Desde la gradería de sol y en lo que respecta al escándalo del cementazo no sabemos si ponernos a llorar, si ponernos a reír; de qué lado está la real verdad y de qué lado está la mentira, la manipulación; hasta qué niveles llegó el compadrazgo político, la presunta componenda y el no menos presunto tráfico de influencias.
Ahora resulta que el empresario intruso en el mercado duopólico del cemento tuvo, tiene y ha tenido amigos políticos por todo lado: en el Gobierno, en el parlamento, en los partidos políticos tradicionales y otros partidos en camino de volverse tradicionales también; y, hasta un magistrado del Poder Judicial conoce el señor Bolaños.
Este exitosísimo hombre de negocios ha resultado ser mejor relacionista público que los que sacaron esa carrera en las universidades que la imparten.
La pomposa comparecencia legislativa en la Casa Presidencial nos arrojó un resultado fundamental de una profundidad política pocas veces vista en estas lides de las investigaciones parlamentarias: el Presidente tiene un club de amigos que comparten con él la intimidad de la gestión política cotidiana del gobernante.
¡Brillante conclusión del presidente del panel legislativo investigador!
Después de ahí, todo lo demás que se habló en esa carísima audiencia parece irrelevante rutina parlamentaria-investigativa. Hasta el Torquemada de la ética término felicitando al Presidente.
Y desde la gradería de sol la gigantesca duda sigue sin disiparse: ¿podrá el Banco de Costa Rica (BCR) recuperar los controversiales créditos concedidos en torno a la actividad del cemento?
Por un lado, hablamos del préstamo de los 30 millones de dólares para que el exitoso hombre de negocios-relacionista público no menos exitoso, pudiera ingresar al cerrado mercado del cemento.
Por otro, mencionamos el préstamo, de una cifra parecida, con el cual se habría pagado una compra de “chatarra hidroeléctrica” a una de las dos corporaciones cementeras del duopolio, por otra gigantesca cifra similar.
Lo real de todo esto es una sensación ciudadana que, genuinamente generada o corporativamente inducida, está mostrando un incremento cualitativo en su desencanto con el ejercicio de la política de la clase gobernante tradicional y la que está llegando a este nivel.
Las especies populares de que “todos son lo mismo”; de que, al final, “todos se tapan con la misma cobija”, nutre a un amplio segmento de ciudadanía en su percepción, ahora reforzada, de que ya no vale votar; de manera tal que dos “partidos” se disputan, en estos momentos, la real supremacía del electorado para febrero entrante. Son éstos:
Los que ya no tiene partido y los que ya han definido que no quieren saber nada de votaciones. Una “coalición” de ambos, de facto, podría representar una deslegitimación de la democracia electoral (no de la Democracia), tan devastadora de la cual se tardarían muchos años para recuperarla.
O, por el contrario, podría aparecer una opción, estructurada o no estructurada, de un fuerte personalismo magnético que “enamore” a esa “coalición” de facto del electorado enojado, y que podría imponer una dinámica política impensada.
Hay muchos problemas nacionales en desarrollo que están afectando la calidad de vida de las mayorías, especialmente al pueblo trabajador. Los especialistas en ciencias políticas indican que ahora no es el partido lo que importa, es la persona candidata. Menuda tarea les espera a los nuevos en estas lides de pedir votos.
Conceptos elementales de las sociedades democráticas desarrolladas, como la transparencia en la gestión pública, la ética en el manejo de los fondos públicos, honrar lo que se promete en campaña; desafortunadamente, en Costa Rica están devaluados. Órganos claves de control, como la Fiscalía General de la República, sufren de un descrédito peligroso.
Y ahora que se diga que un señor magistrado de elevados quilates en materia penal sancionatoria conoce al personaje empresarial más connotado del momento, pues ambos han viajado en el mismo avión… muchos podrían decir: “mejor apague y vámonos”.