Vamos a la segunda ronda electoral el domingo 1 de abril, con una sociedad totalmente crispada, llena de tensión, incertidumbre y totalmente polarizada por un único eje temático: la cuestión del matrimonio igualitario, de la “ideología de género” y las guías de educación sexual impulsadas por el Ministerio de Educación Pública (MEP). Los grandes temas-país, los que nos atañen para nuestra convivencia vital y mínima, están relegados.
Esta polarización irracional, subjetivizada al máximo, exacerbada por las dos partes confrontadas la una con la otra, no nos conduce a nada.
Afortunadamente creemos que en los dos lados se encuentran posiciones más ecuánimes, más dispuestas para ver el bosque y no el árbol, con sensibilidades tales que llaman a la cordura nacional; para que nos fijemos en lo que realmente nos amenaza como país, lo que es atentatorio para el bien común y para atajar el crecimiento de la desigualdad, ésta que sí es un factor dolorosa y peligrosamente polarizante.
En la controversia polarizante de las últimas semanas, la que se ha dado en torno a las elecciones presidenciales y diputadiles, hemos notado cómo se ha venido desarrollando un enfoque sobre los derechos humanos totalmente sesgado, según los dos polos confrontados.
Uno lo enarbola como su bandera fundamental y primordial, mientras que el otro no lo menciona, no lo hace explícito y casi que le es molesto apelar a tal concepto.
Es decir, uno de los dos lados confrontados lo plantea desde una perspectiva reduccionista: los derechos humanos están referidos únicamente al tema de la diversidad sexual y al tema de género. Al menos eso se desprende del énfasis que se la ha dado en cuanto a confrontar la perspectiva central que plantea el otro lado: la defensa de los valores y de la vida.
Pareciera, por tanto, que los derechos humanos no tendrían relación alguna con la defensa de los valores y de la vida; y, por contraparte, que en lo que atañe a las personas sexualmente diversas, los derechos humanos son para su “exclusividad”.
A ver si me logro explicar en algo tan sensible y complejo: quienes utilizan como consigna central la defensa de los valores y de la vida no están invocando el concepto de los derechos humanos en sus prédicas; y, por otro lado, quienes reclaman los derechos humanos para defender su condición sexualmente diversa, se circunscriben a ello, no haciendo notar que esos valores y que la defensa de la vida, aunque les merezca concepciones diferentes, también son derechos humanos.
Ahora bien, buceando en la Internet nos encontramos que, desde la perspectiva cristiano-católica, el tema de los derechos humanos ha sido varias veces puntualizado, como se pasa a indicar seguidamente.
Deseo encontrar algo parecido desde la perspectiva cristiano-evangélica para reseñarlo también. Si alguien que nos honra leyendo este comentario lo tiene a mano, gran gratitud le daremos si nos lo proporciona.
Las citas en nuestro poder apuntan lo siguiente. En Pacem in terris, 9, el papa Juan XXIII indicó: “Todo ser humano… tiene por sí mismo derechos y deberes… universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto”.
También en Pacem in terris, 60, el mismo Juan XXIII escribió: “El bien común consiste principalmente en la defensa de los derechos y deberes de la persona humana… la misión principal de los hombres de gobierno debe tender a… reconocer, respetar, armonizar, tutelar y promover tales derechos; …”.
El papa Juan Pablo II en Ecclesia in Asia, 33, dijo: “El tipo de desarrollo que la Iglesia promueve va mucho más allá de las cuestiones económicas o tecnológicas: comienza y termina con la integridad de la persona humana, creada a imagen de Dios y dotada de la dignidad y los derechos humanos inalienables que Dios le dio”.
También en Ecclesia in Asia, 33, este Papa acotó: “Las diversas declaraciones internacionales sobre los derechos humanos y las numerosas iniciativas inspiradas por ellas son signo de la creciente atención que se presta a escala mundial a la dignidad de la persona humana”.
Por su parte, el papa Francisco, durante su Homilía en Cartagena de Indias, expresó: “La historia nos pide asumir un compromiso definitivo en defensa de los derechos humanos”.
Según nuestro limitado conocimiento en esto tan sensible, los derechos humanos dan un ámbito de cobertura para que todos y todas nos sintamos con protección segura, teniendo en cuenta las interpretaciones que nuestro posicionamiento en la sociedad nos motive.
El factor que nos está polarizando en estos momentos no les quita la esencia a los postulados fundamentales de los derechos humanos y que nos podrían conjuntar a todos; y, si estamos de acuerdo con ello, podríamos pasar a abordar en esta campaña los reales peligros que afectan la convivencia de ambos lados como una eventual quiebra fiscal.
Albino Vargas Barrantes, Secretario general, Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP)