Cada quien es libre de pensar y expresar sus opiniones y pensamientos, de palabra o de forma escrita, sin previa censura; pero serán responsables de los abusos que cometan en el ejercicio de este derecho, como bien lo expresa la Constitución Política de nuestro país.
Así las cosas, compartimos la opinión sobre la necesidad de mejorar la productividad, la eficacia, la eficiencia, el servicio al cliente, la transparencia, y por supuesto, la equidad en la repartición de la riqueza.
Al menos en un sector de la opinión pública, y propiamente en mi gremio policial, consta que he sido precisamente un acérrimo defensor de la transparencia en la función pública. Producto de este ideal, hemos presentado varias denuncias para efectos de investigaciones en la fiscalía de probidad, en la fiscalía de fraudes y en la fiscalía adjunta de San José.
Estas denuncias solicitan que se investiguen, posibles malversaciones de fondos, nombramientos irregulares, posibles favorecimientos, prevaricato e incumplimiento de deberes, entre otros; esto, confiando en nuestro estado de derecho y sistema de justicia, esperando las conclusiones de las investigaciones, procurando resultados en favor del colectivo y todo esto, llevado a cabo, sin faltar a la verdad o denigrar el honor de las personas con generalizaciones polarizadoras.
En estos días conversaba con mi señor padre, memorando mi carrera laboral, y recordábamos como desde la edad de doce años, ayudaba en las labores que mi corta edad y mis fuerzas me permitían, en una de las antiguas fincas bananeras de la zona sur del país.
Haciendo ese viaje por el tiempo, conversamos sobre como a la edad de quince años inicié mis labores de manera formal, con permiso de trabajo para menores y cotizando para la CCSS.
Solo como antecedente, ya que soy un producto de mi historicidad, laboré varios años para el sector privado, con distintas experiencias, la mayoría enriquecedoras; empresas que siempre respetaron mis derechos y de las cuales guardo un profundo cariño, como Tecnofarma, Farmanova, el Morazán, de la excelentísima familia Terán, por citar algunas; y otras experiencias muy difíciles, como las labores realizadas en las plantaciones bananeras.
Ingresé al servicio público, orgullosamente, como Oficial de Policía, y luego de varios años, con experiencias propias de algunas realidades cotidianas que se viven en esta hermosa profesión, asumí la defensa de mi sector, desde una organización sindical. No sé si eso me convirtió en “vagabundo”, pero lo cierto es que puedo demostrar que cotizo para la CCSS desde el año 1986, a la edad de 15 años.
Entiendo, aunque no comparto, que algunas personas sientan animadversión hacia la actividad sindical, y puede que algunas cosas se deban mejorar; pero de ahí a “hacer generalizaciones odiosas”, utilizando epítetos difamatorios, que solo vienen a generar rencores sociales, odios desmedidos e infundados, desinformación y daños en el honor de quienes sí servimos a la Patria, día con día, procurando el bienestar de los más desprotegidos.
Resulta igual de irresponsable que, si se procediera a generalizar sobre cualquier otra actividad, porque en todos los campos hay un grupo de colaboradores buenos y otros no tan buenos; y en nuestro caso, durante este tiempo en que venimos desempeñando la representante sindical, en atención de las necesidades de mis compañeras y compañeros, hemos logrado sensibilizar la necesidad e importancia de una organización sindical, que nos permite asesorar, defender y auxiliar a una persona que, como oficial de policía, necesita de su trabajo para llevar sustento a su familia y cumplir sus metas y anhelos.
Mi valor está probado; como Oficial de Policía de la Fuerza Pública, denuncié contrabando, denuncié faltas al deber en la función pública, decomisé drogas y destruí plantaciones de marihuana, recibí amenazas e intentos de soborno, y por todo ello y más, considero que tengo la suficiente autoridad moral para dar la cara ante la sociedad, y sostener el valor de mi trabajo y la relevancia de nuestros méritos; logros que han venido a hacer una diferencia en la realidad que viven los compañeros y compañeras de la Fuerza Pública.
El intelecto de un hombre y/o mujer, se mide por el respeto a la hora de comunicarse y defender sus ideales. Comparto la necesidad de mejorar la eficiencia y la eficacia, en todos los aspectos de nuestra sociedad, y principalmente, en la función pública, pero rechazo los calificativos que polarizan la verdad y se utilizan para llamar la atención, de forma negativa y sin elementos probatorios; cuando lo correcto debería ser, decir en qué instituciones y quiénes son los que incumplen; pero fundamentalmente, demostrar con estudios e investigaciones que permitan determinar esa conclusión, arrojada muchas veces de forma irresponsable bajo el velo del “derecho a la opinión pública”.
Todas aquellas personas que pertenecen o han pertenecido a nuestro gremio policial, y a quienes hemos logrado asesorar y “auxiliar” en razón de nuestra participación desde la trinchera sindical, pueden dar fe de que les contestamos consultas hasta altas horas de la noche, fines de semana, días festivos y que procuramos defender sus derechos por dignidad, equidad y justicia, porque cada quien defiende lo que considera justo, y nosotros creemos firmemente que ha llegado la hora de la justicia para la clase policial de este país.
Los oficiales de policía no son robots; el policía necesita y merece una buena calidad de vida, al igual que su familia, por eso luchamos desde una organización sindical (ANEP).
Por eso, y porque mis ideales son firmes, no me voy a detener por la simple idea de algunos, de que todo lo que provenga de un sindicato es “nocivo”. Eso es producto de un pensamiento arcaico, porque lo cierto es que cada quien defiende lo que considera conforme a sus ideales, valores y gustos.
Nosotros defendemos el ideal de las causas nobles, y la justicia.