del cólera denota la magnitud de aquel sacrificio.

Con la victoria sobre las huestes esclavistas, don Juan Rafael se convirtió en el gran líder centroamericano. No obstante, el costo humano y material del extraordinario esfuerzo bélico, el desgaste de diez años de gobierno, algunos roces con la Iglesia y ciertas medidas de corte popular, le atrajeron la animadversión de un poderoso sector de la oligarquía cafetalera que se alía con los coroneles Blanco y Salazar subalternos y compañeros suyos en los campos de batalla quienes derrocaron su régimen en la madrugada del 14 de agosto de 1859 y lo envían al exilio; cinco días después del golpe, parte de Puntarenas hacia El Salvador. Es la hora de la traición.

Sin embargo, el ex Presidente no se resigna a la pérdida del poder, confía en el apoyo del pueblo que por diversas razones no se materializó y decide regresar al terruño. A mediados de setiembre de 1860, desembarca en Puntarenas con algunos de sus partidarios; la lucha del 28 de ese mes, entre las profesionales y numerosas tropas del gobierno y sus fuerzas minoritarias, fue encarnizada; la victoria favorece a las primeras.

La vida de Mora constituía un serio peligro para los grandes potentados, para los intereses antinacionales, así que, sin mayores preámbulos, el 30 de setiembre, don Juan Rafael es fusilado en la ciudad de Puntarenas, en las laderas del estero, muy cerca del mar. ¡Lo matan los filibusteros criollos!
Hombre superior, vivió intensamente, amó y sirvió con lealtad y patriotismo a su país y ahora, en el momento supremo, supo también enfrentarse con valentía al destino.

El crimen perpetrado por el régimen de Montealegre contra don Juan Rafael Mora Porras constituyó una afrenta para Costa Rica; es la página más negra de nuestra historia.

Don Juanito adquiere la categoría de héroe en la guerra patria; fue el eje, el inspirador, el padre de aquellas jornadas gloriosas que, con sacrificio y sangre, reafirmaron nuestra independencia y soberanía. Él y Juan Santamaría, humilde y grande, se complementan; ambos representan lo mejor del pueblo costarricense, unidos en la titánica tarea para acabar con el filibusterismo esclavista.

Los errores que Mora humano al fin cometió en su larga carrera política, en época de tempestad y crisis para la República, no admiten comparación con la grandeza de su obra libertadora, con el amor y entrega absoluta al servicio de su país y con el ejemplo luminoso que nos legó. Fue el más preclaro defensor de la soberanía y de la independencia nacional.

Por ello la Asamblea Legislativa de la República actuó con rectitud al declarar oficialmente a don Juan Rafael Mora Porras “libertador y héroe nacional”. Repara así, como se ha dicho, una injusticia histórica y desautoriza a quienes ayer y hoy han pretendido en vano negar o distorsionar su obra.

Cuando existen indicios de intervención extranjera en el país, con naves de guerra y marines ya en nuestras aguas territoriales, el ejemplo de don Juanito debe mantenernos alerta.

Al conmemorarse, el próximo 30 de setiembre, el 150 aniversario de su muerte, recordémoslo como lo pedía el poeta don Arturo Echeverría Loría en el fragmento “Juan Rafael Mora, el héroe y su pueblo”: “Que se oiga su nombre en los mercados y plazas, que se repita siempre sin patriótico alarde, como cosa sencilla, como hierba, como agua, como camino y polvo, como piedra de río, humilde y conocida: que sea maíz en el hogar del pobre y agua en la calabaza que refresca al labriego en su faena de labranza. Saquémosle de los archivos, de los papeles muertos. Él no entregó la tierra, no enajenó el predio, no se vendió a los ricos, ni explotó a los pobres. Es grande sin dobleces, es potente sin vicios”

* Historiador

Fuente: Página Abierta
Diario Extra
28 de setiembre de 2010

El atroz magnicidio de Puntarenas: El régimen decide quitar la vida a don Juan Rafael Mora Porras

El morismo es una corriente humana innegable pero descoyuntada, carente de líderes duchos, partido político y organizaciones cívicas. Tras el rompimiento del orden constitucional se registra una creciente ola de descontento. Factores castrenses sostienen al régimen, encabezado por José María Montealegre, en un clima de constante nerviosismo político. El derrocamiento de Juan Rafael Mora obedece a los intereses de un puñado de personas acaudaladas, no a un sentimiento generalizado. El historiógrafo Carlos Meléndez señala que “no ha existido en Costa Rica un régimen que tuviera que luchar tanto por su estabilidad” como el de la nueva era (así se autodenominan los de la cuartelada).

El mismo 14 de agosto de 1859 se reúnen en San Rafael de Ojo de Agua de 300 a 400 hombres para marchar sobre San José y restituir el mando al ex Presidente Mora, pero el destituido gobernante pide por escrito deponer las armas para evitar la efusión de sangre. Justo al mes del golpe de Estado, los tribunales condenan a un año de prisión a dos ciudadanos inculpados de sedición. Se instruye un caso por presuntos actos subversivos. Se requisan hojas sueltas contra la administración de facto. Se reprime un intento de alzamiento militar en Guanacaste. En el occidente de Alajuela, cunde el espíritu de rebeldía. Durante octubre y noviembre llueven rumores sobre inminentes acciones de armas. El desasosiego es ostensible.

A su retorno de Estados Unidos, donde ha permanecido un par de meses, y rumbo a El Salvador, el ex Presidente Mora hace escala en Puntarenas el 21 de diciembre. Sería la primera vez que pise suelo patrio desde su remoción. Muchos de sus seguidores se trasladan al puerto para saludarlo. Su señora esposa doña Inés Aguilar de Mora, con 29 años de edad y cinco hijos, gestiona negocios familiares de exportación e importación para lo cual alquila una bodega donde se juntan a conversar los moristas. El régimen advierte que se aprestan asonadas en Atenas, Esparza, Grecia, San Ramón y otras comunidades. El gobernador militar prohíbe que el expatriado toque tierra, clausura la bodega y da tres horas a doña Inés para abandonar la localidad, apresa muchos fuereños y emplaza cuatro cañones al lado de una zanja que hace cavar a la entrada de la ciudad, en la Angostura.

Es probable que el impedimento del régimen a que el ex Presidente Mora comparta unas pocas horas con su señora esposa y con sus chiquitos a quienes no ve desde hace cuatro meses, le active la resolución del desquite. De Nueva York sale solo, pues su sobrino Manuel Argüello viaja a Irlanda; allá lo llamará para que regrese y lo auxilie en una comisión clandestina. Aunque su voluntad declarada sea retirarse de la política, dedicarse a los negocios, establecerse con la familia en otro país y visitar Europa, las atrevidas y numerosas acciones del morismo insurrecto lo jalan en sentido contrario. “Cede al fin a las repetidas instancias de sus numerosos amigos que le llaman por todos los correos”, dice el historiador Ricardo Fernández Guardia, quien anota que “en política los amigos suelen ser más peligrosos que los enemigos”. Es un grave yerro, de costo imponderable porque hay más irreflexivos rebeldes que razones y regimientos. Todo jefe derrocado fantasea con una insurgencia que lo devuelva al mando.

En la Nochebuena, el comandante militar de San Ramón arresta a un número de comerciantes e irrumpe en la casa cural adonde apresa a familiares del párroco, implicados en una revuelta. “Algunos sacerdotes, olvidándose de su misión de paz”, sostiene el régimen, “se convierten en ministros de sedición y de anarquía”. La alarma se extiende por los 32 rumbos de la rosa de los vientos. Para sofocar el movimiento, es enviado un general con numerosa tropa: las armas que ayer vencieron al filibusterismo son hoy el contrafuerte del régimen.

El cuartel de Liberia y la jefatura política de Bagaces son ocupados a mediados de enero por conspiradores moristas. Los insurrectos encalabozan a varios novoeristas. En Nicoya y Santa Cruz se producen movimientos de apoyo a la resistencia. El régimen despacha al mismo general “multiusos” al frente de unidades de soldados y pelotones de reclutas. Los amotinados escapan y se internan en Nicaragua. Hay detenciones a diestra y siniestra, incluida la del capellán militar en la Guerra Patria, Pbro. Francisco Calvo. La tropa vuelve y es recibida en la capital con arcos de triunfo.

El clima insurreccional “va acumulando en la mente de los que gobiernan el país, una serie de ideas maquiavélicas quizá, que vendrían a ser la única solución posible para acabar con tantas y tan continuas dificultades”. El régimen recurre a soplones, sobornos y otras marrullerías de disimulo y doblez. El historiógrafo Meléndez dice que “la idea de hacer desaparecer para siempre al hombre que tanta intranquilidad les ocasiona, va tomando cada vez más fuerza”.

