La semana pasada nuestro artículo “La criminal desigualdad global y la guerra contra la humanidad” abordó el tema de la brutal concentración de la riqueza a nivel mundial, mostrándose así la perversa y maléfica condición del sistema capitalista de sesgo financiero-bancario que, inspirado en los más criminales postulados del neoliberalismo, tiene al mundo dividido en dos polos confrontados, en una antípoda humanitaria que nos dice del carácter genocida de este enfrentamiento de clase contra clase.
Por un lado, 12 (o 29) millones de personas, los archimillonarios de los más ricos; por otro, la humanidad: casi 7 mil millones de seres humanos.
En esta segunda entrega sobre el tema les compartimos más datos que muestran, sin lugar a dudas, la naturaleza de los cambios sociales que tienen los pueblos del orbe que promover, a fin de enfrentar esta situación de exclusión social que sin duda amenaza con destruir al propio planeta Tierra.
Uno de los bancos más famosos de este sistema capitalista tan perverso, el Credit Suisse, nos indica que el 8,1% de la población mundial (unos 373 millones de personas) posee el 82,4% de la riqueza total global, pero que 29 millones de personas de este grupo de 373 millones, por sí mismas, acumulan el 39,3% de la riqueza planetaria de hoy.
Al otro extremo, también reconocido por el mismísimo Fondo Monetario Internacional (FMI), el resto de la población mundial, más del 90% (casi 7 mil millones de personas) debe “conformarse” con el 17,7% de la riqueza global.
De nuestras lecturas para compartirlas con usted se nos explican las razones por las cuales entidades multilaterales como el FMI, la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Banco Mundial y otras de similar naturaleza adoptan políticas contra los pueblos, plantean la eliminación de los sistemas de seguridad social, imponen la abolición de legislaciones laborales avanzadas, exigen la privatización total, dado que sus decisiones responden a la lógica de la acumulación de la riqueza que quiere aumentar ese 8,1% de la población global y particularmente hacer más grandes los capitales de esos 29 millones de personas que tienen ya el 39,3% de la riqueza del orbe.
Esta superconcentración global de la riqueza se expresa tanto en personas de carne y hueso cuyos nombre seguramente usted ya ha oído y también en corporaciones multinacionales, empresas transnacionales, muchas de las cuales tienen más plata que muchos países del mundo.
Por ejemplo, el ser humano con más plata en estos momentos es el señor Carlos Slim, según el ranking, la clasificación anual de los súper ricos que elabora la revista gringa Forbes, para la cual “es chocante tener semejante fortuna en un país tan pobre como México”, según lo dijo la señora Luisa Kroll, responsable de la investigación al efecto para la “afamada” publicación.
La riqueza de este señor supera ya el 1% de todo el Producto Interno Bruto (PIB) de su país natal. México tiene una población de 100 millones de personas, siendo la fortuna de este señor de unos $73 mil millones. Si la “repartiera” entre sus actuales connacionales, cada mexicano recibiría unos $730: ¢365 mil.
En Estados Unidos el más rico es el conocido Bill Gates, quien del año 2011 al 2012 aumentó su fortuna en un 13%. Su patrimonio es hoy en día de $67 mil millones, $7 mil millones más que en el año precedente. A él le sigue en ese país el señor Warren Buffet, con un patrimonio de $53.500 millones, quien también tuvo la “suerte” de hacerlo crecer del 2011 al 2012 en $7 mil millones.
El señor Buffet está en el cuarto lugar a nivel global porque el tercero, ¡oh paradojas de la vida!, lo tiene un español: don Amancio Ortega, empresario textil, con una fortuna de $57 mil millones. Este dato es impactante considerando la durísima situación del pueblo de España y su clase trabajadora en estos momentos. El quinto lugar lo ocupa otro gringo: Larry Elisson, del conglomerado corporativo Oracle, con $43 mil millones.
Igual de interesante es conocer acerca de las empresas transnacionales. Las primeras 1.000 de ellas tienen un poder de tal calibre que se supondría solamente podrían tenerlo las naciones. Dos académicos y estudiosos estadounidenses, los señores Robert G. Eccles y George Serafeim, nos han comentado sobre ello. Algo les compartimos de seguido.
Dicen ellos que tan solo 1.000 empresas son responsables de la mitad del valor total de mercado de las más de 60 mil del mundo que cotizan en bolsa. Por ello afirman que “la globalización ha concentrado el poder económico en un grupo de grandes empresas que están en condiciones de cambiar el mundo a una escala históricamente reservada a las naciones”.
Estos datos son impactantes: En el 2010 las 1.000 mayores empresas del mundo tenían unos beneficios de $32 billones (millones de millones), el 49% del total de la capitalización mundial de mercado, pero de esas 1.000 empresas, 83 representaban en ese año el tercio de esos $32 billones.
Otros analistas han elaborado un curioso “ranking”, combinando países con empresas multinacionales, de acuerdo al tamaño de la economía de los países más poderosos, con el tamaño de esos gigantes emporios transnacionales.
Se fijaron 100 posiciones y de estas, 40 son empresas de colosal tamaño. Las 60 restantes son países.
En este peculiar indicador las primeras economías son naciones: Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia (lugares 1, 2, 3, 4 y 5, respectivamente, de esas 100 posiciones).
A nivel de empresas y dentro de estas 100 posiciones tenemos a Royal Dutch Shell (lugar 26), Wal-Mart Stores (lugar 28), ExxonMobil (30), Sinopec-China Petroleum (33) y British Petroleum (34).
En América Latina solamente dos países, Brasil y México, están por encima de esas primeras cinco empresas multinacionales de esta peculiar clasificación. Datos de www.elordenmundial.wordpress.com
Como vemos, no son datos “anecdóticos” o “curiosidades”. ¡No! Se trata de valorar la naturaleza del combate que por la justicia social hay que librar en estos días. Se trata de comprender que se necesita de la más grande diversidad jamás imaginada para la acumulación de una fuerza que contrapese a esa brutal hegemonía del capital bancario-financiero neoliberal que está en guerra contra la humanidad.
Se trata del más impensado compromiso con la vida, con los derechos humanos, con la real democracia, con el ambiente y con la ecología, que tenemos que asumir para enfrentarnos al poderío más colosal de toda la historia humana. Se trata de trabajar para construir la más grande articulación intersindical, intersocial, interciudadana, pero sin sectarismos, sin hegemonías. A nivel nacional, regional, continental, mundial. En fin, se trata de la vida contra la muerte.