A medida que se aproximan las fiestas navideñas, el comercio, y los medios de comunicación, lanzan sobre los ciudadanos la consabida ofensiva consistente en repetir, hasta la saciedad, mensajes de paz, de amor, y, sobre todo, de consumo. A nuestras obligaciones de ser felices, bondadosos, solidarios, entrañablemente familiares, alegres y divertidos, se une la más sagrada de todas, la de comprar.
Para Ecologistas en Acción el modelo de consumo en el que estamos instalados, homogeneizador, despilfarrador, cínico e individualista, contribuye, de forma decisiva, al mantenimiento de una situación social y ambiental poco o nada sostenible. En este modelo los medios de comunicación de masas representan un papel fundamental, pues actúan como cajas de resonancia de la publicidad. La situación resulta especialmente dramática en la TV cuya dependencia de los anunciantes es prácticamente completa. Ya sea en forma de spot publicitario, ya sea dentro de los componentes de su programación, la televisión nos vende continuamente la idea de que la felicidad se logra en un mundo virtual al que acceder a través de nuestra tarjeta de crédito.
El espacio urbano también se encuentra impregnado por la sociedad consumista. Las calles de nuestras ciudades se transforman en escaparates de franquicias y transnacionales: podemos comprar el mismo ‘donut’ o la misma camiseta en Madrid, en Roma, en Nueva York o hasta en Pekín.
El ocio y las comunicaciones tampoco están exentos de los patrones dominantes en nuestra sociedad. Vemos las películas que las grandes productoras y distribuidoras de Hollywood quieren que veamos, compramos teléfonos móviles para ser libres y porque lo importante es hablar, aunque no tengamos nada que decir, y cada vez nos resulta más difícil divertirnos o pasar nuestro tiempo sin consumir, sin comprar.
Nos resulta complicado descubrir el origen de nuestros alimentos, de nuestros vestidos, de decenas de objetos cotidianos, y cuando alguien nos los muestra muchas veces preferiríamos seguir en la ignorancia. Aunque las altas instancias se empeñan en hablar de desarrollo sostenible, de ayuda humanitaria y de solidaridad, lo cierto es que el sistema imperante no hace otra cosa que ahondar en las diferencias entre ricos y pobres devastando por el camino a la naturaleza y al ser humano. Resulta difícil digerir que, por ejemplo, para que la economía estadounidense vaya bien, para que Wall Street obtenga beneficios, sea necesario que aumente el número de parados. No es fácil admitir que grandes empresas, como El Corte Inglés, se expandan a costa de la ruina del comercio tradicional, que se apropien del espacio urbano, y que impongan costumbres y actitudes.
Según Ecologistas en Acción la gente comienza a estar cansada, y busca un espacio para rebelarse contra el sistema establecido. El “Día sin compras” no es una revolución, pero sí es uno de esos espacios en los que la ciudadanía busca un hueco para expresar su rabia y su impotencia.
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Este 24 de noviembre vos podés:
* Llevar al trabajo comida preparada de tu casa
- Hacerte un fresco con los limones del patio
- Abstenerte de comer esos chicles, mentas o cigarros sueltos que compras todos los días
- Disfrutar de un día sin La Nación o cualquiera de los periódicos que comprás al pregón
- Caminar en vez de tomar el taxi – o el bus- si te es posible
- Demostrar que no se acaba el mundo por un día en que no comprés nada!!!
Y de paso… sumarte a un movimiento mundial de consumidores/as conscientes y responsables.
24 de Noviembre: Día de no comprar nada! Día contra el consumismo!