A la semana de los trastornos en Moracia (hoy, Guanacaste), se presenta en Puntarenas, sin bajar del barco, el ex Presidente Mora. Es la segunda vez que el temible expatriado se acerca al puerto. La noticia corre de boca en oído y de oído en boca. El régimen entra en pánico, sin razón. El motivo del viaje es recoger a su señora esposa y a sus hijos para trasladarlos a El Salvador. En Santa Tecla ha iniciado un almácigo de café en gran escala.

El sobrino recién llegado de Europa va a Nicaragua y obtiene compromiso firme de auxilios del general Tomás Martínez: mil rifles y municiones, enganche de voluntarios en Granada y Rivas, un jefe de frontera que colabore con una insurrección en Moracia, reconocimiento de un gobierno provisional en Liberia, envío de tropas nicaragüenses, garantía de un préstamo por 14 000 pesos. Sin embargo, al ex mandatario le repugna imaginar siquiera el ingreso de soldados extranjeros al territorio patrio.

En Guatemala es recibido con honores de Jefe de Estado. El periódico gubernamental informa: “El Sr. Gral. D. Juan Rafael Mora, Presidente de la República de Costa Rica, que se halla separado del Gobierno de aquel país, a consecuencia de sucesos que son bien conocidos de nuestros lectores, llegó a esta capital. El Sr. General Mora visitó inmediatamente al Excelentísimo Sr. Presidente [Rafael Carrera] y ha sido recibido por S. E. con toda la atención y cortesía que corresponde a su carácter público y cualidades personales”. Los novoeristas leen y el régimen se sobrecoge.

Relata al presidente Carrera que su idea había sido buscar un sitio fuera de Costa Rica “donde vivir con mi familia y no influir en manera alguna en los destinos de mi patria”. Pero el llamado insistente de “personas notables”, el clima insurreccional, los encarcelamientos y confinamientos de sus amigos, le hacen cambiar de opinión al punto de, “si es preciso, dar la vida por salvar a mi patria”. Le comunica que el Gobierno de El Salvador ha decidido contribuir “al restablecimiento del orden y de la legitimidad en Costa Rica”. Le solicita ejercer “sus oficios protectores y saludables” a favor de todo Centroamérica.

27 setiembre de2010.
Fuente: Tribuna Democrárica.com*

Mora en su sitio

La venturosa decisión estremece las fibras más íntimas de la costarriqueñidad y augura fructuosos efectos. Ahora, la niñez y la juventud podrán estudiar las virtudes cívicas encarnadas por el más completo Presidente de la República en casi dos siglos de vida autónoma, aquel empresario transformado en estadista que dirigió al pueblo en armas por la conquista de la segunda independencia nacional.

Este es un momento único de memoria y reconciliación. El Poder Legislativo ha tenido la entereza de pedir perdón por sendas culpas contra don Juanito, como el Papa pidió perdón por los errores de los hombres de la Iglesia a través de milenios. Son elocuentes el mea culpa y la rectificación justiciera: “Al cumplirse 150 años de su muerte, nosotros, los representantes de la nación, decidimos enmendar ambos errores que menoscaban la dignidad de la República”. Desagraviar, ennoblece.

El acto legislativo llama Guerra Patria a las épicas acciones militares y las eficaces iniciativas diplomáticas de 1856 y 1857 encabezadas por el Presidente Mora, porque fue la fragua que fusionó los factores de la identidad nacional. A la vez, destaca la dimensión externa de la epopeya, realizada para salvaguardar la libertad de Costa Rica, de Centroamérica y de Hispanoamérica. Justipreciar la estatura del Libertador exige investigar el complejo y multifacético conflicto en el contexto del desarrollo íntegro de Costa Rica y Centroamérica, dentro del vasto movimiento de la emancipación iberoamericana y los designios de la potencia hegemónica para el Mundo de Colón.

La representación popular reconoce la eficacia del liderato del Presidente Mora. La estructura de la sociedad y la arquitectura del Estado cambiaron bajo su conducción civilizatoria de una década. El suyo no fue liderazgo patriarcal ni tiránico sino carismático, en el cual la relación interpersonal con el pueblo se sustenta en el amor y en el afecto. Su idearium y su praxis deben escudriñarse a fondo y así superar la tergiversación esparcida por sus adversarios al correr del tiempo.

El diputado Juan Carlos Mendoza habló con verdad al decir: “Bolívar no fue un sobrehumano, San Martín no fue perfecto, Martí alguna vez erró y Juárez, O’Higgins o Washington no fueron ángeles sino personas que acumularon en sus vidas un récord de luz y de sombra… En la antigüedad, los héroes eran semidioses y se creía que eran perfectos; en la actualidad, los héroes son personas de carne y hueso, con virtudes y defectos, que en el cumplimiento del deber se sobreponen a desafíos enormes. Los héroes no bajan del cielo sino que suben del suelo. La heroicidad se forja entre el pueblo, cuando un adalid convoca a la gente que lo sigue, para afrontar juntos una misión extraordinaria”.

El Presidente Mora fue derrocado porque estableció el Banco Nacional de Costa Rica. Sus antiguos amigos, competidores o socios no le perdonaron que la nueva institución financiera les privara del agio y de la usura. En el rompimiento del orden constitucional confluyeron diversos motivos pero una fue la causa eficiente, reñida con el interés general de la nación. El sabio Rodrigo Facio escribió que con la sola creación del banco, “sobrepuso su amor a la patria y sus anhelos democráticos, a los intereses de su propia clase, faz brillantísima y aún no estudiada de la vida del gran Presidente”.

La comunidad internacional no reconocía al régimen golpista. Don Juan Rafael era recibido como Presidente Constitucional en Guatemala y en El Salvador. La cuartelada se sostenía por los fusiles y la traición pagada. Muchos estaban inconformes con la Asamblea Constituyente y las elecciones de la autodenominada “nueva era”. El ex mandatario cometió el más grave error de su existencia al prestar oídos a los malcontentos. Desembarcó, inerme, en Puntarenas pero pronto fracasó la insurrección. Ya el régimen había decidido quitarle la vida. Un tribunal de farsa lo condenó al último suplicio. Por siglo y medio se ha hablado de “fusilamiento”. El Poder Legislativo decide hoy calificar el delito como un crimen de Estado.

¿Por qué mataron al Libertador y Héroe Nacional? Don Cleto González Víquez escribió que el homicidio “obedeció en mucho más que a conveniencias del Estado y a necesidades de gobierno, a venganzas de agravios personales”. La Asamblea Legislativa establece que fue “motivado por choques de intereses materiales y personales ajenos al bien común de la patria”.

Las rectificaciones históricas habrán de continuar. La justicia y la verdad claman por la vindicación del general José María Cañas, víctima de un asesinato de Estado dispuesto no ya por un remedo de tribunal sino por el mismísimo Presidente de la República y sus propios ministros reunidos en Consejo de Gobierno. ¡Qué barbarie! El general Cañas merece ser declarado Héroe Nacional y Héroe Centroamericano. Asimismo, es justo legalizar los títulos tradicionales de Héroe Nacional a Juan Santamaría y de Heroína Nacional a Francisca Carrasco.

La Asamblea Legislativa gana la gratitud de los costarricenses por reparar dos desatinos que vulneraban el decoro de la nación. Las señoras y los señores diputados obtienen el agradecimiento de sus compatriotas por declarar Libertador y Héroe Nacional a don Juan Rafael Mora. Honrar, honra.

El escritor Manuel Argüello Mora profetizó, en 1861: “La muerte le abrió las puertas de la historia, donde aparecerá un día, tanto más grande cuanto pequeños y raquíticos sus innobles enemigos”.

*Académico y escritor, autor del libro “El lado oculto del Presidente Mora” (edición corregida, revisada y aumenta: Eduvisión, 2010).

Fuente: Página Abierta
Diario Extra
28 de setiembre de 2010

El capitalismo que se nos pretende imponer

La manipulación de los medios de prensa que ha estructurado el imperio ha hecho que la mayor parte de los ciudadanos de los Estados Unidos, y una buena parte de los del resto de los países que se tienen por “occidentales” o del “norte”, llamen “democracia” a un sistema tan poco democrático como ese que preside Washington aunque en verdad rigen Wall Street y el complejo militar e industrial con eje en el Pentágono.

La política de guerra estadounidense en el periodo transcurrido desde el final de la segunda conflagración mundial, ha devenido estímulo principal para su economía interna y requisito obligado para el ejercicio de su dominación mundial.

La dictadura que Estados Unidos ejerce hoy sobre el mundo con apoyo de las clases opulentas de los demás países del planeta no obstante las serias contradicciones que la globalización impuesta a estos últimos disimula, pasa ahora por momentos que denotan precariedad.

