Recientemente, el Papa Francisco recibió en audiencia a dirigentes sindicales de la Confederación Italiana de Sindicatos de Trabajadores CISL (en italiano: Confederazione Italiana Sindicati Lavoratori), que es la segunda central sindical italiana de importancia, fundada en 1948, de inspiración democristiana y organización laica, según datos extraídos de Wikipedia.
La disertación del Papa Francisco con tal motivo no solamente es de obligada lectura para quienes estamos inmersos en las luchas sindicales y sociales de estos tiempos, sino para todas las personas de buena voluntad (aunque no sean creyentes); así como por toda esa gama de políticos (cada vez más escasos, lastimosamente) que enarbolan banderas a favor del bien común, de la inclusión social, contra las desigualdades y por sociedades plenamente integradas. ¡Sí! Aunque usted no lo crea, entre los aspirantes a gobernarnos hay ciudadanos que están planteando, con sinceridad, ideas en tales ámbitos.
Pero este no es el punto para efectos del presente comentario. Como sindicalista y como creyente en Dios, Nuestro Señor, Cristo Jesús, el Grande, el Todopoderoso, no termina uno de agradecerle la circunstancia de que el Papa Francisco sea quien esté al frente de la Iglesia Católica universal en momentos, en los cuales el 1 % de la población del planeta acumula tanta riqueza como la que tiene en 99 % de la población restante del globo terráqueo; una espantosa situación de desigualdad que es imposible de describirla plenamente señalando todo el dramatismo criminal que representa humanitaria, cristiana y socialmente hablando.
Los sindicalistas de la CISL llevaron a cabo un congreso con el lema “Para la persona, para el trabajo”; consigna que, a su vez, destaca un hondo contenido humanista y cristiano.
Dijo el Papa Francisco refiriéndose a los sindicatos: “Me gustaría hacer hincapié en dos desafíos trascendentales que hoy el movimiento sindical debe afrontar y superar si quiere seguir desempeñando su papel esencial para el bien común”.
“El primero es la profecía, y se refiere a la naturaleza misma del sindicato, a su verdadera vocación. El sindicato es una expresión del perfil profético de una sociedad. El sindicato nace y renace cada vez que, como los profetas bíblicos, da voz a los que no la tienen, denuncia al pobre ‘vendido por un par de sandalias’ (cfr Amós 2,6), desenmascara a los poderosos que pisotean los derechos de los trabajadores más vulnerables, defiende la causa del extranjero, de los últimos, de los ‘descartables’. (…), el movimiento sindical tiene sus grandes temporadas cuando es profecía. Pero en nuestras sociedades capitalistas avanzadas el sindicato corre el peligro de perder esta naturaleza profética y de volverse demasiado parecido a las instituciones y a los poderes que, en cambio, debería criticar. El sindicato, con el pasar del tiempo, ha acabado por parecerse demasiado a la política, o, mejor dicho, a los partidos políticos, a su lenguaje, a su estilo. En cambio, si se olvida de esta dimensión típica y diferente, también su acción dentro de las empresas pierde potencia y eficacia. Esta es la profecía”.
Aquí podríamos expresar no estar del todo de acuerdo con tal criterio puesto que quienes creemos en el Sindicalismo Sociopolítico (y, especialmente con un matiz de práctica consecuente que denominamos Sindicalismo Ciudadano), pensamos que nos puede llevar a tener convergencia con planteamientos de partidos políticos que (eso sí de manera consecuente y no discursiva o panfletaria), enarbolan banderas a favor del bien común, de la inclusión social, contra las desigualdades y por sociedades plenamente integradas; aprovechando posiciones parlamentarias y gubernativas en sus distintos niveles.
Creemos que el Papa Francisco se está refiriendo a esos partidos políticos de varios países de la Unión Europea (UE), los cuales, con ropaje socialdemócrata, de izquierda progresista (e incluso de izquierda clásica), se casaron con la ideología neoliberal del ajuste fiscalista fundamentalista y del recortismo presupuestario promoviendo legislaciones antiobreras y reduciendo los derechos sociales, contando para ello con complacencias abiertas o tácitas de algunas corrientes sindicales.
Esta otra dimensión que el Papa Francisco le da al activismo sindical de estos tiempos es, realmente, impactante porque nos alerta contra los vicios del sindicalismo gremialista-corporativista (por cierto, muy arraigado en Costa Rica).
