La nueva izquierda latinoamericana es muy distinta de la izquierda de los años 60 y 70 del siglo XX, una izquierda ideológica y, de lucha de clases que hace 40-50 años aspiraba a “transformar el mundo no a interpretarlo”. Hoy, su lucha es por “los recursos energéticos −petróleo, gas, agua−, la corrupción, la impunidad, la pobreza, la desigualdad”.
El uso de referéndum y las protestas con violencia lo hacen posible. La nueva izquierda se “nutre de la experiencia del Frente País Solidario y los ‘piqueteros’ (Argentina), del Frente Amplio y los movimientos populares (Uruguay), de los movimientos de base (Venezuela), el Movimiento de los Sin Tierra y la insurrección de las clases medias urbanas (Brasil), del Movimiento Antiglobalización (países desarrollados), los Indignados (España), las organizaciones indígenas (Bolivia), y, los grupos de acción estudiantil (México), la Primavera Árabe, de las ONG, las redes sociales”.
Pero también, se nutre de 25 años de crecimiento económico claramente inferior a las épocas del 50 al 80, del descenso de indicadores sociales resultado de más de 100 acuerdos firmados y condicionados con el FMI-BM entre 1980-2012, que presionaron a reducir el gasto público en los presupuestos sociales de educación, salud, vivienda, ambiente y, empleo. Los resultados macroeconómicos –esto lo saben muy bien las Juntas Directivas de los Bancos Centrales− han sido desastrosos para las economías latinoamericanas, que vieron aumentar la pobreza extrema y la desigualdad. Las políticas macroeconómicas del FMI, BM y los PAE, dejaron como resultado un estancamiento de la pobreza: Costa Rica 22%, Colombia 60%, Venezuela 46%, México 54%, Bolivia 59%, Chile 21%, Brasil 22% y, El Salvador 45%. Según CEPAL, “más de 174 millones de personas en situación de pobreza” y según la OEA − no hay acuerdo entre las cifras de CEPAL y la OEA− “300 millones de personas en situación de pobreza” y se estiman 73 millones de habitantes latinoamericanos que viven en la indigencia o pobreza extrema, siendo Colombia, Brasil, Chile, Guatemala y Honduras, los países más desiguales de la región. Frente a esas realidades, la nueva izquierda latinoamericana tiene diferencias significativas en la solución de los problemas. Están los que proponen un radicalismo retórico y combativo contra el capitalismo global de mercado competitivo: Nicolás Maduro (Venezuela), Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), Fidel y Raúl Castro (Cuba); una izquierda de moderados reformistas: Dilma Rousseff (Brasil), Cristina Kirchner (Argentina), José Mujica (Uruguay) y Daniel Ortega (Nicaragua); y una izquierda pragmática: Michelle Bachelet (Chile), Ollanta Humala (Perú), Oscar Arias Sánchez y, Johnny Araya Monge (Costa Rica).
Entonces, ¿cómo crear una sociedad enteramente nueva en la Costa Rica del Siglo XXI, con niveles de pobreza de mínimo un dígito (5%) no un 22%, y sin desigualdad social? Solamente por tres objetivos estratégicos globales: a) Nueva Ley y Reglamento de Educación Pública y Privada, que reforme la educación desde la escuela a la universidad, para ajustarla a la sociedad del conocimiento. b) Ley de Solidaridad Tributaria Progresiva enfocada en la renta y las tasas de ganancias. c) Ley de Empleo Público con enfoque basado en competencias, para nivelar incentivos y, beneficios en el sector público.
Tres objetivos que deben ser consensuados por los directorios de los distintos movimientos sindicales, en alianza con ONG y el movimiento estudiantil universitario, el Gobierno, las universidades públicas y privadas y, las cámaras empresariales. Solamente un acuerdo nacional con visión-país enfocado en tres objetivos estratégicos citados y que integre todos los actores de la sociedad civil, será la mejor forma para replantear radicalmente el sistema político y económico, y crear las bases de una sociedad enteramente nueva en la Costa Rica del Siglo XXI. Caso contrario, seguiremos como vamos: rumbo a ser una economía quebrada similar a los PIGS de la Unión Europea…