Gracias a las convicciones democráticas del Diario Extra, en el campo del respeto a la Libre Expresión, ANEP publica, semanalmente, en días miércoles, esta columna.
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La Conferencia Episcopal de Costa Rica, representada por los señores obispos, monseñores José Francisco Ulloa y Ángel San Casimiro, firmó una histórica declaración junto a los representantes de diversas organizaciones sociales, especialmente campesinas, acerca de un tema bastante controversial, comúnmente denominado_ “crisis alimentaria”_. En realidad, lo que estamos viviendo es una crisis del modelo neoliberal como lo que es: depredador insaciable y voraz, de todo lo bueno que Dios nos dio para una convivencia humana solidaria.
Agrupaciones como Upanacional, UNAC, FENAC, MANÁ, Conarroz, UPIAV, entre otras entidades sociales, se unieron al esfuerzo de visión compartida que se construyó desde las sólidas bases del humanismo cristiano. Alentadora y esperanzadora fue la presencia de una importante cantidad de sacerdotes y laicos católicos que, sin duda, llevarán esta buena nueva por todas las comunidades del país. Tuvimos el honor de estar presente y firmar a nombre de la organización que representamos.
La declaración afirma que “el enorme aumento de los precios es mucho más grave para la gente pobre que dedica ya casi todos sus ingresos a comprar su comida y que no tiene recursos para pagar tres veces más”. Además, categóricamente, señala que_ “El Gobierno abandonó el apoyo a la producción de alimentos y toma una política de ingresos y salarios decrecientes con relación al costo de la vida”._
Los señores obispos católicos de la CECOR y las organizaciones participantes indican que “Entendemos el sector agropecuario conformado por dos tipos de agricultura a las que se les debe tratar separadamente: la agricultura de pequeños y medianos productores agrícolas, pecuarios y pesqueros; y la agricultura trasnacional. La primera: la que nos da la soberanía alimentaria, es la que nos interesa en este acto; expresada a través de asociaciones solidarias y de economía social, es conformada por la producción de alimentos para las propias familias campesinas y fundamentalmente para el mercado nacional, y cuya producción tiene como destino satisfacer las necesidades de alimentación de los habitantes del país”.
Más adelante, sin pelos en la lengua se plantea que: “Por el contrario, la complacencia depositada por los gobiernos durante las últimas tres décadas en un modelo económico que promulga la instauración de una economía de libre mercado y la eliminación del carácter solidario del Estado… ha tenido como consecuencia el desmantelamiento de las instituciones del sector agropecuario, el deterioro agresivo de la economía campesina, el deterioro de la familia y su base religiosa. Proceso tal que ha promovido la migración del campo a la ciudad, concentrado la riqueza y aumentando la desigualdad social”.
Otro señalamiento fundamental expresa: “Esta dirección de las políticas productivas que promueve el gobierno le ha impuesto un rumbo economicista a nuestra democracia social, con consecuencias de alto riesgo para la gran mayoría de la población de quedarse sin alimentos por dos razones:* a)* porque no hay condiciones para producir; y b) porque no tiene el dinero para comprarlos. El modelo señalado, conocido como neoliberal y que su santidad Juan Pablo II llamó “capitalismo salvaje”, entra en crisis global causada por la ligereza de resolver sus intereses los países desarrollados sin tomar en cuenta las necesidades de los países pobres como el nuestro”.
Sin temor a equivocarnos, la reflexión cristiana iluminadora y la acción social responsable que ha de venir, combinadas en pro del bien común y a partir de esta declaración conjunta, ponen en el primer lugar de la agenda nacional, la soberanía y la seguridad alimentarias.