Los “Juan Carlos Bolaños” no son de ahora. Están intrínsecamente asociados a la clásica política del bipartidismo tradicional ejercida por los partidos Liberación Nacional y Unidad Social Cristiana, el PLUSC como los conoce el pueblo.
Los personeros de estos dos partidos que ahora se están rasgando las vestiduras por el escándalo del cementazo representan colectividades políticas que tienen demasiado techo de vidrio para lanzar piedras cargadas de ética y de transparencia.
Es más, esto del cementazo parece que también les está pringando, por cuanto ya se sabe de figuras políticas relevantes de esos dos partidos que tenían y que tienen relaciones con el más afamado empresario del momento.
Los “Juan Carlos Bolaños”, ese entramado de negocios entre político-empresarios y/o empresarios-políticos ha movido siempre, y en muchas situaciones con intenciones nada buenas, mecanismos de toma de decisiones de política pública, llegándose hasta el más alto nivel de la alta cúpula político gerencial y tecnocrática del Estado. Durante los gobiernos PLUSC esto fue cosa de todos los días.
¿Qué es lo grave ahora? Pues que se da en un gobierno del Partido Acción Ciudadana (PAC), cuyos basamentos fueron los nobles principios más fundamentales de la cosa pública: la transparencia, el combate al tráfico de influencias y al compadrazgo político, especialmente cuando se trata de acceder a negocios con fondos públicos.
Pero hay que preguntarse: ¿acaso en el presente gobierno y en todos los puestos decisorios del mismo, de toma de decisiones de alto contenido político, fueron colocadas figuras jerárquicas “químicamente puras” del PAC? ¡No! ¿Está pagando el PAC el precio por sus “malas juntas”?…
El cementazo debería obligar a este partido a “exorcizarse”, a hacerse una introspección, a una autocrítica pública en tal sentido, pues difícilmente se pueden sustentar principios con personas que no creen en los mismos, aunque su honorabilidad no esté o no haya estado en entredicho.
Indudablemente que las gestiones políticas para facilitar la inserción en el mercado duopólico de las empresas del señor Juan Carlos Bolaños expresan un compadrazgo político. ¿Bienintencionadas esas gestiones? A veces pensamos que sí… a veces pensamos que no. Se trata de un mercado que mueve más de 500 millones de dólares anuales. Bien dice el refrán que “de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”.
No conocemos las intimidades de esas gestiones, pero el beneficio de la duda cede ante la magnitud de las revelaciones que se han venido conociendo de lo que pasó con los abultados créditos otorgados por el Banco de Costa Rica (BCR), en los cuales hay cemento involucrado.
Llevar al ciudadano empresario don Juan Carlos Bolaños a Casa Presidencial, lograr que se reuniese con el primer mandatario, así como que el diputado don Víctor Hugo Morales Zapata preguntara por facturas pendientes de pago a sus empresas por negocios con la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), es compadrazgo político y con connotaciones de tráfico de influencias, según la percepción de una ciudadanía que ha venido siendo reiteradamente estafada, políticamente hablando, cuando en campaña electoral se le dice una cosa y en la acción gubernativa se hace otra; percepción que es abrumadoramente mayoritaria en el seno, por ejemplo, del pueblo trabajador.
Ahora bien, la circunstancia anterior no puede verse alejada de que, en el mercado del cemento, así como en otras actividades relevantes de la economía, ese cuentico del “libre” mercado y de la “libre” competencia es precisamente eso: cuentico. Lo real es que los monopolios (la revisión técnica vehicular, por ejemplo), los duopolios (como en este caso, el del cemento), y los oligopolios controlan las partes más sensibles del sistema económico costarricense.
La introducción de un tercero para romper el duopolio cementero (necesidad inobjetable) no debería ser motivo de escándalo, pero todo lo que hasta ahora se sabe al respecto lo generó; aún más con la potenciación farisea de ciertas matrices mediático-dominantes de clara definición ideológica (que, por cierto, son las mismas de la infame campaña contra el empleo público); coludidas éstas con los odios entre figuras prominentes del PAC y del presente gobierno.
Aparte de reparar en todo lo anterior, con la misma intensidad y con la misma dimensión debemos escandalizarnos también por todas las circunstancias que se dieron para que el Banco de Costa Rica (BCR) otorgara dos gigantescos créditos de “corte cementero” (con alteración de actas incluida).
Debemos preguntarnos si el BCR recuperará los 30 millones de dólares que le prestó a don Juan Carlos Bolaños para la importación del cemento chino y en contra del indicado duopolio, por una parte.
Por otra, preguntarnos también si el BCR recuperará los 32.7 millones de dólares que le prestó a Coopelesca para que ésta le comprara a la cementera Holcim (parte del duopolio que don Juan Carlos Bolaños quiere romper con la ayuda el Gobierno), una planta hidroeléctrica de dudosa presentación; préstamo éste otorgado siendo simultáneamente directivo del BCR un altísimo jerarca corporativo de esa cementera; personaje quien a la vez es integrante de uno de los bufetes de mayor poder en el país al servicio de la hegemonía económica dominante.
Conclusión: presunto tráfico de influencias por todo lado y en un gobierno PAC… como en los “tiempos de oro” del bipartidismo PLUSC.