“Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista”.
Esta frase, estas palabras, una a una, fueron pronunciadas, el pasado martes 28 de octubre de 2014, por el Papa Francisco, en el discurso que pronunció ante los y las participantes del Encuentro Mundial de Movimientos Populares, celebrado la semana pasada, en la capital de Italia, Roma y en la propia ciudad-estado del Vaticano.
Se trató de una reunión totalmente inédita, no solamente por llevarse a cabo en los lugares-ciudades mencionados; sino porque tal evento fue promovido, auspiciado y organizado por y con la participación de dos entidades de alto nivel de la estructura político-eclesial de la Iglesia Católica universal: la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales y el Pontificio Consejo de Justicia y Paz.
Es de tal magnitud lo que dijo el Papa Francisco en este evento que la gran prensa mediática global afín al pensamiento neoliberal, lo ha ocultado. Sus referentes nacionales lo han ocultado.
Afortunadamente, en Costa Rica tenemos la bendición de contar con el Grupo Extra; especialmente sus periódicos Diario Extra y La Prensa Libre, los que sí permiten escribir esto para que especialmente usted, que es del pueblo trabajador, lo lea.
Ojalá usted se motive y busque este discurso papal para que lo lea íntegramente. De seguido, citaremos algunas de las partes más fenomenales de este mensaje papal a los movimientos sociales (incluidos los de la América Latina, incluidos los de Costa Rica). En realidad, desde la primera palabra a la última, el pensamiento del Papa Francisco genera conmoción y tremendo impacto.
Al estar centrado el mensaje del Papa Francisco en la cuestión de la vida misma y, especialmente, en la vida de “los y las de abajo”; para el capital neoliberal y su parte más criminal, la hegemonía financiero-bancaria; las palabras del Papa Francisco deben parecer “subversión” pues tienen un contenido “antisistémico”, al punto de que él mismo dice que le tildarán de “comunista”.
Esto es sumamente interesante porque si lo quisiéramos, puede abrir un debate, más que necesario, para entender qué es ser de izquierda hoy; especialmente en nuestro país y de cara a ciertos especímenes políticos (por suerte ya en extinción), que creen poseer un infalible “revolucionarómetro” para sentenciar quién es de izquierda y quién no lo es; pues al estar hundidos en sus propias excretas del fanatismo ideológico, resultan más eficientes en la defensa del status quo neoliberal que quienes lo hacen por ser integrantes propios del “otro lado de la acera”.
Según el Papa Francisco, el Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, “…es un signo, es un gran signo: vinieron a poner en presencia de Dios, de la Iglesia, de los pueblos, una realidad muchas veces silenciada. ¡Los pobres no sólo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella!
Sigue diciendo el Papa Francisco: “…los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar”.
Agrega: “Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales”.
Para él, “La solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares. Este encuentro nuestro no responde a una ideología”. “No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos”.
Y aquí está el corazón de este extraordinario discurso papal: ´“Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista”.
Para el Papa Francisco, el Evangelio y la lucha social van de la mano: “No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia”.
Nos denuncia el Papa que, “El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal…; está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria decadencia y hasta en riesgo de extinción”.
El dedo en la llaga: “La otra dimensión del proceso ya global es el hambre. Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable”. “…la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral”.
Aquí va una de las partes del mensaje papal más sensibles desde nuestra perspectiva de la lucha social: “Trabajo. No existe peor pobreza material me urge subrayarlo, no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”.
Y profundiza el papa: “Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión se le suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, ‘sobrantes’. Esta es la cultura del descarte…”
Nos dice él que esa “cultura del descarte”, “…sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, al centro de todo sistema social o económico tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores”.
Nos vamos a detener aquí para volver con el tema la semana próxima si nos lo permite Dios, Nuestro Señor, el Grande, el Todopoderoso. No hay duda de que este discurso tendrá un considerable impacto para potenciar los valores que animan la lucha por la justicia social a nivel planetario; lucha que como lo apreciamos con los temas que abordó el Papa Francisco en su discurso del 28 de octubre anterior, tiene diversas expresiones y escenarios.