El gran partido de fútbol sociopolítico y económico-hegemónico de finales del siglo XX y de principios del siglo XXI, tendrá un nuevo encuentro pues el empate permanente no termina por establecer un contundente ganador, aunque a lo largo de sus diversos encuentros hay victorias de uno y de otro, pero el marcador global sigue empatado.
Al menos, ésta es nuestra percepción desde el ámbito del Sindicalismo Sociopolítico y su expresión material, el Sindicalismo Ciudadano, que inspira nuestro quehacer en el día a día de la lucha social.
El “triunfo” de los hermanos Óscar y Rodrigo Arias Sánchez en la pasada y controversial convención liberacionista (esa del conteo de votos a la haitiana), indica el anuncio de la contraofensiva de la hegemonía del capital bancario-financiero neoliberal por retomar el control del ejecutivo gubernamental del país, el cual perdiera en las elecciones presidenciales de febrero de 2014. Quieren ganar el campeonato de una vez por todas.
El campeonato, según nuestra visión, es la derrota definitiva del Estado Social de Derecho y de los valores de la filosofía del Humanismo Cristiano que inspira la actual y todavía vigente Constitución Política del país; imponiendo, de manera definitiva, el Estado de Libre Mercado, al mejor estilo neoliberal de la apertura por la apertura misma, de la transnacionalización plena de la economía del país, abjurando de una política social de inclusión por una de institucionalización de la caridad, mercantilizando totalmente la serie de servicios públicos que todavía no son fuente de lucro privado.
Grandes episodios de lucha sociopolítica han marcado el enfrentamiento entre estas dos visiones de desarrollo.
La disputa por el título del campeonato ha tenido encuentros marcadamente confrontados y por diversos medios: la huelga magisterial de 1995 y el combo ICE, del año 2000; la ruptura del bipartidismo clásico; la instauración del monopolio de la revisión técnica vehicular, hoy más voraz que nunca; la instauración de la reelección presidencial y el robo de las elecciones presidenciales al PAC en el 2006; la lucha contra el TLC con Estados Unidos y el frauduréndum del 2007; el triunfo del PAC y de los sectores sociales progresistas en alianza tácita, en febrero de 2014; la aprobación final de la ley de la Reforma Procesal Laboral (RPL); el bloqueo a la agenda político-parlamentaria neoliberal del empleo público mediando el ejercicio de La Democracia de la Calle; alguna legislación tributaria de corte livianamente progresivo…; marcan los diferentes encuentros (no todos) de ese gran partido de fútbol sociopolítico y económico-hegemónico de finales del siglo XX y de principios del siglo XXI, mismo que todavía no tiene un ganador claro pese a que ya supera la cantidad de 30 años de forcejeo.
Los dos equipos contendores en el terreno de juego son, a nuestro juicio, por un lado, el que levanta las banderas de los valores de la inclusión, de la movilidad y de la integración sociales, en sociedades fundamentadas en la promoción del bien común y en una integralidad real de aplicación de los preceptos universales de los Derechos Humanos; a partir de la construcción de una sociedad que como la costarricense, supo articular en su pensamiento ideas sanas del liberalismo, valores supremos de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, postulados ética y moralmente válidos formulados desde el Socialismo Científico, así como su concreción material en sociedades de una práctica socialdemócrata real.
El otro equipo, se concentra en la promoción de políticas para el fomento abusivo de la concentración de la riqueza, la explotación obrera y social al máximo y la reproducción de su capital en correspondencia directa al crecimiento de la riqueza y de la desigualdad. Es el equipo del libre mercado sin restricciones, el de la evasión y de la elusión tributario-fiscales, especialmente vía paraísos fiscales y “Los papeles de Panamá”; el equipo que aspira a la total privatización de los servicios públicos sociales-rentables y en favor de los tratados de libre comercio (TLC’s), culpables de tanta pobreza y destrucción ecológico-ambiental; el del agronegocio, el de la destrucción de la agricultura nacional y el del olvido de la producción nacional del mercado interno; el que quiere el agua convertida en negocio…
La victoria pírrica del ahijado político de los hermanos Arias, el renegado-hijo pródigo don Antonio Álvarez Desanti, nos augura el encuentro que viene de ese partido futbolístico sociopolítico y hegemónico-económico.
Lo nuevo de esta serie de encuentros parece ser la cancha en que se jugará ese partido futbolístico que viene: está en la circunstancia de que ahora hay un sentimiento ciudadano de hartazgo con respecto a los partidos políticos, en general; y, en especial, con los que implantaron el hegemonismo económico-neoliberal, Liberación Nacional y Unidad Social Cristiana; el cual se mantiene incólume pese a algunos arañazos que le ha generado el gobierno del cambio.
En tal sentido, el equipo que viene abogando por la instauración a plenitud del bien común en la política pública del país deberá tener la sapiencia más acertada para encontrarle al señor Desanti una contraparte en el plano electoral, con suficiente carisma y solidez, como para atraer el voto de ese casi 75% de ciudadanía electoral que ya no se está identificando con partido alguno.
En este caso, esa gran variedad de agrupaciones, colectivos, partidos políticos de corte progresista, sindicatos con visión-país, grupos comunales, ecuménico-religiosos, estudiantiles, ecológico-ambientalistas, cooperativismo sano, académico-intelectuales con vocación orgánica para trabajar junto a los sectores populares, etc.; es decir, ese amplio tejido de sociedad civil cívico-política de naturaleza patriótica tiene en agenda un nuevo desafío articulador para disputar la hegemonía por la iniciativa política en el país, ahora que los hermanos Arias han mostrado su alineación política para jugar ese partido futbolístico sociopolítico y hegemónico-económico programado para febrero 2018.
Hay algo más que podría ser considerado como una debilidad estratégica hasta ahora mostrada por parte de ambos equipos: sus respectivas alineaciones muestran grandes vacíos unificadores como para golear; sus disputas internas impiden la imposición efectiva de una hegemonía por sobre la otra.
Por ejemplo, los resultados de las votaciones presidenciales de febrero de 2014, podrían haber augurado una goleada pero el divisionismo en el seno de este equipo, tanto el que llegó a posiciones ejecutivas como el que desde afuera, en la gradería, le estuvo apoyando, ha envalentado a la contraparte que se siente lista para el asalto final por la victoria en el campeonato. Pero, ¡tenemos otra oportunidad!… Sólo resta saber si hemos aprendido la lección.