La pobreza extrema, la marginalidad, la falta de oportunidades de educación y de trabajo digno, la emigración desintegradora de la familia con sus secuelas de violencia y drogadicción, todo resulta de un sistema capitalista que ha sido incapaz de dar respuestas mínimas a los acuciantes problemas que ha creado.

La ética individualista que está en la raíz del capitalismo es la madre de todo lo peor de las sociedades humanas de hoy: la corrupción, la apropiación ilegal de las cosas, la especulación, el bandolerismo, la explotación del trabajo ajeno, la privatización de los espacios sociales…

Como ha escrito el genial Eduardo Galeano, “la sociedad de consumo es una trampa cazabobos. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.”

Si el capitalismo pudiera exhibir un mundo de progreso, libertad y justicia sería fácil vender el sistema por todo el planeta y hacer que el Tercer Mundo lo acompañe en esta crisis, pero nada está más lejos de la realidad.

Según datos oficiales de Naciones Unidas, hay en este planeta 6 mil 800 millones de personas, de las cuales mil 20 millones son desnutridos crónicos; 2 mil millones no tienen acceso a medicinas; cerca 900 millones no tienen agua potable; más de 900 millones carecen de vivienda o viven en alojamientos precarios; mil 600 millones no tienen electricidad; 2 mil 500 millones carecen de sistemas de drenajes o cloacas; 770 millones de los adultos son analfabetos; 18 millones mueren al año a causa de la pobreza (la mayoría son niños menores de 5 años); más de 200 millones de niños y jóvenes de entre 5 y 17 años trabajan en condiciones próximas a la esclavitud como soldados, prostitutas, sirvientes o en otras tareas peligrosas o humillantes.

Obviamente, con tal catálogo de linduras, cada día tendrán que ser mayores los gastos y esfuerzos para vender al capitalismo como el sistema que el mundo necesita, mediante el ocultamiento de tantas realidades que cotidianamente laceran a la mayor parte de la población mundial, no solamente en las naciones subdesarrolladas.

Sólo por la fuerza de la propaganda y con la amenaza de las armas, ambas alimentadas con gigantescos recursos financieros y humanos en detrimento de los intereses reales de la humanidad, se mantiene la hegemonía global de Estados Unidos.

Véase cómo, para ejecutar la dominación militar, en medio de la crisis global del capitalismo, Washington ha instalado alrededor del planeta cerca de mil bases militares y libra dos grandes y cruentas guerras para mantener su ocupación de dos países en aras de sus objetivos geopolíticos y los intereses estratégicos de las grandes corporaciones petroleras.

Pero se hará cada vez más difícil hacer entender a los pueblos que es sostenible por más tiempo un sistema que genera tanta injusticia entre los seres humanos y que se muestra inepto en el manejo de las relaciones de éstos con la naturaleza. No se sabe si queda tiempo a la humanidad para reparar, en aras de su supervivencia, el desastre provocado en el medio ambiente por la voracidad que mueve al capitalismo, un sistema que no se puede humanizar, porque su naturaleza intrínseca es inhumana.

Un sistema, comoquiera que se le nombre, que anteponga lo social y la solidaridad a la avaricia y la competencia que impone el capitalismo – porque las necesita para existir- es el único camino de que dispone la humanidad para salvarse a partir de su más preciada aptitud, la inteligencia, aplicada a su elemental instinto de supervivencia.

*Especial para ARGENPRESS.info

Día de la independencia: hacer Patria

Por Giovanni Beluche V.
14 de setiembre de 2010

Llega un aniversario más de nuestra independencia y salen presurosos a rasgarse las vestiduras políticos, empresarios, periodistas, diputados y tantos otros, quienes año con año destruyen el proyecto de país independiente y soberano. Para qué hacen un Consejo de Gobierno en Cartago, si pisotean nuestra soberanía abriéndole las puertas al ejército filibustero de los Estados Unidos, pisoteando las más elevadas tradiciones nacionales.

Hacer patria es construir un país donde quepamos todos y todas, en igualdad de condiciones y en equidad de oportunidades, sin distingo de color de piel, origen, etnia, preferencia sexual, nivel social, sexo, discapacidades, edad. Hacer patria es dotar de herramientas y recursos a las instituciones y organizaciones que luchan contra toda forma de violencia, especialmente la violencia de género y el femicidio. No hacen patria los pastores evangélicos y los curas católicos que fomentan el odio contra las parejas del mismo sexo.

Tampoco hacen patria los diputados que le temen a una Comisión Investigadora de las concesiones, quienes como el gato tratan de echarle tierra a las inmundicias de sus negociados y su entreguismo de nuestros recursos a las transnacionales. Hicieron patria Juan Santamaría, Juanito Mora, Pancha Carrasco y tantos hombres y mujeres anónimos que expulsaron a William Walker y sus pretensiones de esclavizarnos. No son patriotas los gobernantes que declaran de interés público una actividad minera que contaminará nuestros mantos acuíferos, ni las autoridades de salud que permiten a las piñeras intoxicar con agroquímicos el agua que beben las comunidades de Siquirres.

Hace patria el estudiante que con orgullo levanta la antorcha de la independencia, los niños y las niñas con sus faroles que iluminan nuestros sueños de una sociedad justa, los jovencitos que cantan con fervor el himno nacional. No hacen patria los políticos que condenan a la gente humilde a esperar por años para una operación en la caja de seguro social, ni los comerciantes que especulan con el precio de las medicinas.

Hace patria Nery Brenes cosechando medallas sin olvidarse de su querido Limón, Ana Gabriels con sus puños de acero, Bryan Ruíz que triunfa en el fútbol europeo y sigue siendo el mismo muchacho humilde de los barrios del sur. Pero también hacen patria los obreros de la construcción, las cocineras del mercado, los recolectores de la basura, las maestras de escuela, los agricultores, los profesionales comprometidos, las enfermeras abnegadas. No hacen patria quienes designan a un criminal electoral confeso como embajador en El Vaticano, ni los jerarcas que no le cobran las cuotas del seguro social y los impuestos a tantas empresas y embajadas evasoras.

Sí hacen patria nuestros indígenas tan olvidados, los guardas de los barrios, el policía mal pagado, los choferes de los buses, las empresarias de la microempresa, los artistas nacionales, los trabajadores de los muelles, los pescadores de Puntarenas, los abuelos jubilados, los inmigrantes nicaragüenses, las artesanas de Guanacaste.

No hacen patria quienes le niegan un presupuesto justo a las universidades públicas, mientras fomentan el negocio de la educación privada.

Hacen patria los hombres y mujeres que trabajan duro cada día, a cambio de un salario que no alcanza ni para la canasta básica. Y usted ¿Cómo hace patria?

Santamaría y Mora: Más de un siglo de falsificación histórica

En la campaña nacional contra los filibusteros hubo decenas de miles de héroes, la mayoría de ellos anónimos. Sin duda alguna, Juan Santamaría cuya real existencia ha sido causa de algunas controversias académicas entre historiadores, es el símbolo de esa voluntad colectiva de defender la libertad y la independencia de la naciente nación a costa de lo que fuera, incluso de la vida.

Muchas de las fuentes utilizadas por los historiadores confirman la existencia del soldado Juan Santamaría. Fue uno de varios combatientes que el 11 de abril de 1856 intentaron quemar el Mesón de Guerra durante la batalla de Rivas. Allí se había refugiado un grupo de filibusteros que castigó duramente a las tropas costarricenses, ocasionándoles numerosas bajas.

Todos los que intentaron prender fuego a la edificación, táctica que definieron nuestros estrategas militares, cayeron heridos sin lograrlo. Santamaría también cayó mortalmente herido pero antes logró el objetivo buscado.

El mesón ardió, pero no es cierto que a consecuencia de esta acción se derrotara a los filibusteros. De hecho, el enemigo no abandonó el edificio y el combate continuó hasta avanzada la noche, momento en que Walker decide retirarse de la ciudad porque se había quedado prácticamente sin municiones.

Pero todos estaremos de acuerdo en que eso no fue lo importante, sino el hecho de que la bravura y el espíritu de sacrificio de nuestros soldados infrigió una importante derrota al enemigo. Juan Santamaría representa ese espíritu. Es héroe nacional en nombre de todos los demás héroes del pueblo. Que así sea y siga siendo.

Por otra parte, Juan Rafael Mora no sólo fue nuestro Presidente durante aquel trance histórico. Fue el líder indiscutible del país, el inspirador y el estratega. Su voz fue la primera en levantarse para advertir del grave peligro que representaba William Walker en Centroamérica y en particular para la independencia de Costa Rica.

Muchos de los miembros de la clase gobernante de entonces, la docena de familias de las que él mismo formaba parte, no le creyeron inicialmente. Tuvo que emplearse muy a fondo para convencerlos de la vocación esclavista y totalitaria del filibustero y de que era necesario marchar hacia el norte para detenerlo. Y de que eran ellos, los miembros de la naciente oligarquía cafetalera, los obligados a pagar el costo de la guerra.

