Al llegar al día número 45 de la lucha patriótica contra el más detestado proyecto de ley de los últimos 20 años, el combo fiscal, el carácter autoritario y totalitario del esquema neoliberal de “desarrollo” se muestra sin tapujos, se deja de rodeos y se desenmascara crudamente: es el sistema financiero-bancario de acumulación-concentración de riqueza lo que realmente importa a esa gente que tiene el control, casi total, de la hegemonía político-económica en estos actuales momentos de crispación y de confrontación social en desarrollo.
Sin duda alguna, estamos viviendo los momentos más tensos de nuestra convivencia republicana desde los turbulentos tiempos de los años 40 del siglo pasado, mismos que terminaron en una confrontación armada entre costarricenses.
El neoliberalismo, como autoritario y totalitario que es en su esencia, nos está mostrando como nunca antes, y a propósito del conflicto de clases que representa la lucha cívico-patriótica contra el combo fiscal, su más profundo desprecio por las normas constitucionales vigentes y por la institucionalidad de la división de poderes que nuestra Carta Magna contempla.
La virulencia político-mediática del ataque de la prensa del capital contra el Poder Judicial y, en específico, contra su presidente, representa una especie de golpismo que ningún demócrata debería pasar desapercibido.
Los salariazos y las pensiones judiciales de lujo, tan ofensivas para una ciudadanía empobrecida y para una clase media en vías de dejar de serlo, son situaciones para ser abordadas y corregidas, pero sin caer en el abismo de una confrontación civil como pareciera impulsarla el periodismo del odio, hoy claramente enemigo de la división constitucional de poderes.
Por otra parte, y complementariamente, la soberbia y la prepotencia de Alvarado y su grupo PLUSC-PAC para con el procedimiento legislativo-constitucional de tramitación del conflictivo combo fiscal es otra muestra de la esencia autoritaria y totalitaria del neoliberalismo al tener posiciones de poder.
Se nota que la disidencia en el ámbito legislativo les incomoda demasiado, tratando con irrespetuoso desdén esas conciencias diputadiles que osaron escuchar el clamor popular de las calles.
Ante el desafío de clase contra clase que lanza ese neoliberalismo autoritario y totalitario gobernante, la defensa civil mediante la apelación al legítimo instrumento de la Democracia de la Calle, es la mejor garantía de la plenitud real de respeto a la Constitución ante esa especie de golpismo político-mediático en desarrollo.
La bipolaridad confrontacional que ellos están provocando, para la apropiación total de lo mucho bueno que todavía nos queda del patrimonio institucional, base fundamental de la todavía existente (y ahora muy endeudada) clase media, es de un potencial desgarrador de consecuencias imprevisibles e impredecibles.
Cuando esta gente del Gobierno abanderada del neoliberalismo autoritario y totalitario nos amenaza y nos extorsiona en cuanto a la imposición de un ajuste fiscal “más doloroso” si el pueblo y sus aliados parlamentarios no aceptan su combo fiscal; debemos encender todas las alarmas cívicas pues ya no tendrán escrúpulos de ninguna especie para materializar su ansiado proyecto de aniquilación total de lo que aún nos queda del otrora admirado por el mundo Estado Social costarricense.
He aquí, en consecuencia, el reto más relevante que tiene ante sí la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, Sala IV, desde que fuera creada en 1989.
Le corresponde al más alto tribunal de la República, a propósito de la consulta (o consultas) acerca de la constitucionalidad o no del expediente 20.580, determinar una cuestión de profundo contenido estratégico: mandarle un mensaje a ese neoliberalismo autoritario y totalitario que debe comprender que Costa Rica nunca fue una sociedad de extremismos; que nuestra amada Patria debe reconfigurarse apostando por la integración social mediante el diálogo; que el combo fiscal, contaminado de vicios de nulidad, procedimentales y cargados de inconstitucionalidades, no merece que nos expongamos a más altos e intensos episodios de confrontación social abierta. Costa Rica merece la paz.