Nada escapa a esta lógica de enajenación y devastación, todos y todo somos convertidos sencillamente en una mercancía más que se compra y se vende en el mercado con el fin de obtener más y más dinero. Todo se vende y se compra, todo tiene precio en esta sociedad de mercancías, que no de personas. Hoy día con el Tratado de Libre Comercio, que nos impusieron de forma fraudulenta los neoliberales, ya cualquier límite ético o religioso desaparece en el seno de la sociedad nacional costarricense frente a los imperativos de la acumulación capitalista, ahora hasta la vida misma es una mercancía más en la lógica de comercialización y acumulación. Para estos mercaderes de la muerte, la sensibilidad y sentido de la vida es la de Rico Mac Pato.
Así, poco a poco a veces o en otras ocasiones muy aceleradamente, pero siempre con gran determinación, en Costa Rica estos mercaderes de la muerte todo lo van convirtiendo en una mercancía más sujeta a la lógica del mercado, en un negocio más que debe ser privatizado cuando es potencial fuente de ganancias directas, cuando es rentable. Porque cuando la actividad o infraestructura es necesaria y no genera ganancias directas, entonces obligan a que la asuma y desarrolle el Estado (por supuesto, hasta tanto, ya desarrollada, ya madura sea un negocio rentable que deba privatizarse). En su oportunismo mercantil, estos neoliberales imponen su regla de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas. Si lo hace el empresario privado lo llaman “inversión”, pero si lo hace el Estado lo llaman “gasto”. Así lo han venido haciendo con las carreteras, con los puertos, con la energía y las telecomunicaciones, con la educación, con la salud, etc., etc.
Si algo hizo distinta a Costa Rica en el pasado fue su inversión social en educación, en salud, en infraestructura, en estímulo a la producción, etc. Inversión social que marcó la diferencia regional posibilitando una sociedad un poco más democrática e inclusiva. Pero esto ya es pasado, en el ámbito de la educación específicamente, en el lapso de dos generaciones estos mercaderes se encargaron de arrinconar y pauperizar a las escuelas y colegios públicos, mientras resplandecía el negocio de la educación privada. Ahora le toca el turno a las universidades públicas. En la paradoja de sus contradicciones, estos mismos ministros y ministras, que ahora buscan como asfixiar financieramente a nuestras universidades públicas, de ninguna manera enviarían a sus hijos o nietos a una escuela o colegio público, pero harán lo posible para que ingresen a una de las cuatro universidades públicas. Y se conducen así porque, por ahora y mientras no puedan arruinarlas, saben perfectamente que la formación profesional que allí recibirán es la mejor que pueden encontrar en el país. Contrario a sus dogmas de privatización, resulta que el Estado es quien brinda en Costa Rica la mejor educación universitaria. Pero la educación universitaria, tal como ha pasado con la primaria y secundaria, es un potencial negocio que en su insaciable afán de hacer dinero y más dinero no pueden no dejar buscar apropiárselo a como sea.
No existe “un problema fiscal” como pretende justificar el Gobierno su agresión contra las universidades públicas. Estos mismos neoliberales no tienen el más mínimo recato, la mínima decencia para si presupuestar miles y miles de millones de colones de todos y todas nosotras para, por ejemplo, comprar la conciencia y sobornar el corazón de los trabajadores portuarios con el fin de hacerse con el gigantesco negocio de los muelles. Cuando se trata de privatizar y hacer negocios, nunca hay déficit fiscal. No hay problema de dinero, lo que está en juego es un proceso más de privatización, ahora de la educación universitaria, porque la misma es un gran negocio tal como lo muestra el surgimiento de docenas de “universidades privadas”. Y hablamos solo de la parte docente, porque estamos seguros que como la investigación científica y la extensión universitaria no es negocio, no es rentable, pues simplemente desaparecerá. Aún cuando hoy día esa investigación y extensión es un gran orgullo y necesidad para el país.
Esta lógica mercantil presenta sin duda sus profundas contradicciones sociales. Mientras los neoliberales tratan de todas maneras y formas posibles de reducir la inversión social del Estado, corre el nuevo Ministro de Hacienda a buscar nuevos recursos fiscales para financiar más y más policías. No se percatan, o no les interesa entender en la inmediatez y autismo de sus negocios, que entre más y más reduzcan la inversión pública en salud, en educación, en fomento de la producción para el mercado interno, etc., pues más y más tendrán que gastar en policías, no para superar las causas de la inseguridad ciudadana sino, cuando mucho, para tratar de paliar los efectos violentos de una sociedad cada vez más desigual, discriminatoria y excluyente.
La defensa y fortalecimiento de la educación pública en general y de las universidades públicas en particular, son un elemento consustancial en nuestra lucha por construir una Costa Rica inclusiva en lo político, solidaria en lo social y sustentable en lo ecológico. Sepan entonces los y las compañeras universitarias hoy en pie de lucha, que la ANEP se les solidariza militantemente. Hemos sostenido la tesis de la democracia de la calle y allí estaremos hombro con hombro con ustedes.
* Presidente de la Junta Directiva Seccional ANEP-UNA