Juan Rafael Mora tuvo claro que William Walker no era un simple aventurero a título personal, sino que encarnaba la aventura expansionista de un imperio naciente, el de Estados Unidos, por más que la diplomacia en Washington proclamara no tener relación con el proyecto.

Al final, pese a las enemistades políticas y personales que el estilo de Mora produjo en abundancia, el país entero se unió en torno a su liderazgo para combatir al invasor. Desde el campesino más humilde hasta el más encopetado cafetalero se involucraron activamente en la campaña. También lo hizo la iglesia católica, poder tanto o más determinante que el de las armas o el dinero en la Costa Rica del siglo XIX.

Tras la victoriosa conclusión de la guerra, las pasiones políticas locales volvieron al primer plano de la escena nacional. Las luchas por el poder debilitaron a don Juanito, que es derrocado y luego fusilado por sus enemigos.

Entonces, los vencedores trataron de borrar su huella, intentaron minimizar su papel en la gran campaña patriótica, enlodaron su nombre cuanto les fue posible. Con ello justificaban la atrocidad y validaban su poder.

No es sino hasta avanzado el siglo XX, que algunos historiadores empiezan a rescatar la imagen de este hombre visionario y a subrayar el aporte incalculable que hizo, dirigiendo nuestro país en su verdadera guerra de Independencia.

No obstante, aún subsisten algunas mentes mezquinas y serviles que tratan de invisibilizar a Juan Rafael Mora, el héroe de nuestra Independencia nacional, porque quizá les espanta que su patriotismo y anti-imperialismo pueda contagiar a los costarricenses contemporáneos.

Quizá por eso (vaya uno a saber con certeza), el 150 aniversario de la gesta (2006) pasó sin pena ni gloria, en medio de los esfuerzos del gobierno y ciertos grupos económicos por aprobar el tratado de libre comercio con Estados Unidos.

Resulta que el patriotismo y el anti-imperialismo no son sentimientos funcionales para algunas líneas de negocios.

Rodrigo Gutiérrez Sáenz: ¡Trabajó y luchó por su pueblo!


ANEPtv

El Doctor Gutiérrez fue un médico comprometido con su pueblo, candidato a la Presidencia de la República en múltiples ocaciones, miembro fundador del Partido Frente Amplio en el año 2004 y participó en la vida del partido, a pesar del deterioro de salud de los últimos años.

Candidato Presidencial de la Coalición Pueblo Unido 1978 y 82, del Partido Alianza Popular 1986 y diputado por este partido en 1990, Catedrático universitario y Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica.

A familiares, amigos y compañeros de lucha, nuestro sentido pésame.

El lunes 6 de setiembre, a partir de las 5:00 p.m. su cuerpo permanecerá en la Funeraria del Magisterio Nacional.

El funeral se efectuará mañana martes 7, a las 10:00 a.m., en el Cementerio La Piedad en Desamparados.
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EN BREVE: Rodrigo Gutiérrez Sáenz
Un gran legado

– El Dr. Rodrigo Gutiérrez Sáenz fue militante del Partido Liberación (PLN), en los años sesenta, firmante del “Manifiesto Democrático para una Revolución Social, conocido como el Manifiesto de Patio de Agua, en enero de 1968.

– Escribió la “La Costa Rica que no conocemos” en la década del setenta, valiente denuncia sobre la injusticia social reinante en el país y fundamento de su ruptura con el Partido Liberación Nacional (PLN).

– Militante en sus inicios del Partido Socialista Costarricense (PSC), en la década de 1970.

– En 1978 y 1982 fue candidato presidencial de la Coalición Pueblo Unido, que agrupó a los partidos de izquierda, Vanguardia Popular (PVP), Socialista Costarricense (PSC) y de los Trabajadores (MRP).

– En 1986 fue candidato presidencial de la Coalición Alianza Popular, que agrupó a los partidos Vanguardia Popular y Frente Amplio Democrático (FAD), del que fue fundador).

– En 1990 es electo como Diputado por el Partido Pueblo Unido, impulsado por los partidos Vanguardia Popular (PVP) y del Pueblo Costarricense (PPC).

– Después de 1994 participa en la fundación del Partido del Progreso (PP) y del Partido Fuerza Democrática (PFD).

– Desde el año 2002 participa en las labores del Foro de Acción Política “Otra Costa Rica es Posible, Otro mundo es posible”.

– Desde el año 2004 participa como militante del Partido Frente Amplio (PFA); contribuye, con sus propuestas, a la participación y organización electoral, así como a la lucha contra la aprobación del TLC con los Estados Unidos.

– Colaborador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), durante la lucha por el derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza. En julio de 1979, participó en la ofensiva final como médico internacionalista.

– Integrante del Consejo Nacional de Paz y Solidaridad, y de varios Comités Costarricenses de Solidaridad con los pueblos latinoamericanos. Amigo de la Revolución Cubana.

– Catedrático de la Universidad de Costa Rica, Vicedecano y Decano de la Facultad de Medicina.

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Ante el sensible el fallecimiento del Dr. Rodrigo Gutiérrez Sáenz, la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP), así como la Central Social Juanito Mora Porras (CSJMP), dejamos pública manifestación de toda nuestra solidaridad con su distinguida familia, expresándole la más sincera condolencia de nuestra parte.

Se nos ha ido un gran hombre, un extraordinario patriota, una persona sumamente honesta y plena de valores… en fin, un ser ejemplar cuya huella no podrá borrarse jamás.

El Dr. Gutiérrez Sáenz ha ingresado al selectísimo círculo de los patricios costarricenses, de los prohombres forjadores de la peculiar nacionalidad costarricense que por muchos y por muchas es defendida sin rendición alguna, ante los embates de la insolidaridad y de la deshumanización, precisamente siguiendo el legado el legado de tan ilustre profesional médico y de tan excepcional costarricense. Él ya es de los que nunca mueren.

San José, lunes 6 de setiembre de 2010

Albino Vargas Barrantes
Secretario General
Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP)
Presidente
Central Social Juanito Mora Porras (CSJMP)
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DR. RODRIGO GUTIERREZ SAENZ: MILITANCIA Y COMPROMISO SOCIAL

Militante del PLN en los años sesenta. Firmante del “Manifiesto Democrático para una Revolución Social, conocido como el Manifiesto de Patio de Agua, en enero de 1968.

Escribió la “La Costa Rica que no conocemos” en la década del setenta, valiente denuncia sobre la injusticia social reinante en el país y fundamento de su ruptura con el PLN.

Militante en sus inicios del Partido Socialista Costarricense, en la década del setenta.

En 1978 y 1982 fue candidato presidencial de la Coalición Pueblo Unido, que agrupó a los partidos de izquierda, Vanguardia Popular (PVP), Socialista Costarricense (PSC) y de los Trabajadores (MRP).

En 1986 fue candidato presidencial de la Coalición Alianza Popular, que agrupó a los partidos Vanguardia Popular y Frente Amplio Democrático (FAD), del que fue fundador).

En 1990 es electo como Diputado por el Partido Pueblo Unido, impulsado por los partidos Vanguardia Popular (PVP) y del Pueblo Costarricense (PPC).
Después de 1994 participa en la fundación del Partido del Progreso (PP) y del Partido Fuerza Democrática (PFD).

Desde el año 2002 participa en las labores del Foro de Acción Política “Otra Costa Rica es Posible, Otro mundo es posible”.

Desde el año 2004 participa como militante del Partido Frente Amplio (PFA); contribuye, con sus propuestas, a la participación y organización electoral, así como a la lucha contra la aprobación del TLC con los Estados Unidos.

Colaborador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), durante la lucha por el derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza. En julio de 1979, participó en la ofensiva final como médico internacionalista.

Integrante del Consejo Nacional de Paz y Solidaridad, y de varios Comités Costarricenses de Solidaridad con los pueblos latinoamericanos. Amigo de la Revolución Cubana.

Catedrático de la Universidad de Costa Rica, Vicedecano y Decano de la Facultad de Medicina.
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HASTA SIEMPRE, RODRIGO

Hablámos por última vez hace pocos días en la consulta externa del hospital San Juan de Dios. Rodrigo era consciente, como paciente y como médico, que libraba una fiera lucha por la vida, y lo hacía con mucha esperanza de que saldría adelante, ¡tenía tantas cosas por hacer, tantos sueños que realizar! Le indignaba la agresión contra la seguridad social y me urgía a que organizáramos con mayor eficacia y pasión su defensa y fortalecimiento, las ideas y propuestas las desgranaba con ese conocimiento sobre la realidad de la Caja y del país, siempre admirable y sorprendente.

