La fuerza de la razón o… la razón de la fuerza

¡Párenla ya! ¡No hay punto medio! La fuerza de la razón… o la razón de la fuerza. La fuerza de la razón está indicándonos datos contundentes de que es la desigualdad el problema número uno de nuestra sociedad. La sordera de la hegemonía político-económica dominante, la del poder real, está resultando espantosamente irresponsable y peligrosamente provocadora.

“La desigualdad es un tema crítico en Costa Rica” no es una frase, un criterio, un eslogan de un sindicalista. ¡No! Es la opinión autorizada de la señora Alice Shackelford, experta en derecho internacional y embajadora en nuestro país de las Naciones Unidas (ONU), representante del actual secretario general de esta organización, el señor Ban Ki-moon, acreditada como coordinadora residente para Costa Rica; y, además, es la autoridad en suelo nacional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La fuerza de la razón ha sido contundente: “La desigualdad es un tema crítico en Costa Rica”. (Véase Diario Extra del pasado jueves 14 de julio de 2016).

Que estamos agobiados y atemorizados por tantas formas de violencia (social, criminal, económica). ¡Sí!… Que hay mucha corrupción y que gentes inescrupulosas del sector Público y otras no menos inescrupulosas del sector privado, se coluden para delinquir con los fondos públicos, directa o indirectamente. ¡Sí! Máxime que tenemos un fiscal general de la República que se ha hecho de la vista gorda con enormes casos de presuntas corruptelas que, para mayor indignidad, seguramente quedarán impunes… Que estamos empezando a transitar la peligrosa senda de un Estado fallido luego de que el crimen organizado y el negocio ilícito del narcotráfico terminen por apoderarse de nuestra propia nación. ¡Sí!

Pero, sin embargo, por encima de esos tres grandes problemas que, en uno u otro sentido, están carcomiendo la institucionalidad democrática, está el de la desigualdad, creciendo sistemáticamente, sin parar, excluyendo cada vez más gente.

La fuerza de la razón da cuenta de que entre mayo de 2015 y mayo de 2016, el crecimiento económico superó el 5%. Pero la distribución no mejoró. Las clases trabajadoras asalariadas de los sectores privado y público están con salario congelado. La inflación “cero” nadie se la cree. Las cifras oficiales que registra el Índice de Precios al Consumidor (IPC), están completamente divorciadas de los bolsillos de la clase trabajadora, la asalariada y la no asalariada.

La fuerza de la razón es contundente: la riqueza se sigue concentrando y no se quiere repartir un poco mejor los beneficios del crecimiento económico con otra política salarial. Por el contrario, un adinerado líder gremial del alto corporativismo empresarial, ya salió a darnos las primeras señales de la campaña del miedo por venir, ante la posibilidad de un referéndum sobre un nuevo salario mínimo en la empresa privada.

La fuerza de la razón es contundente: la mayoría del pueblo trabajador viaja en autobús y ahora más que en otra oportunidad, está completamente indefenso. Su voz no cuenta. Es más, nunca contó en el seno del Consejo de Transporte Público (CTP); como ahora tampoco se considerará en el seno de la nueva gestión del Viceministerio de Transportes. Tampoco contó en el seno de la Aresep durante los últimos diez años y ahora que podría pensarse que tal vez se le escuche, con la nueva metodología de cálculo para una real tarifa de transporte por autobús, los expoliadores de ésta amenazan y amedrentan para mantener su cuota de status quo de acumulación codiciosa.

La fuerza de la razón es contundente: el sistema tributario debe volverse progresivo (que paguen más los que más tienen y que sean castigados, severamente, por no hacerlo). Se ocupa el registro de sociedades anónimas para conocer los nombres de los beneficiarios finales de las rentas de las mismas. Se necesita establecer el sistema de renta global o universal para que grandes grupos de profesionales que ejercen liberalmente su respectiva actividad, dejen de “esconder” (por no decir “robar”, que debe ser el término correcto), lo que ganan en sus oficinas y consultorios privados. Urge un impuesto, aunque fuera transitorio y por poco monto, a las transacciones financiero-bancarias para controlar el flujo incesante de los miles y miles de millones de dólares de dinero narco y sucio.

La fuerza de la razón es demoledora pues, precisamente, el escenario anteriormente descrito quedó abierto, de par en par, al emerger las verdaderas causas del déficit fiscal; dado que, en términos generales, unos 32.5 puntos porcentuales del Producto Interno Bruto (PIB), de una manera u otra, están “dando vueltas en la calle”.

La fuerza de la razón indica que hay que parar la agresiva y perversa campaña de agresión psicológica y de terrorismo ideológico en contra del empleo público, específicamente en materia de salarios, toda vez que hemos demostrado, con poderosa contundencia, que el déficit fiscal no es responsabilidad de quienes laboran asalariadamente para el Estado.

