El punto de partida

Es la realidad de la sociedad costarricense actual y, en particular, del Movimiento Ciudadano surgido de la lucha contra el TLC. Simplemente, es un mundo multicolor y diverso. Tal es la primera e ineludible condición desde la cual se plantea la tarea de construcción de alternativas y ello advierte sobre un asunto que, de tan importante que resulta, simplemente debe ser asumido sin mayor dilación: la que se plantea es una tarea tremendamente difícil que, en consecuencia, demanda inmenso esfuerzo e infinita paciencia. No obstante la pasión que todo esto despierta, es algo que exige serenidad y cabeza fría. Así de simple. Pero, también, así de complejo y demandante.

Otras condiciones también deben ser tenidas en cuenta. Al respecto propongo, en lo que sigue, un breve recuento que no pretende profundizar ni ser exhaustivo.

1. La dictadura neoliberal

Esta tiene un correlato externo: el inmenso poder económico concentrado del capital transnacional, que se intenta imponer al mundo entero como un proyecto de regresión social, restricción política y destrucción ambiental. A lo interno, se manifiesta por vías y de formas diversas:

  • La concentración y estrechísima coalición de los poderes económico, político y mediático. El poder político tiende a organizarse hoy día alrededor del PLN pero amarra y subordina otras expresiones partidarias menores, incluyendo a los libertarios, el PUSC y los otros insignificantes partidillos de derecha. El poder económico de cúpula –o sea el gran empresariado ligado al capital centroamericano y transnacional- ha consolidado una estrategia prácticamente monolítica. Los medios de comunicación definitivamente perdieron toda noción de lo que el decoro significa y hoy se dedican íntegramente a cumplir tres tareas: maquillarle la cara al gobierno; desinformar y manipular sistemáticamente y difundir basura con la cual estupidizar a la gente y degradar moralmente la sociedad. Estos tres grandes centros de poder están hoy anudados en un proyecto compartido que moviliza inmensos intereses: la transnacionalizació n radical de la economía costarricense.
  • El control y subordinación de la institucionalidad pública: al interior del sistema político, se ha avanzado sustantivamente en un proceso de subordinación de la institucionalidad pública-estatal, de forma que ésta tiende a quedar alienada, de modo compulsivo y casi automático, a los designios del proyecto neoliberal. Ello es especialmente claro, y particularmente corrosivo, en el caso del Tribunal de Elecciones y la Sala Constitucional. En ese sentido, Arias está cumpliendo eficazmente el compromiso que asumió ante las oligarquías que lo ungieron presidente: prometió ser el “capital” de la barca y a fe que lo está haciendo. Vale decir: Zapote es el centro neurálgico desde el cual se manejan los hilos que mueven a los dos altos tribunales mencionados, como también a la coalición derechista de los 38, en la Asamblea Legislativa.
  • Mecanismos “suaves” que gradualmente se degradan como mecanismos “duros”: un elemento distintivo de esta dictadura neoliberal es que asume una careta democrática, legitimada por las leyes y los rituales institucionalizados . Sobre esa base, extiende su dominación utilizando mecanismos más o menos “suaves” y sutiles: manipula las leyes y las instituciones; tergiversa la información; alternativamente soborna y corrompe o chantajea e intimida. La posibilidad de que puedan seguir sosteniéndose atenidos tan solo a tales herramientas de poder, viene declinando gradualmente. Primero, porque estas oligarquías se han endurecido en lo ideológico y político, con lo que, correlativamente, su capacidad de diálogo y negociación se ha reducido drásticamente. Esto agudiza las resistencias que, de por sí, surgen a partir de la propia dinámica del proyecto neoliberal, en virtud de que éste genera exclusión y desigualdad. En ese proceso de endurecimiento de posiciones, el TLC y sus leyes “de implementació n” representan una apuesta suprema que, asimismo, conlleva riesgos muy altos. Las oligarquías pretenden la imposición de una versión totalitaria de su proyecto, la cual no admite concesiones ni matices. Saben que, al intentar acaparar todo, podrían quedarse sin nada y, por supuesto, no querrán permitir que esto último suceda. Siendo así, y en un contexto donde las resistencias crecen y gradualmente se vitalizan, los mecanismos “suaves” van perdiendo eficacia. Podría entonces optarse por los mecanismos duros –inclusive la represión abierta- y, sin duda, es algo para lo cual se vienen preparando.