Mientras le escuchaba, recordé que hacía ya unos cuarenta años que un grupo de jóvenes nos reuniamos con Rodrigo en la Universidad de Costa Rica para descubrir La Patria que no conocemos, las venas abiertas de nuestra sociedad que el Dr. Gutiérrez enseñaba y que tanto contribuyó a la toma de conciencia sobre la otra patria, silenciada por la historia oficial.

Una vida de compromiso. Un Decano que dejó una impronta indeleble en la Facultad de Medicina de la UCR, un médico de barrio que nunca dejó a un paciente sin atender, gratis cuando eran pobres y pagando cuando era necesario las medicinas de su propio bolsillo, un luchador social y político que encabezó con dignidad y coraje la unidad de las fuerzas de izquierda en Pueblo Unido, un diputado honesto y coherente, un guerrero que no dudó en incorporarse como médico y combatiente a la lucha contra la dictadura somocista. Hasta el último día luchando, acariciando siempre el sueño de vivir en un país justo, clamando por la unidad de los revolucionarios y del pueblo, solidario sin fisuras con todas las causas revolucionarias, amigo desde los días del Moncada de la Revolución Cubana. Uno de los imprescindibles de nuestra causa.

Gracias Rodrigo, por tu vida y por tu ejemplo, no te olvidamos, hasta siempre amigo, compañero.

José Merino
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Recordando al Dr. Gutiérrez

Corrían allá los difíciles días en Centro América de los finales de la década de los setenta, cuando tuve el privilegio de conocer al Dr. Rodrigo Gutiérrez, quien se aprestaba a marchar rumbo a Nicaragua a colaborar con ese pueblo en la lucha contra la tiranía de los Somoza. De boca de su hijo primogénito supe como delegaba la responsabilidad de la familia en el evento su muerte sucediera, como estaba expuesto todo aquel que emprendiera hacia aquel hermano país con las armas en la mano, quizá emulando la gesta de Juanito Mora en el año 1856 y expulsar al sátrapa. El doctor emprendió su marcha dejando todo; su familia acongojada, sus amigos sin el consejo siempre prudente, sus clientela de muchos años huérfana del médico generoso, sus estudiantes y discípulos acéfalos del maestro sabio que fueron formados en la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica, donde como Decano realizó toda una transformación democratizando la matrícula, haciendo posible que los hijos del pueblo pudieran estudiar medicina en otra hora reservada a los ricos de este país.

Pero el doctor no estaba para morir en esas batallas, faltaban muchas más que daría, desde el claustro universitario, desde las tribunas públicas o bien desde la curul donde fue varias veces fue elegido como el mejor diputado de esa legislatura.

En su afán de dotar a este país de un mejor destino fue un incansable Quijote e intentó de todo, desde la creación de nuevos partidos políticos hasta crear nuevas formas de organización política que permitieran a las grandes mayorías de este país acceder al poder.

Su visión clara de los males que asolaban al movimiento popular y al país, lo llevó a ser un crítico duro, pero entusiasta y constructivo, despertando las inquietudes de muchos “sobre la Costa Rica que no conocemos”. Hoy murió el doctor como simplemente le llamábamos sus amigos, pero su causa sigue vive en todos aquellos que nos logró transmitir su compromiso con el pueblo o lo que es lo mismo su compromiso con La Patria.

Sabemos que muchos en este país le negarán sus méritos y acaso su vida aparecerá en retazos en los noticieros y en pequeñas esquelas en los periódicos, porque hablar de su trayectoria y de sus luchas es reconocer las injusticias que se siguen cometiendo en este país.

Hoy se fue el Dr. a dar quien sabe que otras peleas, sabedor como dijo el poeta que fue un soldado derrotado en muchas batallas, pero guerrero de una causa invencible.

Lic. Álvaro Fernando López Báez
6 setiembre 2010.

Juanito Mora Porras: Héroe y Benemérito de la Patria

Un pueblo sin héroes
Jaime Ordóñez
Diario Extra | 6 de setiembre de 2010

Costa Rica es un pueblo con escasos héroes, y poco dado a reconocer pro-hombres y mujeres destacadas. El “igualitarismo hacia abajo”, ramplón y mezquino, y esa mentalidad parroquial y aldeana que hizo huir a Zúñiga, a Yolanda Oreamuno, a Eunice Odio, y a tantos otros, todavía pervive en nuestro pueblo. En pleno siglo XXI Costa Rica sigue siendo un país con pocos arquetipos. Veamos. Salvo don Clorito Picado (reconocido por todos) y quizá don Ricardo y don Cleto (muy queridos hoy día, pero violentamente atacados en su época por sectores obtusos y ultraconservadores), son pocos los que se salvan. Este es un país que no reconoce a quienes le han dado obra, instituciones o ideas importantes.

Como se sabe, matamos a Morazán en una esquina de nuestro Parque Central, y por eso no nos quieren mucho en el resto de Centroamérica. A Castro Madriz mayormente se le desconoce. Alfredo González Flores aún tiene pendiente el espacio que merece en la memoria de esta sociedad. Figueres Ferrer y Calderón Guardia ciertamente se reconocen hoy día como los grandes arquitectos de la segunda mitad del siglo XX, pero sus nombres siguen concitando absurdos odios y malquerencias entre personas que no logran ver el pasado con cierta perspectiva. Incluso figuras tan patriotas con Mora Valverde o Monseñor Sanabria no han recogido el reconocimiento que esta sociedad debería darles. Un último ejemplo escandaloso: don Joaquín García Monge, ese titán que convirtió el Repertorio Americano en el espacio de diálogo intelectual más importante de América Latina es hoy un ilustre desconocido para la mayoría de la población. Repito: somos un pueblo mezquino.

Justamente por eso, es una excelente noticia que veintinueve diputados de la Asamblea Legislativa de Costa Rica hayan firmado en días pasados el Proyecto de Acuerdo N.° 17815 para declarar Héroe Nacional a Juan Rafael Mora Porras. Empresario privado, representante popular, diputado constituyente, vicepresidente y presidente de la República, Mora fue un demócrata en un momento de la historia donde la idea de democracia era apenas germinal. Durante su presidencia de diez años (1849 a 1859) el país fortaleció sus instituciones, amplió las libertades, promovió la industria y el comercio, fundó el Banco Nacional de Costa Rica de propiedad tripartita (inversores privados, fondos estatales y capitales extranjeros) y empezó un lento proceso de integración de la vida agraria a las ciudades.

Sin embargo, su papel más relevante fue la Campaña de 1956-1957 contra el filibusterismo esclavista encabezado por Walker. De no haber sido por Mora, la historia de América Central con seguridad hubiese sido otra. La expulsión de los filibusteros es uno de esos momentos singulares que definen el futuro de una nación, o de un conjunto de países, los cuales suceden muy de tanto en tanto, muy de siglo en siglo. Un año después de dejar el gobierno, en 1860, Mora fue fusilado, como resultado de una intriga absurda y vergonzosa. Es hora de que el país enmiende ese error y pague esa deuda con su memoria.

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Un noble proyecto
Rogelio Ramos Valverde
Tribuna Democrática | 6 de setiembre de 2010

Se ha presentado ante la Asamblea Legislativa, con la firma de 29 diputados, constituyendo la mayoría parlamentaria, un loable proyecto de Acuerdo para declarar a don Juan Rafael Mora, Héroe Nacional; ha recibido la dispensa de trámites. Es muy oportuno. Van a cumplirse 150 años del alevoso asesinato del gran Presidente de la República, el patriota que nos liberó a nosotros, los costarricenses, a los centroamericanos y, por qué no decirlo, a los latinoamericanos, del látigo invasor de los esclavistas sureños de los Estados Unidos.

Distintos pensadores allende nuestras fronteras, al momento mismo de las luchas en Santa Rosa, Rivas y el San Juan, hicieron reconocimientos de esa verticalidad del presidente Mora por librar batallas, alguno de ellos comparando la de Rivas con la de Maratón en los anales de la historia mundial. Otros, al recalar sobre los pliegues de la historia, han dejado suscritas memorables menciones a Costa Rica y su Presidente.

Las proclamas de Juan Rafael Mora dejan testimonio de su vocación de Libertad en una época conmocionada por las disputas de los abolicionistas y esclavistas estadounidenses. Controversias que se tradujeron en la Guerra Civil de los Estados Unidos. Solo un conocimiento de las circunstancias de la política internacional –que Mora sabía por sus relaciones con los mercados mundiales y las guerras en curso sobre todo en Europa– le prepararon para afrontar la catástrofe que significaban los filibusteros de William Walker. Para ello preparó el país con el tiempo necesario.

Establece la Constitución Política en su artículo 121, inciso 16, esta atribución exclusiva del Poder Legislativo: “Conceder la ciudadanía honorífica por servicios notables prestados a la República, y decretar honores a la memoria de las personas cuyas actuaciones eminentes las hubieran hecho acreedoras a esas distinciones”.

