Sin embargo, en la formulación de propuestas de solución a esos problemas, hay una tendencia hacia la exclusión participativa de importantísimos segmentos de la sociedad a los cuales, pese a tener importantes niveles organizativos, de representatividad y de propuesta, se les niega posibilidades de ser tomados en cuenta, sencillamente porque no forman parte del quehacer “natural” de la política: los partidos que, monopólicamente hablando, controlan el ejercicio de la misma. El deterioro de su legitimidad se explica, en parte, porque no quieren entender que ese monopolio se les acabó.
La situación de exclusión participativa se torna más grave si nos fijamos en la importantísima cantidad de personas ciudadanas, básicamente de los sectores populares y medios, que no están en ninguna forma de organización por las más diversas razones.
Pese a esta situación, la dimensión de esos grandes problemas nacionales es de tal calibre que, al menos, esa “sociedad de los partidos políticos” debe considerar que en sí misma se queda ya corta para idear, buscar, diseñar e implementar nuevas políticas conducentes a la integración social, con la suficiente legitimidad y credibilidad como para relanzar un nuevo proyecto de país, con inclusión y con solidaridad.
Al recordar mañana los 150 años del asesinato político, vía fusilamiento, del hoy Héroe Nacional y Libertador de la Patria, don Juan Rafael Mora Porras (Juanito Mora), tenemos que resaltar su altísima capacidad de estadista convocante de un proceso de unidad nacional en un momento de gran amenaza al proyecto de país de entonces.
Y ahora que nuestra Patria se encamina hacia el bicentenario de su independencia política con respecto a España (estamos a una década, en el 2021, que no es nada en tiempo), debería emprenderse el más gigantesco esfuerzo de diálogo sociopolítico, de discusión nacional, de encuentro multisectorial, de convergencia patriótica para reconstruirnos, para recomponernos, para resignificarnos como Patria.
Esto es más que urgente en momentos en los cuales el deterioro de nuestra convivencia social y civil es tan evidente que sentimos que nuestro diario vivir es una amenaza en todos los órdenes, un miedo diverso producto de que hemos dejado crecer hasta niveles insospechados las injusticias: miedo a perder el empleo, miedo a que quiebre el negocio, miedo a empobrecernos más, miedo de la clase media a desaparecer, miedo al deterioro salarial, miedo a no encontrar trabajo, miedo a perder la vida en una acción violenta, miedo a la delincuencia, miedo por el futuro que se ve venir para nuestros hijos y nuestras hijas, miedo a la pérdida de valores, miedo por el avance de la insolidaridad y la indolencia, miedo al deterioro de la vida en familia, etc., etc.
“Los de arriba”, los poderosos y quienes a éstos sirven desde los partidos políticos, deben entender que si el país se ha vuelto ingobernable puede explicarse, en parte, por la lucha diaria de “los de abajo” para defenderse a sí misma y a sus personas queridas, a su lucha para enfrentarse a esos miedos, a la lucha por sobrevivir a la inseguridad de la existencia cotidiana, resistiendo al avance de tales amenazas.
Quizás pueda sonar simplista y excesivamente reduccionista indicar lo siguiente: Si no hacemos un esfuerzo nacional compartido para atajar, atenuar, aminorar, reducir y revertir el crecimiento de la desigualdad, la ingobernabilidad crecerá a tal nivel que flagelos sociales como el narcotráfico y la violencia, ya no tendrán posibilidad alguna de control; terminarán con todos, con “los de arriba” y con “los de abajo”. Ustedes, los del poder real, deberían promover ese diálogo nacional. Sin arrogarnos una representación que no ostentamos, podríamos decir que en el Movimiento Sindical Costarricense estamos listos para tal desafío. Don Juanito Mora, ¡vive!