Ginebra .- El petróleo no es un «commodity», el petróleo no es una materia prima cualquiera. Basta considerar la complejidad de las técnicas para su extracción eficiente. El petróleo es un producto estratégico que modela la política internacional. Desde finales del siglo XIX orienta la política exterior de las grandes potencias – mimetizado bajo retórica ideológica – porque el petróleo es esencial para la especulación financiera. La mezcla de finanzas y petróleo ya explotó en dos guerras mundiales. En 1914 y en 1939 el 85% de la producción petrolera estaba controlada por empresas y bancos británicos y norteamericanos.
Este comentario viene al caso por el alboroto internacional armado por el retorno del gobierno argentino al timón de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), una antigua empresa estatal argentina. La empresa Repsol, registrada en España, pero cuya mayoría de accionistas no son españoles, compró el control accionario de YPF durante la piñata privatizadora de Menem. YPF maneja el 32% del petróleo y el 23% del gas argentino. Otras compañías presentes son Chevron, Petrobrás y Occidental. El siguiente cuadro ilustra la obra de Repsol.
Repsol sacó millardos de YPF con las instalaciones existentes, sin invertir. Por eso la Argentina, durante la gestión Repsol de YPF, pasó de ser autosuficiente y exportadora a tener que importar combustibles al ritmo de US$ 10.000 millones, en 2011. Más allá de la retórica del Sr. Rajoy, sobre propiedad e inversiones, los hechos son claros.
Repsol compró YPF por $15.000 millones, en 1999 y la producción de petróleo argentina cayó 38,3% y la de gas 25,4%, sin embargo, entre 1999 y 2011, Repsol tuvo ganancias por $15.728 millones; más de lo que había pagado por YPF. El futuro de la producción petrolera depende de esa actividad exploratoria, que es una inversión onerosa y arriesgada y que Repsol descuidó. Durante su gestión sólo perforó 8 pozos exploratorios, cuyo costo fue apenas del 0,2% de sus ingresos. Su política de explotar al máximo los pozos existentes, es una mala práctica porque desequilibra los flujos y baja la presión natural. Eso dificulta la extracción del petróleo remanente.
La expropiación argentina del 51% de las acciones de YPF tuvo el respaldo abrumador de la opinión pública y del entorno político. Es una decisión que encaja en la tradición legal del resto del mundo. Fuera de Estados Unidos, el subsuelo es propiedad pública. Una tradición que viene de la antigüedad. Roma, Bizancio, la España Imperial, el Celeste Imperio o la China Popular, Rusia, zarista o soviética, el Imperio Otomano; en la Europa, Asia, África o América Latina de hoy…
El ambiente internacional petrolero
Las circunstancias de la producción y el abastecimiento petrolero internacional hacen que la medida del gobierno argentino sea oportuna y justificada, como lo comprende y apoya casi todo el Congreso argentino. En América Latina el apoyo fue casi unánime y al Presidente Calderón de México, lo regañó su congreso por inmiscuirse en un asunto bilateral.
El argumento del mal ejemplo argentino que aleja inversiones extranjeras está mal informado. Son el crecimiento económico y los recursos quienes atraen las inversiones y América del Sur reúne ambos requisitos. Hoy día es la región que más capitales recibe, tantos que Brasil ha tenido que poner límites.
La nota nacional discordante es esa prensa argentina que no informa, sino que hace oposición. Es allí donde leemos -y resaltadas – las destempladas reacciones sea del gobierno del PP o de capos del PSOE, que es lo mismo. Es paradójico, pero si se quiere leer las airadas amenazas del Sr. Manuel Barroso, Presidente de la Comisión Europea o de Karel de Gucht, Comisario Europea para Comercio, es mejor comprar diarios argentinos. La prensa y TV europeas se ocupan del éxito de Marina Le Pen en Francia, las muecas de Sarkosy o las tribulaciones fiscales de España, porque al público europeo le tiene sin cuidado las ganancias de Repsol.
Los peligros del petróleo
Que el petróleo sea un tema internacional muy peligroso no es un secreto. Los gobiernos títeres de las empresas multinacionales buscan acaparar el suministro petrolero para frenar el desarrollo de los “_países emergentes_”. Por eso atacaron e invadieron, con pretextos ridículos, a Iraq y Libia: dos grandes productores con gobiernos laicos e independientes y… que vendían petróleo a China.
La invasión de Afganistán tampoco es ajena al tema. Fue para permitir un oleoducto que transportase hasta puertos paquistaníes del petróleo turkmeno, uzbeco y tajik, ubicado al norte de Afganistán y cerca de China. Eso, además, avanzó el cerco de Irán, otro país que vende petróleo a China.
La guerra civil del Sudan tiene la misma matriz. Los chinos tenían acceso al petróleo de Chad y de Sudan. El petróleo del Sudan esta en el sur y por el sur, atravesando el Darfur, sale el petróleo del Chad. En 2003 comenzó en Darfur una rebelión armada que usó las diferencias religiosas y tribales hasta dividir el Sudan. El Sudan del Sur fue reconocido enseguida por las “_democracias occidentales_” como se decía o por la “_comunidad internacional_”, como se dice ahora.