“Segundo desafío: innovación. Los profetas son centinelas, que vigilan desde su atalaya. También el sindicato tiene que vigilar desde las murallas de la ciudad del trabajo, como un centinela que mira y protege a los que están dentro de la ciudad del trabajo, pero que mira y protege también a los que están fuera de las murallas. El sindicato no realiza su función esencial de innovación social si vigila solo a los que están dentro, si solo protege los derechos de las personas que trabajan o que ya están retiradas. Esto se debe hacer, pero es la mitad de vuestro trabajo. Vuestra vocación es también proteger los derechos de quien todavía no los tiene, los excluidos del trabajo que también están excluidos de los derechos y de la democracia”.
Para el Papa Francisco las tareas del sindicato comprenden, en estos duros tiempos de la desigualdad al límite, organizar a las personas trabajadoras sin empleo, a las personas trabajadoras sumidas en la informalidad, a las personas trabajadoras sin salario mínimo y/o violentadas en cuanto al disfrute de derechos laborales básicos, a las personas trabajadoras en la indigencia.
Y noten ustedes cómo se nos plantea que todas estas personas trabajadoras no solamente están excluidas de derechos sino de la ¡Democracia misma!
Aquí es donde queríamos llegar, a la centralidad de este comentario: lo que podemos considerar un día de gran festividad obrera que ya tenemos encima: el próximo 25 de julio, con la entrada en vigencia de la Ley de la Republica No. 9343, la Reforma Procesal Laboral (RPL); precisamente pensada para fomentar más el desarrollo de la Democracia en nuestro país en el plano obrero-social, pues tal legislación le da más derechos al pueblo trabajador asalariado, especialmente el del sector privado, caracterizado este por muchas violaciones cotidianas de derechos laborales (aunque no son pocas las empresas que sí los respetan).
Sobre la trascendencia, la importancia, la relevancia y lo histórico de la entrada en vigencia de la nueva ley RPL ya se viene escribiendo y hablando bastante por estos días, pues es un acontecimiento real y concreto que variará el desarrollo de las relaciones obrero-patronales en los sectores privado y público.
Como protagonistas directos, sindicalmente hablando, durante 17 años continuos de lucha constante y sistemática pues la RPL estuvo todo ese tiempo como prioridad estratégica de la agenda de trabajo y de lucha de la corriente sindical en la cual militamos; jamás imaginamos que la RPL entroncara filosóficamente hablando (sin proponérselo, por supuesto), con esta concepción papal sobre el mundo del trabajo y sobre el papel de los sindicatos en estos duros tiempos.
“El capitalismo de nuestro tiempo no comprende el valor del sindicato, porque se ha olvidado de la naturaleza social de la economía, de la empresa. Este es uno de los pecados más graves. Economía de mercado: no. Digamos economía social de mercado, como enseñaba san Juan Pablo II: economía social de mercado. La economía se ha olvidado de la naturaleza social de su vocación, de la naturaleza social de la empresa, de la vida, de los lazos, de los pactos”.
Pensamos, en tal sentido, que la RPL podría aportar fuertemente a que Costa Rica tenga, en plenitud, una economía social de mercado que con el aporte militante de una acción sindical de corte sociopolítico y ciudadano ayude a construir una real y efectiva Democracia Social; que no es lo mismo que el concepto de Socialdemocracia, muy devaluado por múltiples circunstancias actuales.
En su alocución a los sindicatos italianos de la CISL, nos señala el Papa Francisco: No hay una buena sociedad sin un buen sindicato, y no hay un buen sindicato que no renazca todos los días en las periferias, que no transforme las piedras descartadas por la economía en piedras angulares. Sindicato es una hermosa palabra que viene del griego ‘dike’, es decir justicia y ‘syn’, juntos. Es decir, “justicia juntos”. No hay justicia juntos si no es junto con los excluidos de hoy.
El Papa Francisco ha aportado una importante luz a la acción sindical de nuestros tiempos. Para el caso costarricense, la RPL le dará más intensidad lumínica a esa acción sindical. Ojalá estemos a la altura de semejante desafío.
Junto a los que ya son defendidos por los sindicatos, los que sí tienen trabajo formal, con empleo y salario fijo, pero con derechos sociolaborales violentados, con la RPL se les podrá defender mejor.
Sin embargo, esta acción sindical no estaría completa si la acción sindical no incluye su trabajo por los excluidos: los desempleados (especialmente, las juventudes sin trabajo), el pueblo trabajador migrante superexplotado, la gente trabajadora del mercado informal, la mujer trabajadora (de doble y hasta de triple jornada), los indigentes…
¡Qué clase de mensaje sindical nos ha dado el papa Francisco!