La Constitución Política hace una muy clara distinción: la ciudadanía honorífica por un lado, y, por el otro, “honores”, sin establecer a priori a cuáles se refiere. Lo usual ha sido conceder el benemeritazgo, en diferentes ubicaciones, a preclaros hijos de nuestra Patria. Además, el Poder Legislativo ha otorgado reconocimientos a las figuras proceras que en América Latina encabezaron los movimientos de Independencia del siglo XIX.

Cuando ejercí las funciones de diputado, el 14 de abril de 1966 tuve el honor de presentar un proyecto de Acuerdo para honrar la memoria de don Benito Juárez en su lucha por la soberanía mexicana; ese proyecto, recogido luego por el diputado don José Luis Molina Quesada, fue aprobado por la Asamblea Legislativa. De tal manera que es potestad de los señores diputados, amparados al precepto constitucional, establecer el honor que corresponde al candidato propuesto.

La aprobación del Acuerdo legislativo surte los mismos efectos jurídicos que el proyecto de Ley. Su trámite, sin embargo, es distinto: requiere una sola votación y se manda a publicar en el diario oficial La Gaceta sin necesidad del refrendo del Poder Ejecutivo, por ser una potestad exclusiva del Poder Legislativo.

¿Quién mejor muestra en nuestra historia los galardones de Héroe Nacional que don Juan Rafael Mora? Gracias a su tenacidad que impulsó al pueblo de Costa Rica en una guerra santa, pudimos seguir siendo libres con un sistema republicano que nos distingue en el concierto de las naciones, con una paz venturosa como la que hizo mención en su cuarta proclama el presidente Mora, con un congreso de diputados costarricenses que ahora se apresan a restañar la injusticia del fusilamiento del mejor presidente de nuestro país.

Gracias a esa noble iniciativa de los señores diputados, imbuidos del fervor patriótico en este mes de setiembre, con la dispensa de tramites ya aprobada, y dentro de marco del procedimiento legislativo, en una sesión se tomará la votación –ojalá por unanimidad– para dejar testimonio de nuestro amor por la Libertad que fue en la vida, la vocación indeclinable de don Juan Rafael Mora.

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Don Juanito Mora, Héroe Nacional
Julio Suñol
Tribuna Democrática | 4 de setiembre de 2010

Cualquiera puede decir que no hay necesidad de declarar Héroe Nacional a quien de por sí ya lo es.

Alguien podría oponerse a tal declaratoria legislativa, argumentando que don Juan Rafael Mora Porras (Don Juanito), ya está en el corazón de los costarricenses, puesto que fue quien nos salvó de la ocupación extranjera y de la esclavitud perseguida por quienes desde las peores entrañas del Norte nos vieron como fácil presa.

Cualquiera podría creer que está de más cumplir con tal propósito, cuando nadie —o solo muy pocos— podrían dudar de las altas condiciones humanas, políticas y patrióticas de ese personaje increíble que fue tantas cosas a la vez.

Empresario, político, Presidente, diputado, Comandante en Jefe, patriota e iluminado que respondió a los deberes de su destino cuando la patria y toda Centroamérica se vieron acosadas y amenazadas por fuerzas superiores en número y en tecnología militar.

Todo esto fue don Juanito, como cariñosamente lo llamaba el pueblo, y como ese pueblo lo llegó a querer, no obstante que unos cuantos malos hijos del país vieron con satisfacción la traición y el fusilamiento de quien fue víctima propicia de los que le temían y odiaban. Se aprovecharon de errores y cuestionamientos que se le hacían al Presidente por actuaciones suyas y por algunas alegadas incorrecciones. Era humano y como tal no fue un santo, pero su entrega total a la patria lo absolvió de pecados menores.

Lo engañaron. Lo emboscaron. Lo sorprendieron. Y así cumplieron un 30 de setiembre, hace 150 años, el infame objetivo de fusilarlo en El Jobo de Puntarenas. Dos días después asesinarían al general José María Cañas, otro de los héroes de aquellas jornadas.

Pasado siglo y medio de esa gran traición y de ese vilipendio, se justifica la iniciativa tomada ahora por 29 diputados de las distintas tendencias, quienes han propuesto al plenario legislativo que se declare Héroe Nacional a Don Juanito. Y que el Consejo Superior de Educación y el Ministerio respectivo incorporen a los planes docentes de la educación general básica y a la diversificada, el estudio y conocimiento de quien tanta gloria nos dio.

Una declaratoria de Héroe de Puntarenas, también la tomó hace pocos meses el Concejo Municipal de aquella provincia.

Hacen bien los diputados que tomaron esta iniciativa, para no olvidar que nuestra real independencia no se produjo cuando desde Guatemala nos informaron que ya éramos libres del coloniaje español. La independencia nacional en verdad se selló con la sangre derramada por nuestros campesinos descalzos, mal armados, a veces enfermos y vistiendo harapos que, en 1856-1857, marcharon de Santa Rosa a Rivas y San Juan, inspirados en todos los combates y conducidos en la gloriosa Batalla de Rivas por aquel joven presidente que expuso su vida y su hacienda para tener una Costa Rica libre.

Hay algo que se desconoce mucho o que no se explica bastante. Y es que el bucanero y esclavista William Walker, luego de su primera derrota y todavía en sus estertores, escribió un libro titulado La Guerra de Nicaragua. Lo preparó para venderlo y obtener recursos destinados a su segunda entrada al Istmo, al que había llegado con la consigna “de todas o ninguna”. En esa publicación expresa que no se explica cómo fue posible que campesinos de pie en el suelo, mal nutridos y enfermos, fueran capaces de derrotarlo a él, quien había venido a Centro América con una falange de militares de carrera y con soldados de fortuna armados hasta los dientes. Esto es, el agresor de nuestra patria, de toda Centroamérica, es quien reconoce que Mora y sus hombres le propinaron una gran derrota.

Ojalá los diputados que consensuaron esta propuesta y presentaron el proyecto con la firma de 29 de ellos (la mitad más uno de los 57 diputados) logren el apoyo del resto a fin de que esta iniciativa se concrete antes del 30 de setiembre, fecha clave en esta historia.

La seguridad ciudadana como bien público: la función del Estado

I- El artículo 12 de la Constitución Política de la República de Costa Rica proscribió el ejército como institución permanente, reconociendo que para la vigilancia y conservación del orden público se contará con las fuerzas de policía necesarias. De igual forma el articulo 140 (incisos sexto y dieciséis) de la Constitución definen como deberes que corresponden al Poder Ejecutivo, mantener el orden y la tranquilidad de la Nación, resguardando, además, el orden público.

La proscripción del ejército permite identificar, muy claramente, que la seguridad ciudadana es un bien eminentemente civil; es decir, que se asume desde una visión ciudadana. Este es un dato que puede parecer obvio, pero no lo es, porque es un hecho histórico que permite considerar la seguridad ciudadana como un valor de la convivencia democrática, distante del autoritarismo castrense.

II- En cuanto al orden y la tranquilidad, son conceptos de amplio espectro, sin embargo, su contenido no permite darle un fundamento preciso a la seguridad ciudadana. Seguridad ciudadana no es lo mismo que orden y tranquilidad, es un concepto mucho más amplio, porque está íntimamente vinculado con el desarrollo humano, cuyo contenido esencial prevé el artículo cincuenta de la Constitución, al establecer que el Estado procurará el mayor bienestar a todos los habitantes del país, organizando  y estimulando la producción y el más adecuado reparto de la riqueza. El bienestar, que puede visualizarse como calidad de vida, supone, sin duda alguna, el  adecuado reparto de la riqueza. La redistribución de la riqueza,  mejor aún, la equidad social,  es un supuesto medular de la seguridad ciudadana;  una sociedad con un inadecuado reparto de la riqueza, no posee las condiciones para desarrollar una política equilibrada y razonable sobre seguridad ciudadana.

III- La seguridad ciudadana, en sí misma, es un bien jurídico constitucional residual, porque debe reconocerse que el respeto a los derechos fundamentales, así como la equidad social y un reparto equitativo de la riqueza, marcan los límites en los que puede desarrollarse una política que permita al ciudadano encontrarse libre de la amenaza de violencia o despojo por parte de otros, según lo ha definido el PNUD.

IV- Esta visión no excluye, como parece hacerse usualmente, la persecución eficaz de la corrupción política y económica, porque esas formas de acción criminal son una grave amenaza de despojo por parte de otros. Si nos atenemos a la visión que nos brinda la agenda de los medios de comunicación, la delincuencia dorada o de poder, no genera inseguridad ciudadana, enfoque que es, sin duda alguna, equivocado. La impunidad frente a la delincuencia ejecutada desde el poder hace crecer la inseguridad ciudadana, sino que tiene un efecto devastador respecto de la legitimidad del sistema político y social. La impunidad de los delitos ejecutados desde posiciones de poder político o financiero, los privilegios fácticos y jurídicos que aseguran la invisibilización institucional de los crímenes no convencionales, generan no sólo una sensación de inseguridad, sino que provoca un debilitamiento de la legitimidad de las instituciones y del régimen democrático, al percatarse el ciudadano que hay personas y grupos que ostentan el privilegio de la impunidad.

