Es sumamente necesario que los sectores laborales organizados de la clase trabajadora, especialmente los de naturaleza sindical, tengamos la inteligencia suficiente para abordar el problema fiscal del país con sentido responsable, aunque sin perder la perspectiva de clase que nos obliga a un posicionamiento crítico de cara al mismo.
A esta altura de la discusión que se ha venido dando sobre el tema parece ser que la suerte está echada, en el entendido de que se nos dice desde afuera algo así como “o lo arreglan ustedes mismos, o lo arreglamos nosotros”.
El “nosotros” está marcado por un poderoso conglomerado de las más notables entidades multilaterales de crédito que actúan al unísono y con base en la hegemonía del capital financiero-bancario, que es el que está determinando la naturaleza y las características fundamentales del rumbo actual de la globalización neoliberal.
Se nos indica que en el caso costarricense ese “nosotros” son el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Los tres siguen estrechando el cerco contra el país por su renuencia a atender el problema fiscal con la seriedad de su gravedad.
Adicionalmente, la máxima gendarmería política de ese capital bancario-financiero, las calificadoras de riesgo, están, cual hienas al acecho, listas para ponernos mala nota como país y decretar, urbi et orbe, que somos un país mala paga, “amarra perros”; que nadie nos preste más plata; que si alguien se atreve a prestarnos cobre altísimos intereses y endurezca las condiciones de esos empréstitos; y que si se atreven a invertir en suelo nacional, háganlo por su cuenta y riesgo.
Con mucho cuidado y gran respeto analizamos con detenimiento lo que al respecto nos ha comentado el distinguido ciudadano economista Miguel Gutiérrez Saxe; marcando él la fecha del mes de junio del año entrante 2016, como el parte-aguas del “o lo arreglan ustedes, o lo arreglamos nosotros”.
Cuando estas circunstancias fiscales llegan al punto del dilema, son las mayorías trabajadoras, las de carácter asalariado, las que más sufren. Por tanto, desde todas esas entidades sociales en que esas mayorías acostumbran organizarse, debe salir algún tipo de estrategia integral para insertarse en la búsqueda de las soluciones.
En el caso tico hemos llegado a un punto en que el sistema político, clásica y rutinariamente entendido, no alcanza para buscar las soluciones al problema fiscal nacional llegado al punto del dilema.
Como muchos estudios lo señalan, gran parte del sistema político costarricense está carcomido por la pérdida de confianza y de credibilidad ciudadana en él.
Entre otros factores, ello se debe a la intrusión en su interior de los poderes fácticos, los reales, los de verdad, que no buscan ni la promoción del bien común ni la inclusión social. La solución al dilema fiscal en este escenario no augura nada bueno para las mayorías.
También es real que las “afueras” del sistema político costarricense presenta graves problemas de articulación, de concatenación estratégica, de credibilidad, de subjetividades contrapropuestas que le dan prioridad a la divergencia sobre la convergencia.
Intra y extramuros del sistema político parece que no las tenemos todas consigo en esto del dilema fiscal, por tanto, podría ser más que urgente alguna iniciativa de construcción para las próximas semanas.
Finalmente, a la hora de establecer las responsabilidades, al momento de definir los aportes de la solución y, en fin, a la hora de socarse la faja, notaremos cómo ya no es posible que grandes sectores de la población se la aprieten más; y, precisamente es aquí donde radica el desafío de determinar que el ajuste jamás podría ser igual en todas las direcciones.