Debido a la campaña de odio generada al respecto, ya no queda espacio alguno para proyectos de ley, altamente explosivos y políticamente tóxicos, como los expedientes legislativos 19.923, 19506 u otros de similar naturaleza. Los empleados públicos han llegado al tope de su paciencia, de su tolerancia.

La fuerza de la razón indica que para el caso del sector público, la difamación generalizada, la calumnia aplicada indiscriminadamente, la criminalización despiadada de la condición de ser servidor estatal, el vilipendio inmisericorde mediáticamente promovido para delicuenciar la función pública; han generado suficiente material inflamable como para recomendarle, por un lado, al señor Presidente que ni se le ocurra enviar a las próximas sesiones extraordinarias de la Asamblea Legislativa, esos expedientes legislativos; por otro, a los señores diputados y a las señoras diputadas, la desestimación política real de tramitación parlamentaria, hasta su entierro, de esos nefastos y, repetimos, explosivos y tóxicos proyectos de ley.

La fuerza de la razón indica que ya no es sostenible, ni democrática ni políticamente hablando, más y nuevas severas políticas de austeridad suicida en materia de una diversa cantidad de servicios públicos, profundamente debilitados ya; servicios públicos que precisamente están destinados para suplir necesidades básicas de grandes sectores poblacionales de nuestra sociedad, sumergidos en la miseria, en la pobreza o viajando hacia la misma. El recortismo presupuestario extremista, radical, irresponsable e irreflexivo (especialmente ahora que se avecina la tramitación parlamentaria del mal llamado presupuesto “general” de la República para 2017), debe ser desterrado pues la desigualdad creciente no permite más el exterminio funcional de varias gestiones de acción pública necesarias, precisamente, para evitar más desintegración social.

¿Qué nos queda? Si la fuerza de la razón no funciona; entonces, ¿habrá que apelar a la razón de la fuerza? Enrique Múgica Herzog, político socialdemócrata español planteó este pensamiento: “La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos”. En nuestro caso pensamos que uno de estos medios es La Democracia de la Calle.

¿Es posible la Unidad Sindical…al menos en la acción?

Podemos afirmar que actualmente el concepto sociopolítico de clase trabajadora es sumamente amplio como para que podamos comprender cuál es el carácter del desafío actual que debe enfrentar el Movimiento Sindical Costarricense a la hora de enarbolar, divulgar, fomentar, promover, proclamar, reclamar, pregonar, enaltecer, lo que le corresponde por naturaleza: defensa de los intereses de la clase trabajadora.

Tenemos clase trabajadora que podríamos denominar “clásica”: con empleo formal (incluido en la Seguridad Social) y salario fijo (aunque sea el de carácter mínimo, pese a su extendido irrespeto y violación). Tenemos clase trabajadora en la informalidad, en el cuentapropismo; la que labora procurando el sustento al día y que está al margen de la Seguridad Social. Tenemos clase trabajadora en el desempleo, en el subempleo y en el empleo precario y, también, excluida de la Seguridad Social. Tenemos clase trabajadora que, a su vez, emplea clase trabajadora (aunque sabemos que esta definición será controversial para algunos): microempresas, pequeñas y medianas empresas, cuyos propietarios viven verdaderas odiseas mensuales para pagar salarios, pagar la Seguridad Social, pagar los servicios públicos, pagar las patentes y otros.

Ahora bien, el sindicalismo costarricense y de cara al anterior desafío de representación obrera y social dada esa multiplicidad de expresiones del hoy amplio concepto sociopolítico de clase trabajadora, presenta en estos momentos diversas características dentro de las que destacan las siguientes (a nuestro juicio, por supuesto, y sin comprometer posiciones de agrupaciones colegas):

A) de mucha presencia y relevancia en el ámbito del sector Público, casi que la totalidad del mismo está en el seno del Estado;
B) débil y aislada presencia en el sector Privado;
C) sumamente fragmentado por una serie de circunstancias sociohistóricos y subjetivas;
D) cuantitativamente hablando se trata de un conjunto de agrupaciones, cual archipiélago, de membrecías pequeñas, medianas y grandes;
E) contenidos político-programáticos que van desde el corporativismo-gremial de corto plazo hasta elaboraciones de propuesta-país, en lo sectorial-institucional y en lo general-nacional;
F) en algunas de ellas hay presencias de fuertes contenidos político-ideológicos que son prioridad a la hora de definir muchas políticas sindicales.

Pese a tales características estamos convencidos de que es posible un actuar compartido, de que es posible construir acuerdos de unidad en la acción para coyunturas y situaciones especiales que ameritan juntar las diversidades, para potenciar las expectativas obrero-sociales de todos esos segmentos de la clase trabajadora que esperarían de la actividad sindical, una mejor y una representación más eficaz y eficiente de sus demandas y aspiraciones.

Nosotros que, en otros momentos, hemos pecado de hegemonismo, de protagonismo, de exclusivismo, de sectarismo, de excesivo corporativismo-gremialista, constatamos hoy cuán nefastos son estos comportamientos para una acción sindical de amplio espectro y de profundo impacto como lo demandan las circunstancias sociopolíticas y económicas nacionales e internacionales.

Si la lucha social y sindical por el bienestar de la clase trabajadora del sector privado, la que tiene empleo fijo y salario mínimo en las condiciones paupérrimas que el mismo presenta hoy en día, no nos convoca para una unidad sindical en la acción para tal fin, ¿entonces en qué estamos como sindicatos ?…

Si es urgente aportar en la dura pero justa y necesaria lucha por frenar el crecimiento de la desigualdad que lleva al precipicio de la pobreza a la golpeada clase media, no nos motiva para actuar unidos en la acción como sindicatos, entonces, ¿en qué estamos?…

Si ya todos estamos plenamente convencidos de que los salarios de las personas trabajadoras públicas no son los responsables del déficit fiscal, ¿qué nos impide trabajar en unidad sindical para la acción?…

Si está más que comprobado que tanto la clase trabajadora del sector Público como la del Privado es puntual y honesta pagadora de impuestos, ¿cuál es el problema para ponernos de acuerdo en, al menos, cinco propuestas para que este país tenga otro sistema tributario más justo y progresivo y luchar por ello, como sindicatos, en unidad en acción?…

Si hicimos un gigante esfuerzo de unidad sindical en la acción cuando luchamos contra la imposición del TLC con Estados Unidos, ¿por qué, ahora, no podemos hacer lo mismo con las amenazas de otros TLC’s peores a éste, como el TISA, la Alianza del Pacífico, el TPP?…

En estos momentos históricos que vive la clase trabajadora costarricense, la consigna de “porque es más lo que nos une que lo que nos separa”, que no es nada nuevo y que ya estaba inventada desde hace ya mucho tiempo, se impone a pesar de subjetividades.

Si las dificultades internas para los intereses de la clase trabajadora que proclamamos representar y defender, ya no nos dieran suficientes puntos de encuentro para agendar una lucha de acción sindical compartida; el entorno internacional no deja lugar a dudas de la gran cantidad de motivos que están presentes para justificar trabajar compartidamente bajo ese lema, añejo y viejo pero contundentemente actual, de “porque es más lo que nos une que lo que nos separa”.

La seguridad argumental con que se defiende una posición da pie, espacio, como para comprender otra seguridad argumental expresada desde una distinta sensibilidad político-ideológica, de manera tal que es posible encontrar un punto de encuentro, un cruce, un entronque, que genere el tema compartido y su contenido elemental, también compartido, que dé pie a la construcción de la agenda para la unidad sindical en la acción.

En el caso costarricense dos recientes experiencias de unidad sindical en la acción muestran que es posible acordar puntos de encuentro para el trabajo compartido haciendo honor a las demandas legítimas que proceden, en estos momentos, de parte de los representados en esa diversidad de organizaciones laborales.

Nuestra columna anterior en este mismo medio, se refirió al ejemplo sindical que nos están dando los sindicatos del ICE. El pasado viernes 15 de julio, en una dimensión más grande, importantes corrientes y grupos sindicales firmaron lo que hemos dado en llamar “EL ACUERDO DEL BALMORAL” (citando el nombre del hotel donde tuvo la reunión que fructificó con este acuerdo). De ambas experiencias hablarán, de seguro, las circunstancias por venir.

Seccional logra instauración de la Junta de Relaciones Laborales en alcaldía de Cañas

Además, en la conciliación la seccional expuso temas relacionados con la persecución sindical, prácticas laborales desleales, entre otros.

Jorge Campos, promotor de la ANEP en la Municipalidad de Cañas explicó los detalles que se desarrollaron en la audiencia.

Acuerdos Audiencia Conciliatoria MTSS- Municipalidad de Cañas by Yariela Novo on Scribd

Unidad sindical en acción: El ejemplo del iceísmo

Es una realidad incuestionable (e, incluso, para cuando se escribió la historia del movimiento obrero costarricense a partir de la caída del Muro de Berlín, en 1989), que los sindicatos del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), han sido vanguardia organizada de la lucha social, sindical y popular durante gran parte de los últimos 30 años de nuestra vida republicana.

Si no las únicas, estas organizaciones sindicales iceístas han sido de las pocas que han ejercido un sindicalismo sociopolítico en esencia, lejos del corporativismo gremial de mucha estrechez de visión que anida en gran parte el sindicalismo criollo.

En los últimos tiempos, la defensa de la institucionalidad del ICE ha sido la piedra angular del iceísmo sindical en el marco del combate nacional a las tesis del neoliberalismo y en defensa de la herencia patriótica de inclusión social que nos fuera legada vía entidades como el ICE. La correcta lectura política que hizo el sindicalismo iceísta de todos estos años, les ganó un sitial de honor en la historia patria y eso les será reconocido en su momento.

Por ello es que resulta sumamente alentador, genera gran emoción e inyecta gran entusiasmo, conocer de la buena nueva de la reconciliación de los nueve sindicatos del ICE que tuvo lugar el pasado lunes 4 de julio, cuando reunificaron fuerzas y superaron diferencias sindicales y hasta personales, a fin de enfrentar la nueva ofensiva patronal impulsada desde la propia Presidencia Ejecutiva de la institución; ofensiva denominada “Política de racionalización y optimización del recurso humano para las empresas del Grupo ICE”, burdo eufemismo para impulsar despidos masivos en esta histórica y estratégica institución.

Los aspectos reivindicativos socioeconómicos clásicos de una acción sindical “ordinaria” nunca tuvieron prioridad para el movimiento sindical del ICE. Siempre tuvieron la sapiencia para entender de que el estratégico rol de esta entidad para el desarrollo costarricense con inclusión social que una vez fue nuestra característica como sociedad, los hacía postergar la lucha salarial y otras de similar naturaleza, poniendo por encima de defensa del ICE y los valores que el mismo ha representado.

En esta coyuntura, que unidos vayan a enfrentar la “Política de racionalización y optimización del recurso humano para las empresas del Grupo ICE”, conserva ese mismo carácter de defensa estratégica de la institucionalidad del ICE, pese a la adversidad de su entorno producto de la traición a su significado y legado por parte de políticos como Óscar Arias Sánchez.

El ejemplo del iceísmo con esta unidad sindical en la acción de sus nueve agrupaciones laborales llega en un momento más que oportuno, de cara a la coyuntura más difícil de toda la historia del sector público costarricense; cuando la ofensiva plutocrático-mediática de la oligarquía neoliberal con el capital financiero a la cabeza, está en uno de sus puntos más altos con la eventual aprobación de la ley de empleo público (expediente legislativo No 19.506) y por la vía rápida parlamentaria.

Acertadamente, al respecto, señalan los sindicatos reunificados del ICE lo siguiente en su manifiesto de unidad en la acción: “En cuanto a los proyectos de ley de empleo público, coincidieron que los mismos igualan hacia abajo la política salarial de un país donde el desempleo no disminuye, la capacidad adquisitiva se encoge, el costo de la vida crece, y la angustia de miles de almas trabajadoras aumenta ante el avance de iniciativas que implican la pérdida de la estabilidad laboral en el sector público. Por ello están de acuerdo en solicitar junto a las demás fuerzas del movimiento sindical del país, el archivo definitivo de estos proyectos de la corriente legislativa”.

Pareciera que es cuestión de semanas para que este combate de clase se escenifique, dentro y fuera del parlamento. Esta pelea es de tal calibre que amerita la unidad en la acción de las principales corrientes del actual sindicalismo nacional. Los sindicatos del ICE no solamente nos están dando el ejemplo sino que el banderazo de salida, todos juntos, en unidad en la acción, pues entendemos que la histórica y emblemática “mancha amarilla” estará por las principales calles capitalinas próximamente.

Como parte de una de las corrientes sindicales aludidas en el comunicado de reunificación del sindicalismo iceísta, les tomamos la palabra y estamos dispuestos a trabajar con otras corrientes sindicales para una unidad nacional de acción sindical bajo la premisa fundamental de que “es más lo que unos une que lo que nos separa”. El sindicalismo iceísta lo comprendió así en función de la coyuntura sociolaboral interna que ya están enfrentando y todo indica que no habría razón para que en el plano nacional, todas las dirigencias sindicales lo comprendamos perfectamente.

La amenaza al empleo público es de tal calibre, el proceso de pauperización salarial es ya una realidad, la concentración abusiva de la riqueza sigue intoxicando a la democracia, envenenándola con todas las pociones de violencia posibles que, entre otros factores de peligro para la clase trabajadora, lograron ya la unidad de nuestras respectivas bases laborales. Falta la de las dirigencias. Podemos comprender ahora el significado del ejemplo sindical iceísta para las duras circunstancias ya en desarrollo.