La imagen distorsionada que difunden los medios de comunicación social sobre lo que es la inseguridad ciudadana, destacando algunas manifestaciones e ignorando otras, se puede convertir en un instrumento que impide a la ciudadanía prestar atención a otras graves manifestaciones de impunidad, corrupción e injusticia social. De esta forma, la agenda política se convierte en un inventario de acciones represivas y punitivas, desconociendo otras causas, algunas mediatas, que propician una paupérrima calidad de vida.

V- No puede desconocerse que el aumento de la inseguridad ciudadana es una amenaza real contra el desarrollo humano, al limitar las posibilidades individuales para definir un proyecto de vida, debilitando la solidaridad social que requiere el desarrollo social e individual. Pero similares efectos provoca la criminalidad ejecutada desde posiciones de poder. La seguridad del ciudadano, a pesar de sus imprecisiones y emotividades, exige el respeto al principio de igualdad y requiere, como escenario social, un tejido social en el impere la equidad y la movilidad social. Una sociedad que tiene que expulsar a sus ciudadanos, porque no les puede dar oportunidad de un desarrollo humano aceptable o por lo menos la supervivencia, es una sociedad que tampoco brinda una convivencia de calidad, aunque la exclusión social y económica de los emigrantes, no se visualiza como inseguridad ciudadana, porque sólo se apela al dato “amarillo” o al acontecimiento dramático.

VI- La necesidad de vencer el temor ciudadano a la convivencia,  como objetivo político trascendental, puede llevarnos por rutas equivocadas, cuyo destino puede ser constitucionalmente cuestionable, tal como ocurre:

1- La reducción irreflexiva de la capacidad que tiene el Estado de brindar un servicio policial eficiente y bien financiado. El panorama es desastroso, según lo señala con claridad el Ministro de Seguridad Pública, don José María Tijerino, en declaraciones que brindó al parlamento costarricense, describiendo un panorama patético: sólo existe capacidad para un presencia simultánea de policías de cuatro mil agentes en todo el territorio nacional. Se cuenta con 13.000 policías, pero menos de 12.000 se dedican de verdad a funciones policiales, debiendo excluirse a mil agentes que están incapacitados, de tal forma que nunca se cuenta con más de 3.900 funcionarios dando un servicio policial preventivo. Al ser más de cuatro millones la población del país, la relación entre población y ciudadanos es de más de mil personas por cada agente policial. No puede desconocerse, además, que muchas delegaciones policiales están en ruinas y que se carecen de suficientes vehículos para labores de persecución y vigilancia. Sólo un doce por ciento de la infraestructura policial está en buen estado. [1] El tema del servicio policial paupérrimo y que no agota, por supuesto, el tema de la seguridad del ciudadano, evidencia, en gran medida, no sólo la reducción del Estado, sino que provoca, de la misma forma, la privatización del servicio de seguridad, a pesar de que es uno de las funciones esenciales que debe cumplir el Estado. Se requiere una reflexión sobre la incidencia de los servicios privados de seguridad y el retraimiento de la actividad estatal en un servicio tan importante. El servicio policial, al igual que otras funciones, requiere una presencia policial mínima y sostenida. Es muy probable que la función  preventiva que debe cumplir el servicio policial estatal, no cumpla los mínimos aceptables en la mayor parte de las comunidades costarricenses.-

2- El punitivismo penal es otro extravío en la búsqueda de una seguridad ciudadana, convirtiendo la represión penal en una fórmula simplista para lograr una paz social o una convivencia aceptable, que no se alcanza con el aumento de las penas o la criminalizacion de cualquier acción dañina. La convivencia pacífica de los ciudadanos requiere el respeto a los principios básicos de una política criminal en un estado social y democrático de Derecho. Principios tan importantes como el de intervención mínima, la exclusiva protección de bienes jurídicos, el carácter subsidiario de la intervención punitiva, la imposibilidad de reprimir acciones que son parte de la esfera privada, son limitaciones que expresan, nuevamente, los condicionantes de un bien jurídico como la seguridad ciudadana, que si bien es trascendental, no tiene una vocación específica tan bien definida como los derechos y garantías individuales.

3- La represión selectiva y discriminatoria a la que tiende la irracionalidad de algunas políticas de solución a la inseguridad, convierten la mera represión en un instrumento de marginalización, la de los pobres, la de los emigrantes. Aquí si es cierto que las palabras y el silencio no son nada sutiles, sino que es cuestión de la relación de fuerzas, que la define quien tiene más poder. El simplismo de la represión a los más débiles y vulnerables, casi nunca encuentra anticuerpos políticos. Un concepto demagógico e impreciso de seguridad ciudadana puede se un instrumento que conculque derechos fundamentales, convirtiendo la simple desigualdad y los prejuicios, en una política que privilegia la desigualdad. Qué importante es poder identificar claramente los casos en que la represión punitiva o los instrumentos de control retoman una visión peligrosista, convirtiendo la pobreza o la marginalidad en fuente de sospecha y peligro.

VII- Muy importante e inquietante desde la perspectiva constitucional, es considerar que la libertad sea incompatible con la vigencia de un bien público, como lo sería la seguridad ciudadana, con todas sus particularidades e imprecisiones. El derecho de la libertad no puede ser barrido por el derecho a la seguridad, más bien la segunda debe quedar subordinada al derecho a la libertad. La seguridad ciudadana no podría limitar la libertad individual, como si fuera un derecho fundamental, porque en su esencia y contenido, no lo es, lo que no le resta trascendencia pública. La seguridad ciudadana es un legítimo interés constitucional, pero no tiene la fuerza e impacto de los derechos fundamentales. Esta precisión impide tomar rutas de absoluta irracionalidad, espejismos punitivos que convierten la represión, sin mayores matices, en fuente perversa de una política de seguridad ciudadana que nunca alcanza los objetivos que corresponden a una sociedad realmente democrática. Seguridad ciudadana es mucho más que orden y represión, por eso no es aceptable que sus pretensiones y objetivos reflejen la frase atribuida a Goethe, que decía que prefería la injusticia al desorden. La seguridad ciudadana no puede evitar la pretensión de orden, pero no pude separarse de una visión de justicia, especialmente la que se pretende alcanzar con una sociedad más justa y equitativa. La seguridad ciudadana es el objetivo que corona una sabia combinación de principios tan importantes como la libertad, la igualdad, la justicia, el pluralismo político y la justicia social.

VIII- No hay fórmulas mágicas, ni simplistas, no basta señalar que se pretende cero tolerancia frente al crimen; ese simplismo deformante y reduccionista se convierte en mero  autoritarismo que no guarda ninguna relación con la pretensión de conseguir una convivencia más segura, respetuosa de los derechos fundamentales, cuya aplicación responda a instrumentos y respuestas que trascienden la simple represión punitiva y policial.

IX- La inseguridad ciudadana nos muestra el resultado de muchos factores cuyo control y neutralización requieren una estrategia política, quizás es indispensable reconocer que se han postergado muchos problemas, entre ellos la construcción de una sociedad más equitativa. Este objetivo reclama mucho más que una política reactiva, sino que debemos volver a la política, la que no le teme a la acción estatal, la que no le teme a la libertad, la que teme a  los simplismos, la que huye de las privatizaciones o estatizaciones indiscriminadas, de las que no se salvaron ni las prisiones, que es una buena muestra de esa visión de seguridad ciudadana a partir de soluciones parciales, en las que se ignora la interconexión entre todos los fenómenos sociales. La privatización de prisiones, es un indicador de esas rutas por las que no puede transitar un bien tan importante como la seguridad ciudadana, que requiere mucho más que privatizaciones o una reducción obsesiva del Estado. Recordando a Rodrigo Facio, que pensó e hizo política, la de la visión integral, la que se escribe con mayúscula, señalando la interconexión entre la libertad y otros bienes sociales. Expresaba Facio que: “..La libertad es, pues, a más de un fin en sí misma, un medio, un poderoso medio para proseguir el movimiento interminable de la liberación humana. Para decirlo en términos más convencionales: la libertad, la libertad política, es un fin en sí misma, pero además es un medio, un poderoso medio para llevar adelante la plena libertad espiritual, económica y social del hombre…” <b>[2] El quehacer político en la búsqueda de una convivencia con justicia y paz social, incluye la seguridad ciudadana pero enmarcada en un proyecto político que supere la miopía y el maniqueísmo. La vía de la simple represión sin una visión política integral, no se alcanza una calidad de vida acorde con la dignidad del ciudadano. Por eso hace falta la visión política con mayúscula, como la que propuso en su momento Facio, Figueres, Calderón Guardia, Volio y otros. Si bien el control del delito es un tema importante, no puede convertirse en el de mayor trascendencia de la agenda política, como ha ocurrido en los últimos veinte años. La inseguridad por el delito es el síntoma de una grave disfunción social que no alcanza con el aumento de la represión y de las sanciones penales. Parafraseando una vieja frase, no queremos sólo seguridad ciudadana, queremos algo más que seguridad, pretendemos que la seguridad ciudadana sea parte de un proyecto que pretende construir una sociedad más justa, más equitativa, con mayor calidad de vida. La seguridad ciudadana se mueve entre dos extremos por un lado orden y seguridad, pero por el otro, un modelo de convivencia más justo, con mayor calidad de vida, que no expulse a sus ciudadanos, condenándolos a la marginalidad al interior o imponiéndoles el destino de huir hacia otro país por razones económicas.