En la América del Sur, la empresa estatal de Brasil, Petrobrás, descubrió en 2007 enormes yacimientos en Bacia de Santos, en su plataforma continental, a 200 y 300 kilómetros mar adentro. El de Tupi ya está en producción y contiene reservas de unos 8 billones de barriles de crudo liviano, además de gas natural. Los otros campos están en fase exploratoria pero se sabe que tienen cantidades mayores de petróleo y sobre todo de gas. Como por caso, en 2008, Estados Unidos reactivó la IV Flota, creada en 1942 para vigilar el Atlántico Sur y disuelta en 1950, por falta de enemigo. El pretexto es el narcotráfico…dicen que reflotó el Graff Spee.
Un futuro petrolero incierto
Estados Unidos es, con mucho, la potencia de mayor poder destructivo. Israel es el país mejor armado del Medio Oriente; por eso, sólo agitando fantasmas pueden provocar la histeria sobre amenazas a su seguridad. Con fantasmas justifican agresiones para entregar a las empresas multinacionales petróleo y otros recursos.
Con el pretexto de impedir que Irán desarrolle una capacidad científica nuclear a la que tiene derecho, Estados Unidos prohibió de modo unilateral el comercio del petróleo iraní. El objetivo es debilitar a Irán antes de atacarlo para controlar su petróleo, como se hizo con Iraq. Ese embargo mundial al petróleo iraní parece algo planeado desde hace tiempo. No se puede sacar un quinto del suministro de petróleo mundial sin compensarlo con petróleo de otros lados. El plan era ocupar a Libia, que vendía petróleo a China, para asegurar un suministro a Europa. El resto lo completaría un aumento del flujo saudita.
El, asunto se complicó porque Gaddafi no huyó, como anunció el canciller británico, William Hague, sino que escogió luchar. La guerra contra Libia sacó de la oferta 1,3 millones de barriles diarios, que Arabia Saudita prometió colmar, pero no pudo. Durante 10 meses, la NATO bombardeó y se gastaron millardos, para imponer el caos; todavía hoy día hay continuas fallas en el suministro.
Las democracias occidentales usan poca retórica ideológica cuando se trata de su alianza con Arabia Saudita, una monarquía absoluta y tan teocrática como Israel. Es que Arabia Saudita en 1973 ya era el primer productor mundial de petróleo, con unos ocho millones de barriles diarios. Una supremacía vulnerable, porque sus yacimientos son pocos pero enormes, están contiguos y todos sobre el Golfo Pérsico. Los siete más grandes son: Ghawar, Safaniya, Abqaiq, Berri, Marjan, Zuluf y Abu Sa’fah. Hay dos, Ghawar y Safaniya, que producen un 75% del total. Arabia Saudita es el comodín petrolero que aumenta su producción cuando Wall Street o Washington lo pide. Su tope llegó hasta a 12 millones de barriles diarios.
La gran explotación saudi comenzó en los 50 con la Arabian American Oil Company – Aramco, un consorcio de Chevron, Exxon, Mobil y Texaco. En 1974, el gobierno asumió el 60% de las acciones y pasó a llamarse Saudi Aramco. En 1980 fue totalmente nacionalizada.
Desde 1974, no hay mucho detalle técnico sobre los pozos sauditas. Se sabe, por una interpelación del Senado a los gerentes de Aramco, que ya en 1974 habían problemas. Los aumentos de producción “_para salvar la economía mundial_”, no provenían de nuevos pozos; se abría las válvulas de los existentes y basta. Eso aumentó la presencia de agua y gas en el petróleo y se tuvo que construir plantas para separarlos. También se debía inyectar grandes cantidades de agua, para aumentar la presión. Desde 1974 no hay nuevos yacimientos, por lo que se puede pensar que en los “_salvamentos_” posteriores el método sigue igual.
En los congresos petroleros, los trabajos de los ingenieros sauditas, prueban el uso de métodos sofisticados para recuperación. Esos éxitos técnicos y científicos son también indicio de problemas. La falla saudita en el caso de Libia y la reciente flexibilidad de Estados Unidos con Irán, indican que la producción saudita no tiene como remplazar el petróleo iraní. Pero eso no es garantía de paz, porque la codicia de psicópatas poderosos aún persigue fantasmas.
Conclusión
La economía argentina crece entorno al 10% anual, pero perdió la autonomía energética y justo cuando hay amenazas en el abastecimiento internacional. Es algo que puede suceder cuando algo vital se confía a empresas cuyo única meta gerencial es la ganancia. Argentina tomó la medida correcta y ahora puede corregir los objetivos errados y coordinar políticas, en toda la cadena de hidrocarburos, con Brasil y Venezuela, sus socios en Petrosur.
Es bueno recordar aquí lo dicho el Presidente de México, Lázaro Cárdenas, sobre la caída del ingreso petrolero después de su nacionalización: “Es mejor un ingreso modesto que beneficie al país y a los trabajadores que uno que enriquece al extranjero con ganancias fabulosas”.
– Umberto Mazzei es doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia. Es Director del Instituto de Relaciones Económicas Internacionales en Ginebra.
http://www.ventanaglobal.info