Resumo y reitero mi posición de siempre sobre el TLC con los Estados Unidos de América. Creo inevitable y conveniente un tratado de libre comercio con un país con el que hemos mantenido las más importantes relaciones comerciales a lo largo de la historia. Además, nuestras dos naciones han estado identificadas en trascendentales luchas por la libertad y la democracia.
Reconozco que vivimos procesos inexorables de apertura y que Costa Rica, no puede, ni quiere mantenerse al margen de los mismos. Sin que sean perfectos, considero aceptables los convenios ya firmados con México, Canadá, Chile y la región del Caribe. También señalo que Costa Rica ha jugado papel estelar en las acciones hacia una integración económica social y cultural de Centroamérica. Es recomendable programar con sabiduría y total apego a los intereses de Costa Rica convenios comerciales con la Unión Europea, países de Asia y de Oceanía.
Pero la redacción actual del TLC con los Estados Unidos de América, por los múltiples razonamientos que se han dado aunque no han tenido suficiente difusión en los medios demuestra que su aprobación, en esos términos, ocasionaría perjuicios irreparables a nuestro país.
Los defensores obsesivos de la redacción actual del TLC afirman que no es posible hacer cambios y que debe aprobarse tal como está, aunque cause daños a nuestro país.
Pero ahora se sabe entre tantos misterios y contradicciones que personeros gubernamentales estadounidenses están gestionando cambios para atender presiones empresariales y políticas internas. ¿Por qué, entonces, a Costa Rica no le es permitido obtener modificaciones que hagan aceptable ese TLC y pueda aprobarse en la Asamblea Legislativa, sin ocasionar traumas sociales y políticos, que pusieran en riesgo el desarrollo normal de nuestras actividades económicas y así reanudar la abandonada lucha contra la pobreza?
Como los defensores en Costa Rica, coordinados con personeros estadounidenses, insisten en que nuestro país no tiene derecho a modificaciones en el texto actual, el 20 de octubre del 2005 firmé, en la honrosa compañía de distinguidos compatriotas, un documento ofreciendo una alternativa para acordar un TLC con los Estados Unidos de América. Una negociación bilateral que, de mutuo acuerdo, aprobara un nuevo texto. Estados Unidos de América ya tenía aprobado un TLC con Chile y estaba avanzando hacia instrumentos similares con Colombia, Panamá y Perú. Si esos queridos países hermanos citados, pueden alcanzar TLC de mutua conveniencia, ¿Por qué Costa Rica no? ¿Merecemos menos respeto y consideración? A pesar del hecho singular en el concierto mundial, de que el pueblo costarricense no padece el trauma del “antiyankismo”, tan generalizado en círculos intelectuales y políticos latinoamericanos.
Pero ante esta propuesta de octubre del 2005, sufrimos la desgracia de que la alternativa de un TLC negociado y firmado entre los dos países, está rechazada ad portas por los altos personeros de la Administración Pública que se inauguró el 8 de mayo último. Aunque Washington estuviera de acuerdo, no se ve voluntad, ni intención de esos altos personeros de buscar un TLC que respete los intereses legítimos de Costa Rica, supere el doloroso desgarramiento que padece el alma nacional con respecto al texto actual y evite convulsiones sociales y políticas que descarrilen, aun más, nuestro sistema institucional de vida en libertad.
22 de junio de 2006
Fuente: www.tribunademocratica.com