X- La seguridad en la convivencia requiere una valoración cuidadosa de los márgenes de tolerancia social, por eso el bien que se persigue con la seguridad ciudadana trasciende el castigo, la represión; se debe evitar los extravíos de un fundamentalismo cívico que en función del orden, pretende normar hasta los detalles más nimios de la convivencia. Tampoco es admisible aplicar sin mayor criterio y ponderación, una ecuación perversa: más seguridad a cambio de menos libertad. Si se transita por esa vía sin mayores reparos, no se alcanza la calidad de vida, en un sentido amplio, logrando una convivencia social que trasciende las fórmulas simples de represión y orden.

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Notas

[1] Ver declaraciones del Ministro de Seguridad Pública, don José María Tijerino Pacheco, que reproduce el Diario La Nación en su edición del ocho de julio del 2010.
[2] Facio, Rodrigo. “Discurso del rector en el acto de clausura del año académico de 1960” publicado en la obra de Eugenio Rodríguez Vega, tiulada: “Rodrigo Facio”- Ed. UNED- Costa Rica. 2006- p. 283.

La contaminación informativa

ALAI AMLATINA. Una de las grandes conquistas de las luchas sociales fue la libertad de prensa, el derecho de informar y ser informado, pero los grandes monopolios económicos, ideológicos y políticos que controlan los medios de información han matado la libertad de prensa y quieren confundirla y reducirla a la libertad de empresa y no son sinónimos.

La contaminación de la palabra y la propaganda mediática han llegado a tal extremo que no permite ver con claridad donde está la veracidad informativa. La ética y búsqueda de la verdad están ausentes y prevalece la distorsión de la realidad. La CNN es el ejemplo de esa contaminación que sufren los pueblos. Su accionar en Irak es y fue para justificar la guerra, y difundir que ese país poseía armas de destrucción masiva. Algo semejante están armando actualmente contra Irán y otros países; y por otra parte ocultan las masacres y asesinatos de niños y población en Irak y Afganistán, donde los que dicen defender la “democracia”, se dedican al saqueo del patrimonio del pueblo iraquí, e implantan centros de torturas llevando a esa región destrucción y muerte. Se los acusa de “terrorismo islámico”, cuando los verdaderos terroristas son los torturadores y asesinos que invadieron esos países, violando los derechos humanos y derechos de los pueblos y todas las convenciones internacionales.

Los grandes monopolios informativos de Europa, EEUU y América Latina están en una fuerte campaña internacional para atacar y desprestigiar a gobiernos como el de Hugo Chávez, en Venezuela, acusándolo de tirano y de todos los males; ignorando en sus olvidos intencionados, que Chávez es de los pocos presidentes que se presenta a elecciones y el pueblo lo re-elige, por sus políticas sociales y trabajo en bien de los sectores más postergados.
Otro blanco mediático de esa campaña de desprestigio es el presidente Evo Morales, de Bolivia, quien debe soportar la campaña y acción de los medios concentrados de comunicación, contra un gobierno que ha buscado la integración y vida de los pueblos en un país pluricultural y nacional y ha tocado a los intereses económicos y políticos que siempre dominaron en Bolivia.

Las campañas mediáticas de los grandes monopolios informativos están dirigidas a la contaminación mental que debilite a los gobiernos progresistas. A través del tiempo vemos que lo mismo ocurre con Fidel Castro y el gobierno cubano; 50 años de resistencia y asombro en el mundo sobre los avances y capacidad de su pueblo, sus programas de salud, educación y lucha contra el analfabetismo y la pobreza.

Lo evidente es que Cuba es un pueblo solidario con otros pueblos más necesitados y los hechos hablan por si mismos. Desde hace mucho tiempo, antes del terremoto que asoló a Haití, Cuba envió médicos, educadores, técnicos para apoyar y trabajar solidariamente junto al pueblo haitiano, víctima de la pobreza, marginalidad, violencia social y estructural y de los desastres naturales.

Estados Unidos, como respuesta a las necesidades del pueblo haitiano, envió 20 mil soldados para controlar y someter al pueblo. Pero de esto no se habla, la intencionalidad de las campañas periodísticas es estar al servicio de los intereses económicos y políticos de los poderosos para someter a los pueblos.
Muchas acciones solidarias y hechos positivos son ocultados por los medios informativos. La presidenta Cristina Fernández Kirchner en su viaje a Europa, señaló, la crisis vivida por esos países y sugirió no aceptar la receta del FMI y del BM, advirtiéndoles las graves consecuencias sobre la vida del pueblo argentino y la crisis financiera.

La soberbia de los grandes medios de comunicación europeos se refirieron en forma despectiva y hablan de “esa señora que nos quiere enseñar que debemos hacer”. Sería bueno y saludable que presten atención a los consejos de la presidenta quien solidariamente les ha tendido la mano.

He hecho público y sostengo que la Ley de Medios Audiovisuales sancionada por el Parlamento es necesaria, ya que permite romper el control de los monopolios informativos y generar el pluralismo periodístico, y recuperar la libertad de prensa. La reacción de las corporaciones, como el Grupo Clarín, han desatado una campaña virulenta contra el gobierno acompañada por la voracidad de una oposición sin ideas, que busca únicamente golpear al gobierno y que tienen todos los medios a su disposición, como la pitonisa que anuncia toda clase de catástrofes, sin diferenciar los aportes y avances del gobierno, y señalando solamente sus errores y magnificados. Es preocupante para la vigencia democrática del país.

Con el tema Papel Prensa, empresa monopólica, se hace necesario investigar el accionar de la dictadura militar y a quienes han favorecido. La familia Graiver fue sometida a secuestros, torturas, cárcel y muerte, y le fueron apropiados sus bienes. El gobierno argentino ha iniciado una investigación para determinar responsabilidades. Maniobras similares a Papel Prensa, utilizó la dictadura militar para apropiarse de las empresas y recursos de los hermanos Iaccarino, víctimas de la violencia y la impunidad de esos años.
Al mismo tiempo, el gobierno, y lo he señalado en reiteradas oportunidades, no sabe y no quiere dialogar; es un gobierno de confrontación y agudización de los conflictos, se mueve con mucha soberbia y poco sentido político para resolver los problemas del país, a eso se suma las políticas provinciales de los señores feudales, que hacen lo que quieren y no lo que deben, y están llevando a las provincias a su desintegración, social, cultural, política y económica.

Una cosa es el federalismo que comparte la integración y un proyecto de país y otra el feudalismo que lleva la desintegración nacional.

La política neoliberal que impulsa el gobierno no se ha modificado desde el menemismo que tanto daño hizo al país. Por el contrario se ha profundizado porque una cosa son los discursos progresistas y otra la realidad. El problema político y económico del gobierno y la Sociedad Rural Argentina, no son muy diferentes, simplemente la disputa está en quien se queda con la parte mayor de la torta. Basta tener presente que el gobierno no hace nada para frenar los daños ambientales y los agro-tóxicos, ni la explotación de la megaminería con su desastres y daños para la salud de las poblaciones y sus economías regionales y familiares.

Por otra parte debemos tener presente que el gobierno, en sus contradicciones, ha avanzado en diversos campos sociales. Sería importante para el país que las fuerzas progresistas, opositoras al gobierno presenten alternativas al modelo imperante, en lugar de desgañitarse con críticas que no van a ningún lado.

Los desafíos son enormes y se necesita reprensar el país, generar un nuevo contrato social que permita avanzar en la construcción democrática y la vigencia de los derechos humanos en su integridad.

La libertad de prensa permitirá mayor conciencia crítica y el fortalecimiento de valores éticos, sociales, culturales y políticos.

Superará la contaminación informativa y así poder repensar el país que queremos.

[Publicado por ALAI AMLATINA, el 01/09/2010]

Buenos Aires, 1º de septiembre del 2010