2. Una sociedad gravemente fracturada

Esta dictadura neoliberal plantea una realidad socio-política altamente restrictiva, desde la cual ha de intentarse la construcción de alternativas. Ello tiene una serie de implicaciones de inmensa importancia. Enfrentamos un sistema institucional y legal mansamente alineado a favor de las oligarquías y en contra de la ciudadanía y el pueblo; un sistema de medios de comunicación que, gustosamente, desinforma, manipula y propala porquería; un poder económico dispuesto a aportar dinero, matonear y amenazar; un sistema partidario definitivamente degradado como maquinaria corrupta y caja de resonancia de los intereses oligárquicos. Quizá nunca en la historia de Costa Rica se haya vivido grados tan agudos de restricción de las libertades y derechos ciudadanos, y siendo que ya la situación es grave no resulta descabellado pensar que aún podría deteriorarse más.

Las oligarquías neoliberales tienen mucho poder, pero, sin duda, no tienen todo el poder. El caso es que, en efecto, el poder es una realidad difusa, dinámica y compleja y justo por ello es imposible que nadie pueda atraparlo completamente. Eso se puso en evidencia con motivo del referendo. El Movimiento del No enfrentó el poder concentrado de las oligarquías y, en el proceso, construyó contrapoderes, es decir, otros espacios de poder, cualitativamente distintos, gracias a lo cual estuvimos a centímetros de derrotar el TLC. Las resistencias y la protesta surgen justo porque existen espacios de poder que las oligarquías no controlan.

En parte, es una resistencia muda, carente de expresión orgánica. Ese es el caso de esa amplia masa del pueblo que no se organiza, no se moviliza ni manifiesta y, a lo sumo, protesta por omisión, es decir, desentendiéndose de la política y, en especial, negándose a votar. Pero también existe la resistencia y la protesta que si desarrollan expresiones orgánicas. Esta segunda forma de resistencia, tiende a crecer. En particular el TLC actuó como detonante que estimuló un despertar cívico y, con éste, la organización ciudadana y la educación política.

Así las cosas, la sociedad costarricense actual se encuentra profundamente dividida. Las oligarquías acaparan en sus manos mucho poder y lo ejercen con cada vez mayor arbitrariedad. Una parte del pueblo aún es susceptible al influjo de su propaganda y sus dádivas corruptoras. Otra parte –posiblemente la mayor cuota- se ha hundido en la desconfianza y el desconcierto. Algunos, dentro de este grupo, no creen en nada y, posiblemente, ya no esperan nada. Pero alguna otra de esa gente seguramente está a la expectativa, ávida de nuevos mensajes y nuevas formas de hacer las cosas. Otra parte del pueblo –el Movimiento Ciudadano surgido de la lucha contra el TLC- ha madurado políticamente y exige participación efectiva; democracia auténtica; transparencia, rectitud y rendición de cuentas en los asuntos públicos; una sociedad justa; un país soberano.

Para avanzar exitosamente en el proceso de construcción de alternativas, deberá tenerse en cuenta, y en lo posible resolver con eficacia y sabiduría, los dilemas que este ajedrez tan complejo plantea. Por un lado, lidiar con la dictadura neoliberal y el cúmulo de restricciones que este impone. Por otro, desarrollar capacidades expresivas y comunicacionales que establezcan canales de entendimiento, muy respetuosos y persuasivos, con respecto a ese amplísimo segmento de la población que protesta desde el silencio y la penumbra. Y, desde luego, como he insistido, trabajar por la construcción de la unidad desde la compleja diversidad de nuestro Movimiento Ciudadano.

Luis Paulino Vargas Solís | 15 de Enero 2008

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