La sociedad de la desigualdad, esa en la que se ha convertido la Costa Rica de hoy, podríamos segmentarla en 3 partes.
Una, está integrada por personas y grupos a los cuales les va muy bien, ¡pero muy bien! Esta parte va siendo cada vez más pequeña. Denominémosla como segmento 1.
Por el contrario, la Costa Rica de las personas excluidas, a las que ya no les cubre los beneficios del crecimiento económico, la han venido pasando mal, no les está yendo nada bien y, por el contrario, parece que les irá peor. Pongámosle segmento 2. Y este segmento sigue creciendo…
La tercera parte, “la de en medio”, viene a ser el segmento 3. Podríamos, a su vez, partirla en dos: segmento 3-A y segmento 3-B.
La más pequeña, que viene a ser el segmento 3-A, aspira a calificar, por las vías legales o no tan legales, ingresar al segmento de la sociedad al cual le va muy bien, ¡pero muy bien!, al segmento 1.
Y, a la inversa, el segmento más grande de esta tercera parte (el segmento 3-B), está aterrorizado, vive completamente estresado, tiene mucho miedo de caer en el segmento de los y de las personas excluidas (segmento 2) … Son quienes están viajando hacia la pobreza todos los días.
La gran resistencia popular y ciudadana al proyecto comúnmente denominado “combo fiscal” se está generando, básicamente, desde los segmentos 3 (pero en este caso con especial énfasis en el 3-B) y, por supuesto, el segmento 2 que ya no tiene cómo pagar más impuestos.
Aquí está el punto medular del problema, al calor de la gran discusión nacional del momento: el déficit fiscal. El proyecto “Ley para el Fortalecimiento de las Finanzas Públicas”, o “combo fiscal”, está cargado de inequidad: imponerle más impuestos al segmento 2 (canasta básica, por ejemplo), y al segmento 3 (especialmente, el 3-B). Al segmento 1, tal proyecto ni cosquillas le hace; y el segmento 3-A podría muy bien manejar la carga IVA.
Si el “combo fiscal” es, esencialmente, un proyecto de impuestos cargado de inequidad (pagarían más, proporcionalmente hablando, los que menos tienen), se vienen presentando circunstancias, situaciones, episodios que, aparte de causar gran indignidad, descalifican la prédica oficial de “crisis fiscal”; pues las apelaciones a que “todos debemos aportar”, pierden toda carga de moralidad y de ética; especialmente si tales apelaciones las formulan personas y grupos integrantes del segmento 1 y/o del segmento 3-A).
El premio de 233 millones de colones que un tribunal otorgó a un nadador (el “medallazo”), por más revestimiento de legalidad vía jurídica que se empeñan en exhibir los favorecidos con tal situación (tanto de manera directa como indirecta), ha golpeado duramente las conciencias críticas ciudadanas, cargándolas de indignación por escenificarnos un cruel episodio de desigualdad, contaminado con contenidos nebulosos y con una tramitología burocrática de gran opacidad (la ministra y el nadador premiado, hermanos entre sí). “¿Cómo?… ¿Más impuestos pide el Gobierno? …”, es una pregunta popularmente generalizada.
La multimillonaria inversión en el diseño, construcción y equipamiento de una soda comedor-archivo ministerial, por más justificaciones técnico-jurídicas mediando, golpea la sensibilidad ciudadana muy vulneralizada en cuanto a su ingreso económico-familiar; y, el golpe es de mayor impacto toda vez que se trata de una institución que debe asistir a un grupo social tan relevante en la historia nacional, como los productores agrícolas, muy indefensos en los últimos tiempos; y, precisamente, lo que la gente contrasta es el estado de un agricultor abandonado vs. la soda “cinco estrellas”, para beneficio de los funcionarios que deben servirle. Jamás pretendemos contrariar a las estimables personas trabajadoras empleadas públicas involucradas en el asunto, pero esa ciudadanía indignada se cuestiona: “¿Cómo?… ¿Más impuestos pide el Gobierno? …”
El fiestón armado para celebrar la llegada al Gobierno de la República, de la distinguida dama Primera Vicepresidenta de la República, en un hotel de lujo (al mejor estilo de vida del segmento 1), y la controversia que se hizo pública por la plata invertida en el ágape, la veracidad o no de la factura, si esa fue la plata realmente gastada o no, si se pagó el importe de impuestos o no se pagó; nos habla mucho de un estilo de vida de nuestra clase gobernante (casi toda perteneciente a ese segmento 1 o al 3-A), que se volvió “conchuda” ante el avance de la desigualdad en nuestra sociedad y que, por ejemplo, las prédicas de los Derechos Humanos solamente sirven para atraer votantes; mas no para extender esos Derechos Humanos que no llegan a las personas visitantes de bares de lujo y favorecidas con esos estilo de vida. ¿Se defraudó impuestos? ¿El tal fiestón fue una dádiva a un personaje político de tal calibre? ¿La factura (o las facturas), expresan el valor real del gasto efectuado?… Vaya usted a saber. Y la gente se pregunta: “¿Cómo?… ¿Más impuestos pide el Gobierno? …”